¿Por qué Dios? ¿Porque todo lo bueno que me ha pasado me lo haz arrebatado de manera cruel? ¿Acaso te divierte? ¿O me estas castigando por un pecado que desconozco? Primero mis padres, mi alegría…y aun después de que deje de molestarte con mis estúpidas suplicas…nuevamente me lo quitaste todo. Me quitaste a la persona más importante para mí, aquella que…me había regresado la sonrisa.
La mañana había pasado relativamente normal, los sirvientes habían hecho sus destrozos habituales y su mayordomo los había corregido con perfección demoniaca.
Ahora estaba en su estudio, esperando una importante carta de la reina, en la cual, le daría los detalles de su nuevo caso.
Estaba bastante ansioso pues esta ya se había tardado, lo cual le preocupaba de sobremanera. Sebastian entro con un carrito lleno de postres, y con una taza de té caliente.
--bocchan, traje el té de la tarde—anuncio.
--si, si, solo ponlo ahí—respondió sin mirarlo.
El demonio lo observo detenidamente.
--necesita relajarse bocchan, no le hará bien a su salud…
--no digas tonterías, algo de destres no arruinara tu preciosa alma.
Si, tan estresado estaba que ahora lo insultaba abiertamente.
--pero bocchan…--el ojirojo se acerco, hasta quedar frente a su amo—su bello rostro se llenara de arrugas si sigue frunciendo así el ceño. —una sonrisa apareció en sus labios.
Ciel se sorprendió, mientras un leve sonrojo adornaba sus suaves mejillas.
--eres un pervertido.
La verdad era que, ese tipo de comentarios con insinuaciones eran algo que se había hecho casi habitual. El menor no sabía el porqué, solo sabía que le incomodaba de sobremanera que Sebastian lo hiciera.
--no lo soy bocchan—se defendió.
--pues alguien normal no diría esas estupideces—se levanto de su asiento, con ganas de irse de la habitación.
--oh, ¿no me diga que está huyendo?—pregunto divertido.
El peliazul no contesto, simplemente apresuro el paso. Mas antes de que pudiera llegar a la puerta, esta se cerro de improvisto. Miro a su mayordomo, el cual, solo sonreía de manera picara.
--abre la puerta—ordeno con tono autoritario.
--¿o si no que?—le reto.
--soy tu amo, no puedes hablarme de esa manera—la voz firme de Ciel salió a la luz.
--cierto…pero también…--con una velocidad sobrehumana, aprisiono al niño contra la dura puerta de madera, cortando con sus largos brazos cualquier vía de escape—hoy me siento más demoniaco de lo habitual—susurro con sensualidad, rozando levemente sus labios con los del pequeño.
El conde no supo cómo reaccionar. En un intento algo inútil de su parte, quiso empujarlo lejos.
--no me toques.
--pero si todavía no hago nada my Lord.
Antes de que Ciel pudiera decir algo más, el demonio lo beso de manera apasionada. Introdujo su lengua dentro de la boca del menor, saboreando el virginal sabor de él. Nuevamente el niño se quedo en blanco ¿Qué diablos hacia Sebastian?
Quiso resistirse, pero su cuerpo no reacciono de la manera que deseaba. Sin dejar de besarlo, tomo las muñecas del menor, y las puso por encima de su cabeza.
--bocchan, yo sé…que esto le agrada—dijo en su oído, lamiéndolo lentamente.
--ahh—un suave gemido se escapo de su boca. Ese sonido agrado de sobremanera al adulto.
¿Por qué lo hacía? Era una pregunta que rondaba en la mente de Sebastian. En los últimos meses, había estado sintiendo algo desconocido para él. El sentimiento de querer poseer a su amo se hizo presente, pero no solo era un deseo carnal… sino que deseaba que el menor le pidiera que lo poseyera…que lo hiciera suyo…
--S-Sebastian para—jadeo Ciel, al sentir como una la mano libre del mayor se colaba dentro de su camisa. Sus coqueteos habían llegado demasiado lejos.
--ordenelo—respondio, pellizcando uno de los pequeños botoncillos rosas del ojiazul, cosa que provoco un fuerte gemido.
Iba a volver a besarlo, cuando el sonido de alguien aproximándose por el pasillo llego a sus oídos.
“Maldición” pensó.
Se alejo de Ciel, quien al ver como Sebastian lo soltaba de repente, se sorprendió.
Una parte de él se sintió decepcionado, y eso lo hizo enojar.
“¡¿pero qué demonios me pasa?! ¡Ese tipo casi me viola!”
No le dio tiempo ni de abrir la boca, cuando May Rin abrió la puerta, empujando con fuerza a Ciel. Hubiera resultado un fuerte golpe, de no haber sido por el pelinegro, que lo detuvo, abrazándolo a su pecho.
--May Rin, cuantas veces te he dicho que primero se toca—dijo molesto el demonio. El conde, al darse cuenta en la posición en que se encontraba, se alejo rápidamente del mayor, pasado por alto la grave equivocación que había cometido la pelirroja.
--l-lo siento Sebastian-san, pero es que ya llego la carta—dicho eso, saco el dichoso sobre.
Ciel, olvidándose de todo, se lo arrebato.
--retírate—ordeno, mientras se dirigía a su asiento. La sirvienta acato la orden de inmediato. El menor, sin mucho cuidado, abrió la carta.
Mí querido niñito:
Últimamente algo me aflige. Unos crueles asesinatos se han llevado a cabo en un pequeño monasterio cerca de Inglaterra, en una pequeña isla que está bajo nuestro cuidado, me lastima mucho que gente tan buena e inocente muera de esa forma. Quiero que tu, y alguien de tu confianza, investiguen esto.
Confió en que tú podrás encontrar el responsable, y hacerlo pagar como se merece.
La información que necesites esta junto con esta carta.
Por favor cuídate, no me gustaría que tu fuera la próxima víctima.
Te quiere, Victoria.
P.S lamento tener que decirte que, para llegar ahí, tendrás que ir en barco para llegar pues se que te mareas con facilidad.
Ciel suspiro, no de cansancio, si no de fastidio.
“¿Por qué me pide que juegue algo tan sencillo?” se pregunto, releyendo la carta. No le quedaba otra opción más que aceptar.
Miro a su mayordomo, el cual, no le había quitado los ojos de encima.
--Sebastian, prepara nuestras maletas, mañana nos vamos de viaje.
--como orden—dijo, haciendo una reverencia. Se disponía a retirarse, pero justo cuando iba a abandonar la habitación, se detuvo.
--¿bocchan?
--¿Qué?—cuestiono distraído, viendo los otros papeles.
--¿continuaremos nuestra “charla” después?—el niño levanto la vista, entre avergonzado y molesto.
--¡largo!—le grito nervioso, el demonio rápidamente se fue, cerrando la puerta. Sonrió divertido, al parecer, la cosa se ponía interesante.