Canuto... Viejo Amigo.
Veinte años desde el encierro han pasado. Todos lo habían considerado un asesino, todos menos él. Sí, Remus se había mantenido fiel a su palabra, fiel a su mejor amigo, pero más que nada, fiel a su gran amor. Ese hombre de pelo negro azulado ondulado, con esos ojos grises que lo enloquecían pero que en ese momento seguían cerrados. Posó su mano en el hombro de éste produciendo un ligero movimiento del cuerpo que seguía dormido a su lado. Remus pasó su mano por el escultural cuerpo de Sirius mientras le daba ligeros besos en el cuello. Sirius ya se había despertado aunque seguía fingiendo para que Remus le demostrara su amor. El licántropo seguía abrazado a su pareja e intentando sin demasiada suerte, lograr que despertara. Sirius se cansó de fingir y hábilmente se volteó, le robo un dulce beso en los labios y en el cuello para finalmente quedar encima de su amado.
-Me puedo acostumbrar a despertar así todos los días.-
-¿Y crees que yo no?- contestó Remus dándole un beso en la frente.
Sirius sonrió. Finalmente tenía todo lo que podría haber deseado, tenía la liberta de ir a donde quisiera sin necesidad de esconderse, finalmente había formalizado su relación con Remus, la cual había tomado por sorpresa a todos pero lo habían aceptado gustosamente, Harry se había casado con Ginny y ahora esperaban a su primer hijo. Ron estaba felizmente enamorado de Hermione, y Tonks había encontrado el amor al lado de un muggle llamado Alan. Todo marchaba perfectamente para todos. Voldemort había sido derrotado y ya no existía nada que impidiera la felicidad del mundo mágico.
-¿En qué piensas?- preguntó Remus al darse cuenta de que Sirius estaba muy distraído.
-En lo feliz que soy contigo, que no hay nada más que me importe más que tú, solamente tú. - contestó
Ambos se quedaron entrelazados en un abrazo que podía haber durado horas. Remus sentía la tranquila respiración de Sirius, éste en cambio podía escuchar los latidos del licántropo, esos latidos que provenían de un corazón tan noble pero a la vez tan salvaje. Solo un ruido podía destruir un tan mágico momento. El sonido del estómago de Sirius reclamando ser alimentado.
Siempre se había caracterizado por ser una persona muy comelona. Si no se le conociera podría considerársele un verdadero animal a la hora de comer. Hacía un gran honor a su apodo. Canuto.
-Creo que tu estomago exige comida. Ruge igual o peor que un león, un digno representante de Gryffindor.-
Acto seguido se deshizo de los brazos que lo aprisionaban, se levantó de la cama, echó una última mirada al hombre que se desperezaba sobre la cama y le sonrió antes de salir de la habitación. Sirius continuó tendido en la cama conteniendo las ganas de salir hacia la cocina y traer de nuevo a su amor, maldecía a su estómago por rugir precisamente en ese momento, pero también se sentía agradecido porque honestamente tenía un hambre de perro.
Se levantó lentamente haciendo que se produjera un sonido chirriante de la cama, recordándole que debía comprar un nuevo colchón. Ciertamente las cosas del Nº12 de Grimmauld Place estaban un poco desvencijadas, pero todavía tenían un poco de aguante. Vivían ahí desde que formalizaron su relación, Harry en un principio estaba sentido porque Sirius y Remus se lo había escondido pero le habían dicho sus razones y Harry les aconsejó vivir en Grimmauld Place pues así casi nunca serían molestados.
Saliendo de sus pensamientos se dirigió a ducharse, salió completamente vestido con una camisa blanca, una corbata mal amarrado pues nunca había logrado aprender a anudársela, pantalones negros y zapatos brillantes. Su pelo simplemente no se dignaba a acomodarse y se lo dejó suelto, ya casi le llegaba más debajo de la altura de los hombros, se afeitó la barba de varios días y se dirigió escaleras abajo.
En la cocina se encontraba Remus haciendo el desayuno. Bostezaba y se tallaba los ojos mientras cocinaba al estilo muggle. Sirius rápidamente se abalanzó sobre él besándolo con ternura en el cuello mientras desamarraba el delantal que traía puesto Remus. Remus correspondió besando la boca de Sirius.
-¡Sirius, espérate!- dijo bromeando- Se quema la comida.- Acto seguido apagó la estufa.
-Ahora si... ¿Dónde nos habíamos quedado?- sonriendo pícaramente.
-En ¡esto! - gritó Sirius mientras sus brazos apresaban posesivamente la cintura del licántropo. Sintió el pecho de Remus con su corazón acelerado, el calor que desprendía su cuerpo, pasó sus manos por la espalda de Remus. Mientras tanto Remus había abandonado la boca de Sirius para descender hacia su cuello dando pequeños mordiscos que causaban estremecimientos. Ambos se dieron cuenta de que la ropa empezaba a estorbar, Remus literalmente arrancó los botones de la camisa y Sirius hizo lo mismo con la camisa que llevaba puesta el licántropo. Sirius posó sus manos en el pecho de Remus y comenzó a trazar un camino desde el cuello hasta llegar a la orilla del pantalón, y de regreso. Sus labios estaban ávidos de placer, pero Remus no iba a dejarse llevar tan fácilmente, succionó uno de los pezones de Sirius haciendo que éste lanzara un gemido apenas audible. Tampoco Sirius se iba a dejar llevar, con una fuerza descomunal lanzó a Remus contra uno de los rincones y con una sonrisa malévola se lanzó sobre el licántropo.
-Creo que hoy serás mío.- dijo con voz ronca.
-Espero con ansias.- contestó Remus en tono retador.
Sirius se deshizo del estorboso pantalón de su pareja y empezó a dirigir su mano hacia terrenos peligrosos pero los evitó y continuó su camino. Remus ya no aguantaba más, ambos se necesitaban urgentemente y Remus dio el primer paso. Hábilmente tomó la mano del Gryffindor y la dirigió hacia abajo. Sirius se sorprendió pero obedeció, tranquilamente se deshizo de la ropa interior y comenzó a acariciar la hombría de Remus, a intervalos se podía oír gemidos mezclados con gritos de "te amo." Remus se sentía en el éxtasis, había muerto y llegado al paraíso.
-Sirius, tómame.- Remus dijo eso más en un susurro que casu no se podía oir.
Sirius simplemente asintió. Con fuerza volteó el cuerpo del castaño y comenzó a penetrarlo de una manera calmada para luego aumentar la velocidad. Remus clavó sus uñas en la espalda de Sirius y le acariciaba pequeños mechones de cabello, en intentos sin fuerzas ni ganas de librarse. Ambos llegaron a su punto máximo al mismo tiempo, cada uno gritó el nombre de su amor. "¡Sirius!" "¡Remus!"
Poco a poco sus respiraciones se fueron calmando, aún seguían abrazados, ambos sudaban pero no habían dejado de pensar en lo que acababa de pasar, se sentían felices de estar juntos y compartir cada momento. Cuando estaban a punto de levantarse Sirius detuvo del brazo a Remus.
-Quédate aquí.- empezó - Ahorita regreso.
Remus lo miró desconcertado pero accedió. Sirius rápidamente se vistió y se dirigió escaleras arriba. Sacó una cajita de madera que guardaba bajo su cama, y se la guardo en el bolsillo. Al bajar se dio cuenta que Remus ya estaba vestido y sirviendo el desayuno. Sigilosamente lo abrazó por la espalda.
-Cierra los ojos.- le dijo en un susurro.
Remus obedeció. Sirius se arrodilló frente a él, sacó su cajita de madera y la abrió.
-Ya puedes abrir los ojos.-
Remus los abrió, y vio la escena más maravillosa. Sirius arrodillado con un anillo en la mano.
-¿Te casarías conmigo Remus John Lupin, Moony, lunático?
Remus no necesitó de contestar, simplemente le dio el beso más apasionado que alguna vez le había dado a alguien.
-Sirius Black, Canuto, viejo amigo... claro que acepto.-
Ambos se fundieron en un abrazo eterno hasta que el estómago de Sirius hizo otra vez, su oportuna aparición.
-Ahora...¿Quieres darle de comer a este pobre perro?-
-Idiota...- murmuró el licántropo- siéntate. Enseguida te sirvo.
Sirius se sentó y espero a engullir su desayuno tomado de la mano del amor de su vida y su próximamente esposo.