¡Feliz Cumpleaños Papi!
Apenas estaba amaneciendo en la Casa de los Snape-Potter cuando se comenzaron a oír ruidos en la cocina. Si uno se asomaba desde las escaleras, se podía ver unas pequeñas huellas enlodadas. La puerta de la cocina se encontraba cerrada y se escuchaba el sonido de varios utensilios siendo movidos con dificultad. Las paredes de la cocina tenían manchas de chocolate. Un niño pequeño se veía muy concentrado revolviendo una pequeña cacerola que en realidad era uno de los calderos que Severus utilizaba para sus pociones. El pelo castaño del menor se encontraba pegado a su frente por el sudor, su nariz aguileña olfateaba la mezcla dentro del caldero y sus pequeñas manos revolvían con rapidez. Sus ojos verdes revelaban la alegría que lo llenaba en esos momentos. Bajó de un salto del banquito que lo ayudaba a mirar dada su pequeña estatura. Corría de un lado a otro de la cocina al comedor llevando platos, vasos y cubiertos. De pies a cabeza estaba bañado en chocolate y harina. Aplaudía felizmente al ver su obra terminada.
Intentó lavar los utensilios que había utilizado, pero solo logró abrir la llave del agua y mojar los platos mientras salpicaba el piso. Cerró la puerta de la cocina y caminó hasta las escaleras, volteó a ver si todo estaba en orden en la mesa y se dirigió a la habitación de sus padres. Vaciló un poco antes de tocar la puerta pues sabía por experiencia que no debía entrar sin tocar porque papá Severus se enojaba. Entonces decidió ir a su habitación y cambiarse porque su ropa estaba muy sucia. Se lavó la cara rápidamente, intentó peinarse pero el pelo lo había heredado de papá Harry, entonces resultó una tarea imposible. Se vistió con unos pantalones militares que el tío Lupin le había regalado en su cumpleaños, se puso un jersey con una “M” escrita en dorada y sus pantuflas de león. Se vio al espejo y decidió que ya era el momento para ir a la habitación de sus padres.
En esos momentos Severus todavía se encontraba dormido, Harry se acurrucaba a su lado mientras le pasaba una mano por su pelo negro, que en realidad no era grasiento como todos creían sino sedoso.
-Sev,- susurró Harry – creo que es hora de que despiertes amor.
Como respuesta Harry solo consiguió un gruñido por parte del pocionista.
-Vamos, es hora de levantarse. No se te olvide que día es hoy.
-¿Día de quedarse en cama sin que haya ruido alguno?- preguntó Severus aún adormilado.
-No tonto, - contestó Harry dándole un piquetazo en la costilla – hoy es tu cumpleaños.
- A si,- contestó sin ánimos – un día en que me vuelvo más viejo.
-Pero increíblemente más sexy. – dijo Harry sonrojándose.
En ese preciso momento entró un pequeño niño corriendo y brincó a la cama de sus progenitores.
-¡Cuidado abajo!- gritó el pequeño.
Severus reaccionó demasiado tarde y una de las rodillas del pequeño se le encajó en la costilla.
-¡Pequeño enano! – gritó Severus mientras se incorporaba de la cama poniendo los brazos en jarra.
Harry solo atinó a reírse de la reacción de Severus mientras le revolvía el pelo al niño. El pequeño levantó la mirada para encontrarse con los ojos negros de Severus que lo miraban divertido.
-¿En serio creíste que te iba a regañar? – sonrió Severus.
El pequeño asintió.
-No le creas todo lo que dice papa Severus, - dijo Harry.
Severus en un rápido movimiento se tumbó sobre el niño comenzando a hacerle cosquillas en todo su diminuto cuerpo.
-Papi, ¡para! – gritó divertido el niño.
-Se buen niño y tal vez deje de hacerte cosquillas –susurró Severus.
-Lo prometo, - dijo con dificultad el niño que ya no podía hablar por causa de la risa.
-Bueno, levántate y vete a lavar las manos Mateo, que ahorita preparo el desayuno. – ordenó Harry.
-Enseguida papi. – obedeció Mateo, y de un brinco se incorporó dejando a Severus tirado sobre la cama.
Mateo salió de la habitación dejando a los dos adultos solos, entonces Severus se volvió a acurrucar entre las sábanas, pero el gusto no le duró demasiado pues Harry se había apoderado de su oreja y lo jalaba para que ya se levantara.
-¡Severus Tobías Snape! Levántate de esa cama inmediatamente.
Severus intentó protestar, pero sus reclamos nunca se hicieron presentes pues Harry seguía tirando de la oreja del mayor provocando el disgusto del mismo.
-Severus en serio eres peor que Mateo cuando se trata de portarse mal.- advirtió Harry en tono severo.
-Pero amor… - intentó convencerlo Severus.
-Pero nada, - contestó tajante el ojiverde.
Severus se dio cuenta de que nada servía quejarse así que se levanto y se dirigió al baño a lavarse la cara y vestirse.
-Feliz cumpleaños amor…- susurró sensualmente Harry a su oído.
-Harry, si seguimos así Mateo se quedara solo para desayunar. – advirtió Severus.
-Está bien, creo que es mejor que bajemos. Mateo ya debe tener hambre.-
Ambos adultos se dirigieron escaleras abajo, pero justamente andes de bajar se dieron cuenta de que el piso de la entrada y hacia la cocina se encontraba enlodado con huellas que por obvias razones tenían que pertenecer a Mateo. Ambos se extrañaron porque al bajar, se encontraron con la mesa puesta y con el pequeño enano sentado en su silla.
-¿Qué tramas enano?- preguntó Severus.
-Siéntense y verán. – contestó Mateo divertido.
Harry y Severus ocuparon sus respectivas sillas enfrente y al lado de Mateo, mientras éste se levanta e iba a la cocina.
-En serio…- comenzó Harry - ¿Qué tendrá en mente?
-Con un Gryffindor-Slytherin nunca se sabe,-contestó sabiamente Severus.
-Cierto. – sonrió Harry.
Mientras tanto Mateo se encontraba sirviendo algo en tres platos distintos. Y con cuidado volvió al comedor donde los dos adultos lo miraban intrigados. Puso los platos frente a sus padres.
-Ahora destápenlos. – ordenó Mateo con una sonrisa de oreja a oreja.
Sus padres hicieron lo que les pidieron y se encontraron con un pedazo de pastel de chocolate con diminutos pedazos de menta. El pastel favorito de Severus.
-¡FELICIDADES PAPI! –grito el pequeño mientras saltaba al cuello de Severus dándole un beso en la mejilla. Severus le acarició el pelo mientras volteaba a ver a Harry, el cual ya tenía lagrimas en los ojos.
-¿Enano tú hiciste todo esto?- preguntó el cumpleañero.
Mateo asintió vigorosamente.
-¿Te gustó papi?
-Me encanto pequeño diablillo.
Harry todavía tenía lagrimas en los ojos y solamente atinó a decir:
-Severus, yo…- vaciló.
-No digas nada Harry, tú me has dado el mejor regalo del mundo. Este pequeño enano que me hace feliz día a día.
Harry asintió mientras se unía al abrazo familiar. Severus estaba pensativo mientras abrazaba a su familia.
Quizás este es el mejo regalo que puedo pedir, aunque… un juego nuevo de pociones no sería mala idea.
Tal vez este iba a ser un cumpleaños que Severus jamás olvidaría.