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Te odio...amor por Rukkiaa

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Notas del fanfic:

Muy Buenas jejeje vuelvo XD pero esta vez con un fic Drarry . Bueno mejor dicho Harry x Draco (Harry seme & Draco uke) poco original ya lo se pero me puede Drakin de uke... La verdad es que decidí embarcarme a escribir el Drarry, pero no quiero meter la pata ni basarme en las películas solamente (que dicho sea de paso dejan fuera muchos momentos entre el leoncito y la serpiente) así que por navidad pedí los libros jajaja y por eso me tiré de cabeza.

Aunque el Harry x Draco será la principal de la trama, también mantendré el Ron x Hermione y algo de Sirius x Remus, porque me encanta esa parejita.

Siendo sincera me mata que Harry se quede con Ginny (imagino que como a tod@s los Drarristas) así que me plantee escribir esta historia de tal modo que haré muuucha referencia a los libros y los momentos que pasan entre Harry y Draco en estos, ya sean buenos o malos (bueno la mayoría son malos pero los modificaré según me convenga) para entendernos, haré los libros, pero a mi modo (lo que según yo debería haber sido ¿por qué así?para mantener la base de su historia, del odio al amor solo hay un paso...) hasta llegar al final de la saga y escribir mi propia trama a partir de ahí jijiji a ver como sale esto.

Advertencias: Probablemente sea OoC, es inevitable en mi me sale solo y me pongo demasiado cursi a veces...., morirá más de un personaje siendo fiel a la historia. Quizás cuando crea haber terminado...lo haga mpreg jajaja, pero aún queda mucho para eso y no afectaría a la historia principal y en el caso de llegar, avisaré con antelación para l@s que no les guste. Romance y Drama por doquier. Espero que algo de humor...no soy demasiado buena en eso XD. Lemon evidentemente. Iré algo lento, sin prisa, pero sin pausa, me refiero en el tema de la relación, espero que no en las actualizaciones.

Harry Potter desgraciadamente no me pertenece, sino a su autora J.K. Rowling, y obviamente lo hago sin animo de lucro, solo para saciar mi retorcida mente yaoista ^_^.

Pues después de marearos con todo esto, os dejo leyendo a ver que os parece.

El callejón Diagon

Aún seguía sin creer lo que le había ocurrido en las ultimas horas, hecho que provocaba, que los últimos once años de su vida se le antojaran difusos y como si hubiera sido una mala película que había visto en la televisión de la casa de los Dursley.

Sin duda, rememorar su antigua existencia le daban ganas de romper ese aparatejo, tal y como lo había hecho su primo Dudley con su primera caja tonta, dándole una patada cuando habían quitado su programa de televisión favorito de antena. Sonrió de medio lado al recordar a su mimado pariente, puesto que ahora, ya no se sentía tan inútil como le habían hecho creer siempre sus tíos, inferior...no, el no era nada de eso, algo inútil si se sentía, puesto que desconocía todo lo que ese nuevo mundo le ofrecía, pero inferior, en absoluto, desde que Hagrid le había contado que sus padres habían sido dos magos y de los grandes, una fuerte sensación se había instalado en su pecho, algo que si le hubieran obligado a describir, calificaría como orgullo.

Harry acababa de despertarse, al principio pensaba tristemente que todo había sido un sueño, la aparición cual salvavidas de Hagrid con la tarta medio aplastada, la existencia de Hogwarts, el aluvión de cartas que obligaron a su trastornado tío Vernon a irse a una casucha destartalada en medio del mar...hasta que abrió ligeramente los ojos y vio al gigante del paraguas rosa dormido en un sofá cercano y comprobó que él mismo seguía tapado por el gran abrigo negro de su nuevo amigo.

Parpadeó un par de veces adaptando sus ojos a la luz que se adentraba en la habitación, y la alegría le invadió, nada había sido un sueño como temió en un primer momento, todo había pasado tal y como lo recordaba. La cabaña olía a salchichas, las mismas que la noche anterior el propio Hagrid había asado frente a sus tíos y el avaricioso de su primo. Era su primer día oficial con once años, y no podía haber deseado un regalo mejor. Sacó la preciada carta de su bolsillo y releyó aquellas palabras Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el colegio Hogwarts de magia..., pero dejó la lectura en cuanto escuchó un golpeteo en la ventana, obligándole a levantarse y a abrirla para dejar entrar a una lechuza que traía un periódico en el pico.

Tras despertar al gigante y pagar a la lechuza con cinco knuts, marcharon hacia lo que Hagrid llamó  Gringotts, de donde el propio Harry podría sacar su dinero y comprar lo que necesitaría para el curso en la escuela de magia. Antes de salir por la puerta de la desvencijada casa, sus verdes orbes echaron un último vistazo al suelo donde había intentado dormir esa noche y donde se veían los restos polvorientos del pastel de cumpleaños que él había dibujado con sus dedos.

Cuando Rubeus Hagrid golpeó los ladrillos de la pared que había en el patio tras el Caldero Chorreante con su paraguas y se adentraron en el callejón Diagon, Harry se olvidó por completo de todos aquellos desconocidos, sumados al extraño profesor Quirrell, que le habían estrechado las manos entusiasmados dentro del bar. Todo lo que veía era nuevo y emocionante para él. Sacó como pudo la carta de la escuela y echó un rápido vistazo a las cosas que tendría que comprar, túnicas, varita, libros....

Salieron del blanco edificio que conformaba el famoso banco administrado por duendes y se embarcaron entre el gentío. Hagrid le mandó a comprarse el uniforme y entró solo en un local llamado Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones. Estaba tan nervioso que no se dio cuenta de que una bruja regordeta vestida de malva le sonreía y se dirigía hacia él.

Por fortuna, la bruja, que resultó ser la propia Madame Malkin, no era la primera vez que se topaba con jovencitos cuyas caras reflejaban auténtico pavor por no saber ni por donde empezar, así que amablemente le llevó a un taburete junto a otro muchacho que en ese momento se estaba probando una túnica mientras otra bruja le ponía alfileres hasta dejarla a su medida.

Harry estaba tan exaltado que seguía a pies juntillas lo que la bruja le decía, y en un abrir y cerrar de ojos ya tenía puesta una larga túnica negra y la señora Malkin le marcaba el largo apropiado.

-Hola-Harry dio un leve respingo, no se esperaba oír esa voz y recordó al chico rubio que se encontraba a su lado en una situación similar a la suya-¿también Hogwarts?-continuó el desconocido mientras esperaba que el otro respondiera, aunque fuese al saludo.

-Si-respondió Harry, que después de reponerse del desconcierto inicial, decidió mirarle. El muchacho era de su misma altura aproximadamente, su cabello era rubio, casi blanco, perfectamente peinado hacia detrás, cosa que avergonzó a Harry por su rebelde cabellera negra; su piel era muy pálida dando la sensación de ser de porcelana y sus ojos eran de color gris, como si fueran de plata pura. Cuando su mirada se cruzó con la del chico se ruborizó inevitablemente y tuvo que apartar la vista sin conocer el motivo, afortunadamente, el otro no se percató, ya que desvió su atención  hacía la bruja que en ese momento se centraba en una de sus mangas.

El corazón de Harry comenzó a palpitar con fuerza, sin saber por qué, pero él lo achacó a que estaba nervioso por estar lejos de Hagrid, con gente desconocida para él.

El joven rubio lo sacó de sus cavilaciones -mi padre está en la tienda de al lado, comprando mis libros, y mi madre ha ido calle arriba para mirar las varitas, luego voy a arrastrarlos a mirar escobas de carreras, no sé por qué los de primer año no pueden tener una propia, creo que voy a fastidiar a mi padre hasta que me compre una y la meteré de contrabando de alguna manera...¿tú tienes escoba propia?-el chico subió el tono denotando la curiosidad que sentía.

-No-dijo Harry, bueno al menos no una de carreras, solo la que tenía su tía Petunia en casa y con la que había tenido que limpiar en más de una ocasión, claro que con esa, no se veía echando ningún tipo de carrera y tampoco la podía llamar suya.

-¿Juegas al menos al quidditch?-continuó el otro a la expectativa.

-No-dijo de nuevo Harry, preguntándose que diablos sería el quidditch, pero sintiéndose demasiado estúpido como para preguntarlo en voz alta.

-Yo si, papá dice que sería un crimen que no me eligieran para jugar por mi casa, y la verdad es que estoy de acuerdo ¿ya sabes en qué casa vas a estar?

-No-dijo Harry sintiéndose cada vez más tonto.

-Bueno, nadie lo sabrá realmente hasta que lleguemos allí, pero yo sé que seré de Slytherin, porque toda mi familia fue de allí ¿te imaginas estar en Hufflepuff? yo creo que me iría, ¿no te parece?

-Mmm- contestó Harry sin saber que decir, no quería demostrar que no entendía lo que el otro le estaba diciendo, si hablaba más de la cuenta el rubio se percataría de que no sabía nada y por alguna razón no quería que ese niño pensara de él que era un completo idiota.

-¡Oye, mira a ese hombre!-dijo súbitamente el chico sacando a Harry de sus pensamientos. A través de la ventana podían ver a Hagrid que tenía dos grandes helados en la mano y los señalaba feliz.

-Ese es Hagrid- dijo Harry, contento de saber algo que el otro no sabía-trabaja en Hogwarts.

-Oh...he oído hablar de él, es una especie de sirviente ¿no?

Eso molestó a Harry que se apresuró a contestarle-es el guardabosques.

-Sí, claro, he oído decir que es una especie de salvaje, que vive en una cabaña en los terrenos del colegio y que de vez en cuando se emborracha, trata de hacer magia y termina prendiendo fuego a su cama.

-Yo creo que es estupendo -Harry se estaba enfadando con aquel chico de ojos grises y le respondió fríamente.

-¿Eso crees?-preguntó el rubio en tono burlón-¿por qué está aquí contigo?¿dónde están tus padres?

-Están muertos-respondió en pocas palabras, no tenía ganas de hablar de ese tema con el otro, ya que no le estaba cayendo demasiado bien.

-Oh, lo siento...-dijo el rubio-pero eran de nuestra clase ¿no?

-Eran un mago y una bruja, si es a eso a lo que te refieres.

-Realmente creo que no deberían dejar entrar a los otros, ¿no te parece? no son como nosotros, no los educaron para conocer nuestras costumbres, algunos nunca habían oído hablar de Hogwarts hasta que recibieron la carta, ya te imaginarás, yo creo que debería quedar todo en las familias de antiguos magos, y a propósito, ¿cuál es tu apellido?

Pero antes de que Harry pudiera contestar, Madame Malkin le avisó de que ya todo estaba listo y el  ojiverde se bajó del taburete.

-Bien, te veré en Hogwarts, supongo-dijo el muchacho, a lo que Harry solo asintió y tras pagar en el mostrador fue a reunirse con el gigante.

Compraron los libros en Flourish y Blotts, el caldero de peltre medida 2, una bonita balanza y un telescopio plegable de cobre. Hagrid amigablemente le había comprado una hermosa lechuza blanca en el Emporio de la lechuza de Eeylops, como regalo de cumpleaños, y se apresuraron a lo último que les faltaba y además lo que más ilusión le hacía a Harry, la varita.

Llegaron a la entrada de una estrecha y no muy agradable tienda, y sobre la puerta se podía leer en doradas letras Ollivander:fabricante de excelentes varitas desde el 382 a.C. El pulso de Harry volvió a acelerarse, todo lo que descubría le excitaba sobremanera. Entraron. El lugar era pequeño y con muchísimas y estrechas cajas amontonadas hasta el techo por todas partes.

Un anciano apareció ante ellos y se dirigió a Harry, al que reconoció de inmediato, se trataba del propio Ollivander que parecía tener una incontinencia verbal que le obligaba a hablar de las varitas que había vendido a lo largo de su vida-tienes los ojos de tu madre-dijo en tono melancólico-parece que fue ayer cuando le vendí su varita, veintiséis centímetros , elástica, de sauce...una preciosa varita para encantamientos-esto hizo sonreír de medio lado a Harry, pues parecía que la gente recordaba con mucho cariño a sus padres y la sensación de orgullo en su pecho se hizo mayor, pero el anciano continuó-la de tu padre en cambio, era de caoba, veintiocho centímetros y medio, flexible, un poco más poderosa y excelente para transformaciones.

Por la mente del moreno entonces pasó un rápido pensamiento al que no le encontró sentido alguno, se acordó de pronto del chico rubio de la tienda de túnicas y le asaltó la duda de como sería su varita...¿acaso eso tenía lógica? ¿a qué venía pensar ahora en aquel niño,que dicho sea de paso le había parecido muy desagradable?

Despejó esas cavilaciones apresuradamente y se centró en la tarea que ahora le ocupaba, su propia varita, la que, tras muchos intentos e innumerables de ellas amontonadas en una silla desechadas, encontró.

Veintiocho centímetros, acebo y pluma de fénix, bonita y flexible.

Un mes después Harry Potter se hallaba con su nuevo amigo Ron Weasley, en el tren con destino a Hogwarts, listo para empezar su primer curso más ilusionado que en toda su vida. Durante el trayecto, habían venido un par de personas a interrumpirlos buscando un sapo, un chico de cara redonda llamado Neville, dueño del mencionado anfibio y una chica de abundante pelo castaño llamada Hermione que le ayudaba a localizarlo, sin mucho éxito aparentemente.

Cuando el chico pelirrojo y Harry ya habían olvidado las interrupciones y estaban hablando entretenidos del quidditch, del que se veía a kilómetros que Ron era fanático, nuevamente se abrió la puerta del compartimento, esperaban volver a ver a Longbottom lloriqueando por Trevor o a la sabelotodo de Granger, pero no, el corazón de Harry dio un vuelco cuando vio aparecer al chico rubio de la tienda de túnicas, seguido por otros dos más corpulentos a los que no les prestó demasiada atención.

El de ojos plateados miraba a Harry con mucho más interés que el que había demostrado en el callejón Diagon y eso alteró más al de ojos verdes, que seguía sin comprender porqué se ponía de ese modo al ver a ese muchacho, al que se repetía una y otra vez, no soportaba.

-¿Es verdad?-preguntó el rubio-por todo el tren están diciendo que Harry Potter está en este compartimento, así que eres tú ¿no?

-Si-respondió Harry aún más nervioso, ese chico lo sacaba de quicio y ese aire de superioridad que se traía era inaguantable, aunque estaba claro que le iba al pelo.

-Estos son Crabbe y Goyle, yo soy Malfoy, Draco Malfoy- dijo con un deje de chulería.

Ron no pudo evitar una leve risita, que provocó que el rubio le mirase con desprecio.

-Te parece que mi nombre es divertido ¿no? no necesito preguntarte quién eres, mi padre me dijo que todos los Weasley son pelirrojos, con pecas y tienen más hijos que los que pueden mantener-dirigió su mirada a Harry, que sintió que le invadía la ira, Ron era su amigo, no tenía derecho tratarlo de esa manera, ni él, ni nadie-muy pronto descubrirás que algunas familias de magos son mucho mejores que otras, Potter, no querrás hacerte amigo de los de la clase indebida, yo puedo ayudarte en eso- Draco extendió su mano para estrechar la de Harry, pero éste no la aceptó.

-Creo que puedo darme cuenta solo de cuáles son los indebidos, gracias-dijo Harry fríamente. Notaba la mirada atónita de Ron sobre él, éste había pensado que era muy poco para un Potter y quizás Harry preferiría relacionarse con otra gente, pero no fue así, afortunadamente.

Draco Malfoy se ruborizó y un tono rosado apareció en sus mejillas-yo tendría cuidado si fuera tú, Potter- dijo antes de salir de allí seguido de sus guardaespaldas y su túnica ondeando tras el.

Harry notaba los latidos de su corazón golpearle en el pecho fuertemente, no le había gustado tener que rechazar a ese chico, pero las cosas que decía...cerró los ojos para calmarse. Ron le habló.

-¿Conocías ya a Malfoy?-Harry le explicó su encuentro con él en la tienda del callejón Diagon- oí hablar sobre su familia-continuó el pelirrojo-son algunos de los primeros que volvieron a nuestro lado después de que Quien-tú-sabes desapareció,dijeron que los habían hechizado, pero mi padre no se lo cree, dice que el padre de Malfoy no necesita una excusa para pasarse al Lado Oscuro.

Continuará...

Notas finales:

Bueno...en principio me gustaría saber la opinón, más que nada para saber si continúo...o cierro el chiringuito XD. Saludos y gracias por leer.


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