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Yo nunca... por Altair

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Notas del capitulo:

Punto de vista de Kotetsu. :3

Kotetsu POV

Me desperté varias horas después de esa pequeña charla con Bunny. Ya era tarde, pero él aún seguía durmiendo. Pobre… Debe de estar pasándolo muy mal. Seguro que es mi culpa, no debería haberme quedado a dormir. Apostaría mi barba a que pensó que hicimos algo. No sé si lo piensa porque acabamos de esa manera en su cama o por todo lo que bebimos ayer, pero no tendría por qué reaccionar así. Menuda cara… Seguro que se siente culpable. Debería hacer algo con ese carácter suyo. Recogí el peluche de Bunny que se había caído al suelo y lo volví a poner en la cama, pero al hacer esos movimientos, mi cabeza estalló.

-Ah…

Demonios, todavía me dolía la cabeza. Me levanté con cuidado para no despertarlo y me fui a la cocina muy despacio. Con cada paso que daba parecía como si me rebotara el cerebro. Rebusqué entre las alacenas y los cajones para buscar algo que pudiera aliviarme. ¿Dónde guardaba ese conejo adicto al orden las medicinas? Al no encontrarlas, me resigné y tomé solo un vaso de agua.

-Juro que es la última vez que bebo así…

Siempre decía lo mismo, y siempre lo volvía a hacer. Esto tenía que cambiar. A partir de año nuevo dejaré la bebida. O al menos, dejaré de emborracharme de esta manera.

Salí de la cocina para atravesar el pasillo, pero vi un agujero con forma de mano sobre la pared, en la entrada de la sala. Fui hasta allí y acerqué mi mano derecha. Ya sabía que no era la mía, pero aún así la puse sobre el hueco, solo para observar la diferencia de tamaño.

-Bunny…

Mentí. Sí sé lo que pasó anoche. Solo reflejos y recuerdos vagos, pero al menos tengo una idea de lo que sucedió.

Ese agujero lo hizo Bunny con sus poderes. Era tarde… Recuerdo que me iba a dormir cuando me empujó contra la pared. Iba demasiado borracho, no se dio ni cuenta de que los había activado. Estaba muy cerca; lo único que podía ver era el fulgor azulado de sus ojos. Para impedir que me escapara, lanzó su mano y la estampó contra la pared, formando un agujero con su forma, justo al lado de mi cabeza.

Y me besó.

Active mis poderes por reflejo y le di una bofetada involuntariamente. No quería hacerlo, pero me pilló tan de sorpresa que no pude medir mi reacción. Solo quería apartarlo. Sus gafas cayeron al suelo. Creo que las estropeé. Él se separó de mí bruscamente y empezó a llorar. Entonces me lo confesó todo. Estaba enamorado de mí. Desde hacía tiempo. Se tiró en el suelo y me pidió perdón de rodillas. Jamás vi una expresión tan triste y derrotada como la que tenía ahora mismo en su rostro.

Me dijo… que jamás haría nada que yo no quisiera, y me juró que nunca volvería a pasar nada así. No me dirigió la palabra en el resto de la noche. Ni siquiera se giró hacia mí cuando nos tumbamos en la cama para dormir. Noté que estaba sobre el borde, casi a punto de caer.

Yo también me hice una promesa a mí mismo: Nunca le diría lo que pasó esa noche. Solo lo haría sentirse peor de lo que ya estaba. Así que actuaría como si yo tampoco recordara nada por causa del alcohol.

Aunque creo que será difícil volver a mirarle a la cara como antes, después de saber lo que supe…

-¿Kotetsu-san?

-¡Ah!

Salté en el medio y medio del pasillo del susto, y mi cerebro volvió a rebotar en mi cráneo. Estaba tan perdido en todos esos pensamientos que no me di cuenta de que se había levantado. No llevaba las gafas puestas, pero al acercarse pudo apreciar perfectamente el hueco de la pared.

-¿Y ese agujero? –preguntó casi a gritos, sorprendido-.

-Pues… ¿Qué te parece? Creo que anoche nos peleamos –mentí-.

-No puede ser. ¿Cómo nos íbamos a pelear tú y yo?

En su cara se formó una expresión extraña, como si recordara algo de repente. Volvió al dormitorio sin mediar palabra. Cuando regresó a mi lado, llevaba puestas sus gafas. Como imaginé ayer, estaban torcidas.

-Me las había olvidado –dijo refiriéndose a las lentes-. Pero… Esta es mi mano –adivinó poniéndola sobre el agujero formado y viendo que el tamaño y la forma coincidían-. Ah, qué problema. Tendré que llamar a alguien para que lo arregle.

Mientras él seguía admirando el desastre del pasillo, fui a buscar mi ropa a la habitación. Tal y como recordaba, la había dejado más o menos doblada encima de una silla. Dicho sea de paso, me quedé dormido solo en ropa interior porque no quería arrugar la mía, y los pijamas de Bunny me quedaban un poco justos. No en altura; eran muy apretados. Lo suyo fue por pura calor; de verdad le afecta el alcohol. Me vestí y salí, y allí estaba; seguía mirando la pared con inquietud.

-Oi, Bunny, ¿te importa si uso tu teléfono? Tengo que llamar a Kaede, que va a venir mañana, y parece que mi móvil no tiene batería –dije para intentar desviar su mente con otra cosa, pero era cierto que mi teléfono no tenía batería-.

-Claro… –me respondió sin prestar mucha atención, su cabeza seguía centrada con aquello. Intento fallido-.

Marqué el número de la casa de mi madre de memoria, y esperé a que alguien lo cogiera al otro lado de la línea. Entonces, una pantalla de luz se desplegó y me permitió ver la imagen de mi hija contestando.

-¿Papá? ¿Desde dónde llamas? –preguntó en cuanto vio lo que había a mi alrededor; definitivamente no era mi casa-.

-Ah, ahora estoy en casa de Bu… de Barnaby.

-¡¿Qué?! ¿Barnaby está ahí contigo? –preguntó ilusionada. A pesar de haberse retirado, Bunny seguía siendo popular y aún concedía alguna entrevista de vez en cuando. Y mi Kaede por lo visto lo admiraba como el primer día-. ¡Pásamelo, porfa~!

No importa las veces que hubieran hablado, Kaede siempre se mostraba así de ilusionada y feliz cuando tenía la oportunidad de charlar con él. Cuando venía a la ciudad de visita, Bunny muchas veces venía con nosotros dos. Él sabía que le hacía mucha ilusión. Además, ella nos había salvado tiempo atrás, así que qué menos…

-Está bien… ¡Bunny, teléfono! –le grité para que bajara de las nubes. Él se giró y se acercó, todavía estaba tal y como se había despertado, en camiseta y calzoncillos-. ¡Oye, vístete al menos! –le reñí tapando la cámara del teléfono para que mi hija no viera-.

-¿Papá? ¿Qué pasa?

-No pasa nada. Si me siento, solo me verá de cintura para arriba –explicó, y yo cedí-.

-¡Papá!

-Ah, lo siento Kaede. Ya está, papá te deja con él –me alejé un poco-.

-¡Hola, Kaede! –saludó con alegría y una sonrisa-. ¿Qué tal todo?

-¡Muy bien! ¡Mañana voy a Sternbild para pasar las vacaciones de Navidad con papá! –era una escena demasiado familiar, le hablaba con confianza, como si fuera su tío o algo así-.

-Sí, lo sé. No ha hecho más que repetirlo durante toda la semana –Kaede se rió-. ¿Y tus poderes? ¿Cómo van? ¿Ya los controlas del todo?

-¡Oye, que ya soy toda una NEXT! ¡Soy mayor! Ya no se activan solos cuando estornudo o me enfado –contó quejándose-.

-Eso es bueno. Pero no te fíes, todavía pueden hacerlo –dijo mirando a la pared del pasillo de nuevo-. ¿Y a qué hora vas a venir?

-El tren sale a las ocho de aquí, llega a las nueve y cuarto.

-¿Para qué tan temprano?

-Quiero ver pronto a papá, y también a ti.

-Entonces iré con él a buscarte a la estación, ¿vale?

-¡Síii! Bueno, ¡adiós, papá! ¡Adiós, Barnaby! ¡Hasta mañana!

-Ah, espera… –quería decirle que me pasara a mi madre antes de colgar, pero no me dio tiempo. Suspiré-. Oye, no tienes por qué venir.

-¿Por qué no? Tampoco es como si tuviera algo que hacer. Ya no tenemos trabajo. Además, desde que nos retiramos no salgo mucho de casa.

-¿Tú no te aburres? Sin nada que hacer…

-A veces, pero está bien así.

El silencio se hizo en la sala. Y era incómodo. Al menos, para mí lo era. Jamás habría pensado que yo le gustara… No lo parecía. Aún después de saber que era gay. No podía dejar de pensar en ello. En cierta manera me sentía halagado; la sensación de saber que eres importante para alguien es muy cálida. Hacía mucho tiempo que nadie tenía este tipo de aprecio por mí…

No me di ni cuenta, pero me quedé con la mirada fija en el infinito mientras pensaba en esa calidez agradable.

-¿Kotetsu-san? ¿Estás bien?

-¿Eh? –reaccioné-. Mmm, no. Todavía me duele la cabeza. ¿No tienes nada que pueda tomar?

-Hay aspirinas en la cocina.

-Pues ya me dirás en dónde, que antes no las encontré –él rió calladamente-.

-Por favor, no me revuelvas la casa –dijo con una media sonrisa-. Están aquí, en una caja encima de la nevera –y se dirigió a la cocina. Le seguí-.

Me tomé ese medicamento como si mi vida entera dependiera de ello. Nada más dejar el vaso encima de la mesa de la cocina, di media vuelta, con intención de marcharme a mi casa.

-Bueno, me voy. Todavía tengo que preparar algunas cosas en casa. Te veo mañana en la estación. Acuérdate, no llegues más tarde de las nueve y diez, ¿vale?

-Oye, ¿por qué no te quedas a dormir hoy?

-¿Qué…? –pregunté sorprendido. ¿Estaba proponiéndolo porque le gusto o…?-.

-La estación está mucho más cerca de mi casa que de la tuya. Desde tu piso tardarías aún una media hora en llegar. Y conociéndote, seguro que no llegarías a tiempo –rió-. Desde aquí solo son diez minutos. Y yo no me quedo dormido como otros viejos que no escuchan el despertador…

-¡Eso pasó UNA vez! –reflexioné unos instantes-. Bueno, así podré dormir más… Pero tengo que ir a por ropa a mi casa y preparar la habitación de Kaede.

-¿Te llevo?

-Por favor… –pedí al comprobar que el dolor de cabeza todavía no me había abandonado del todo. Estas cosas me afectan más ahora que soy mayor… Supongo que los jóvenes tienen más aguante para el alcohol. Por eso Bunny no está tan mal como yo-.

Monté en su deportivo rojo en silencio. Él también. Bunny se había cambiado; se había puesto una cazadora de cuero negra y sus pantalones de siempre, con sus botas rojas. Le pregunté por su chaqueta de siempre, y por lo visto estaba manchada de algo. Cerveza, creo que dijo. ¿Cuántas cosas bebimos ayer? No recuerdo que fuéramos más allá del vodka y el champán. El trayecto fue calmado, ninguno de los dos habló después de eso. Hasta que Bunny rompió el silencio.

-¿Y cuando va a venir Kaede a vivir aquí?

-Cuando termine el colegio, en verano. No quiero que deje el curso a medias.

-Hmm –hizo un gemido afirmativo-.

Otra vez, silencio.

-Oye, Bunny…

-¿Sí?

-Si alguna vez he hecho o dicho algo que te sentara mal, lo siento –Bunny deslizó su mirada por unos instantes hacia mí a través de las gafas, sin llegar a girar la cabeza-. Es que…

-No te preocupes. Hasta ahora, no hiciste nada que me molestara en ese sentido.

-Uf, menos mal. Si te hiciera sentir mal, ¡no podría perdonármelo! –suspiré aliviado-. Pero no sabía nada, así que sin querer podría haber…

-Oye, no necesito un trato especial.

-¿Eh?

-Eso sí me molesta. No hace falta que elijas qué palabras deberías usar para hablar conmigo. Ser gay no es como ser un fan radical de un equipo de fútbol, no me voy a molestar por que digas algo malo de mi… equipo. Siempre que sea con razón, claro.

- … Lo siento… Es que eres la primera persona gay que conozco y… Ah, no sé muchas cosas sobre vuestro mundo. No sé que os gusta o qué os molesta.

-¿Qué le gusta a Barnaby Brooks? ¿Qué le molesta? Ya lo sabes.

Sí, lo sabía. Sabía perfectamente las cosas que le gustaban y las que no. Pero no le respondí. No pude. Ahí mi interior reaccionó. Lo estaba tratando como algo “distinto” sin darme ni cuenta. Como algo que va aparte. Pensaba que estaba siendo considerado, pero él tenía razón: le estaba dando un trato especial cuando él seguía siendo la misma persona, y seguro que eso le sentaba peor que cualquier otra cosa que pudiera decirle.

-Perdona… No te habrás enfadado, ¿no?

- … No, ya sé como eres. Quieres ser tan correcto y amable con todo el mundo que a veces te pasas –rió-. Incluso con Kaede.

-¿Qué pasa con Kaede?

-Nada, super-papá, nada.

Sé a lo que se refería. Mi Kaede ya había crecido bastante, ¡pero para mí seguía siendo mi niñita adorable! Sé que no le gusta mucho que la achuche como cuando era pequeña, pero un padre no puede evitarlo. Quizás sea la misma situación al contrario. A pesar de su evidente cambio, yo la sigo viendo como mi bebé, mientras que a Barnaby, que sigue siendo el mismo, lo traté como si hubiera cambiado en estas horas. Me sentí mal por eso.

Pero mis palabras tenían un doble sentido. En cierta manera, estaba pidiéndole perdón por todo este tiempo de amor no correspondido, y por si alguna vez lo he puesto en una situación incómoda. Ya sabéis que mezclar amor con amistad muchas veces hace que la persona que ama acabe sufriendo. Porque no quiere estropear la amistad, por eso no va más allá. Y mientras tanto, la persona amada lo trata de manera especial, como buen amigo, y eso provoca dolor. Porque esa persona te quiere mucho, pero no de la manera que tú deseas. Lo sé porque… bueno, supongo que todos hemos pasado por esa situación alguna vez, ¿no?

-De verdad que lo siento.

-Ah, ya está. No hace falta que sigas. ¿Por qué de repente te dio por decir eso?

-No sé…

-Bueno, pues se acabó –en ese momento Bunny detuvo el coche, estábamos frente a un semáforo en rojo-. No quiero que te preocupes por mí –esta vez se giró y me miró directo a los ojos-. No más.

Después de esa mirada tan intensa que parecía decirme “no sigas por ahí, que vas mal”, se produjo otro silencio. Mucho más incómodo. Bunny arrancó de nuevo el coche cuando la luz se puso en verde.

Y llegamos a mi piso

Realmente no tenía mucho que hacer. Solo quería volver pronto a casa para relajarme y pensar en todo eso. Pero con el causante de mis preocupaciones allí… Y luego tenía que ir a dormir a su casa. Juntos preparamos la habitación extra para Kaede. No fue mucho trabajo, solo poner las mantas en la cama y ordenar un poco. Allí había ido almacenando todas las revistas que hablaron sobre mí o sobre Bunny. Él las encontró y les echó un vistazo.

-Oh, no sabía que también guardabas las revistas en las que salgo yo –cogió una y se sentó en el suelo a leerla-.

-Claro, eras mi compañero –me senté a su lado-.

-Creo que al final echaré de menos el perseguir a criminales… –confesó-.

-¿Y por qué no vuelves?

-Ya te lo dije. No quiero si tú no puedes –sonreí. Desde luego se ganó el apodo de Drama Queen-.

-Qué dramático –puso mala cara por un momento-. Escucha, sé que casi no tengo poderes, pero tú todavía eres joven, deberías hacer lo que te gusta ahora, con o sin mí.

- … Lo pensaré, lo prometo –parecía dudar-. Quizás la compañía me deje tener un compañero menos torpe si vuelvo –rió-.

-¡¿Cómo?! ¡Yo no soy torpe, hago las cosas a mi manera!

-Ojisan, eres torpe.

Hacía mucho que no me llamaba así.

-Sí, sí, bueno, ¿volvemos ya? –fingí molestia-.

-¿Y ahora por qué tanta prisa?

-Por nada.

-¡Espera!

Me giré, y pretendía salir de la habitación sin decir nada más, para dejarle un poco picado, pero entonces me cortó el paso. Entre yo y la puerta, él puso su brazo. Como hizo aquella vez. Abrí mucho los ojos con sorpresa, la situación era prácticamente igual. Él me miró fijamente y se detuvo en lo que estuviera a punto de hacer. Bajó la mirada un poco, no al suelo, sino que se perdió en el punto infinito de la reflexión. Se echó hacia atrás lentamente.

-¿Qué pasa? –le pregunté. Mi cara no pudo haber sido tan mala como para espantarlo, ¿verdad?-.

-No, nada, es que… –hizo un breve silencio-. Lo siento.

-Oh, eso… ¡Era broma! ¡No me enfadé! Solo quería molestarte un poco.

Él rió con un poco de confianza y se tranquilizó.

Se había contenido.

Había hecho exactamente los mismos movimientos de la otra vez. Cortarme el paso, mirarme a los ojos con esa expresión, acercarse… Pero ahora se detuvo.

Yo también.

Esta vez, yo también hice lo mismo, salvo por un detalle. No me defendí.

-Voy un momento a por ropa y nos vamos, ¿vale? –le dije-.

-Claro… –parecía estar reflexionando-.

Vaya noche me espera…

Cogí un jersey marrón de lana, de esos tan típicos en Navidades, una camiseta y una muda de ropa interior. También un pijama y una gabardina marrón. No necesitaba nada más. Metí todo en una bolsa y volvimos al apartamento de Bunny.

El silencio en el coche volvió a estar presente, pero no de manera tan tensa.

Cuando llegamos, me quedé parado enfrente del marco de la puerta. Pero el tiempo fue tan breve que ni Bunny se dio cuenta. No es que no quisiera quedarme a dormir, pero… necesitaba ordenar algunas cosas en mi cabeza, y tenerlo cerca no ayudaba. Desde que me desperté tuve esta sensación extraña en el cuerpo, pero como estuve con él todo el día, no pude tener un momento de tranquilidad para examinarla a conciencia y averiguar de qué se trataba exactamente.

Suspiré, estaba demasiado cansado a pesar de no haber hecho nada hoy. Ya pensaría mañana.

-Volvemos a dormir en la misma cama. No te importa, ¿verdad?

-¡Claro que no! –dije con una sonrisa y energía que realmente no tenía-.

Me cambié allí mismo en la habitación, delante de él, y me tumbé sobre la cama antes de que Agnes pudiera decir “bonjour”. Agarré al conejito de peluche y lo abracé, para luego taparme con las mantas.

-¿Vas a dormir con eso? –preguntó mientras se quitaba la ropa-.

-¿Por qué no? Si tú lo dejas por ahí olvidado. Seguro que se siente solo.

-No lo dejo olvidado… –se puso el pantalón de un pijama, pero seguía con el torso descubierto-.

Dejó las gafas encima de la mesilla. Se acostó a mi lado y también se cubrió con las mantas. Apagó la luz y se giró.

-Buenas noches.

-Buenas noches –le respondí-.

Ahora se había quedado dormido girado hacia mí.

Todavía me daba vueltas a la cabeza todo lo que había pasado en este tiempo, pero el sueño pudo más. Me quedé dormido antes de lo que esperaba.

Notas finales:

Espero que os haya gustado. c:


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