Prólogo
Quince latas de cerveza yacían desparramadas en el suelo y, descansando contra la base del refrigerador, se encontraba un azabache que había sucumbido y entregado dócilmente a los brazos de Morfeo. Quien viese aquello dudaría que aquel hombre fuese capaz de levantarse y bien pudiese confundirlo con una fina muñeca de porcelana; tan bella y frágil, sin embargo quién pudiese insinuarlo siquiera sin llevarse una buena tunda o por lo menos salir con unos cuantos dientes rotos. Sin duda Bryan Minelli era una belleza, una belleza rota que como un diamante necesitaba quien le diese valor genuino.
Bryan había sido profesor en una preparatoria de Palm Beach, Miami pero, renunció a su trabajo recientemente por motivos personales. Había sido criado desde pequeño en la región de Kantou, en Japón y nacido en Kansas. Junto a su madre, una nipona que tuvo la desventura de ilusionarse con un hombre extranjero que no valía la pena, fue abandonado mucho antes de nacer. Su padre, un italiano de quien no conocía más que su nacionalidad, solo le había heredado aquella vieja casa donde había nacido, la misma que terminó siendo propiedad de su madre, puesto que él aún para ese tiempo no quería salir de Japón ni quería nada que proviniese de ese hombre. Al cumplir la mayoría de edad y, persiguiendo un amor imposible, regresó a la tierra de los yanquis donde conoció a una linda rubia con quien poco después contrajo matrimonio. Margaret Santino era veneciana y estaba de paso en un viaje turístico nada más pero, decidió quedarse en Miami, donde conoció a Bryan y ambos formaron un hogar. Ella fue su ave exótica del paraíso, con su bello canto y belleza inigualable, decían que ambos hacían una pareja perfecta y siempre procuraban mantener su relación sin que nada empañase su felicidad; haciendo oídos sordos a palabras de terceros. Sin embargo cuando ingieres muchos dulces te empalagas y, así fue como el idílico romance terminó. Dos años más tarde y, al cumplir los veinte y cuatro años, volvió a contraer matrimonio, esta vez con una chica neoyorquina llamada Jacqueline Camilo con quien engendró un hijo pero, para su fatídica suerte ella murió en un accidente de tránsito cuando se dirigía a su trabajo. Bryan se sumió en la depresión y pasó largas semanas sin salir de casa, renunció a su trabajo y al final terminó hospedándose con su madre, a quien visitaba muy poco por no querer pisar aquella casa, mas no tenía de otra; su madre era la única que podía ayudarle y enseñarle a cuidar al pequeño Ryan, que para ese entonces contaba con escasos dos meses de edad. Fue la búsqueda de un mejor futuro para el cachorro lo que le impulsó a volver a Japón y allí estaba, ahogando sus penas en alcohol pero, como bien dicen por ahí “las penas saben nadar”. Había decidido que esa sería la última vez que tomaría, que nunca volvería a confiar en alguien rubio y que jamás entregaría su corazón, sin embargo nadie puede decir “de esta agua no beberé”.
*M&B*M&B*M&B*M&B*To be continue*M&B*M&B*M&B*M&B*