Roderich Edelstein, es un joven prodigio de la música clásica, el piano y el violín son su especialidad, descendiente de una de las familias más influyentes de Austria.
De estatura media, tez clara, cabello castaño y unos expresivos ojos violeta, sin olvidar su singular lunar en la parte inferior izquierda de sus labios. Es un hombre muy bello con un porte muy fino y elegante, inteligente, educado, en fin todo un sin número de cualidades, uno de sus pocos defectos que tiene es su carácter algo especial y poco paciente.
Pero ninguna de ellas, es la paciencia, la cual se le estaba agotando con su prometido Gilbert Beilschmidt, un joven prusiano de buena familia, el cual había sido escogido como su futuro esposo.
Gilbert es un hombre ruidoso, peleonero, fiestero, ególatra y demás cualidades, no muy preciadas. Pero es un sujeto bastante atractivo, cabello blanco, ojos rojos; los cuales no son muy comunes, alto, de buen cuerpo.
Cuando se anuncio el compromiso de Roderich con Gilbert, el primero se sorprendió por la noticia, no lo tomo de la mejor manera, debido a una singular situación.
En cuanto a Gilbert, quedo satisfecho, pues su nuevo prometido, era guapo, elegante, de buena familia, tal vez de un carácter algo complicado, un detalle que con la convivencia podrían arreglar, en resumen es un buen partido y seguramente no interferiría con su estilo de vida, o sea ir a muchas fiestas.
Roderich estaba muy molesto debido a su compromiso, pues tenía que renunciar a la relación que sostenía con un violinista callejero de origen ruso llamado: Iván Branginki, con quien compartía su pasión por la música y la cultura, a pesar de no haber nacido en una cuna de oro.
Ivan y Roderich se conocieron un día de invierno para ser precisos, un 26 de diciembre, el austriaco había salido a buscar unas partituras nuevas, cuando iba saliendo de la tienda escucho un sonido que lo hizo detenerse, eran las notas del Concierto para violín en re mayor, Op. 35 de Tchaikovski, una pieza llena de romanticismo y pasión, que lo hizo dirigirse hacia el genio musical que lo interpretaba.
Y ahí fue cuando vio a un joven de cabello grisáceo, de gran estatura, piel blanca, tocando son gran concentración un violín, mientras a sus pies se encontraba el estuche de su instrumento, el cual contenía algunas monedas, Roderich supo de inmediato que no era un músico callejero cualquiera, había algo especial en el, por lo que decidió acercarse más al violinista.
El austriaco decidió dejarle unos billetes para que el músico comiera algo, además había logrado impresionarlo musicalmente, algo muy difícil de lograr, esa pieza de violín es sumamente complicada, muy pocos podían tocarla sin equivocarse, a él le costó mucho trabajo tocar la pieza de manera correcta.
Al momento de dejar el dinero en el estuche del violín, sus miradas se cruzaron, ahí Iván y Roderich notaron que poseían el mismo color de ojos, además de que ese encuentro era el inicio de algo muy bello y maravilloso, pero incompresible para varios, incluso para ellos mismos.