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Espíritu invernal por sue

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Notas del fanfic:

 

 

 

Declaración: Los personajes aquí mencionados pertenecen a su respectivo autor, yo simplemente los tomó prestados por unos instantes :3

 

 

Notas del capitulo:

 

Hi!!! n_n por fin!!! Un escrito de mi pareja favorita!! *o* aclaro que en la historia es época navideña (lo inicié en diciembre, pero me quedé estancada por meses con la escritura de las ideas je je xB) dejando eso a un lado… espero que les guste lo que están por leer, todo fue escrito con mucho amor y cariño, para los amantes de las historias románticas con finales… podría decirse que extraños je je xp nos leemos abajo :B

 

 


Todas las miradas se encontraban en una sola dirección, cada comentario iba dirigido hacía una sola persona: Sobre el muchacho de cabello rojo. Fingía no escuchar, disimulaba o simplemente no le interesaba, cualquiera que fuera el caso a los demás no les importaba. Decían cosas como éstas:


- Ese Gaara… es tan arisco, nunca se la pasa con nosotros.


- Tienes razón. Hasta rechazó el regalo que le dio Naruto y para colmo no le dio nada… ¿No era acaso su amigo secreto?


Ya era época navideña. La nieve ya había depositado su suave rastro sobre la ciudad, no había sitio sin su marca escarchada: Los techos, los patios, los campos de juego… e inclusive parecía que los corazones fueran atacados por su esencia fría, algunos como los de Sabaku no Gaara.



- ¿Por qué? – Preguntó el Uzumaki inflando los cachetes a modo de rabieta.



- No lo quiero, eso es todo – Respondía el ojiceleste sin siquiera mirarle – En primer lugar nunca dije que quería participar en esa tontería del amigo secreto.



- No es justo. Me esforcé tanto escogiendo, buscando… - A pesar de que estuviera molesto, su voz  se escuchaba quebrada - Todos estos meses, me la he pasado buscando algo que te gustase – Sostenía el regalo que le habían rechazado – No me importa que no me des nada a cambio. Olvídate de lo del amigo secreto. Es un regalo de mi parte.



Naruto extendió sus manos una vez más y bajó la cabeza, esperando que le fuera tomado el obsequio, más unas cuantas palabras lo hicieron reaccionar de manera opuesta a la esperada.


- Tú has sido el que decidió usar su tiempo en eso, no me culpes… - Suspiró - Nos vemos el próximo año…



- ¡!


El ojiazul sintió que algo se rompía en su pecho, se mordió el labio inferior. El pelirrojo se marchaba. Y es que ya no tenía necesidad de seguir allí, las clases habían terminado, ese era todo su deber hasta el año siguiente.


- ¡¡Gaara eres un idiota!! – Exclamó Naruto con todas sus fuerzas y tratando de reservar sus lágrimas.



Al ojiceleste pareció que le resbalarán los insultos.  En el camino a su casa, decidió tomar un atajo en el bosque… indudablemente aunque no hubiese querido tenía que hacerlo, tenía ciertas riñas con los chicos que habitaban en la zona este. No le preocupó mucho el frío, llevaba puestos sus guantes de invierno, una bufanda muy cálida y el abrigo más acogedor que había en su armario. Sacó de su bolsillo unos cigarrillos, con eso se mantendría hasta llegar a casa, donde tomaría una deliciosa taza de café recién colado o de chocolate caliente, dependía de lo que cogiera primero de la alacena.



Sus pasos fueron detenidos por la llegada de un extraño, un muchacho alto que, daba la apariencia de haberse perdido en el bosque en pleno otoño, habiendo encontrado la salida llegado el invierno; ya que sus ropas no le proporcionaban el calor suficiente.



Gaara sacudió su cabeza, lo mejor era ignorarlo y continuar con su camino, y hubiese seguido así, de no ser porque el sujeto se desplomó delante de él. Dudó, no le conocía, ni nada le obligaba a ayudarle. Pensó en la ventisca que se acercaba. Se agachó lo suficiente para detallar su rostro. Retiró el cigarrillo de sus labios y exhaló el humo con suavidad mientras lo analizaba, no pudo resistirse a deslizar su mano enguantada sobre la piel, estaba seguro de que era suave. El muchacho era de tez blanca y cabellos negros, inquietantemente  sintió deseos de ver sus ojos, deseaba saber cómo era su mirada, que aspecto tenía bajo aquellas prominentes cejas.




Cuando sus ojos se fueron abriendo, el chico se encontraba en la casa de Gaara, el joven le había cargado y llevado hasta allí, le había además abrigado y cambiado las ropas por unas más acogedoras.




El pelirrojo continuaba fumando, a pesar de apenas tener diecisiete años ya lo tenía por vicio; según él, era lo suficientemente capaz de dejarlo cuando quisiera. Pensó en que en cuanto el chico despertase, le daría indicaciones y un tiempo para que se quedase en su casa, tiempo en el que permanecería encerrado en su habitación e ignorando su presencia, no le aceptaría las gracias ya que no le agradaba recibirlas y así el cuento terminaría. Pero en cuanto miró al chico a los ojos, Gaara quedó perplejo: Eran igual de negros que su cabello, brillaban como si se tratasen de unas joyas de belleza oscura y destellaban una hermosa forma debido a unas largas y finas pestañas. Era un ser… extraño.



- Esto…


Gaara reaccionó, al parecer su manera de mirarle le había incomodado. Se atragantó con el humo.


- ¿Estas bien? – Preguntó el moreno preocupado.


- ¡Cof! ¡Cof!... si, si… estoy… bien… ¡tsk! – Arrojó el cigarro con enojo, le apenaba que otras personas vieran que a él también le sucedían pequeños incidentes como aquel.


- Me alegro.


Gaara subió la mirada, al mismo instante en que sus orbes celestes encontraron al chico, se sonrojó. Había visto algo que le había encantado más que sus iris: … Su amplia y perlada sonrisa.



- ¿Cómo… te llamas? – Preguntó el pelirrojo, ansioso por saber aquella incógnita.


- Soy Lee. Un placer – De nuevo sonrió haciendo sonrojar aún más al ojiceleste.


- Yo soy Gaara. Puedes quedarte aquí cuanto quieras… vivo solo así que no hay problema.


- ¿Y tus padres?


- Ellos me pagan el alquiler… se trasladaron por asuntos laborales y no quise irme con ellos…



- No querías dejar tu hogar.



Gaara le observó una vez más, le parecía extraño, todo de aquel chico le parecía raro.



- Gracias – Lee siempre se las daba.



Los siguientes días continuaron iguales de fríos. Gaara salía de vez en cuando, para comprar algunos víveres o atender otros asuntos. En una ocasión, Naruto fue a visitar al pelirrojo, quizás a entregarle una vez más su obsequio. El muchacho le gustaba y estaba decidido a convertirse en su novio, no podía darse por vencido tan rápido; después de todo, el pelirrojo continuaba soltero, eran los chismes que corrían en aquel pequeño pueblo, en donde conocer la vida de los demás es el pasatiempo más práctico. Sus azules ojos se sorprendieron al hallar a un pelinegro quitando la nieve de la entrada de la casa.



- ¿Tú quien eres y qué haces aquí? – Replicó el rubio.


- Soy Lee – Detuvo su tarea – Y quito la nieve.


- No me refería a eso… - Le dio una mirada de indiferencia - ¿Qué eres de Gaara y por qué  estás en su casa?


- ¿Que qué soy? – El moreno se rascó la barbilla - ¿Cómo? No te entiendo – Sonrió.


-  ¿Te parece acaso divertido? – Se mostró molesto - ¿O te burlas de mí?


- ¿Eh…?



Lee retrocedió, el rubio había tomado una cantidad considerable de nieve entre sus manos y pensaba arrojársela encima.


- Tal vez con esto se te quite lo tarado…


- ¡Uwa!



El chico quedó cubierto por la fría nieve, más había gritado por la impresión. Gaara llegó en el instante en que el Uzumaki había arrojado la nieve y pudo verlo. Fue corriendo a abrigar al moreno con su gabardina.


- ¿Qué crees que haces Naruto?


- ¡! – Abrió los ojos al máximo.


- No vuelvas a acercarte a Lee nunca más… ¡¿Te quedó claro?!


Naruto dio unos pasos grandes hacía atrás, sorprendido… acto seguido comenzó a correr.



Aquello era imposible… Naruto tenía años conociendo al pelirrojo… y él nunca le había llamado por su nombre…  ni a él, ni a ninguno de sus compañeros, a nadie… jamás.


- ¿Estás bien Lee? – Gaara le retiró la nieve que había llegado a su rostro.


- Si… estoy bien… sólo me tomó por sorpresa, eso es todo.


- Jum…


Gaara sonrió.


- Entonces… - Gaara fue acercándose poco a poco…. ¡Tenía tantos deseos de besarlo!



- Gaara… no lo hagas…



El pelirrojo se percató de lo que estaba haciendo y se detuvo.


- Entremos.


- Si…


¿Cómo era posible? Desde la llegada de aquel muchacho sentía que algo dentro de él había cambiado, no sólo en su actitud, si no también en su corazón. A pesar de que se tratara de otro chico.




- ¿Quieres algo de beber? … ¿Quizás algo caliente?   - El sabaku no, hacía lo posible porque no chocaran sus miradas. Sabía que era incapaz de resistirse ante tal sensación.



- ¿Caliente? No, estoy bien.


Pero era increíble… ¿Cómo no ver aquellos ojos que esplendorosamente  le entregaban su armonía?


- ¿Deseas algo?


- Tu compañía… si no es molestia.


- Está bien.



El pelirrojo se acomodó a un lado del pelinegro, permaneciendo juntos sin mencionar una sola palabra. Era desconocido para Gaara todo el pasado de su inquilino, más nada de eso le incomodaba, lo que ansiaba ciertamente era presenciar el futuro consigo en él… y de nuevo se volvió a encontrar con pensamientos como estos, que denominaba extraños y confusos… ¡Ansiar la compañía de otro hombre!



Fue cuando Lee decidió romper el silencio; la nieve comenzaba a descender despacio hasta caer en el cobertizo.  



- ¿Me dejarías quedarme… a tu lado un poco más? En mi hogar… no, ya no tengo un hogar al cual regresar… he estado solo por mucho tiempo…



- Quédate el tiempo que quieras.



Furtivamente, el brazo de Gaara fue escurriéndose hasta llegar a descansar sobre los hombros del moreno; se atrevió luego a atraer el resto del cuerpo del muchacho hasta su pecho, esperando deleitar su aroma, aspirar su esencia… pero no olió nada.



- Eres tan cálido Gaara… - Lee se acomodó en su torso, buscando ser rodeado por completo por esos tórridos brazos – Demasiado cálido… tanto que lastima.   



De una manera u otra, el ojiceleste no encontró algo que mencionar; aparte de no sentir su aroma, extrañamente sentía, o más bien no sentía, el calor del moreno; era como si su cuerpo estuviera a una temperatura  bastante baja, escalofriante…



- ¿Tienes frío? – Continuó abrazándolo, habiéndose acostumbrado a los cabellos negros que al bailar, rozaban suavemente su nariz.



A la mañana siguiente, el pelirrojo salió muy temprano, esa noche sería navidad y sentía la imperiosa necesidad de comprar algo decorativo para alegrar su deprimente casa; desde la llegada de Lee, percibía que sin él allí, su morada no dejaba de ser más que el sitio en donde habitaba un ser insípido e indiferente del resto del mundo.



Sus celestes ojos cayeron en unas hermosas flores: Rojas, flores de navidad; compró algunas, por no decir demasiadas, y se las llevaba con una mediana sonrisa; si alguien conocido le mirase, sabría con certeza que algo extremadamente sorprendente le había ocurrido al pelirrojo, ya que su sonrisa nunca fue mostrada de tal forma y menos en público.



No esperó tampoco encontrarse con el Uzumaki, más su presencia no le perturbó, ni siquiera le importó; deseaba más que nada llegar a su hogar. Sin embargo el rubio insistía en seguirle.



- Sabes Gaara… hay una fiesta ésta noche en mi casa, por la navidad… - Trataba de interponerse en el camino del pelirrojo, pero éste siempre conseguía la manera de seguir adelante – Sería, muy agradable si vinieras…



- Suena interesante – Mencionó sin ninguna clase de emoción.


- ¿En serio? – Las pupilas del muchacho adquirieron cierto brillo esperanzado.


- Si – Algo se le ocurrió – Incluso podría llevar a Lee… - La sola idea de que las demás personas lo vieran llegar con el pelinegro, le llenaba de un extraño sentimiento, como un cosquilleo que abarcaba la mayoría de su cuerpo.


- ¡No!


- ¿?


- Él no irá. En ningún momento lo he invitado.



Gaara se había detenido, observaba de manera indiferente a Naruto, el joven que se mordía el labio de los celos, sabiendo que el chico que le gustaba tenía interés en otro y se lo echaba en cara.



- Lo siento, tengo que irme.



El sabaku no, tenía pensado marcharse sin decir nada más; pasó a un lado del rubio y hubiera cumplido con su cometido de no ser porque algo lo detuvo: Naruto lo abrazaba por detrás con fuerza, imposibilitándole la huida.



- Suéltame…


- ¡No lo haré!



- ¿Qué dices? – Trató de forcejear – No tengo tiempo para perderlo contigo… - Las flores se estaban marchitando, algunas cayeron en la blanca nieve; resaltando su vivo color en el blanco manto.



- Eres un egoísta… ¿Qué no te has dado cuenta? – Apretaba su cuerpo contra el del otro joven – Siempre me has gustado, he hecho de todo y medio mundo se ha enterado… tú a pesar de ello tienes el descaro de conseguirte otro… ¡Eres a quien quiero!



- Yo nunca te he dado indicios de que sienta lo mismo; no, de hecho… no pensaba que fuera importante el prestarte la más mínima atención.



- ¡!



Fue muy duro. Aquellas palabras atravesaron el torrente sanguíneo del Uzumaki hasta llegar a su corazón, sentía que se había apagado, que el invierno lo estaba consumiendo poco a poco a partir de ese momento.



Ya no dio resistencia, abandonó al pelirrojo. Mientras éste se marchaba en silencio, las lágrimas frías del ojiazul marcaron un fino camino en el contorno de sus mejillas.



Ya al llegar a su casa, Gaara percibió algo que le hizo detenerse, extrañamente sintió como su corazón aumentaba el ritmo de sus palpitaciones, como si algo extremadamente ansiado estuviera por suceder y es que así era… estaba a punto de ver a Lee, después de cuarenta y cinco minutos de no estar a su lado – porque había calculado el tiempo – y se sentía bien, le agradaba tener esa sensación cálida en su interior.



Cuando lo vio en el mismo sitio en donde le había dejado, sentado en el sillón frente a la chimenea apagada, supo que estaba en el lugar correcto, como si todo lo que hubiera transcurrido a lo largo de su vida hubiese sido un preludio a todo aquello que estaba viviendo en el presente.


- Bienvenido a casa – La flamante sonrisa  reverberaba en su rostro.


- Ya llegue.



El pelirrojo sonrió levemente, hacía tiempo que nadie le recibía al llegar a su morada.



- ¿Por qué apagaste la chimenea? Podrías congelarte…



 - ¿Esas son flores? – El chico pestañeaba de manera exagerada; Gaara respondió extendiéndolas para que las admirase aún más – Hace tiempo que no veo flores… son lindas.
 


- Pensé en que serían un buen adorno, debido a la época en que estamos.


- ¿Época?


- Si… navidad.


- Navidad… ¡Ah! ¡Invierno!


- Si, por eso es que hay tanta nieve en… - Tuvo una idea - ¿Quieres que salgamos a jugar en la nieve?


- ¿Jugar? ¿Lo dices en serio? – Su mirada se tornó deslumbrante por la ilusión.


Gaara asintió. Lee parecía un niño pequeño, emocionado por la idea de ir a cubrirse por los fríos copos.


El moreno tomó al ojiceleste de la mano para empezar a arrastrarle hasta la entrada. El pelirrojo se detuvo.


- Espera un momento Lee.


- ¿Qué sucede?



El chico metió las manos de su bolsillo y sacó unos guantes, eran de color verde claro con tonalidades amarillas. Agarró las manos del Rock entre las suyas y buscó de ponérselos. Cuando los tuvo ya colocados, Lee extendió las manos para contemplar los vivos colores.



- Son tuyos.


- ¿De verdad?


- Así mantendrás tus manos calientes… los compré pensando en ti… son… un obsequio.



La última palabra la hubo mencionado con sentimiento, era la primera vez que tenía ese gesto para con alguien. Se sonrojó al recordarse a si mismo en la tienda, escogiendo, tomando y volviendo a colocar los guantes, en busca de unos que le gustaran, unos que fueran el regalo perfecto.



- ¿Eh? Te has puesto rojo Gaara – Señaló con su dedo índice, mostrando una expresión de lo más infantil.



- ¡¿Qué?! – Se alarmó - ¡No es cierto! – Totalmente apenado, desvió el rostro.


- Si, es cierto… estás todo rojo – Trataba de verle la cara, pero por más que tratara, el pelirrojo se movía de un lado a otro - ¿Por qué te pusiste rojo?



- Eso es normal… todas las personas se sonrojan cuando la sangre empieza a circular con mayor presión… debido a circunstancias extenuantes – Mencionó excusándose.


- Mmm – El moreno pestañó incrédulo. 


- Incluso tú te sonrojas… - El ojiceleste lo miró de manera seductora – Ya me has visto hacerlo, espero con ansias mi turno.


Hubo en la sala un breve instante de silencio, momento en el que Gaara aprovechó para examinar al pelinegro, de dirigirle un par de miradas insinuantes.

- Vamos Lee.


El ojiceleste extendió su mano enguantada, en ese instante, Lee volvió la vista a sus propias manos cubiertas; movió los dedos para sentir la textura de aquel tejido.


- Un obsequio de Gaara – Alzó la mano y se dejó guiar por el pelirrojo.


Afuera, los chicos se divertían en el blanco campo. Se arrojaban nieve, hacían figuras, sonreían y reían. Gaara aprovechaba cualquier momento para tomar al más alto entre sus brazos, y es que le encantaba capturarlo, le fascinaba que al tenerlo así, junto a su cuerpo, sintiese la necesidad de buscar su calor corporal a como diera lugar; en esa búsqueda entonces, apretujaba su cuerpo contra el otro, desatando cosquillas en el sensible ser… ¡Amaba su voz, amaba su risa!



El moreno cayó al suelo mientras jugaban, llevándose a Gaara consigo, quien había terminado cayendo arriba de él; todo transcurrió entre risas.



De un segundo a otro, sus voces se fueron acallando, el pelirrojo tenía su pecho contra el del pelicorto, como éste tenía las piernas abiertas había terminado entre ellas… sus brazos descansaban igualmente sobre el muchacho.



Lee fue testigo de como las mejillas del menor fueron adquiriendo una leve tonalidad rosada, de cómo el aire que respiraba, que emanaba de su boca, chocaba cálidamente contra su rostro blanco.


Gaara acercó su mano enguantada al rostro del Rock, deslizó suavemente sus dedos a través del mismo, siguiendo un mismo patrón al acariciarle.


- Gaa… ra – Lee le miraba con los ojos entrecerrados.



¿Qua hacer? El pelirrojo sentía que la sangre le hervía, dentro de sí nació un deseo que quiso volver en realidad, así fuera en la fría nevada… quería besarle y si le era posible: Hacerle el amor ahí mismo.


El ojiceleste se acercó poco a poco, buscó de juntar sus labios con los del Rock, pero el chico viró el rostro, imposibilitándole besarle.


 - ¿Qué pasa Lee? – Susurró con desesperación, casi suplicante - ¿No quieres? – Para despertar su deseo, frotó su pelvis contra la suya de modo que pudiera percibir lo excitado que se encontraba.


- Esto… - Evitaba encararle – No es eso…   no es que no quiera… es sólo que…


- ¿Tienes miedo?


Gaara respiraba entrecortado, aquel individuo, aquel tierno ser… deseaba poseerlo… ¡Ah! ¡Y esa cara que mostraba! Por un instante floreció el deseo de sodomizarlo así fuera en contra de su voluntad, pero el mismo desapareció casi al mismo instante de concebirlo; no quería que fuese así,  quería que se entregase a él por amor, que gimiese su nombre por el placer, que se desvaneciera del éxtasis entre sus brazos.



Una brisa helada pasó sobre ellos, era fuerte; el pelirrojo sintió como si hubiese entrado por sus poros aquel aire congelado hasta helarle los huesos. Ciertamente no era un buen sitio para desnudarse, mucho menos para dejar expuestas a tales temperaturas sus partes nobles, tan sensibles y delicadas; pensó en el botón rosado que se escondía en lo más bajo de su coxis, aquel lugar, aquella entrada anhelada, pretendía tratarle con el mejor de los tratos; de quedarse allí el frío se interpondría a obtener aquello que hacía días estaba buscando: Sentir a flor de piel la tibieza del cuerpo de Lee.



- Muy bien…


Gaara se levantó, seguidamente y con cuidado, tendió su mano para ayudar a levantar al otro.



- Entremos a casa.


Lee asintió y aceptó la ayuda, ciertamente el pelirrojo pensaba que no era buena idea quedarse afuera, cualquiera que fuesen sus intenciones, el frío estaba intensificándose cada vez más. Tomó al otro chico de la mano, como si fuera a desvanecerse y evitara de esa forma que se marchase de su lado.



Ya en el interior del recinto, Gaara no abandonó la mano de su compañero por nada; tras cerrar la puerta, encaminó a Lee hasta la amplia alfombra donde se sentarían frente a la chimenea.


Abandonó entonces la mano del pelicorto, solamente para encender el fuego, para intensificar el calor del lugar.


- Esto…


- ¿Qué pasa?


- ¿Vas… a encenderla?


- Claro. Si no, podríamos congelarnos.


- Tal vez sea lo mejor… el congelarnos.


Gaara permaneció en silencio unos segundos.


- ¿Le tienes miedo al fuego?


- Yo…


- Tranquilo. Yo me sentaré aquí contigo. No tienes nada que temer.




El Rock permaneció pensativo, absorto en cada uno de los movimientos del sabaku no; fue sacado de su ensimismamiento cuando el ojiceleste se sentó a su lado, trató de separarse un poco, ya que el pelirrojo trataba de tocarle una vez más, de tomarle de los hombros, de los brazos, de las manos…



- Lee… tú me gustas, mucho…


El moreno mantuvo su vista en las llamas que sobresalían de la chimenea, sus ojos negros destellaban cual piedra ónix ante las mismas.



- No temas Lee, yo no te haré daño… seré dulce, muy tierno contigo - Gaara se acercaba con cuidado – Un beso… es lo que ansío de tus labios…



Lee entonces le miró de frente, de una manera que desconcertó al pelirrojo, no supo describir aquella mirada, pero pudo descubrir en ella un deje de tristeza, quizás de añoranza, como de alguien que desea algo que sabe nunca va a obtener.



- Pero… - Trató de agachar la cabeza, más el otro se lo impidió, tomándole el rostro con ambas manos.


-  Sólo uno… uno… te lo pido…



Poco a poco, entre susurros y proximidad, Gaara logró acercarse lo suficiente para rozar los labios del moreno; Lee entonces se sobresaltó y trató de apartarse, más el pelirrojo se lo impidió y en cambio lo atrajo lo suficiente para profundizar el beso.



La boca del pelirrojo era cálida y Lee pudo percibirlo, su lengua era tórrida y pudo sentirla, se enrollaba con la suya, buscando de avivarla, de animarla a jugar un poco. Gaara aún podía notar que la resistencia por parte del Rock no se iba, pensó que tal vez estaba algo asustado y tenso, por lo que buscó de recostarlo sobre la amplia alfombra, donde intentaría relajarlo entre caricias.



Cuando logró ubicarlo en el suelo, el pelirrojo – sin dejar de lado el contacto con sus suaves labios – se montó encima del muchacho, para que sintiera de nuevo el tamaño de su deseo. Lee ya no se resistía al beso, la dulce lengua de Gaara lo había seducido y le llevaba a querer continuar con aquello, más la búsqueda de aire y las acciones del otro lo hicieron reaccionar.



Cuando el pelirrojo buscaba de desabrocharle los pantalones, fue entonces el momento en que el moreno se alarmó.



- ¿Qué… haces? – Sus pupilas se tambaleaban.  
 

- Tranquilo… - Le dio un pequeño beso en los labios – Será agradable… incluso te gustará… sólo déjate… llevar…



Sabía que no debía hacerlo, que no debía entregarse, pero la mirada del muchacho era tan límpida, sus palabras eran tan atrayentes  que no pudo evitar caer… caer ante la tentación.



El moreno cerró los ojos y se dejó guiar, ya no había marcha atrás, su apetito sexual se había intensificado lo suficiente como para no poder detenerse ¡Desventurado cuerpo mortal! ¡Incontenible ante el deseo carnal!



- ¿Es verdad… es verdad eso de que te gusto? – Preguntó Lee con algo de dificultad.


- No sólo me gustas, puedo afirmarte que hasta:… - Se aproximó hasta una de sus orejas para musitar – Te amo…



No supo como describir lo que sintió, Lee tenía ganas intensas de llorar; jamás en la vida nadie había sentido algo tan profundo por él, algo que lograra llegarle tan adentro de su corazón a pesar de haber hecho todo para detenerle. Ya no podía ganarle, aquello era demasiado fuerte como para contenerlo, aunque se lamentara luego, Lee se decidió:



- Entonces ámame Gaara… hazme sentir todo ese calor, lléname de él hasta el fondo…



 Gaara se alegró al escucharle, era lo que estaba esperando,  que se decidiera a aceptar su amor. De nueva cuenta se hizo de sus labios, y entre besos y caricias, el pelirrojo fue desvistiendo poco a poco y con total sincronía al joven muchacho de los ojos negros; pero se detuvo… quería contemplarle, observarle desde aquella perspectiva lo hermoso de su cuerpo: El pecho de Lee subía y bajaba con lentitud, como si estuviera consciente de que la noche sería extensa y que debían tomárselo con calma; sus ojos delineados, sus pestañas extravagantes y sus cejas prominentes, todo eso le regalaba un hermoso matiz a su rostro.  



- Eres… hermoso – Mencionaba Gaara al tiempo que acariciaba su rostro.


El muchacho le hacía pensar en una pequeña criatura, una que quería cuidar, como un animalito perdido.



Las llamas de la chimenea se meneaban serpenteantes, emitiendo uno que otro ruido, un chispeo.



Gaara entonces decidió penetrarle. Al principio le costó un poco, por lo que fue embistiéndole despacio. Cuando las lágrimas del pelinegro comenzaron a impregnar la escena, el menor llevó una de sus manos hasta el rostro de Lee, en donde retiró las mismas con un toque casi imperceptible.



- Tranquilo… pronto el dolor se irá. Te lo prometo – El pelirrojo deslizaba aquellas palabras con enorme dulzura, deseaba más que nada que el muchacho se sintiera bien; lo había preparado lo suficiente para ello.



El pelicorto movió la cabeza sutilmente, en señal de negación.



- No estoy llorando por el dolor… - Sus mejillas se hallaban totalmente pintadas de un tono rojizo.



- ¿Ah no? – Continuaba acariciándole la mejilla. Movía su pelvis suavemente – ¿Son acaso… lágrimas de dicha? – La simple posibilidad lo llenaba de gusto.



El Rock volvió a negar, ésta vez más despacio.



- Lloro… de tristeza.



Aquello provocó que el sabaku no, detuviera el vaivén.



- Confieso que tu declaración me desconcierta… - Sus ojos en cierto modo, se apagaron.


- Gaa… ra… - Evitaba encararle.


Volvió a acariciarle, ésta vez, la negruzca cabellera.


- Voy a demostrarte… el peso de mi amor Lee, de esa forma, convertiré esas lágrimas en señal de satisfacción… de alegría…



Lee cerró fuertemente los ojos, el pelirrojo retomaba el ritmo de las penetraciones, y ésta vez iba más rápido y profundo que antes.



El moreno se dejaba llevar por el mar de sensaciones que era capaz de brindarle su  joven compañero. El fuego que sentía por dentro era demasiado. Llevó sus manos hasta lograr alcanzar los brazos de Gaara, el muchacho se sorprendió, trataba de incitarle.



- Gaara… consúmeme todo… por favor…  



Las pupilas del ojiceleste se enfrascaron en aquella silueta suplicante. Pronto y entre caricias, besos y embestidas, los muchachos terminaron llegando al clímax en una ráfaga que pareció llevarlos hasta un punto inimaginable de sus propios seres…



Los cuerpos se mantenían en reposo. Lee recostado sobre el pecho de Gaara, quien no dejaba de tener aquel sentimiento de gratitud, estaba agradecido de haber conocido a su amor; ansiaba que aquel instante, en donde, podía sentir la tibieza en el cuerpo del pelinegro, durara para siempre. Lentamente, el cansancio, los indujo a entrar en un profundo sueño.



***



Cuando volvió a tener conciencia de sí mismo. Gaara soltó un largo bostezo. El fuego de la chimenea ya se había extinguido. Su vista decayó en su cuerpo desnudo y aún mojado, y en sus ropas desperdigadas en el suelo.


Buscó de levantarse al no hallar a Lee en la habitación. Sin prestar atención a su desnudez, el pelirrojo fue en dirección al baño, en donde dedujo, se encontraría el que había sido su amante, tomando una ducha; la idea de una sesión de sexo matinal no le parecía mala.


Dio unos leves toques a la puerta.


- Lee…


Al no contestarle giró la perilla.


El baño estaba vacío.


Tomó rumbo a la cocina, al cuarto… y no le halló.


La expresión de su rostro cambió radicalmente, el muchacho se había ido, de eso no había duda. Buscó algún recado, una nota que le diera constancia del porqué de su partida, al no encontrarla, como pudo se colocó sus ropas y salió de la casa, en búsqueda de su amado.


La nieve comenzaba a dar indicios de derretimiento, se deslizaba por el techo, poco a poco, lentamente…


- ¡Lee! ¡Lee!


Gaara corría, buscaba azorado. No quería otra cosa más que encontrarlo.


Ante la desesperación, el ojiceleste terminó tropezando con Naruto, quien venía en sentido contrario.


- Perdona.


- Gaara ¿Qué ocurre? – Preguntó ante el evidente estado del chico.


Lo tomó de los hombros, totalmente exasperado.


- ¡¿Has visto a Lee?!... ¡¿Corriendo quizás?!


El ojiazul le miró unos segundos, manteniendo en su rostro una expresión de extrañeza.


- ¿De quien me estás hablando?


 - Lee… tú sabes, el muchacho de cabellos oscuros y ojos grandes que se estaba quedando en mi casa.


- ¿Quién es ese?



- ¡No juegues conmigo! – Lo empujó a un lado, acto seguido volvió a correr.



- ¡Gaara! ¡Espera! – El rubio permaneció con la mano alzada, como tratando de detenerlo - ¿Qué es lo que sucede? Si tú has estado viviendo solo todo éste tiempo.



No veía el camino, lo único que quería era volver a ver esa sonrisa, esa mirada… volver a tenerlo de nuevo…



Sus pies lo llevaron hasta donde le había encontrado por primera vez. Lo halló allí, de pie, dándole la espalda. Gaara trataba de recuperar el aliento.



- ¿Por qué… te fuiste así, sin avisarme?



El pelinegro se giró. Mantenía en su rostro aquella encantadora sonrisa.


- No tienes que temer… - Le mostró su mano en señal de entrega – Vuelve a casa conmigo.


Lee permaneció en silencio. Su sonrisa se aplacó ante sus palabras.



- Lee… - Gaara observaba como el muchacho extrañamente empezaba a desvanecerse, quedando en pinceladas de matices transparentes.



- Es hora de despedirnos. Yo no puedo quedarme Gaara. Hay muchos otros mundos y otros seres por conocer… - Su voz se escuchaba ahogada – Pero… irónicamente siempre termino enamorándome de ti…



- ¿A que te refieres?



- Yo no pertenezco a éste mundo, ni siquiera a éste universo… desde hace tiempo… he estado observando a los humanos, aquellos seres tan frágiles pero que son capaces de desprender un calor abrasador. Los envidiaba, porque podían vivir y sentir ese calor; yo… de donde vengo y lo que soy, no puedo soportar ese calor. Contigo he podido experimentarlo, el calor que proviene de un corazón, que nace de sus más puros sentimientos… gracias – Musitó – Ahora debo partir…



- ¡No puedes irte! – Intervino.  


- Me encantaría quedarme, pero éste no es mi lugar.


- ¿A qué te refieres con qué no es tu lugar? – Se mostró serio, pero a la vez entristecido – Tú lugar es aquí, conmigo.


El pelicorto no pudo evitar quedar afectado con su determinación.  Volvió a sonreír.


 - Vuelve aquí cuando sea invierno. Te estaré esperando pacientemente.


- ¿No hay forma de que te quedes más tiempo?


Lee sacudió su cabeza. Gaara bajó la mirada.


- El calor es tan dañino para mí… pero a la vez… - Le miró – Soy capaz de dejarme extinguir… sólo si es por ti.  


El ojiceleste apretó los puños, trataba de contenerse. Un roce helado lo hizo alzar la vista, el moreno se hallaba tomándole el rostro con ambas manos. En sus labios de un tono casi violeta, podía notarse un toque escarchado. Al sentir el frío beso pudo ser testigo de cómo el color rosa volvía a retozar en los labios del pelicorto.



- Lee… - Aquellos ojos negros lo capturaban por completo – Consúmeme.    



El silencio volvió. El pelicorto le miró, difuso.


- Si mi amor puede deshacerte. Entumece mi corazón, hasta que mi calor sea incapaz de hacerte daño… - El ojiceleste mantenía las manos del Rock entre las suyas, a pesar de que el frío comenzara a helarle las extremidades – Llévame contigo, vuélveme parte de ti… así, no volveríamos a sufrir, no volveríamos a estar solos… nunca más.


 
- Gaara.



- Yo te lo dije… esto es amor – Extendió sus brazos en completa entrega.


Aquello, era lo más bello que alguien había llegado a sentir por él.


Cuando el espíritu atravesó su cuerpo, Gaara sintió como un escalofrío lo recorrió todo. Se dio cuenta de cómo los ojos de Lee se hallaban cubiertos por lágrimas.


- Lloras… - Musitó al tiempo que su propia alma, se iba desprendiendo de su cuerpo – No tienes porqué estar triste…


Negó con la cabeza una vez más.


- Tendré a mi amor haciéndome compañía por toda la eternidad ¿Qué mayor dicha que esa?


Gaara sonrió. No pudo mantenerse en pie por más tiempo. En un instante a otro, su cuerpo se hallaba tendido sobre el blanco suelo.



***


 
Con una varilla, el ojiazul hacía pequeños toques en la nieve. Indiferente al camino. Su bufanda ya no le enrollaba el cuello como antes, la temperatura estaba volviendo a ser soportable para su cuerpo.



El Uzumaki se detuvo entonces, al contemplar atónito, completamente aterrado, sobre el blanco manto invernal; el cuerpo gélido del que alguna vez fue, el contenedor de su ferviente amor.

 

 

 

 

 

***Fin***

 

 

 

 

Notas finales:

 


Cursilería activada al máximo!!! xD No sé porqué razón mi musa me proveyó ésta idea tan descabellada je je xp espero que les haya gustado a pesar de lo extraño que pudo parecer y todo eso x3 gracias a todos por leer y por cualquier opinión que desean dejar… besos!!! ^3^ Bye Bye

 

 


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