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La competición de los Sannin por Giselle Blanchard

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Notas del capitulo:

¡Hola de nuevo! ^^

Debo confesar que esta idea me vino a la cabeza de repente, ¡en menos de un suspiro ya tenía en mente los tres próximos capítulos y el final! Así que no pude dejar de escribir hasta que el cerebro se me quedó totaaaalmente seco ^^U

Sea como fuere, espero que os guste aunque me da la sensación de que me ha quedado más hilarante e incoherente que el resto de mis historias...Si es que eso es posible o.OU

¡Besitos y a leer! ^^

 

 

Introducción: El Sol y la Luna

 

—Muy bien, par de imbéciles, supongo que no me equivoco al decir que mi problema es bastante obvio.—dijo Tsunade con las manos unidas bajo la nariz.

Haría menos de veinticuatro horas un gesto como aquel hubiera dado lugar a una hermosa vista de su interminable canalillo. No obstante, lo único con lo que los otros dos pudieron deleitarse en aquel momento fue con un pecho tan plano que ambos llegaron a dudar de la auténtica sexualidad de la rubia mujer.

—Sin embargo, no puedo evitar preguntarme qué tripa se os a roto exactamente para pedirme que me reuniera con vosotros.

—¿Me estás diciendo que todavía no te has dado cuenta?—preguntó Jiraiya, quien tenía unas profundas ojeras bajo los ojos no producidas aquella vez por una larga y ajetreada noche entre las piernas de una bella mujer. O varias.—¡Mira esto, por amor de...!—Orochimaru siseó cuando la peluca que tan recelosamente había intentado adherir a su cabeza con poderosos jutsus ancestrales y oscuros le fue desprendida por uno de sus mayores enemigos.—¿Te puedes creer que aún así me pone cachondo?

En la mente de Tsunade se formó la apocalíptica imagen de aquellos dos compartiendo cama, más concretamente, de Jiraiya frotando su pene contra aquella brillante y pálida cabezota. Bueno, fue bastante gracioso para la rubia el comprobar a cuánto ascendía exactamente la talla de sombrero de su antiguo compañero de equipo.

—¡Ya no puedo ir a reunir información porque ardo en deseos de llevarme conmigo a los dueños de los locales donde antes solía ir por las chicas!—dramatizó el del pelo blanco, llevándose una mano a la frente.—Kami-sama, creo que me estoy mareando...

—¿Es mucho pedir que te calmes de una maldita vez, anormal?—gruñó Orochimaru, recuperando su peluca y volviendo a colocarla en su lugar. Si no fuera porque toda pigmentación había desaparecido de su desnutrido cuerpo, los otros dos jurarían que se había sonrojado.—No os pedí que viniérais para que me contáseis vuestras penas.—carraspeó.—Lo hice porque os necesito para recuperar mi preciosa melena.

—Define preciosa.—pidió Jiraiya con la frente surcada de arrugas.

—¿Y como pretendes que lo hagamos?—interrumpió Tsunade, llevándose inconscientemente la mano a la planicie bajo sus clavículas.—¿Con semillitas y una regadera? ¡Por Kami-sama, Orochimaru, nosotros ya tenemos nuestro propio problema!

Solo los Tres Grandes podrán provocar la unión entre el Sol y la Luna.—recitó el amante de las serpientes, cuyos ojos amarillentos relucieron misteriosos.—Un beso, un deseo antes del amanecer y uno de ellos tendrá cualquier cosa en su poder.

Jiraiya y Tsunade se quedaron en silencio, repitiéndose que aquellas palabras no eran el resultado de un repentino ataque de locura sufrido por la falta de protección capilar contra los rayos del Sol. No obstante, tras unos segundos de meditación entendieron a qué se refería Orochimaru.

—De modo que si junta al Sol y a la Luna uno de nosotros podrá recuperar su auténtica talla de sujetador.—dijo la rubia mujer, componiendo una macabra sonrisa.

—Disculpa, pero creo que lo que querías decir realmente es que uno de los tres podrá volver a la acera que le corresponde.—corrigió Jiraiya, con el dedo índice levantado para dar énfasis a su frase.

Orochimaru apretó ligeramente los labios, haciendo esfuerzos titánicos para convencerse a sí mismo de que había hecho bien en reunirse con los otros dos Sannin para cumplir su objetivo de volver a tener el cuero cabelludo sano y fijo al cráneo; dejaría que ellos hiciesen el trabajo sucio y más tarde él se limitaría a recoger los jugosos frutos de su esfuerzo.

—Maldita sea, Tsunade, ¡eres la Legendaria Perdedora, ¿cómo pretendes ganarme en esto?!—exclamó el del pelo gris, despertando al hombre-serpiente de su ensimismamiento.

Tsunade no rebatió aquellas palabras, consciente de su abrumadora veracidad. Sin embargo, estaba dispuesta a vender su alma al diablo con tal de volver a aquellos maravillosos días en los que debía agrandar todas sus prendas de ropa de cintura para arriba por no ser lo bastante amplias como para cubrir sus generosos pechos.

—No responderé a ese estúpido comentario, Jiraiya, sería malgastar energías tontamente.—refunfuñó. Acto seguido, centró sus ojos ámbar en Orochimaru.—¿Cómo narices se supone que vamos a unir al Sol y a la Luna, idiota?

—Muy sencillo, mi querida princesa-babosa; las profecías se basan en simbolismos, obviamente los Tres Grandes somos nosotros.—explicó Orochimaru, ajustándose una vez más la peluca porque una inoportuna corriente de aire la había desplazado hasta que la infeliz cubrió parte de su frente.—Por tanto, nuestra misión es conseguir que las dos personas más parecidas al Sol y a la Luna se unan.

A su declaración le siguieron una serie de murmullos entre los otros dos Sannin que el amante de las serpientes soportó estoicamente.

—Y me parece que sabemos muy bien quiénes son nuestros hombres.

Capítulo 1: Jiraiya

 Su privilegiado intelecto de ermitaño veterano le aconsejó que el primer paso hacia una inminente victoria era comprobar el grado de homosexualidad presente en sus dos tortolitos. ¿Cuál era la táctica más inteligente para llevar a cabo tal misión? Evidentemente buscar señales de gayedad. ¿El sitio idóneo para hallar dichas señales? La basura.

El primer candidato al que su infalible radar anti-maricas (que en aquellos momentos se encontraba defectuoso por obvias razones) fue Sasuke Uchiha, cuya fama de rompecorazones femeninos no le había proporcionado nada aparte de una dudosa orientación sexual que apuntaba, según todo buen konohense, hacia la dirección equivocada en cuestiones de naturaleza.

Así pues, empezó su tarea enterrando las manos entre los desperdicios del (dios para muchas, grano en el trasero para otros tantos) moreno.

—Mmm, de modo que te gusta comer plátanos, ¿eh, Uchiha?—balbuceó Jiraiya, agitando la amarillenta piel frente a su nariz.—Interesante.—siguió rebuscando.—Revistas de decoración de interiores...Kami-sama, ¡esto es oro puro!—el curtido ninja ya se veía frecuentando los locales en los que las chicas se volvían locas por una sola de sus miradas.—¿Desodorante? Muy bien, Uchiha, ¡te he pillado!

—¿Senninfómano?—preguntó una voz a espaldas de Jiraiya, quien sintió un desagradable sudor frío resbalar por su espalda.—¿Qué haces con la basura del teme?

—¿Que qué hago c-con, ehm...?—desvió sus vivarachos ojos negros hacia su mano y vio el bote de spray.—¡Hago un estudio sobre derrochadores!

—¿Derrochadores? ¿Qué clase de estudio es ese?—cuando Naruto se le acercó sudoroso y con la camiseta totalmente pegada a sus bronceados músculos, Jiraiya no pudo evitar sentir un aterrador cosquilleo sacudiéndole la entrepierna. El Sannin incluso barajó la posibilidad de pedirle otros tres años de duro entrenamiento en algún lugar perdido entre las montañas.

—¿T-tienes idea de la cantidad de desodorante que quedaba en este maldito bote, Naruto? ¡Hay suficiente como para rociar todo un vestuario de deportistas de élite; mira!—Jiraiya apretó el botón del spray y, dado que no salió ni una gota de nada, se entregó a la improvisación e imitó el sonido que supuestamente debería haberse oído. El rubio arqueó una ceja.—Demonios, ¡este chico se ha colocado en el primer lugar de mi lista de enemigos del medioambiente!

El del pelo gris arrojó el desodorante a la basura y tapó el cubo con un gran estruendo, concluyendo que el chico Uchiha era lo suficientemente gay como para introducirlo en un affair con Naruto y cumplir la profecía. En cuanto él volviese a estar a gusto entre pechos turgentes podrían decidir solitos qué hacer con su relación.

—Y dime, Naruto, ¿qué tal te va sin mí? ¿Sueles respetar los horarios de entrenamiento que te confeccioné?—Jiraiya decidió entablar una desinteresada conversación con su antiguo pupilo con la finalidad de interceptar a Sasuke, estuviera donde estuviese, y producir un fortuíto encuentro entre ellos.

—Oh, ¡para nada!—refunfuñó Naruto, aceptando darse un respiro y caminar junto al Sannin.—He suprimido la parte en la que me dejabas tirado por ir a buscar información en aquellos antros llenos de gonorrea y ladillas.

Así fue como se enzarzaron en una acalorada discusión sobre la calidad de los locales de ambiente que, en aquellos momentos de absoluta debilidad, ganó el rubio.

Jiraiya se sintió indudablemente acariciado por la dama suerte cuando la puntiaguda cabellera del chico Uchiha se distinguió en la lejanía. Por suerte o por desgracia, aquel maldito trasero respingón también había tomado la decisión de aprovechar la mañana para meterse una buena dosis de sano deporte. Oh condenado sudor, ¡ojalá sirvieras para algo distinto a adherir prendas a cuerpos atléticos!, se lamentó el del pelo gris.

—Vaya, ahí está Sasuke, ¿no te mueres por hablar con él?—Naruto abrió la boca para contestar alguna grosería, pero el Sanin le interrumpió con presteza.—¡Confieso que yo sí, así que pongámonos en marcha!

Tras una larga serie de desesperados Sasuke de parte de Jiraiya, el moreno se dignó a girarse con la molestia grabada en el rostro. Molestia que se acentuó al cruzar su mirada con la del rubio.

—¡Buenos días, Sasuke! ¿Entrenando? Vaya, ¡qué casualidad; Naruto también tuvo la misma idea cuando se levantó! ¿Qué os parece si dáis juntos un par de vueltas al parque?—sugirió Jiraiya, empujando al rubio sobre el chico Uchiha e ignorando olímpicamente sus protestas.—¡Estoy seguro de que os encantará comprobar cuánto habéis mejorado respecto al otro en todo este tiempo!

Plantadas las semillas solo quedaba esperar a que brotasen las primeras hojas, se dijo el del pelo gris, subiéndose a la copa de un árbol para vigilar la alocada carrera que ambos chicos llevaban a cabo para demostrar al contrario que su condición física era considerablemente mejor.

No obstante, el Sannin se dijo a sí mismo tras ver las más de veinte vueltas que llevaban dadas al recinto sin un solo acercamiento, que aquella no era la mejor forma de que estrechasen lazos. Lo más inteligente sería intervenir y evitar que ambos muriesen de una sobredosis de ejercicio antes de haber llegado siquiera a besarse una triste vez.

—¡Muchachos, estaos quietos un momento, por favor!—pero la adrenalina, la rabia y los insultos pudieron más que la petición de Jiraiya.—De acuerdo, ¡vosotros lo habéis querido!—el del pelo gris colocó un pie oportunamente dentro del radio de actividad de los jóvenes y en menos de un suspiro, Naruto cayó en la trampa y arrastró a Sasuke con él.

Las piernas abiertas del rubio cobijaron las caderas del chico Uchiha y el lío de brazos sobre la dorada y revuelta cabeza de Naruto colocó ambos rostros a un roce de narices de distancia.

Al ver el potente sonrojo en las mejillas de los chicos, Jiraiya se retiró a un segundo plano y cruzó los dedos pidiéndole a Kami-sama un poco de compasión; una fuerte brisa que hiciese que Sasuke perdiera el equilibrio, un arranque de locura en Naruto, un ataque extraterrestre...¡Cualquier cosa era válida si provocaba un beso!

—Mierda, ¡que sea rápido!—rogó el Sannin cuando sintió algo endurecerse dentro de sus pantalones.

El rubio se incorporó apoyándose en sus codos y clavó sus ojos azules en los negros del Uchiha, quien movió su nuez en un torpe intento de tragar saliva.

—Vamos...—dijo Jiraiya apretando los dientes.

—Teme.—llamó Naruto en un tono de voz que al del pelo gris se le antojó candente y erótico.—No es agradable que tus huevos aplasten los míos, ¿sabes?

Al Sannin se le hinchó una venita en la frente ante la capacidad de su antiguo pupilo de destruir momentos perfectos para darse un buen morreo. Desde luego hubiera sido fantásticamente sencillo haber terminado entonces con su reciente problema de sexualidad; incluso había practicado interiormente las carcajadas que proferiría cuando se cruzase con Tsunade o, en un caso menos probable, con Orochimaru.

Sin embargo, debía pensar en cosas más importantes. Cosas tales como que el chico Uchiha, espectacularmente soso si se le permitía la observación, ya había abandonado su idílico puesto entre las piernas de Naruto.

—Obviamente para poner a prueba mi paciencia.—murmuró el del pelo gris.

—¿Decías algo, senninfómano?—preguntó el Uzumaki, quien había llegado al lado de su anterior maestro sin hacer el menor ruido. Si le pareció extraño que el Sanin estuviese metido entre unos arbustos no lo demostró.

Jiraiya carraspeó.

—Oh, ehm, sí, esto...—el Sannin reparó con alivio en que Sasuke todavía seguía allí. ¿Es que acaso solo abría la boca para insultar a Naruto?—¿Qué opináis del sexo homosexual, muchachos? ¿No es una práctica apasionante?—en otras circunstancias, si se hubiese oído pronunciar semejantes palabras se habría pegado un tiro en la entrepierna.

—¿Qué?—preguntó el chico Uchiha, con la incredulidad fija en el rostro.

—¿Acaso has ido a beber con la vieja Tsunade esta mañana?—siguió el rubio con un intenso sonrojo en las mejillas.

Ojalá, pensó Jiraiya.

—¡Por supuesto que no! Solo digo que...e-el sexo homosexual es interesante.—siguió el del pelo gris.—¿No os parece curioso que a un hombre le pueda gustar que le metan algo por el culo?

Naruto y Sasuke arrugaron el morro ante la expresión y compartieron las primeras miradas de complicidad de toda su existencia. Jiraiya se tomó eso como un indicio de que no todo estaba perdido.

—Dime, Naruto, ¿nunca te has preguntado qué se siente al tocar a otro hombre?—preguntó el del pelo gris a su anterior alumno, bastante más fácil de engatusar que el chico Uchiha.

—¡Senninfómano!—exclamó el rubio avergonzado.

—Oh, vamos, ¡no seas mojigato!—colocó una de sus rugosas manos en el hombro de Sasuke, tentando gravemente a la suerte.—Mira por ejemplo a Sasuke, ¿no te gustaría tocar estos, ehm hombros fuertes o...?—sus manos se deslizaron por los pálidos brazos del moreno.—O estos brazos duros y musculosos.—Jiraiya se mordió el labio inferior.—O estos pectorales tan...Oh, Kami-sama, ¡qué pectorales!

Naruto tragó saliva y, si el Sannin no hubiese estado tan ocupado manoseando al moreno, se habría dado cuenta de que sus ojos azules resplandecieron curiosos. Tal vez no fuese tan malo comprobar personalmente qué se sentía al magrearse con otro hombre. Tal vez su antiguo maestro tenía razón.

—¿Se puede saber qué estás haciendo?—dijo Sasuke con los dientes fuertemente apretados cuando las sinuosas manos de Jiraiya hicieron el amago de perderse en la zona prohibida bajo sus abdominales.

—¡Tranquilo, hombre, tranquilo!—se excusó el del pelo gris, sacando sus traviesas extremidades de donde las tenía y colocándolas a ambos lados de su rostro con fingida indiferencia.—¡No pretendía incomodarte! Solo quería...abriros a nuevos horizontes.

Y con abrir Jiraiya se refería a las piernas de alguno de los dos muchachos. Y con horizontes hacia alusión a sus virginales traseritos.

Por desgracia, la cosa no cuajó y el Sannin se tuvo que inventar la oportuna excusa de que su abuela estaba gravemente enferma y debía ir a visitarla al hospital antes de que Tsunade la matase con absurdos tratamientos aconsejados por las dosis extra de alcohol que diariamente se metía y que algún día harían que se le cayesen los pechos.

Se habría reído ante la idea de que la rubia no tenía ya senos que pudiesen sufrir percances, pero como se percató de que ambos chicos habían llegado a la conclusión de que a aquellas alturas de la vida su abuela no sería ni el excremento de los gusanos que dieron buena cuenta de sus restos cuando fue enterrada, se dijo a sí mismo que una rápida huída era la mejor forma de evitar una muerte prematura. Después de todo, ¡él seguía siendo demasiado joven y atractivo como para morir!

Además todavía debía poner en práctica el plan B. O mejor dicho el C.

* * *

 

—¿Puedes explicarme qué demonios hago aquí sin que tenga ganas de matarte, pedazo de dobe? ¡Por si no te acuerdas odio el ramen!—refunfuñó Sasuke, sintiendo náuseas al oler una nueva ráfaga del vapor que desprendían aquellos fideos.

Naruto se tomó su tiempo para responder; lo primero era dejar impoluto su bol.

—Te repetiré por quinta vez que la oferta era para dos malditas personas.—explicó cuando lo hubo hecho.—Por eso estamos aquí, no puedo dividirme.

Pero sí multiplicarte, pensó el moreno haciendo alusión a la insana manía que tenía el Uzumaki de copiarse para hacer cualquier cosa que se le pasara por las narices.

Sasuke dejó caer su barbilla sobre uno de sus puños y suspiró fastidiado. Acababa de recordar la razón completa de su presencia en el Ichiraku; al llegar ellos dos casualmente a la puerta del restaurante, lugar en el que destacaba una ociosa pancarta con el precio de un menú creado en honor a no se qué día especial para enamorados que no tenían suficiente con destrozar los nervios de la gente ordinaria en San Valentín, a Naruto se le había iluminado el horizonte y le había obligado a entrar.

La amenaza expresada en caso de que se negase a cumplir su deseo se iría con Sasuke a la tumba.

Un resumen rápido sería que al dueño del local no se le había ocurrido otra cosa en su tiempo libre que elaborar un estúpido menú especial para ñoñas parejitas que gustasen de desperdiciar horas de experimentación con todo el abanico de posibilidades que ofrecía el sexo dejándose caer por allí.

Y al chico Uchiha no le había servido de nada comentarle al rubio un inconveniente; ellos no eran novios. Por no ser, no eran ni amigos en el amplio sentido de la palabra, y lo último que él quería era dar a entender lo contrario.

—¿Te los vas a comer?—preguntó Naruto, señalando con falsa indiferencia la comida de Sasuke, que gruñó en respuesta. Gruñido que el Uzumaki se tomó como el permiso de dar buena cuenta de aquellos maravillosos fideos.

Lo que el moreno no conseguía entender era qué había hecho Naruto exactamente para que les dejasen coger mesa entre tanto amor y cursiladas (y con ello se refería a la ingente cantidad de matrimonios, prometidos e incluso primeras citas que les rodeaban como tiburones al acecho, preparados para saltar sobre ellos y devorarles con sus patochadas de locos enamorados). Una parte de él prefería vivir en la ignorancia.

—¿Sabes? Creo que algún día se te caerán.—comentó el rubio, señalándose los labios. Vaya, al fin había terminado de tragar como un poseso. Sasuke arqueó una ceja con escepticismo.—Lo digo por el poco uso que les das, siempre estás callado o de mal humor.

—¿Acaso te importa que eso pase?—inquirió el Uchiha, cruzándose de brazos y sintiendo en su garganta la falta de un buen vino. En aquel antro resultaba utópico incluso el pensar en la existencia de un agua que no produjese diarrea.—A tí se te caerán por utilizarlos demasiado.

—Al menos habrán tenido una buena vida.—contraatacó Naruto.—Además, hablar y sonreír forma parte de mi encanto.

Sasuke se abstuvo de discutir aquel punto, dejando que su vista se detuviera en la boca del rubio; sin duda sería mentir vilmente negar que no resultaba apetecible, tan sonrosada y húmeda por el constante ejercicio al que Naruto la sometía. Su corazón se aceleró al recordar que hacía ya varios años había probado qué se sentía al besarla.

Para, acto seguido, sentir intensos deseos de colgarse del techo utilizando como ayuda el mantel enrrollado alrededor de su cuello. ¿Qué demonios hacía pensando cosas así?

—Pues yo creo que son técnicas que usas para torturar a la gente que tiene la desgracia de cruzarse contigo.—refutó el chico Uchiha, jugueteando con elegancia con uno de sus palillos. Curioso el mecanismo de aquellos trocitos de madera, ¿resultaría divertido introducírselos a Naruto por la nariz? Tal vez así comprobaría si tenía cerebro.

—¡No digas tonterías que a tí te encanta pasar tiempo conmigo, teme!—exclamó el rubio con una amplia sonrisa que hizo vibrar a Sasuke.—Y no lo niegues porque no tienes argumentos en los que apoyarte.

El moreno gruñó, molesto consigo mismo por no tener realmente algo bueno con que rebatir la afirmación de Naruto. ¿A quién quería engañar? Le gustaba discutir con alguien como el rubio. Era sano, le ayudaba a descargar el veneno que por naturaleza corría por sus venas. Además le producía un enfermizo placer el ver al Uzumaki sudar la gota gorda y sonrojarse de rabia cuando no sabía con qué defenderse ante sus expertos ataques verbales.

Por otra parte Naruto estaba satisfecho por haber callado la pérfida lengua de Sasuke. En cierto modo le complacía el hecho de que el Uchiha no hubiese negado que le agradaba estar con él.

Tan enfrascados estaban en sus pensamientos que no oyeron venir a Teuchi, el dueño del Ichiraku.

—Vaya, ¿qué ven mis ojos?—dijo, secándose las manos en el delantal. El Uchiha arrugó la nariz ante tantas manchas sobre la blanca tela.—¿Es que acaso no estáis pasando una grata velada en pareja, chicos?

Sasuke sintió su vello erizarse al oír la palabra pareja salir con aquella libertad de la boca del propietario del negocio. Se giró a un lado y a otro, esperando encontrarse con algún par de tortolitos observando con bobas sonrisas a Teuchi, cosa que resultó imposible. Se refería a ellos dos. A Naruto y a él. A él y a Naruto.

Mierda, algo no cuadraba.

—¡P-por supuesto que sí, Teuchi!—se apresuró a decir el rubio, agarrando la mano de Sasuke con una risita nerviosa y tragando saliva al percibir el calor que desprendía la piel del moreno atrapada entre sus dedos. Resultaba reconfortante.

El Uzumaki no era estúpido; había notado el áurea sombría que crecía alrededor de su acompañante y sabía que debía hacer lo imposible por eliminarla o acabaría sufriendo las consecuencias.

—Pues a mí me ha parecido que estábais discutiendo.—canturreó el hombre como quien reñía a dos niños pequeños.—Dime, Sasuke, ¿ha dicho Naruto algo malo?

—Oh, vamos, ¡no me hagas esto, Teuchi!—una nueva risa forzada de parte del rubio cortó la posible contestación del chico Uchiha.—El teme sabe que hablo mucho pero que la mitad de las cosas las digo sin pensar.

Sasuke empezaba a ponerse nervioso. Ya no por la extraña conversación de la que estaba siendo excluído, sino por el cosquilleo que le produjo una torpe caricia sobre el dorso de su mano de parte de Naruto. ¿A qué venía todo aquello?

Teuchi sonrió bonachón y se despidió diciendo algo parecido a Vuelvo en dos minutos.

—¿Me lo explicas o tengo que preguntarte al respecto?—cuestionó el moreno, apartando su extremidad con brusquedad, enredándose ligeramente en el mantel. Todavía barajaba la posibilidad de usarlo como perchero, solo que lo que colgaría sería su cabeza. Mierda, ¡qué pusilánime podía ser a veces!

—¡Está bien, está bien!—accedió Naruto, mirando hacia todas partes en busca de oídos indiscretos.—¿Recuerdas que te he dicho que entrases antes que yo a por la mesa?—Sasuke asintió.—Pues...ha sido para conseguirla. La mesa digo.

—¿Y?

—Ehm, para ello he t-tenido que decirle a Teuchi que somos...Que tú y yo somos...—el rubio carraspeó, desviando la mirada incapaz de aguantar los negros ojos del Uchiha.—Que somos pareja desde hace seis meses.

El silencio se hizo entre ellos.

Sasuke sintió mil cosas a la vez, pero todas fueron superadas por la vergüenza y el enfado. No obstante y como buen Uchiha que era matuvo la compostura. Frialdad ante todo.

—¿Que has hecho qué?—preguntó con un hilo de voz.

—Escúchame, teme, ¡ha sido una cuestión de vida o muerte!—se excusó Naruto, agradeciendo la presencia de terceras personas que aplacasen la ira del moreno.—Si no lo hacía no me habrían concedido el menú y habría tenido que pagar el precio de siempre; bien sabes que últimamente las misiones escasean y mi monedero está lleno sí, pero de telarañas.

—¡Pero serás...!

—¡No te pongas así, maldita sea, no es para tanto!—dijo el rubio.—Solo lo sabe Teuchi, cuando salgamos de aquí le diré que te he dejado y asunto solucionado.

—¿Y por qué no puedo haberte dejado yo a tí?

—¿Qué? ¡No sería creíble, teme!

—¿Y eso por qué?

—¡Porque tú nunca has tenido pareja! Quiero decir, siempre has rechazado a mujeres.—explicó Naruto.—Resulta más dramático expandir el rumor de que al don Juan de Konoha le ha dado calabazas la primera persona que le interesaba; afortunado con las chicas jóvenes e inocentes, desgraciado con los hombres curtidos y poderosos.

—¿Poderoso tú? ¡Eso sí que no suena creíble!—dijo Sasuke afilando la mirada.—O le dices que fui yo quien te dejó a tí o te juro que te voy a...

—¡Aquí tenéis una nueva ración, muchachos!—exclamó Teuchi, todo jovialidad, llevando dos grandes boles de ramen en una bandeja. El rubio pateó la espinilla del cabreado Uchiha.

—...¡hacer dormir en el sofá el resto de la semana!—finalizó la frase el moreno, sintiendo que su estómago se revolvía ante una nueva sesión de sangrado visual viendo a Naruto zamparse ambos platos. El aguante de su organismo era admirable.

—¿Es que seguís peleándoos? ¡Por Kami-sama, dejadlo para mañana que esta noche es especial!—dijo el propietario, depositando su carga frente a cada chico. Al rubio se le iluminaron los ojos. Sasuke se preguntó si también les cobrarían aquella bazofia que no habían pedido.—¿Sabéis qué? ¡Ha llegado el momento de la Shashin-chü!

Los vítores y aplausos que hicieron temblar las paredes del local sumieron al Uchiha en un estado de alerta roja acompañado de constantes sudores fríos resbalando por su columna. No tenía ni zorra de qué era una Shashin-chü, pero solo el nombre ya le producía escalofríos.

—¿Qué? ¡Pero Teuchi...!—fue a quejarse Naruto, siendo interrumpido por una mano alzada de su interlocutor.

—La Shashin-chü siempre ayuda a que una pareja se reconcilie, ¡ya me lo agradecerás cuando estés durmiendo con Sasuke esta noche!—exclamó Teuchi con un cómplice guiño dedicado al rubio.

El dueño del Ichiraku se encaminó a la cocina con rapidez, cosa que el moreno no dudó en aprovechar.

—¿Qué demonios es la Shashin-chü?—preguntó bruscamente. Teuchi salió con una cámara de fotos en la mano y empezó a recorrer las mesas. Sasuke se puso pálido como la cera.—Espera, ¿por qué se besan?—Naruto no respondía y el propietario se acercaba peligrosamente a la mesa que ocupaban.—Mierda, dobe, ¿por qué se besan? ¡Responde!

—Demonios, teme, ¡intento pensar en el mejor modo de huír pero si no te callas no podré hacerlo!—exclamó el rubio, sintiendo que había metido la pata hasta el fondo y para redimirse debía besar al chico Uchiha.—Sabes perfectamente que por el ramen soy capaz de cualquier cosa.—dijo a modo de excusa, tal vez para disipar la furia que nublaba los ojos de Sasuke, tal vez para darse tiempo a sí mismo para encontrar una solución.—¡Teuchi no puso en el cartel que nosotros también tendríamos que besarnos; eso es publicidad engañosa!

Lo único que el moreno era capaz de pensar era que el dichoso Teuchi estaba a solo una mesa de distancia de ellos. Eso y que la próxima vez que Naruto le pidiese que fueran al Ichiraku a comer le abriría la cabeza con algún objeto contundente. O se aseguraría de que no fuese ningún estúpido día de celebración en el que hubiera que cometer atrocidades tales como besarse.

—¡Ya lo tengo!—exclamó Naruto, observando las venas que se transparentaban en la frente de Sasuke debido a su persistente pérdida de color. El flash de una fotografía y unos aplausos le hicieron olvidar la medida de socorro que su sabia mente había elaborado.—Oh, Kami-sama, ¡no lo tengo, no lo tengo, teme!

—Bien, muchachos, ¡es vuestro turno!—Teuchi preparó la cámara frente a su rostro, dispuesto a inmortalizar aquel legendario momento en el que los dos mayores rivales de la villa firmarían una tregua. No podía negar que le había pillado desprevenido la notícia de que estaban juntos, ¡desde luego el rubio moriría siendo una caja de sorpresas!

—¡No voy a besarle!—se negó el rubio, señalando a Sasuke y obviando los dos boles de suculento ramen que seguían calentitos y preparados para que él se los comiera.

—¿Cómo?—preguntó el propietario, bajando la condenada cámara. El resto de parejas abuchearon a Naruto, cuyas mejillas adquirieron un furioso tono rojizo.—Si no lo hacéis os cobraré el precio normal, ¡incluso el de estos fideos!

—Pero, Teuchi, ¡la culpa es del teme!—dijo el Uzumaki.—No deja que le bese en público porque es muy tímido, ¡si tiene que cobrarle a alguien el ramen que sea a él!

—Oye, usuratonkachi, ¡yo no he probado esta porquería, que te la cobren a tí!—se defendió Sasuke.

—¿Sabéis una cosa? Realmente no parecéis una pareja enamorada.—observó Teuchi, coreado por más abucheos.—¡Naruto, me has mentido!

—¡Que no, Teuchi, que llevamos juntos seis...!—fue a decir el rubio.

—¡Seis mierdas, dobe, yo tampoco pienso besarte!—se negó el chico Uchiha.—Además, creo que quedarte fregando será una práctica constructiva.

Naruto pensó dos cosas; la primera, que podía salir corriendo y dejar que Sasuke fuese quien se quedara quitando mugre a los boles de fideos, así Teuchi no podría decir que la deuda no había sido pagada. La segunda, que podía fingir tranquilidad, comerse el ramen recién traído y esperar a que el cabreo del moreno desapareciese. Entonces sería el momento idóneo para saltar sobre él y plantarle un morreo que cubriese los gastos de sus diez próximas comidas en aquel restaurante.

Demonios, ¿realmente vivía una situación tan complicada?

—Tengo más mesas que fotografiar, chicos; si no os besáis ambos os quedaréis fregando hasta que a mí me salga de las narices.—sentenció el propietario poniendo los brazos en jarras.

Sasuke se preguntó si al hombre se le habrían metido fideos por las orejas o algo similar; ¿que no había oído que no estaban juntos?

—¡De acuerdo, de acuerdo, lo haremos!—accedió Naruto, cogiendo rudamente las mejillas del Uchiha. Estaba nervioso. Mentira, estaba aterrorizado.

—¡Dobe, ni se te oc...!—fue a decir el moreno, siendo interrumpido por una voz femenina que también detuvo el avance del Uzumaki hacia sus labios.

—¡No os beséis!—era Ayame, que llegaba corriendo hasta ellos.—Papá, no les des tantas oportunidades, ¡que paguen y se marchen de aquí! ¿No ves que te han tomado el pelo?

—Te equivocas, Ayame, ¡se les ve en la cara lo enamorados que est...!—replicó Teuchi, todavía con la cámara preparada.

—Tsunade ha hecho una oferta mejor.—dijo la chica con rigidez, deteniendo a su padre. Este se puso serio y compartió una conversación visual con su hija hasta que tomó la decisión de bajar la cámara y llevarse los dos boles de ramen, ignorando las protestas de Naruto.

—¡No te los lleves, Teuchi, le besaré, lo juro!

* * *

 

—¿Se han ido ya?—preguntó la Hokage cuando vio aparecer a los propietarios del Ichiraku en la cocina. Ayame negó con la cabeza.

—Naruto sigue pidiendo fideos a los clientes.—dijo la chica. Teuchi dejó la cámara sobre una repisa.

—Señora Tsunade, siento ser maleducado pero tengo un negocio que mantener; espero que su oferta cubra las pérdidas que la grandísima estupidez de la Shashin-chü le ha hecho al restaurante.

—Lo hace, por eso no te preocupes.—dijo la rubia mujer, orgullosa de sí misma por haber frustrado el intento de Jiraiya de llevarse el glorioso deseo de la profecía. El amasijo de calcetines en su sujetador se agitó cuando se dio la vuelta para irse.

No obstante, su marcha triunfal fue detenida por la brusca entrada en la cocina del Sannin del pelo gris.

—¿Cómo te has atrevido? ¡Estaban a un suspiro de besarse, perra malcriada!—insultó Jiraiya, más alterado de lo normal al no sentir ningún tipo de atracción por Ayame. O peor aún; al pensar que Teuchi tenía una barriga francamente sexy.

—En el amor y en la guerra todo se vale, pedazo de burro.—respondió Tsunade, fingiendo que las palabras de su antiguo compañero de equipo no le habían dado ganas de estrangularlo o meterle alguna olla por el trasero.

—¡Pero...!

—Déjalo, ¿quieres? ¡Tu oportunidad ha pasado, ahora es mi jodido turno así que cierra la boca!

Teuchi y Ayame no entendían nada; desde que se habían cruzado con el Sannin Jiraiya sentían que se estaban perdiendo algo importante, ¡porque que alguien viniera y les ofreciera la cantidad de dinero que el hombre les había ofrecido a cambio de inventarse una ridícula fiesta no era algo normal! Y más extraño era todavía el que la mismísima Hokage se hubiese dejado caer también por su humilde negocio trayendo consigo una cantidad de capital aún mayor. No obstante, ninguno de los dos había querido indagar mucho en el asunto porque fuera lo que fuese lo que estuviese pasando entre aquellos dos les favorecía.

—¿Ah sí? ¡Pues ya verás como me gano las tetas en el primer intento, idiota!—exclamó Tsunade, muy segura de sí misma y del plan que había elaborado. Era total y absolutamente infalible.

Y Sasuke y Naruto lo comprobarían de primera mano, ¡vaya que si lo harían!

Notas finales:

Bueeeeeeno, ¡después de comprobar que los planes de Jiraiya están irremediablemente destinados al fracaso y que mi creatividad a la hora de ponerle nombre a fiestas (véase Shashin-chü) deja mucho que desear, hablemos del próximo capítulo! ^^U

Seguramente lo subiré el próximo Jueves, ya que el Viernes no estaré disponible, ¡espero que os haya gustado lo suficiente como para pasaros a darle una leidita!

Avance - Capítulo 2: Tsunade

—Sí, ya sabéis; un centenar de tíos arrojando billetes al escenario, un bailecito sensual y la ropa poco a poco desprendiéndose de vuestros hermosos cuerpos lubricados. ¡Nada que no puedan hacer dos antiguos gogós!—rio Tösakusha. Se puso serio.—Empezaréis sobre las diez.

¿Qué planea Tsunade? ¿Quién es Tösakusha? ¿Conseguirá Tsunade obtener el beso entre Naru-Sol y Sasu-Luna (bien, mejor no comentar esta ridícula forma de nombrarlos, las neuronas me patinan cada vez más a menudo)?

¿Reviews? ^^U


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