Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El sol no sabe dejar de brillar por blendpekoe

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Si alguna vez di la impresión de ser alguien que tenía idea de como funcionaban las cosas, di la impresión equivocada. Porque soy de esas personas que no sabe si las cosas que hacen están bien o mal, sólo hago lo más razonable cuando en realidad no estoy muy seguro ni de como funciona la vida misma.

Cuando comencé con el coqueteo, era sólo eso, un juego que el ámbito laboral evitaba que se volviera serio. Por más que me gustara y ocupara casi todos mis pensamientos, no buscaba obtener una respuesta. Entendía que el mundo regido por la realidad era completamente diferente al de mi imaginación sobre la que sí tengo control.

Así que el día que Alan me correspondió en coqueteo, sentí que iba a morir de la vergüenza. Dejó de ser algo innegable el que yo estuve pretendiéndolo por cuatro meses. Dejé de sentir la protección del trabajo, el límite se había cruzado.

Pensé desesperadamente qué hacer con la situación presente llegando a la conclusión de que debía pensar y actuar de forma positiva. Si me echaba atrás con cobardía ni yo mismo me lo perdonaría, sin contar la mortificación por el ridículo con la que viviría. Decidí por una vez intentar hacer bien las cosas, en realidad me probaría a mí mismo.

Rescaté valentía de ese pensamiento y sin comportarme como un tonto tantee la situación y logré invitar a Alan a tomar algo luego del trabajo el viernes. No dudó en decir que sí.

 

En los días que faltaban para ese día estuve muy ansioso. Ansiedad que aumentaba cada vez que el chico de la limpieza se tomaba la libertad de mirarme animado, entusiasmado por la cita. No tenía manera de concentrarme en lo absoluto, ni dentro ni fuera del trabajo. Mis pensamientos no avanzaban más allá de Alan y del encuentro que vendría. Una pequeña parte de mí quería presentar renuncia y empezar a buscar trabajo en algún otro lado para hacer de cuenta que nada sucedía. Pero el resto de mi persona quería sentir que podía salir adelante; sobrevivir al viernes al menos, sin hacer de mí un bochorno.

Tenía años de haberme negado a salir con alguien como consecuencia de los traumas con los que había terminado por una relación seria de tres años. Después de Darío no había intentado relacionarme más. Así que mi oxidación en el rubro me preocupaba, en especial teniendo en cuenta que se trataba de alguien más joven.

También, como si lo demás fuera poco, comenzó a preocuparme la gran posibilidad de que la diferencia de edad haría que no sucediera nada en lo absoluto, de hecho lo creía en parte. No habría química y nada pasaría más allá de la desilusión.

 

Llegado el día las cosas no sucedieron como todas las posibilidades que había predicho. Fue todo una sorpresa tras otra, desde que subió a mi auto en una actitud relajada diferente a la que estaba habituado a ver en el trabajo. Intenté mostrarme igual de relajado como si el hecho de que estuviera en mi auto no significara nada y fuera lo más normal del mundo. Mis dudas con respecto al manejo de la situación quedaron en el olvido junto con la preocupación de la edad; se dio como algo muy natural entre nosotros hablar, no hubo extraños silencios, ni comentarios forzados. Y me hacía reír mucho que él me tratara con el tono formal del trabajo. Hablaba mucho y con una confianza desconocida para mí, mencionando las cosas que yo hacía que creía que pasaban inadvertidas con buen humor, como si trajera al presente viejas anécdotas. Era inquietante lo extrovertido que era con el asunto de las obvias intenciones, pero hubiera sido más incómodo empezar a pretender inconsciencia al respecto dando lugar a un juego de sutilezas.

Pronto me tuvo fascinado, dándome la impresión de ser una persona muy peculiar.

Las sorpresas siguieron cuando finalmente en un tranquilo bar, siquiera antes de tomar lo que había ordenado, simplemente, como si nada, preguntó si lo llevaría a mi casa.

En el momento en que insinuó querer ir, yo ya no pensaba. Con él no servía, el chico no era normal.

Mientras conducía al destino pedido por mi acompañante, entré en un estado de extraña conciencia con respecto a mi situación. Hice un repaso en segundos de mi vida desde el comienzo de la relación que la arruinó por años, dándome la sensación de haber estado aislado del mundo. Sentí que mi pasado le correspondía a alguna otra persona por la cual tuve pena.

—¿Está bien?

Alan interrumpió mis pensamientos y lo miré sonriendo.

—Me distraje en mi propio mundo, lo siento.

—Como cuando aparece el logo de la empresa en su computadora —comentó en tono burlón.

—Mi protector de pantalla es muy interesante —justifiqué.

En casa, mi departamento, Alan hizo una muy rápida recorrida visual que terminó en mí.

En resumen, sin mucho esfuerzo, ni tanto alcohol, ni cortejos terminamos directamente en mi cama. A pesar del inevitable nervio, él no tenía una pizca de vergüenza y yo estaba más que predispuesto.

 

La segunda vez que tuvimos sexo fue tan sólo a la mañana siguiente. Cuando me desperté lo vi sentado a mi lado, piernas cruzadas y manos en las rodillas. Tenía los ojos cerrados y parecía muy concentrado. Lo observé algo extrañado hasta sentirme más despierto.

—¿Te sientes bien? —pregunté en voz baja.

Primero sonrió y luego se dio vuelta a verme.

—Es un ejercicio de respiración. —Acercó su rostro al mío—. Buen día.

No llegué a responder. Empecé a devolver el beso.

 

En un momento, mientras Alan se encontraba en mi baño duchándose, mirando el techo sobre mi cama me asombré de mí mismo. No era nada tan anormal lo que había ocurrido, pero para mí era todo un suceso. La confirmación que tanto necesitaba de saber que realmente estaba liberado del pasado. Ser capaz de estar con una persona era prueba de que mi último miedo, consecuencia de mi relación con Darío, iba por un buen camino de superación.

Alan volvió a entrar al cuarto completamente vestido y el pelo húmedo.

—¿Dónde está su celular?

Señalé mi saco que se encontraba junto a él en el piso. A pesar de haberle dicho mil veces que dejara el trato formal, cada vez que lo intentaba se incomodaba.

Cuando encontró el celular se subió a la cama sentándose sobre mí. Después de jugar con las teclas me lo devolvió sonriendo.

—Ahora ya tiene mi teléfono. —Me besó—. Puede llamarme cuando quiera.

Eso también me sorprendió, no supe muy bien cómo tomarlo. Sonaba a invitación para que lo hiciera y mientras volvíamos a besarnos tuve la sensación de que la próxima salida no sería muy diferente a esa primera. Pero enseguida mandé a volar cualquier idea que no me dejara avanzar con lo que ocurría.

Se fue dejándome solo en mi cuarto. Después de un rato abrí mi celular yendo directamente a la agenda a buscar y contemplar, sin poder controlar mi sonrisa, el número que Alan me había dejado. Encontré que el nuevo registro estaba bajo el nombre chocolate.

Notas finales:

Mis redes, historias y playlists.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).