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Piel de ángel por Hotarubi_iga

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Notas del fanfic:

Bueno... aquí me tienen, resubiendo uno de los fanfics como se los había prometido a algunas y como lo había aclarado en mis notas, pero parece que no las entendieron. Dieron por sentado que yo no iba a volver a publicar nunca más estos fanfics. Pero bueno...

Nuevamente... subiré Piel de ángel. Espero lo disfruten y POR FAVOR, tengan paciencia. Créanme que no es fácil reeditar un fanfic. Resulta más difícil que escribir uno nuevo (al menos a mí me resulta complicado).

Y, como les dije la primera vez que subí esta historia, no será de orgías, perversión ni lemon en cada capítulo. Esta historia puede ofrecer más que puro sexo explícito.

Disfruten la lectura.

Notas del capitulo:

Disclaimer: Gravitation no me pertenece. Es propiedad de Murakami Maki.

Piel de ángel

Eirin

— Capítulo 1 —

Ángel

 

La servicial y agradable voz femenina que resonaba por el altavoz del aeropuerto internacional, anunciaba el arribo del vuelo comercial 304 proveniente de Inglaterra.

Los pasajeros del vuelo eran recibidos por familiares y conocidos, pero sólo uno en particular caminó sin mirar a nadie, yendo directo al taxi que lo esperaba. Su destino era claro; debía de llegar al punto de encuentro que había fijado con su editora horas antes de tomar el avión. Y mientras el taxi recorría las expeditas calles de la capital, sus recuerdos lo remontaban a su infancia y adolescencia. Recuerdos que ahora sólo formaban parte de su triste y silencioso pasado.

No le tomó demasiado tiempo llegar al lugar programado por su editora. Una vez que el taxi se detuvo en el frontis de un soberbio edificio, situado en uno de los lugares más exclusivos de la capital, ingresó a este con aparente calma; no tenía prisa. Estaba convencido en que debía de tomarse las cosas con calma ahora que había regresado a su país natal.

Su arribo a aquel edificio, no conformaba una cita cualquiera. El edificio en cuestión sería a partir de hoy su nuevo hogar, porque gracias a su editora y su eficiente gestión, había adquirido fama y dinero; la suficiente para darse lujos sin restricciones. Y es que gracias a ella, había aprendido a pulir su talento como escritor, logrando consagrarse —a sus veintidós años— como uno de los más célebres y famosos novelistas románticos a nivel internacional. 

Una vez que salió el elevador, caminó por un muy bien decorado pasillo. Las suelas de sus costosos zapatos resonaban sobre la cerámica gris, mientras acomodaba su cabello platinado y sedoso con cierto encanto. Gran parte de su fama como escritor se la debía a aquellas cientos y miles de mujeres (y por qué no decirlo: también algunos hombres) que lo consideraban un adonis; el príncipe azul ideal que deslumbraba con su galantería y exclusivo mirar, el cual se caracterizaba por ser misterioso, intenso y avasallador.

Se detuvo ante una puerta blanca labrada —con dos pequeños números adosados a ella— luego de pausar por unos momentos sus pensamientos, y tocó el timbre. De inmediato, una joven y agraciada mujer salió a recibirle.

—Muy buenos días Yuki-sensei. Espero que haya tenido un excelente viaje. —Le saludó cortés y formalmente Mizuki, su editora. Le invitó a pasar y le enseñó el apartamento que había cotizado previamente.

Yuki sólo hizo un ademán con parquedad. Sacó un cigarrillo y lo encendió, pues llevaba muchas horas sin alimentar sus pulmones de tan ansiado vicio. Y, mientras disfrutaba de la viciosa nicotina, echó un casual vistazo a su nuevo hogar.

—Tal como lo solicitó, tengo listo los trámites de la compra del departamento y del auto. Sólo basta que ponga su firma, y los contratos quedarán pactados.

—Bien —dijo, exhalando de paso, el humo de su cigarrillo. Sin mayor preámbulo, procedió a estampar su firma en los contratos, dejando así el departamento a su nombre y completa disposición, junto con el nuevo vehículo. De se modo, podría comenzar su nueva vida en el país que había abandonado hacía seis años, luego de sucesos lamentables que había vivido y que prefería dejar en el pasado.

 

 

Al otro lado de la ciudad, la mañana ya había comenzado para Shuichi que, tras salir de la ducha, secaba —con un secador de pelo— su sedoso cabello rosa frente a un espejo de cuerpo entero, el cual le permitía apreciar sus movimientos gráciles y sensuales gracias a la música estrambótica y contagiosa que resonaba en su dormitorio.

A sus diecinueve años, Shuichi lucía un perfecto y escultural cuerpo, resaltando principalmente de este su rostro, catalogado como el de un ángel. Sus ojos, envidia de muchos, eran de un refulgente color violeta, similar a la amatista, lo que lograba hacer un perfecto contraste con su cabello rosa. A Shuichi no le molestaba ser sobrevaluado como una belleza exótica, por el contrario, le enorgullecía su apariencia, principalmente sus ojos. Los consideraba su mayor atributo.

A esas horas de la mañana, Shuichi se alistaba para ir a la cafetería en donde trabajaba media jornada como mesero. De ese modo, podía costear sus gastos y mantener a su pequeño hermano de tres años y medio, pues habían perdido a sus padres hacía tres años en un incendio, quedando completamente desamparados y a merced de una sociedad que no aceptaba —en aquel entonces— a un menor de dieciséis años trabajar para mantener a un bebé de meses. Sin embargo, ahora, Shuichi había logrado llevar una vida un poco más tranquila y estable para su pequeño hermano, velando que a éste nunca le faltase nada; haciendo lo que fuera por verlo feliz y a salvo.

A mitad del baile matutino, la figura de Riku, su hermano menor, apareció repentinamente en la puerta. Vistiendo un pijama infantil con estampados del gato Silvestre, y una manta color verde que arrastraba por el suelo, Riku se entretuvo viendo detenidamente el baile de Shuichi, quien se sobresaltó al verlo parado en el umbral de la puerta.

—¡Riku! ¿Qué haces ahí parado? Me asustaste —dijo, regalándole una sonrisa, mientras paraba el secador de pelo y bajaba el volumen de la música.

—Mami, tengo hambre —protestó Riku, extendiendo sus manitos para ser cargado en brazos.

—Riku ¿cuántas veces te he dicho que no me digas así? Soy tu hermano, HER-MA-MO —le regañó, viendo como el chico hacía un puchero.

—¡NO! —chilló, escondiendo su rostro en el pecho de Shuichi—. Mi mami, eres mi mami... —De inmediato, empezó a sollozar entre los brazos de Shuichi.

—Ya, está bien... tranquilo. —Hizo que este lo mirase. —Dime ¿qué quieres desayunar hoy?

Riku sonrió y se secó las lágrimas con el puño de su pijama.

—¡Galletas, galletas! —exclamó contento. Sus cambios de humor eran hereditarios; podía pasar fácilmente de la risa al llanto, y viceversa.

—Bueno, pero también tu cereal —dijo Shuichi, abandonando del dormitorio para ir a la cocina.

Riku chilló entusiasmado. Y una vez en la cocina, Shuichi lo depositó en su silla y le sirvió sus galletas de animalitos; sus favoritas. Así era todos los días; la rutina y la vida que llevaban Shuichi y Riku, como una pequeña familia, pero muy unida. Shuichi daba todo por Riku, y este, le retribuía el esfuerzo a Shuichi con su cariño sincero.

Luego del desayuno, Shuichi se alistó, preparó a Riku y lo llevó al departamento de Ayaka, su vecina de enfrente, quien se encargaba de cuidar a Riku mientras Shuichi salía a trabajar todos los días.

—¡Buenos días, Shuichi! —enunció la joven de diecinueve años, luego de abrir la puerta y recibirlos con cordialidad.

—Buenos días, Ayaka-chan —saludó Shuichi con cortesía y apremio. Le entregó el bolso de Riku, mientras este manoteaba contento. —Ya le di el desayuno, así que si te pide golosinas, ya sabes... distráelo con fruta o yogurt.

Tras aquel recordatorio, Ayaka recibió en sus brazos a Riku, quien le sonreía y la abrazaba con ternura.

—Descuida. ¡Ah! Lo olvidaba, Shuichi —dijo Ayaka, antes de que Shuichi se alejara—. Esta noche no podré cuidarlo. —Shuichi la miró con preocupación y sorpresa. —Lo lamento, tengo un compromiso familiar.

—Oh, está bien. No te preocupes —expresó Shuichi con una condescendiente sonrisa—. Ya haces mucho al cuidar todos los días a Riku.

—Para mi no es ningún problema: adoro a Riku —confesó, haciéndole arrumacos a Riku.

Shuichi no pudo evitar sentiré en deuda con Ayaka. Ella era muy atenta y servicial. Sabía que podía contar con ella para  lo que fuese y en cualquier momento; era una excelente vecina y amiga.

—Bien, Riku, despídete de mami —indicó Ayaka. Riku alzó sus manos hasta el cuello de Shuichi y depositó un dulce beso en la mejilla de éste.

Shuichi, tras despedirse de Riku, se marchó a su trabajo en la cafetería, esperando que la noche llegara y, así, dar inicio a su segundo empleo.

 

 

Un silencio, casi tétrico y melancólico, reinaba en el nuevo departamento de Yuki, quien se alistaba para salir. No era una prioridad para él distribuir y acomodar sus pertenencias en su nuevo hogar. En su mente, estaba el hecho de ir a un sitio en específico, y es que era la causa principal de su regreso al país.

Una vez tomada las llaves de su departamento y de su nuevo vehículo, Yuki abandonó el condominio y se internó en las calles concurridas de la capital, repasando los vistosos paisajes de esta, rememorando, inevitablemente, los años que había vivido allí. Y le tomó sólo un par de minutos llegar al lugar que había premeditado. Bajó de su vehículo y se adentró por un sendero pedregoso, el cual lo llevó sin mayor preámbulo a la tumba que necesitaba ver luego de seis años de ausencia. Seis años de autoexilio, luego de perder a ese ser tan querido por causas del cruel destino.

Yuki se agachó frente a la lápida de mármol, y observó con detención las palabras labradas que adornaban pulcramente la piedra. Una puntada, fustigante y voraz, asoló su pecho sin poder soslayarlo, siendo consciente que el tiempo lamentablemente no podía serle devuelto, y que debía convivir con aquel dolor pendenciero y vapuleador que se había arraigado en su pecho sin permiso y para siempre.

—Ha pasado mucho tiempo, sensei... —musitó Yuki con tristeza, repasando el nombre —escrito en la lápida— del profesor que le había impartido clases para iniciarlo en el camino de la literatura y, que por causas del destino, había fallecido abruptamente.

—¡¡Eiri!! —Fue el grito de una voz femenina, que sacó a Yuki de sus pensamientos.

—Mika —respondió él con indiferencia, mientras se ponía de pie y encaraba a la joven mujer.

—¿Qué haces aquí? Digo, yo creí que vendrías la semana entrante. ¡Por qué no me avisaste! —protestó Mika, reprochándole a Yuki.

—No tengo por qué decirte lo que hago y lo que no —contestó Yuki con hostilidad, mientras sacaba su cajetilla de cigarrillos para fumarse uno nuevamente—. ¿Qué haces tú aquí? —soltó con frialdad, luego de tomarse el tiempo de encender su cigarro y aspirar su nicotina.

—Soy tu hermana mayor, por lo tanto, merezco saber cuando llegarás para recibirte como se debe —dijo con severidad—. Y vengo cada año a visitarlo —agregó, respondiendo a la pregunta de Yuki—. Viniste como cada año a verlo, ¿no es cierto?

—Me apestan las reuniones familiares, y lo sabes —aclaró Yuki, desviando el tema, mientras se alejaba de la tumba.

—Eiri, espera. —Mika lo detuvo, y Yuki no pudo evitar observarla con hostilidad. —Al menos ven a casa para almorzar y compartir una tarde los dos. No le negarías eso a tu querida hermana ¿o sí? —Utilizó su último recurso: la persuasión, porque sabía que ante eso, Yuki no se podría negar.

—Sólo espero no toparme con el odioso de tu marido —enfatizó Yuki, retomando sus pasos hacia la salida del cementerio.

Mika siguió a Yuki en silencio, y cada uno abordó sus respectivos vehículos. El nuevo destino para Yuki era la lujosa y acomodada residencia de la familia Seguchi, puesto que Mika había contraído matrimonio con el acaudalado empresario Seguchi Tohma; dueño de un exclusivo y famoso club nocturno.

Cuando Yuki bajó de su vehículo, comprendió la suerte de su hermana, pues le había dado justo al blanco. Seguchi Tohma era asquerosamente rico. Su mansión era soberbia, indiscriminadamente soberbia.

—¿Esta es tu casita, hermana? —ironizó, siguiendo a Mika al interior de la ostentosa propiedad.

—No me puedo quejar —respondió ella, invitando a Yuki al salón principal.

Se mantuvieron conversando por un par de horas, hasta que la hora del almuerzo los pilló. Comieron tranquilamente, sosteniendo un plática relacionada directamente con la exitosa y ajetreada vida que Yuki hizo en Europa, sin embargo, durante el postre, llegó de improvisto, Tatsuha, el menor de los hermanos Uesugi. Su ingreso a la sala fue tan escandalosa ante la visita inesperada de Yuki, su hermano favorito, que no dudó en lanzarse a sus brazos como un niño chiquito, ganándose un golpe en pleno rostro, cortesía de Yuki, pues no soportaba la inmadurez de Tatsuha que, a pesar de tener veinte años recién cumplidos, actuaba como un mocoso de cinco.

—¡Oh! Mi hermano favorito finalmente regresó ¡El hijo pródigo! —dijo— Finalmente estaremos todos juntitos. —No tuvo tapujo alguno en abrazar a Yuki por el cuello, pero fue severamente empujado.

—Deja de fastidiarme —masculló Yuki, ante el hostigamiento de Tatsuha. Se puso de pie y caminó hacia uno de los soberbios ventanales de la casa, bajo la atenta mirada de Mika.

—Eiri, no deberías sentirte abrumado por el pasado. Debes dar vuelta la página y seguir hacia delante —dijo ella, esperando hacer entender a Yuki, quien parecía ignorarla.

—¿Qué crees que he estado intentando todos estos años? —respondió él, manteniendo su vista fija en el patio de la mansión—. He pasado seis malditos años lejos de mi tierra para tratar de olvidar el pasado, y me vienes con esas estupideces. —Escupió cada palabra, como si estas le quemaran la garganta.

—Intentar no es suficiente, Eiri —concluyó Mika con seriedad, bajo la atenta mirada de Tatsuha, a quien se le ocurrió de pronto algo.

—¡Ya lo tengo! —exclamó, saltando del sofá y llamando la atención de Mika y Yuki—. Una buena forma para olvidar las penas y revitalizar el cuerpo y la mente, es una buena noche de parranda.

Sus palabras, provocaron desconcierto y molesta en Mika, quien ya sabía a lo que Tatsuha se refería.

—No me digas que irás nuevamente a ver a Tohma —dijo ella.

Tatsuha sonrió con picardía.

—Es el lugar ideal para que mi hermano favorito se distraiga y olvide sus problemas —argumentó.

—Yo no tengo problemas —aclaró Yuki, pero fue ignorado por sus hermanos.

—Ir a «ese» lugar... —refutó Mika— no es el adecuado para olvidar los problemas.

—Ya dije que no tengo problemas —repitió Yuki, alzando la voz. Sin embargo, seguía sin ser escuchado.

—Vamos hermanita... —rió Tatsuha con travesura— sólo porque es un lugar así, no deberías de mirarlo en menos. Ese sitio es espléndido para solitarios empedernidos como mi hermanito —agregó, mientras abrazaba a Yuki por el cuello sin permiso, y comenzaba a arrastrarlo fuera de la casa.

Yuki no tuvo ni voz ni voto en el asunto. Tampoco pudo oponerse ni evitar que Tatsuha lo arrastrara hasta el auto.

Mika los siguió hasta las afueras de la mansión, y vio con desacuerdo las intenciones de Tatsuha.

—Más te vale Tatsuha que te portes bien y cuides a Eiri. Sabes que ese lugar es sólo para encontrar problemas, y ambos sabemos en los que te has metido por no controlar tu entrepierna. —Mika fue clara, pero Yuki no sabía a qué se refería con esas advertencias.

Yuki se vio de pronto dentro de su vehículo, camino a un lugar que desconocía, pero que, al parecer, Tatsuha lo conocía como la palma de su mano.

Media hora después, Yuki observaba con hostilidad y completa desconfianza el lugar al que Tatsuha le había llevado. Se preguntó qué hacía en un sitio como aquel, pero, antes de poder alzar la voz y exigir una explicación, Tatsuha bajó del auto con esa energía que lo caracterizaba y empujó a Yuki al interior del local. No obstante, Yuki, esta vez, no se dejó arrastrar por su hermano; lo sujetó de la solapa de su chaqueta y lo alzó lo suficiente para imponerse sobre él, evitando así que se le escapara de las manos.

—Ahora mismo me dirás qué mierda hacemos en un lugar como este, y por qué me trajiste contra mi voluntad —bramó Yuki, sintiendo ganas de golpear a Tatsuha, por la expresión de bobo que ponía ante sus peroratas.

—Si entras, sabrás por qué vinimos, hermanito —respondió Tatsuha—. Ahora, entremos, porque nuestro cuñadito de seguro nos está esperando. —Y sin darle tiempo a Yuki de protestar o preguntar algo más, ingresaron al local. Subieron al segundo piso del recinto y fueron al encuentro con el dueño de aquel sitio que centellaba con coloridas y vivaces luces de neón, capturando la atención y el interés de sus visitantes, quienes caían bajo los efectos misteriosos de aquel club que guardaba con tanto recelo sus secretos.

 

 

Luego de haber finalizado su turno en la cafetería, Shuichi regresó rápidamente a casa. Se dio una ducha y preparó su cuerpo para la noche. Finalmente y una vez que estuvo listo para ir a su segundo empleo, el cual le había ayudado en gran parte a mantener su pequeña familia durante estos tres años, fue por Riku a la casa de Ayaka.

Media hora después, Shuichi bajó del autobús con Riku en brazos, una vez que llegó a su lugar de trabajo e ingresó por un callejón, ubicado en la parte trasera del local en el que prestaba sus servicios. Entró a un enorme vestidor lleno de espejos y ropas estrafalarias de los más diversos diseños, colgadas y distribuidas por la habitación. El ritmo dentro del lugar era muy dinámico. Muchos de los que trabajaban allí ya habían empezado su turno. Se movían apresuradamente, cambiándose para la noche, mientras uno de los más antiguos del lugar, le dio la bienvenida a Shuichi y a Riku.

—¡¡Shu-chan!! —gritó con efusividad— ¡¡Woh... y Ri-chan también vino, que alegría!! —expresó, y Riku estiró sus pequeños brazos para ser cargado por el animado joven. Shuichi le sonrió y se preocupó en dejar sus pertenencias en su casillero para alistarse y comenzar su turno en el lugar. —¿Ayaka-chan no pudo cuidarlo esta noche? —preguntó el joven, sin dejar de atender y mimar a Riku.

—Tenía un asunto importante que atender —respondió Shuichi. Luego preguntó: —Por cierto, Sakuma-san ¿es cierto que harás una presentación privada a ese sujeto de la otra noche? —Le echó un vistazo a Riku y a Sakuma a través del reflejo del espejo que tenía en frente, mientras se desvestía.

—Claro —respondió Sakuma, observándose en un espejo y retocándose el atuendo que iba a usar para su espectáculo—. Pagará muy bien, pero le dejé en claro que será sin sexo.

—¿Y respetó tu condición?

—No le quedó otra —explicó—. En todo caso, K me acompañará —agregó.

—Que bueno —concluyó Shuichi.

Terminó de desvestirse y acondicionó su cuerpo para la noche; lubricándolo con crema, dejando su piel brillante y deseosa para quien lo viese.

—Está lleno esta noche, saben que darás un show especial —habló Sakuma con entusiasmo, viendo a Shuichi deslizar sus manos por sus piernas y brazos, humectándolos y dejando una fina capa brillante—. ¿Es cierto que será completo? —preguntó con incertidumbre y curiosidad—. Sabes que te desean mucho y la última vez casi...

—Ni me lo recuerdes —dijo Shuichi, rememorando aquel desagradable e infortunado suceso.

—Por suerte K estuvo ahí para ayudarte. De lo contrario...

La puerta del camerino se abrió. Un hombre rubio y de imponente presencia entró, apuntando con su revolver a los presentes. 

—Más les vale que no pierdan el tiempo y muevan sus lindos traseritos al estrado en el orden que les toca esta noche —ordenó. Miró luego a Shuichi y a Riku—. ¿No pudo cuidarlo esta noche? —preguntó. Su voz tenía un extraño acento extranjero.

—Compromisos familiares —explicó Shuichi, mientras se vestía con el atuendo que usaría en su show.

—Bueno, no importa. Luego te acompaño a casa.

—De acuerdo. —Shuichi respondió con una sonrisa, y siguió alistándose para comenzar su trabajo.

 

 

El show al interior de club finalmente dio inicio. Y mientras el ritmo bohemio del local cobraba rápidamente vida y dinamismo, en la oficina del dueño, apartada del ruido, Seguchi Tohma —dueño del club—, terminaba de charlar con sus invitados exclusivos, pues uno de ellos: el menor, parecía ansioso por bajar para ver el espectáculo. 

—Tranquilo, Tatsuha —pidió Tohma, quien permanecía estoico tras su escritorio, mientras observaba a Yuki con mal disimulada emoción, y es que le sorprendía su inesperada visita.

—Es que quiero ver a My Honey bailar. No me lo quiero perder —confesó Tatsuha, observando a través de un enorme ventanal polarizado, el escenario en donde ya había comenzado el primer show de la noche.

Tohma simplemente sonrió y se dedicó a prestarle su completa atención a Yuki.

—Me es muy grato verte después de tantos años, Eiri-san —confesó, pero, de Yuki, sólo recibió una adusta mirada.

—¿Me puedes decir qué asqueroso lugar es este y del cual tanto presumes? —masculló Yuki en tono hostil. No se sentía cómodo en el lugar al cual Tatsuha lo había arrastrado.

—Las apariencias engañan Eiri-san —respondió Tohma—. Mi Strip Club no es de baja categoría como los demás club gay de la ciudad; es el más lujoso y prestigioso del país. Aquí vienen los hombres más importantes de todo Japón para ver a mis estrellas, porque les doy un show de calidad y elegancia que los deja satisfechos, sin necesidad de caer en la vulgaridad e indecencia. —Tohma fue categórico. Habló con orgullo sin restricciones, pero Yuki sólo le echó una de sus hoscas miradas.

—¿Me vas a decir que «tus estrellitas» no son putas baratas que se venden por el mejor postor? —preguntó con sarcasmo, arrastrando cada palabra en el instante en que se ponía de pie y caminaba hacia la salida, fumando su preciado cigarrillo para relajar el cuerpo.

—Lo que ellos hagan después del trabajo y fuera de este no es asunto mío —respondió Tohma con frialdad, defendiendo olímpicamente su trabajo.

El teléfono de su oficina sonó, y eso dio por terminada la conversación.

—Espero que pasen una buena velada. La casa paga las bebidas —dijo, antes de atender la llamada—. Ahora, si me disculpan... —Contestó el llamado, y dejó a libre disposición el lugar a Yuki y principalmente a Tatsuha, quien no dudó en bajar corriendo —arrastrando a Yuki— para sentarse en una de las mesas frente al escenario y disfrutar en primera fila el baile de los «chicos de la noche» que tanto adoraba ver.

Yuki se sentía hastiado y molesto por tener que pasar la primera noche, tras su regreso a su país natal y, luego de años de ausencia, en un Strip Club, viendo semejante espectáculo. Ni sabía cómo había terminado allí, sentado en una de las mesas del Strip Club más famoso y prestigioso del país: NG, el cual Seguchi Tohma administraba con total éxito, siendo así, el club nocturno con mayor potencial de Strippers de lujo de todo Japón.

Bien era sabido que los hombres más importantes del país llegaban al Strip Club con el único objetivo de ver bailar y desnudarse a los chicos de NG. El precio por semejante espectáculo era oneroso. Sólo unos cuantos tenían el privilegio de disfrutar de un show de calidad, siempre y cuando tuviesen una considerable suma de dinero a disposición y el control suficiente para mantener sus manos quietas, pues estaba prohibido tocar a alguno de los bailarines. Quien osaba cruzar la línea permitida, pagaba muy alto las consecuencias. Y bien lo sabía un sujeto que, —hacía un tiempo atrás— con copas demás, se atrevió a sujetar por la muñeca a uno de los stripper en pleno show para robarle un beso. K y los guardias del club, que en aquel entonces estaban bajo su mando, se fueron contra aquel osado y tonto sujeto, del cual nunca más se supo.  

Yuki, fumando y bebiendo con hastío, se sentó a un lado de Tatsuha, quien parecía delirante de emoción. Gritaba eufórico cuando cada show finalizaba con un desnudo completo en el escenario, y es que en muy raras ocasiones los bailarines se atrevían a desnudarse por completo, enseñando su entrepierna libremente al público. Sin embargo, el riesgo de armar un revuelo era latente.

Las luces tenues y eróticas que iluminaban el lugar descendieron mucho mas, luego de finalizado el tercer show de la noche. Así, se dio paso al anuncio del cuarto espectáculo, y esto hizo saltar a Tatsuha.

—Ahora se viene lo mejor de la noche, ¡My Honey bailará para mí! —chilló emocionado, y Yuki sólo lo observó con desagrado como su hermano estúpido se emocionaba y excitaba con un tipo que se quitaba la ropa delante de miles de pervertidos homosexuales—. Ah... esta noche volveré a verlo bailar para mí... lucir su hermoso cuerpo, mientras yo...

—¿Te quieres callar? —protestó Yuki más que fastidiado. Sólo deseaba irse de allí, pero sabía bien que si lo intentaba, tanto Tatsuha como Seguchi se las ingeniarían para retenerlo, aunque tuviesen que amarrado a la silla.

Las luces, en ese instante, se apagaron. Una candente y estimulante canción comenzó a resonar en el ambiente, dando paso al stripper del momento. Tatsuha comenzó a gritar y a vitoreaba emocionado al ver sobre el escenario a su amado Honey, quien resultó ser Sakuma Ryuichi; un stripper de renombre. Toda una leyenda en el arte del striptease, porque, a sus veintinueve años, lucía como un veinteañero, gracias a su dotada belleza y carisma sin precedentes.

Bailando lenta y sensualmente sobre el escenario, Ryuichi empezó a quitarse partes de su atuendo, que representaba perfectamente a un conejito playboy, desatando la euforia de todos al verlo como un dulce e inocente conejito, bailar y desvestirse eróticamente sobre el escenario, revelando su tan apetecida piel, la cual brillaba al contraste de las luces y que hacían de él un ángel del pecado.

Tatsuha al verlo vestido así, se volvió loco, y no pudo evitara gritar emocionado, ansiando con desesperación verlo desnudo.

Yuki no pudo soportar semejante locura y se alejó en el instante en que Tatsuha empezó a bajarse el cierre del pantalón bajo la mesa. Se sentó en la barra de licores para darle la espalda al escenario y no ver semejante espectáculo deplorable para su gusto, pues Ryuichi no le provocaba en lo absoluto.

Pidió un whisky doble y empezó a beber mientras fumaba sin parar, sumiéndose en sus pensamientos sobre lo que el destino le depararía ahora que había vuelto al país que fue cuna de su dolor más profundo.

Alguien se le acercó y le habló, interrumpiendo sus pensamientos. Aquel personaje, de rasgos finos pero poco agraciados se sentó junto a Yuki y le sonrió descaradamente, mientras se apoyaba con galanteo contra la barra de licores.

—Te he estado observando desde el otro lado, desde hace rato —dijo con mal disimulada coquetería. Yuki le echó una arisca mirada y siguió bebiendo de su vaso.

—Entonces regresa por donde viniste y sigue observando —le respondió con notoria arrogancia y hostilidad. El hombre sentado a su lado lo miró ofendido, y se retiró haciendo aspavientos y despotricando palabrotas por la humillación.

Al fondo del club, el bullicio y los aplausos se intensificaron tras el cierre del espectáculo de Ryuichi, quien se retiró del escenario con su ropa interior rebosante de dinero.

Las horas estaban pasando demasiado lentas para Yuki. Sentía que esa noche no terminaría nunca. Su único consuelo era el alcohol que le ayudaba a mitigar su estancia en aquel desagradable ambiente, y es que nunca se había metido a un Strip Club, mucho menos gay. Si bien es cierto que su inclinación sexual estaba más hacia su mismo sexo, no era costumbre involucrarse con cualquiera. Tal vez sí, pero en otro ambiente y bajo otro contexto, no en un desagradable y clandestino club gay.

Todo quedó en silencio, y el presentador de los stripper comenzó a anunciar el último show de la noche. El alboroto y la ovación de los presentes que pedían a gritos que diera inicio el espectáculo se dejó sentir con algarabía, porque sabían bien quien era el último bailarín de la noche.

Las luces se apagaron y todos comenzaron a clamar emocionados. La música dio inicio y, bajo un ritmo sugestivo, las luces azules del escenario revelaron la silueta sensual de un muchacho que ocultaba de manera casual su rostro tras un sombrero. La luz jugó a su alrededor, y reveló el atuendo que vestía: un traje negro, moldeaban su torneado y esbelto cuerpo, que aún permanecía estático, sosteniendo en una de sus manos un bastón que hacía juego con su vestuario, dándole así un toque mucho más sofisticado y deseable.

La introducción de Money can´t buy it finalizó, y la voz de Annie Lennox se dejó escuchar. De inmediato, el joven bailarín comenzó a moverse al compás de la canción. Caminó decidido por la pasarela del escenario y llegó hasta el caño de acero, ejecutando allí sus movimientos más sensuales y eróticos que estimularon sin demora a los presentes. Estos no tardaron en demostrar su desenfrenado interés y entusiasmo, ovacionando al experto stripper.

El alboroto por el show que se presentaba en el escenario llamó la atención de Yuki. Con fastidio, miró por sobre su hombro y sus ojos quedaron fijos y pasmados en el baile del stripper que se desenvolvía tan erótico sobre el escenario. Yuki no quiso perder detalle alguno. Sus ojos estupefactos observaban como el bailarín se deslizaba por el caño, luego de haber hecho movimientos estimulantes con su bastón, el cual le había servido para moverlo entre sus manos con el propósito de provocar al público. Había pasado incluso su lengua por este, para luego lanzarlo hacia un lado y así seguir con su show.

Shuichi, quien era la última estrella de la noche en brillar para los clientes, se deslizaba con agilidad por el tubo de acero. Abría y cerraba sus piernas para el deleite de los presentes, mientras movía sus caderas de manera estimulante y comenzaba a abrir lentamente su chaqueta, iniciando así su tan esperado striptease.

Todos ovacionaron y Shuichi comenzó a abrirse sensualmente el pantalón. No se lo quitaba aún, y sólo procuraba deslizar sus manos por sobre su entrepierna, ejerciendo movimientos estructurados y medidos para llamar la atención y desatar la euforia de los clientes que extendían sus manos rebosantes de dinero, esperando tener siquiera la mínima oportunidad, o la suerte, de tener algún tipo de contacto con él.

Yuki estaba con la mirada fija en el baile de Shuichi, quien aún no mostraba su rostro, pero si dejaba entrever su perfil, apreciándose de todos modos su desbordante belleza.

En medio de la pista, Shuichi se agachó, alzando descaradamente sus caderas para quitarse el pantalón y arrojarlo al otro lado del escenario, logrando con ello que los gritos de los espectadores se acrecentaran.

Tatsuha se aproximó a Yuki y se sentó a su lado. No pudo evitar notar la estupefacción de Yuki ante el baile de Shuichi. Sonrió por ello al ver que había logrado su cometido, y se acercó a su oído para hablarle, debido al bullicio por el baile de Shuichi.

—Se llama Shindou Shuichi, y es la estrella preferida del lugar —dijo—. Todos lo desean al ser un ángel caído del cielo —agregó.

Yuki intentó mostrar desinterés, fingiendo molestia por aquella información.

—No me interesa —masculló, pegándole una calada a su cigarrillo.

En el escenario, Shuichi comenzaba con el erótico trabajo de quitarse la chaqueta al ritmo de la canción. Una vez que se la quitó, la pasó por debajo de sus piernas abiertas, ejecutando así un movimiento con la prenda, para finalmente arrojarla fuera del escenario y seguir con su espectáculo.

Enredó sus piernas en el tubo de acero y se deslizó por él hasta tocar el suelo con sus rodillas. Gateó por el escenario como un gatito. Movía tentadoramente sus caderas y abría sus piernas sugestivamente para los hombres que deseaban tocar aunque sea una parte de su cuerpo. Shuichi se acercaba a ellos; los provocaba con sus movimientos. Se tocaba y se subía a propósito la camisa, dejando entrever su esbelto cuerpo, a la espera que le dejaran dinero en su ropa interior.

Yuki sintió como su entrepierna le traicionaba al descontrolarse por un chiquillo que bailaba — y de esa forma— sobre el escenario. No perdió detalle alguno cuando Shuichi se puso de pie luego de haberse sujetado del caño y dejado caer su cuerpo hacia atrás, mostrando su entrepierna a todos de manera estimulante y erótica. Y, siguiendo con su baile, comenzó a quitarse la corbata con decididos movimientos, pasándola posteriormente entre sus piernas. Con eróticos movimientos se acercó nuevamente a los clientes que gozaban de una ubicación preferencial, y aguardó unos momentos para que dejaran todo el dinero que querían en su ropa interior.

Usó la corbata como látigo para domar y castigar a los hombres que intentaban tocarlo más de la cuenta. Y finalmente, sujetó a uno de ellos por el cuello, premiándolo al acercarlo a su entrepierna, luego de agacharse y abrirse para él, mientras todos gritaban y le dejaban más dinero en su ropa interior.

Aquello despertó en Yuki una sed y un deseo casi insano por Shuichi, que aún no dejaba ver su rostro. Yuki se dio cuenta que necesitaba ver su rostro para saber quién era aquel chico que había despertado en él una pasión y un calor que le quemaba incluso la entrepierna. Y, cuando se puso de pie para observar mejor el baile, Shuichi se quitó el sombrero, dejando ver su rostro y su cabello elegantemente peinado hacia atrás con gel, dándole un brillo especial a éste. Su rostro, en especial sus ojos, proyectaban lujuria y una inocencia que le daba un toque mágico y especial.

El público ovacionaba a Shuichi. Buscaban con desesperación tocarlo. Necesitaban sentir el calor de su cuerpo y la textura de su piel. Con tan sólo mirar no bastaba. Ellos querían más.

Shuichi se agachó, usando el tubo de acero como soporte. Y con el ritmo contagioso y sugestivo de la música, comenzó a tocar su cuerpo. Deslizaba sus manos de manera estimulante. Pandeaba sus caderas, y sus piernas abiertas permitían una visual perfecta de su entrepierna excitada y atendida por su mano, a los hombres que se encontraban frente a él.

Yuki estaba enceguecido por el cuerpo de Shuichi. Dio un paso hacia el escenario en un evidente estado de embriaguez lujuriosa; atraído como un imán por Shuichi. Lo veía moverse y deslizarse por el suelo con un excitante movimiento de caderas que mantenía alzada con sus piernas abiertas.

La música cambió de ritmo, dando así, paso a la parte más importante y esperada del espectáculo. Shuichi se puso de pie y en un movimiento agresivo, abrió su camisa, mostrando su cuerpo. Tan sólo llevaba puesta una diminuta ropa interior de color dorada con brillantes. Su excitación era inevitable, y eso fascinaba a los clientes que no paraban de vitorear y clamar por él.

Con movimientos decididos y casi agresivos, Shuichi se desplazó por el escenario, moviéndose al ritmo de las luces parpadeantes y de la música. Se paró al centro del escenario, y dio la espalda al público, mostrando sus bien formados glúteos para dar el remate del show. Con movimientos perfectamente ensayados, Shuichi sujetó el borde de su ropa interior y comenzó a bajarla lentamente, agachándose conjuntamente con la prenda, dejando así, mostrar ante todos, su cuerpo completamente desnudo.

La euforia por aquel espectáculo fue colectiva. Muy pocas veces los stripper de NG se dejaban ver desnudos por entero. Y Shuichi, sin lugar a dudas, había sido el plato fuerte de la noche.

Shuichi se levantó y miró por sobre su hombro, mientras movía sus caderas. Ejecutó sensuales movimientos con sus manos, recorriendo su cuerpo ante el deleite de los hombres que clamaban por tener su cuerpo.

El show finalizó, pero el alboroto colectivo se masificó al querer más del baile de Shuichi, quien bajó del escenario cubriendo su cuerpo con una bata de ceda blanca, y llegó rápidamente a los vestidores para cambiarse, arreglarse y regresar a casa.

—¡Shu, tú show estuvo fabuloso! —exclamó Ryuichi, aplaudiéndole con efusividad—. ¡Wow! ¡Y recibiste mucho dinero! ¡Que bien! —añadió, al ver un gran fajo de billetes en las manos de Shuichi.

Shuichi sonrió con timidez. A pesar de llevar ya tres años en aquel rubro, la vergüenza seguía siendo parte de su personalidad, aunque demostrase lo contrario sobre el escenario.

—¿Ya te vas? —preguntó uno de los bailarines sentados frente a los tocadores.

—Sí. Tengo que llevar a Riku a casa —respondió Shuichi, mientras se acercaba a Riku, que había caído profundamente dormido luego de jugar con Kumagoro, el peluche rosa que Ryuichi le tenía para casos especiales, como el de hoy. Lo bueno de todo, era que Riku estaba más que acostumbrado al bullicio de NG. Prácticamente se había criado allí desde que Shuichi comenzó a trabajar en el club, por lo que quedarse dormido no le resultaba mayor inconveniente.

Shuichi se cambió de ropa rápidamente, arropó a Riku y se despidió de sus colegas de trabajo para salir rápidamente, antes de que todos los clientes del local comenzaran a retirarse y lo viesen salir, pues lo podían acosar. Y bien lo sabía, porque muchas veces se había envuelto en situaciones incómodas por el asedio de sus admiradores.

—Díganle a K que no se preocupe porque tomaré un taxi —pidió Shuichi con apremio. Acomodó su bolso sobre su hombro, y tomó a Riku, quien ni por enterado del jaleo.

Shuichi Salió por el callejón que daba directo a la avenida principal, mientras Yuki, tras enterarse que Shuichi se había marchado, salió rápidamente del club, con el único propósito de interceptarlo y hablar algo muy importante con él.

Shuichi caminaba con prisa para no exponer a Riku al frío, pero se detuvo al ver a un hombre rubio y apuesto en su camino.

Yuki, de pie ante Shuichi, no dilató más tiempo en el encuentro y fue directo al grano. La mirada de Shuichi le deslumbró, pese a estar escasamente iluminados por las farolas de la calle. Sin embargo, le llamó curiosamente la atención el niño que cargaba en brazos. No obstante, eso no detuvo sus intenciones, y habló sin rodeos.

—¿Cuánto quieres? —soltó.

Shuichi parpadeó confundido y endureció su mirada.

—¿Perdón? —dijo. Parecía que no había captado la pregunta.

—No me hagas perder el tiempo y dime cuánto quieres por tu cuerpo ¿Cuál es tu tarifa? —Yuki se impuso con beligerancia y soberbia. La humildad y la sutileza no existían en su vocabulario.

Shuichi, ante esas palabras, quedó pasmado. Se sintió terriblemente ofendido, y no le preocupó manifestar su enfado y evidente desconcierto.

—¿Qué no piensas decirme? —insistió Yuki. El cigarrillo que pendía de sus labios le daba cierto aire de arrogancia, que sólo terminó por fastidiar a Shuichi.

—¡¿Cómo te atreves?! —gritó ofendido, consiguiendo que Riku se despertara y se largara a llorar.

—¿De qué te ofendes? —preguntó Yuki, blasonando de su bien ponderada arrogancia—. Quiero tener sexo contigo; eso es todo. Así que dime cuánto cobras por unas  horas. No tengo todo el tiempo del mundo para perderlo. Así que habla rápido; pagaré lo que sea.

Para Shuichi, situaciones como esta eran pan de cada día, no obstante, Yuki lo había pillado volando bajo. Y se sentía vulnerable con Riku en brazo.

—¡Eres un infeliz! —gritó— ¡Mejor lárgate y no te me acerques! —exigió, retomando sus pasos para ir por el taxi. Sin embargo, Yuki lo sujetó con rudeza del brazo, haciéndolo casi tropezar—. ¡¡¿Qué te crees?!! ¡¡SUÉLTAME!! —bramó, mientras Riku lloraba con desconsuelo en sus brazos

—No te pases de listo conmigo, mocoso. —Yuki lo desafió. Se acercó a Shuichi con acecho. —Te irá muy mal si te atreves a rehusarte y desafiarme. —Sus peligrosas miradas se confrontaron. Ninguno de los dos pretendía dar su brazo a torcer, pero Shuichi estaba inquieto, y se sentía en desventaja.

—¡¡SUÉLTAME, INFELIZ!! —gritó, y el escándalo en el callejón alertó a los que quedaban en el NG.

K no dudó en salir para defenderlo, imponiendo su autoridad al sacar su Magnum y apuntar sin vacilación a Yuki.

—Pink boy ¿estás bien? —preguntó con seriedad, amenazando a Yuki con la mirada.

—Sí, K. Gracias. —Miró a Yuki con desdén. —Este sujeto ya se iba. —Yuki, al ver que tenía la batalla perdida, dio media vuelta y se marchó.

—Te iré a dejar a casa —dijo K—. Lamento no haberte acompañado. —Se sentía culpable por no haber escoltado a Shuichi, exponiéndolo deliberadamente junto con Riku.

—Descuida K, tomaré un taxi. Si puedes me acompañas hasta la parada.

Todo aquel altercado en el callejón fue visto por Tohma, gracias a la vista privilegiada que tenía en su oficina a todo el entorno de su club.

Shuichi, luego de tomar el taxi, se largó a llorar en silencio. Estaba cansado de situaciones como las que había vivido instantes atrás en el callejón, pero sabía que no sería la última vez, porque su empleo se prestaba para tratos como aquel. No tenía salida; NG era su mundo. No sabía otra cosa más que bailar y atender mesas en la cafetería de la mañana, por lo que no podía abandonar ninguno de los dos empleos, porque eran las únicas fuentes de ingreso que le permitían darle una mejor calidad de vida a Riku, quien se había vuelto a dormir en sus brazos.

 

 

Yuki llegó a su departamento luego de aquel desagradable momento en el callejón y se dio una ducha. Intentaba entender el por qué de la reacción tan a la defensiva de Shuichi. Se suponía que muchachitos como él se vendían por dinero. Pero Shuichi no había aceptado, ni siquiera por una alta suma de dinero. Yuki se sintió ofendido por ello y comenzó a cuestionarse el por qué Shuichi lo había rechazado, porque estaba claro que cualquiera en su posición habría aceptado sin vacilación tener sexo a cambio de dinero.

Shuichi ingresó a su departamento pasado las cuatro de la mañana, dejó a Riku en su habitación y lo arropó bien para que no cogiera un resfrío.

Se sentía cansado; el día le había resultado bastante pesado, pero ya estaba acostumbrado. Se metió a la cama, esperando dormir las dos horas que le restaban, antes de levantarse para ir a su trabajo de la cafetería, porque le tocaba, como caso especial, el turno de las siete treinta de la mañana.

Y cuando el reloj dio las siete con quince, Shuichi ya se encontraba trabajando su turno hasta las tres de la tarde. De ahí, partiría a casa para cocinar, lavar y prepararse para su turno de la noche en NG. Era algo esclavizarte y agotador, pero Shuichi no podía quejarse; esa era la vida que había escogido, sin mayor opción, para él y para Riku.

Cerca de las nueve de la mañana, la campanilla de la puerta de la cafetería alertó al dueño del local: un nuevo cliente había llegado. Y Shuichi, a cargo de atender las mesas, se aproximó a la mesa en donde el nuevo cliente aguardaba, mientras leía el menú que ofrecía el pomposo local.

Shuichi se dio cuenta que el nuevo cliente estaba fumando con descargo, por lo que se le aproximó con respeto y habló.

—Disculpe, señor. En este local no se permite fumar. —Ante esas palabras, el cliente alzó la vista y vio, a través de sus gafas de sol, la disposición de Shuichi para tomar su orden.

El cliente se quitó las gafas y volteó de frente hacia Shuichi, quien al reconocerlo, dejó caer la libreta al suelo con asombro.

—¡Tú! —exclamó, al darse cuenta que el sujeto era el mismo que le había ofrecido dinero a cambio de sexo.

Yuki, igualmente sorprendido por los caprichos del destino, permaneció en silencio, observando los salvajes y fulgurosos ojos del chiquillo que había visto bailar anoche, y que ahora, tenía en frente, como un simple mesero de medio tiempo.

 

...Continuará...

 

Notas finales:

Ah... ya sé lo que están pensando o lo que pensaron mientras leían: ¿Y para esta mugre quitó la historia con la excusa de retocarla? ¡Pamplinas!

Hice lo que pude ¿ya? Como les dije al principio, retocar no es tan fácil como parece. No quise tocar demasiado la esencia del fanfic. Sólo procuré arreglar la narración. Además... bueno... no quiero dar la lata con lo de siempre, pero espero tengan en cuenta también que mis ojos no son de los mejores, por lo que el trabajo se me torna bastante difícil. (Por ahí algunas personas bien saben el infierno que paso).

Iré subiendo poco a poco la historia, al igual que las otras y las que estoy actualmente publicando. ¡Paciencia por favor!

Gracias por leer.


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