I N E V I T A B L E
La fiesta de la espuma no estaba yendo tan bien como Luke esperaba. El chico llevaba ya encima cuatro cubatas y dos porros, pero por alguna razón que no comprendía la droga no estaba haciéndole efecto aquella noche. Al menos, no tanto como debería. Estaba algo mareado, vagamente ido, pero era perfectamente consciente de todo lo que sucedía a su alrededor. Era consciente del calor asfixiante, de los gritos de jubilo de Johnny y de las miradas lujuriosas que más de una chica le dirigía.
Y, por encima de todo, era consciente de todos y cada uno de los movimientos de Gellert. El muy cabrón estaba a varios metros de él, cubata en mano, charlando con dos chicas ligeras de ropa que parecían dispuestas a saltar sobre él a la mínima de cambio. Era evidente que estaba disfrutando, que se lo pasaba bien.
Luke no lo entendía. Gellert se había negado en rotundo a acudir al evento, y solo había aceptado tras la fuerte insistencia de Luke. Debería ser él el que se sintiera incómodo, el que estuviera chafado. Luke lo había llevado allí para eso, no para que acabara con las manos en el trasero de la primera que le pasara por delante.
Sin duda eso era lo que más le jodía. No le habría importado que Gellert se lo pasara bien de otra forma, pero le ponía literalmente enfermo verlo acariciar de esa forma a las chicas. Luke, que llevaba varios meses planteándose su orientación sexual, había decidido que las faldas no le interesaban a raíz de conocer a Gellert. Y aunque en un primer momento no había tenido claro cuáles eran las preferencias de su ‘amigo’, ahora pondría la mano en el fuego a que le tiraba tanto la carne como el pescado.
Joder, tenían que gustarle los tíos a la fuerza, solo había que escuchar las burradas que le soltaba al propio Luke de vez en cuando.
— Que cabrón Gellert — un Johnny muy asombrado interrumpió sus pensamientos de la peor forma posible — ¡Con dos a la vez! Y yo que cuando lo vi pensé que era marica… que crack.
Luke frunció el ceño, más que molesto.
— Bah, están borrachas. Yo también podría enrollarme con dos. Y con tres.
— ¡Claro que sí! ¡Joder tío, ese es el espíritu! Me voy a por esa pelirroja de ahí, deséame suerte.
Antes de que pudiera replicar, Johnny ya se había ido. Luke puso los ojos en blanco, harto de la situación; Johnny podía ser su mejor amigo, pero no se enteraba de nada. Para colmo, lo había dejado solo en medio de un montón de desconocidos. Y con Gellert, claro. Barrió el lugar con la vista en busca de este último, encontrándolo un poco más alejado. Al parecer se había librado de sus acosadoras y estaba tan solo como él. Gellert debió de sentir el peso de la aplastante mirada de odio que le dirigió, porque no tardó en clavar en él esos ojos verdes que poblaban sus mejores sueños y sus peores pesadillas.
Luke se vio en serias dificultades para mantener su enfado cuando el protagonista de todas sus fantasías le dedicó una sonrisa cargada de promesas y echó a andar hacia él. Luke supo, por la actitud decidida que brillaba en las pupilas de Gellert, que algo iba a pasar. Aceptó que, si Gellert no se lanzaba, lo haría él. Oh, sí, claro que sí. A la mierda todo lo demás.
Sin embargo, todos sus planes se vieron bruscamente truncados cuando tres chicas que nada tenían que ver con las anteriores se echaron a los brazos de Gellert, cortándole el paso.
Luke quiso gritar de pura frustración. ¿Es que el muy idiota no sabía decir que no? A él también se le habían acercado varias a lo largo de la noche, pero sabía mantenerlas alejadas. Mierda, con lo insoportable que en el fondo era Gellert, no podía entender cómo tantas féminas podían estar interesadas en él.
¡Mierda!
Contuvo el impulso de patear el suelo, conformándose con darle un trago al vaso que contenía su quinto cubata de la noche. Se quedó mirando el líquido blanquecino con los párpados entrecerrados, pensativo. Tenía que hacer algo o acabaría volviéndose loco.
— ¿Una mala noche?
La que preguntaba era Carol, una chica de su curso de cabello castaño y sonrisa amable. Johnny estaba loco por ella, y a Luke le parecía simpática a pesar de haber cruzado, como mucho, cinco frases con ella a lo largo del año.
— Pésima.
Carol asintió lentamente, comprensiva.
— Vaya, es una pena. Creía que te gustaban estas fiestas.
— Y me gustan. Es solo que…. — sin poder evitarlo, desvió la vista hacia el lugar donde Gellert tonteaba con sus admiradoras — Da lo mismo. Sobreviviré.
— ¿Mal de amores? — preguntó entonces Carol, con voz suave.
Luke frunció el ceño, debatiéndose entre mandarla a paseo por meterse donde no la llamaban y contarle todo lo que le pasaba por la mente. La idea de desahogarse con una (casi) desconocida le seducía enormemente, y tampoco le preocupaba que la chica fuera a contar nada, menos aún divulgarlo. Parecía una tía legal.
— Algo así. Me he pillado por la persona equivocada. Es decir, que me gusta. No estoy enamorado ni ninguna mierda de esas… creo.
Luke se dijo que, ya que iba a confesar, lo idóneo sería no dejarse ningún detalle.
— ¿Por qué dices que no es la adecuada? ¿Le gusta otro, tiene novio o algo?
— No. Le gusta ir de flor en flor.
Carol volvió a asentir, aunque por su expresión Luke habría jurado que a la chica le pillaba por sorpresa que buscara algo serio.
— Vaya… entonces me temo que no puedo ayudarte. La gente así es difícil de tratar, y nunca sabes cuándo va a pasar de ti. Mi consejo es que intentes olvidarte de ella, hay muchas chicas que están detrás de ti, ¿sabes? Podría presentarte a un par de amigas, seguro que te encantarían.
Luke esbozó una sonrisita sarcástica.
— Seguro que me encantarían — concedió — si no fuera porque soy gay.
Ya lo había dicho. Era la primera vez que lo reconocía, que lo decía en voz alta, y de pronto se sintió mucho mejor; había sido más fácil de lo que esperaba. Carol estaba en shock, y Luke tuvo que aguardar pacientemente durante casi tres minutos antes de que reaccionara por fin. Cuando lo hizo, solo dijo una palabra:
— Gellert.
A Luke le sorprendió solo un poco que lo hubiera calado tan rápido.
— Tocado y hundido.
Para su sorpresa, Carol sonreía ampliamente.
— Así que Margaret tenía razón.
— ¿Eh? ¿Qué tiene que ver Margaret en todo esto?
Margaret era la mejor amiga de Carol, según tenía entendido.
— Margaret lleva diciendo que tú y Gellert estáis liados desde diciembre.
— ¿En serio? — se había quedado muerto — Si por aquellos entonces nos llevábamos a patadas…
— Margaret decía que era solo por aparentar, que en el fondo lo que queríais era… esto… — se interrumpió, roja como un tomate.
Luke creyó adivinar lo que pasaba por su mente y tuvo que hacer grandes esfuerzos para bloquear la imagen mental y no quedar como un jodido pervertido delante de Carol.
— Ya, ya, entendido.
— A decir verdad, tenía sus dudas. Estaba absolutamente convencida de que Gellert era gay y quería llevarte a la cama, pero contigo no estaba segura. La verdad es que todas creíamos que tú eras hetero, nunca pensamos que fuera al revés.
Si la tierra hubiera decidido abrirse en dos y tragárselo entero, él habría aceptado gustoso su destino. Le resultaba bastante embarazoso – incluso algo escalofriante- que una pandilla de adolescentes se hubiera dedicado a analizar su comportamiento y a discutir acerca de lo que le gustaba o le dejaba de gustar.
— Las mujeres dais miedo — fue lo único que dijo, todavía demasiado sorprendido.
— Solo Margaret, las demás somos muy normales — le guiñó un ojo, esbozando una sonrisita maliciosa— Y ahora dime, ¿cuál es tu plan?
— Mi… ¿plan?
Luke no sabía si era que el alcohol empezaba a hacer efecto por fin o que definitivamente no estaba hecho para tratar con mujeres, pero no seguía a Carol.
— Tu plan para conseguir a Gellert, claro.
— Ah. No sé, pensaba improvisar. Hace solo un par de días que reconocí que me… gustaba y eso.
— Improvisar… sí, seguramente sería lo mejor. Pero si quieres tener alguna oportunidad, sácalo de este nido de víboras.
— ¿Y cómo hago eso? El muy capullo está pasándoselo de puta madre.
Carol lo meditó unos instantes. Luke casi prefirió no haber preguntado. A saber qué retorcidas maquinaciones pasaban por esa cabecita.
— Es fácil, dile que te encuentras mal, que estás agobiado y que necesitas salir de aquí.
Luke no estaba del todo convencido.
— Me va a decir que me busque la vida.
— No pierdes nada por intentarlo.
*** ***
Gellert estaba disfrutando de la fiesta como el que más. Siempre le había gustado ser el centro de atención, y aquella noche estaba triunfando. Al final tendría que reconocerle al imbécil de Luke que ir allí había sido una buena idea. Acordarse de él lo hizo sentirse algo incómodo, preocupado. Hacía un buen rato que no lo veía, y Luke tenía cierta facilidad asombrosa para meterse en líos. Lo buscó entre la multitud, poco dispuesto a perderlo entre la marabunta de gente, y no respiró tranquilo hasta localizarlo unos metros más allá.
Sin embargo, el alivio le duró lo que el chico tardó en plantarse frente a él con andares tambaleantes. Miraba a su alrededor a través de la fina rendija que formaban sus párpados caídos y parecía no saber muy bien donde se encontraba. Gellert contuvo una mueca, preguntándose cuánta porquería llevaría en el cuerpo.
— ¿Grey? ¿Estás bien?
Luke negó casi imperceptiblemente con la cabeza. Daba la impresión de que iba a caerse en cualquier momento.
— Veo borroso… me mareo.
— Es lo que pasa cuando bebes, Grey.
Quiso añadir algo más, pero entonces Luke se derrumbó sin previo aviso sobre él. Gellert lo sujetó para impedir su caída, tan nervioso como asustado. ¿Y si al imbécil le había dado un coma etílico? ¿Y si se había metido alguna droga dura y tenían que hacerle algún lavado de estómago? Era incapaz de pensar. Solo acertaba a sostener el cuerpo inerte de Luke contra el suyo, demasiado agobiado para hacer otra cosa que no fuera maldecir su mala suerte.
Ante la posibilidad de problemas el grupo de chicas y chicos que hasta entonces lo había rodeado se disolvió, y para cuando quiso darse cuenta Gellert estaba rodeado de una masa de gente desconocida que, de repente, le resultaba increíblemente innecesaria. Hasta ese momento no se había dado cuenta del espantoso calor que hacía, ni tampoco de lo desagradable que era tener tantos cuerpos sudorosos pegados a él.
— Gellert… — la voz de Luke, tan baja que le dolía oírla, lo devolvió bruscamente a la realidad.
El alivio que sintió al escucharlo fue inmenso.
— Grey. Dios Grey, menos mal que estás despierto. ¿Puedes andar?
El chico murmuró un quedo ‘sí’ y Gellert le obligó a pasar una mano por sus hombros para ayudarlo a caminar. Valiéndose de su imponente metro ochenta y cinco de altura y de una mala leche que reservaba para ocasiones especiales, Gellert se abrió paso entre la multitud.
*** ***
Casi veinte minutos después, Luke y Gellert lograron salir del recinto. Luke, que se lo había pasado estupendamente bien fingiéndose al borde de la muerte, apenas podía contener la risa ante la evidente agonía de su amigo que, preocupado, lo había ayudado a sentarse con la espalda apoyada en la pared de un viejo edificio. Sabia que Gellert lo estaba pasando fatal, pero se lo merecía por haberlo ignorado toda la noche. Capullo.
— Grey, ¿cómo estás? — preguntó el susodicho, con cierta ansiedad— ¿Necesitas que llame a una ambulancia?
Luke echó la cabeza hacia atrás, permitiendo que sus labios dibujaran una sonrisa depredadora. Gellert se puso tenso.
— ¿Qué te hace tanta gracia?
— Tú. No sabía que detrás de esa fachada de pijo narcisista se escondía un héroe preocupado por los menos afortunados.
La expresión de Gellert mudó del desconcierto al desagrado en apenas dos segundos, tiempo que necesitó para entender lo que había sucedido. O casi todo.
—Me obligas a venir a esta fiesta de mala muerte y justo cuando estoy pasándolo bien, me sacas de ella. ¿Qué diablos te pasa, Grey? Me tienes harto.
— Tú eres lo que me pasa, Trésor. Joder, me vuelves loco. Primero me haces creer que quieres algo conmigo, y luego te pasas la noche morreándote con la primera tía que se cruza en tu camino. Me pasa que estoy celoso. ¿Contento?
Gellert lo observaba con una mezcla de incredulidad y triunfo en la mirada.
— Vaya… ¿desde cuándo lo tienes tan claro? La última vez que quise intentar algo te faltó morderme. Y no precisamente con cariño — parecía de lo más entretenido con la situación.
— Una semana — confesó, desviando la mirada con cierta incomodidad.
— ¿Debo suponer que soy el culpable?
Luke se quedó callado, negándose a afirmar lo evidente. Gellert dio un paso hacia él. Y otro. A Luke se le secó la boca. Tenía que decir algo.
— No, el culpable es Johnny. Me pone a cien.
Gellert lo aprisionó contra la pared blandiendo su mejor sonrisa de ‘estoy bueno y lo sé’.
— Es bueno saberlo. Podrías llamarlo y cumplir con él todas tus fantasías erótico-festivas.
— Déjate de coñas, joder.
Su cuerpo estaba empezando a responder a la cercanía de Gellert. Luke apenas podía contener los impulsos animales que le pedían a gritos que cogiera al rubio de esa camisa tan cara que vestía y le metiera la lengua hasta la garganta. Lo tenía tan cerca que podía sentir su calor como si fuera propio, respirar el mismo aire.
— ¿Coñas? No es ninguna broma, Grey. No sé por qué has pensado que iba a preferir tu compañía a la de las dos modelazas con cuerpo de infarto.
— ¿Qué? — Luke estaba atónito.
— Lo que oyes. Tuviste tu oportunidad y la desaprovechaste. Me alegra haberte ayudado a salir del armario, que lo disfrutes.
Las palabras de Gellert fueron como un jarro de agua helada. Toda excitación que hubiera sentido desapareció de un plumazo, siendo sustituida por una agobiante sensación de vacío que durante unos segundos lo dejó completamente bloqueado. Cuando recuperó el habla, Gellert ya se alejaba hacia el gentío.
— Cabrón.
*** ***
Carol no se consideraba una persona cotilla y mucho menos chismosa, y pese a todo le estaba costando sudor y sangre no contarle a Margaret lo que había averiguado aquella noche acerca de Luke y Gellert. El chico no le había dicho que lo mantuviera en secreto ni nada por el estilo, pero cualquiera sabía lo que podría pasar.
No habría sido demasiado difícil tener la boca cerrada si Margaret no los hubiera visto abandonar la fiesta a los dos juntos. Desde entonces, su mejor amiga no había parado de hacer conjeturas.
— Se están liando se-gu-ro. ¡Tía, se están liando y nosotras nos lo estamos perdiendo!
Como un reloj, cada cinco minutos (no importaba que la conversación que estuvieran manteniendo no tuviera nada que ver), su amiga repetía esa misma frase. A la quinta vez que sacó el tema, Carol se vio obligada a responderle al darse cuenta de que tanto silencio por su parte podría ser delatador.
— ¿Cómo estás tan segura? Antes de que se fueran Gellert estaba flirtreando con dos chicas, y al principio de la fiesta lo he visto liándose con una rubia.
— ¿Qué más da eso? Ya quedamos en que Gellert era bi. ¡Y es obvio que pierde el culo por Luke! ¿Los has visto hablar? Es tonteo y más tonteo.
Carol soltó un suspiro resignado.
— Tía, no tienes remedio.
— Lo sé y lo acepto — sonrió — Pero venga, no me digas que no te mueres de curiosidad. Me encantaría saber qué están haciendo ahora mismo.
Carol abrió la boca para responder, aunque se vio obligada a cerrarla de nuevo cuando vio aparecer la cabeza rubia de Gellert entre la multitud. A juzgar por la mueca de decepción que surcó el rostro de Margaret, ella también lo había visto.
— Oh, vaya… parece que no están haciendo nada.
Carol le dio un par de palmaditas en la espalda, sin contestar. No entendía qué podía haber salido mal. Luke le había confesado que Gellert le gustaba, y si Margaret tenía razón (que solía tenerla), el rubio también estaba interesado. Lo observó fijamente, tan concentrada en sus pensamientos que no se percató de que se estaba acercando a ellas hasta que prácticamente lo tuvo delante.
No le quedó más remedio que reconocer para sus adentros que el tal Gellert Trésor era guapo a rabiar.
— Eh, chicas, ¿habéis visto a Johnny? Llevo un rato buscándolo.
— Hace bastante que no lo vemos, quizá se haya ido.
— No, imposible. Se recogía conmigo.
— ¿Qué ha pasado con Luke? — interrumpió Margaret, con voz suave.
Gellert alzó una ceja.
— ¿Qué pasa con él?
— Hemos visto que te lo llevabas fuera, parecía a punto de desmayarse.
— Ah, eso. Bah, no es nada, cuentitis aguda — Gellert esbozó una media sonrisa maliciosa — Aunque el cabrón es un buen actor. En fin chicas, me voy a seguir buscando a Johnny, no quiero que se pierda.
Carol asintió, conforme, pero Margaret no pensaba dejarlo escapar tan fácilmente.
— Espera un momento, Trésor, me gustaría hacerte una pregunta.
El chico le dedicó una mirada interrogante.
— Dispara.
Margaret sonrió ampliamente, y Carol adivinó lo que iba a decir un segundo antes de que sucediera.
— ¿Te mola Luke?
Carol sintió deseos de asesinar a su amiga. ¿Cómo se podía ser tan sumamente descarada? ¡Dios, quería morirse de vergüenza! Casi con miedo, alzó la vista para ver la reacción de Gellert. Se quedó muerta al ver que sonreía.
— Algo así. Digamos que si pudiera le haría un hijo. O dos.
Margaret se lo quedó mirando con la boca abierta, tan sorprendida como descolocada.
— ¿¡Y qué demonios estás haciendo aquí!? ¡Seguro que Luke también piensa lo mismo!
— Sí, se me ha declarado hace un rato.
— ¿En serio? — de repente, Margaret parecía recelosa. Carol no la culpaba; nada tenía sentido.
— Sí. Y ahora sí que me voy. Un placer hablar con vosotras.
Carol y Margaret lo observaron marchar, atónitas.
— ¿Tú entiendes algo, Maggie?
Margaret entrecerró los ojos.
— Entiendo que esto no se puede quedar así.
*** ***
Casi amanecía cuando Gellert y Johnny llegaron al albergue en el que estaban pasando las vacaciones de verano. La intención de Gellert había sido recogerse mucho antes, pero al final Johnny lo había liado para quedarse hasta las tantas. Llevaba ya un rato soñando con su cama, y cuando llegó a la habitación que compartía con Johnny y otros 4 chicos lo primero que hizo, antes incluso que desvestirse, fue tirarse en plancha sobre el colchón.
Johnny se tumbó a su lado, parloteando acerca de lo brutal que había sido la noche. Gellert lo escuchaba de fondo, notando como poco a poco el sueño le iba ganando la partida y sus párpados comenzaban a cerrarse. Le pareció que acababa de dormirse cuando Johnny le sacudió el hombro con fuerza.
— Eh, eh Gellert, levanta. Luke todavía no ha llegado.
— ¿Qué dices? Estará acostado.
— Que no, que no ha llegado. Si esta es su cama.
Gellert se dio cuenta de que tenía razón. Haciendo de tripas corazón, se incorporó hasta quedar sentado.
— ¿Lo has llamado al móvil?
— Cinco veces. Y no responde. Mierda Gellert, a eso de las tres me dijiste que ya se había vuelto al albergue.
Gellert sacudió la cabeza para despejarse, empezando a sentirse terriblemente preocupado. Después de su charla con Luke, había dado por hecho que el chico volvería al albergue a lamentarse.
— E-eso creía.
— Joder tío, ¡son las once de la mañana y todavía no ha vuelto!
— ¿Las once…?
— ¡Sí! ¡Reacciona, coño!
— Sí… vale, vale. Perdona — algo mareado, Gellert se puso en pie— Vamos a ver, ¿estás completamente seguro de que no ha pasado aquí la noche y se ha ido después?
— Que síí. Ninguno de los vigilantes que han estado de guardia lo ha visto, y no responde a mis llamadas.
Johnny estaba poniéndolo nervioso. Gellert necesitaba tener la mente fría para pensar, y el chico le estaba contagiando su histeria. Tuvo que hacer grandes esfuerzos para mantenerse sereno.
— Ya veo… ¿Alguna idea de dónde puede estar?
— ¡No! ¿Tú sabes la de mierda que se metió en el cuerpo ayer? A este le ha dado un coma y está tirado por cualquier callejón, ya verás. O igual ha tenido un accidente, o se ha caído por un barranco o un puente…
— Cállate — cortó Gellert, pálido de solo imaginarse cualquiera de los escenarios descritos — Cállate. Seguro que Luke está bien. Ayer ligaría con alguna y se iría a su casa a follar, volverá cuando menos lo esperemos.
Apenas había terminado de decirlo, la puerta del albergue se abrió para dar paso a un casi irreconocible Luke de mirada ausente y gesto serio. Le sangraba el labio inferior y tenía un feo corte en la ceja, pero a juzgar por su expresión, no era consciente de ello. Tampoco parecía haberse dado cuenta de que él y Johnny estaban allí, porque pasó a su lado sin mirarlos y se tiró a la cama. A Gellert le pareció que cojeaba.
*** ***
— Grey. Grey, despierta.
Cuando abrió los ojos, Luke se topó con la mirada preocupada de Gellert. El chico estaba muy pálido, ojeroso, y había cierta ansiedad contenida en su rostro. Luke le dedicó una mirada interrogante.
— ¿Gellert? ¿Qué pas… ¡Ah! ¡Mierda, joder!
Al incorporarse, durante un eterno segundo en el que todo a su alrededor se volvió blanco, le pareció sentir mil agujas atravesándole el cerebro. Se llevo las manos a la cabeza en un infantil intento de contener el dolor, apretando los dientes para no emitir queja alguna.
— ¿Grey, cómo estás?
— ¿A ti qué te parece, capullo? Me va a estallar la cabeza.
Si a Gellert le molestó el insulto, no lo demostró. Le tendió un vaso de contenido indescifrable.
— Bebe, te sentirás mejor.
— Claro. Seguro que lo que quieres es drogarme para violarme mientras duermo.
Gellert sonrió con sorna, alzando ambas cejas.
— Si puedes bromear no estás tan mal como quieres hacerme creer.
— No bromeo — le dio un trago al líquido, sorprendiéndose al ver que no era más que café — Siempre te aprovechas de mí cuando estoy hecho mierda.
— No si estás ‘hecho mierda’ por mi culpa.
Luke tardó un rato en comprender que hablaba de la conversación que habían mantenido la noche anterior, de su pésimo intento de declaración. Desvió la vista, incómodo.
— Es por tu culpa, pero no por lo que tú crees.
— ¿Ah, no? ¿Y entonces por qué es culpa mía?
Luke farfulló por lo bajo. Ahora que el alcohol no recorría sus venas, hablar con Gellert tras haberle confesado que se moría por sus huesos le resultaba especialmente violento. Habría dado su alma por un cigarro.
— Después de… ya sabes.
— Sí, después de que me sacaras de la fiesta con tus sucias tretas.
— Vale. Bien — miró a Gellert de reojo, con serias dificultades para concentrarse en su historia. El muy cabrón se lo estaba pasando de fábula a su costa. — Después de lo que tú ya sabes, decidí que me tomaría una o dos copas más y me largaría a casa. Iba a volver a la fiesta, pero entonces escuché a un par de tíos hablando de ti.
— ¿De mí? ¿Qué decían?
— Al parecer te habías liado con la hermana de uno de ellos y luego habías pasado de ella como de la mierda.
Gellert le restó importancia con un gesto de la mano, aunque se había puesto serio.
— Continúa.
— Dijeron que iban a darte la paliza de tu vida. Y yo, como iba borracho, no pude callarme. Así que me dieron la paliza a mí. O lo intentaron, no he acabado muy mal parado — sonrió con cierta arrogancia — Puedes estar seguro de que si hubiera ido sobrio ni te habría advertido de lo que se te venía encima.
Gellert lo miraba de forma extraña. No parecía muy impresionado por su hazaña de héroe justiciero.
— No era necesario que hicieras eso, sé defenderme solo.
— Ya. Lo hice porque quise. Y porque…
— Porque ibas borracho, ya — lo cortó Gellert. Por una vez, no había burla en su voz.
Un largo e incómodo silencio siguió a sus palabras. Luke no sabía cómo salvar el momento. Le dolía todo el cuerpo, le costaba pensar y, para colmo, Gellert no hacía nada por ayudarlo. Se había tumbado en la cama de enfrente suya, la de Johnny, y miraba el techo como si fuera la cosa más interesante del mundo. Luke se dedicó a observarlo en silencio, preguntándose cómo habían llegado a esa situación.
Llevaban casi una semana de tonteo brutal y, cuando por fin Luke se decidía a dar el paso, Gellert lo dejaba con la miel en los labios. Vale que él se había mostrado reticente al principio, pero ¡joder! Asumir su verdadera sexualidad no había sido nada fácil.
— ¿Tienes fuego? — la voz de Gellert interrumpió sus pensamientos.
— Sí… ¿llevas cigarros?
— Me queda uno, pero puedo darte un par de caladas.
Con el ‘menos da una piedra’ como pobre y único consuelo, fue hasta la cama en la que estaba Gellert. El chico se movió para dejarle espacio, y pronto Luke se vio recostado a su lado, casi rozando su brazo. Sintió una agradable sensación de calidez en el estómago, calidez que no tardó en verse transformada en ardiente excitación cuando vio a Gellert darle la primera calada al cigarro. La visión del chico con los párpados caídos, los labios entreabiertos sujetando el cigarro y la cabeza ligeramente ladeada, tan tranquilo y relajado, le resultaba sumamente erótica.
— Pásalo — se apresuró a exigir, tratando de reprimir el insufrible deseo que se había apoderado de él.
Pero Gellert, al parecer ajeno a sus problemas, se limitó a pedirle paciencia con la mano. Luke sintió deseos de estrangularlo, de follárselo brutalmente y de estrangularlo otra vez. No habría sabido decir qué deseaba más. Afortunadamente, Gellert tenía las cosas más claras.
Tras darle una segunda calada al cigarro, se movió sobre el colchón hasta quedar sentado sobre Luke. En sus ojos verdes había un brillo de deseo contenido, y sus labios estaban curvados en una sonrisa de depredador que a Luke se le antojó casi perversa. Quiso decir algo, pero cuando apenas había entreabierto los labios Gellert lo acalló juntando sus bocas, vaciando en su interior el humo que había estado conteniendo.
Luke aceptó el regalo de buena gana y, antes de que Gellert le hiciera la jugarreta de separarse, lo sujetó firmemente por la nuca para mantenerlo pegado a él. Lo notó sonreír contra su boca y, por fin, comenzó el juego. Gellert tenía experiencia y se notaba. Sus manos lo acariciaban por debajo de la ropa, buscaban piel, presionaban puntos de su anatomía que lo volvían loco. También era un as con la lengua, y así lo demostraban sus besos, cada vez más apasionados, cada vez más ansiosos y demandantes.
Luke le seguía el ritmo, aunque su estilo era más tosco y animal. Quería que Gellert lo tocara, pero deseaba aún más tocarlo a él. En un arrebato de deseo, propiciado sin duda por el trabajo que Gellert estaba haciendo en su cuello, Luke apartó bruscamente al chico de él para tumbarlo bocaarriba sobre el colchón, él encima. Gellert lo miró con curiosidad, una sonrisa de aprobación bailando en sus labios.
Luke no necesitó nada más para empezar a desnudarlo. Sus dedos temblorosos pelearon con los tres primeros botones de la impoluta camisa blanca de Gellert, pero los seis últimos salieron volando cuando prácticamente desgarró la prenda.
— Qué agresivo, Luke… — lo provocó Gellert. Era la primera vez que decía su nombre, y a Luke le supo a gloria.
— Dilo otra vez — exigió, abandonando por un momento la tarea de comerse entero a Gellert.
— ¿El qué?
— Mi nombre. Dilo.
Gellert esbozó esa maldita sonrisa suya cargada de prepotencia.
— Y si no, ¿qué?
Por toda respuesta, Luke introdujo la mano en los pantalones de Gellert, provocando que este arqueara la espalda cuando palpó su más que notable erección.
— Te tengo cogido por los huevos, Trésor. Literalmente hablando.
Gellert soltó una risa baja que no terminó de disimular sus jadeos.
— D-de acuerdo, Luke — respiraba rápida, agitadamente — Haré lo que quieras.
*** ***
Johnny estaba histérico. Su preocupación por Luke no había hecho más que aumentar desde la noche anterior, y aunque el paseo nocturno le había sentado bien, no quería pasar mucho tiempo alejado de su amigo sabiendo lo mal que se encontraba. Así pues, en cuanto consiguió algo decente para cenar, reemprendió la marcha hacia su habitación.
Cuando casi estaba llegando, dos personas lo interceptaron. Estuvo a punto de mandarlas a paseo, pero al ver que una de ellas era su amada Carol toda mala intención desapareció de su mente. La miró con cierta ansiedad, y ella le sonrió.
— Hola, Johnny.
— Eh… hola Carol. Y Margaret. ¿Qué pasa?
— Nos gustaría hablar con Luke, ¿lo has visto?
El ánimo de Johnny se desinfló.
— Estaba dormido cuando me he ido, aunque si queréis acompañarme…
Las dos chicas respondieron afirmativamente. Johnny sabía que Gellert iba a descuartizarlo cuando supiera que traía compañía, pero se veía incapaz de negarle nada a Carol, especialmente si sonreía de esa forma tan risueña. Además, sentía curiosidad. ¿Qué tendrían que hablar esas dos con Luke? Que Johnny supiera, no eran amigos ni nada por el estilo.
Llegaron a la habitación cinco minutos después. Johnny, con tono profesional, les pidió que aguardaran mientras llamaba repetidamente a la puerta. No obtuvo respuesta.
— Qué perro es Gellert… — se quejó, antes de sacar sus propias llaves.
— ¿Más que tú? — Margaret lo miraba con expresión divertida y una ceja alzada.
La ingeniosa respuesta de Johnny quedó ahogada por un sentido gemido que sonó al otro lado de la puerta. Los tres visitantes se quedaron momentáneamente bloqueados.
— Como Gellert se haya traído a una tía mientras Luke está convaleciente, lo mato.
Carol y Margaret intercambiaron una sospechosa mirada.
— Me asomaré a ver, a lo mejor solo están viendo porno.
Antes de que Johnny o Carol pudieran detenerla, Margaret entreabrió muy despacio la puerta para asomarse al interior. Tardó apenas tres segundos en volver a cerrarla, roja como un tomate. Johnny y Carol la miraron, expectantes.
— ¿Qué? ¿Qué has visto?
— Yo tenía razón, Carol. ¡Se están dando el lote, y de qué manera!
Carol abrió desmesuradamente los ojos.
— ¿En serio?
— ¡Sí! Sí, joder. Me muero.
Johnny estaba más perdido que un pulpo en un garaje.
— Esperad, esperad. ¿Quiénes se están dando el lote?
Al fin, las emocionadas chicas repararon en su presencia. Se lo quedaron mirando, al parecer sorprendidas de que estuviera allí.
— Eh… — empezó Carol.
— Mejor que lo veas por ti mismo.
No muy seguro de querer saber qué había al otro lado, Johnny decidió obedecer.
Lo primero que vio, antes incluso que el delatador montón de ropa junto a la entrada, fue que Luke y Gellert, para variar, estaban peleándose en su cama. Lo segundo que vio fue que, de hecho, no parecía que Luke y Gellert estuvieran precisamente dándose de hostias. En un brutal estado de shock pudo ver, antes de que Margaret, o quizá Carol, cerraran la puerta para dejarles intimidad a sus amigos, cómo Gellert devoraba la boca de Luke.