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How I met Your... Your... por Timothy W

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Notas del fanfic:

¿comentarios? :)

Notas del capitulo:

Espero que os guste!

El mundo mágico nunca había brillado por su libertad de expresión. Desde luego, en opinión de todo mago nacido de muggles, las mujeres recibían un mejor trato en el mundo mágico. Incluso los negros, los chinos, los árabes y el resto de personas pertenecientes a una etnia diferente a la británica. Pero la homosexualidad era otra historia.

Era uno de los temas favoritos de Hermione. Desde el final de la guerra, hacia ya dos años, Hermione se había dedicado a luchar por los derechos de los homosexuales en el mundo mágico.

-Y no he conseguido nada, ¡nada! –gritaba, histérica, dando vueltas por el comedor-. Ni siquiera he logrado encontrar a más de cinco magos gays, o de brujas, que estén dispuestos a dar la cara por lo que son, ¿os lo podéis creer? Es la cosa más triste que…

Ron y Harry la miraban en silencio, sentados en el sofá.

-Todos se limitan a decirme –seguía-, “lo siento Granger, pero yo no soy un maricón de esos, no tengo por qué ayudarte”, o “suficientes pocos magos somos ya en Londres como para que encima esos se den por culo, en lugar de tener hijos, que es lo normal”. Y yo me pregunto ¿quién diablos dictamina lo que es lo normal?

Hermione se sentó, al lado de Ron, su reciente marido.

Tenían ya veinte años, y Harry todavía se sorprendía de la pasión con la que vivía Hermione las cosas. Ron solía decir que era a raíz de los insultos que recibió ella en Hogwarts, por boca de gentuza como Malfoy y demás.

-Si tan sólo hubiese uno… Uno que estuviese dispuesto a luchar… -murmuró Hermione.

Aquella era una lucha que afectaba a Harry de forma concreta. No es que él fuese homosexual, o como mínimo nunca se había sentido atraído por ningún hombre hasta la fecha, pero le parecía una represión especialmente absurda. John Corner, un joven mago Ravenclaw, había sido asesinado semanas antes por una banda extremista, tras intentar publicar su estudio sobre la represión social en el mundo mágico hacia pequeños grupos como los homosexuales, o los partidarios de romper la cláusula de secretismo del Ministerio de Magia.

Acabaron de cenar sin que volviese a salir el tema.

-Y bueno Harry, ¿cómo es eso de ser, por fin, un auror profesional?

Harry miró a Ron, y se echó a reír.

-No lo sé, dímelo tú –ambos rieron.

Hermione rodó los ojos.

-Nunca vais a parar con eso, ¿verdad? Los dos habéis aprobado, ya está. Nadie esperaba menos.

-Tú también has aprobado para inefable, y he oído por ahí que con una de las mejores notas que—

-Ya vale Ron –le cortó-. Tampoco nadie esperaba menos de mí.

Los tres rieron esta vez.

Cuando acabaron de cenar, se despidieron, y Harry y Ron se fueron. Hacía dos meses que Ron y Hermione se habían ido a vivir juntos en un pequeño piso en el centro de Hogsmeade, pero las noches que Hermione trabajaba, o estudiaba, hasta muy tarde, Ron solía irse a dormir a casa de Harry, para ver películas, o simplemente charlar. Además, Hermione lo prefería así; le era difícil concentrarse en su trabajo con Ron viendo el televisor en el salón.

El piso de Harry, en Londres muggle, era a horas luz un piso de un joven soltero. Apenas había muebles (a Ginny le gustaba llamarlo “un piso con una decoración minimalista”), y todo estaba desordenado: la ropa encima de las sillas, los armarios vacíos y llenos de zapatos apestosos, una pila de platos sucios en la encimera, la nevera vacía, y el portátil lleno de porno. Así que cuando Ron le pidió, muy educadamente, que le dejase dormir, Harry le preparó el sofá-cama y se encerró en su cuarto, con el ordenador.

Se puso el pijama, se cepilló los dientes y se tumbó en la cama. Encendió el portátil y se puso a ver una de sus películas porno favoritas. No sabía por qué, pero últimamente tenía las hormonas alborotadas. Por lo poco que les había comentado a sus amigos (que más que poco, era casi nada), Hermione teorizó que tal vez fuese porque ahora, tras la tensión de la guerra y de los exámenes de la academia de aurores, por fin podía llevar una vida normal, y que si había algo normal en la vida, aquello era, sin duda, tener las hormonas revolucionadas a los veinte años. Harry suponía que Hermione tenía razón, como siempre, y si a eso se le sumaba el tiempo que llevaba sin sexo… Desde Ginny. Y de eso hacía ya más de un año.

Clicó en el play y fue pasando la películas hasta llegar a su escena favorita, donde una chica, de pecho prominente y escandalosamente operado, realizaba una mamada simultánea a tres hombres. Harry estaba completamente duro antes de que el primero de ellos se corriese, pero su polla perdió intensidad cuando se dio cuenta de algo curioso: desde luego esa actriz porno se la ponía muy tiesa, pero había veces, aunque pocas, que su mente se desviaba de ella hacia los hombres, hacia esas pollas tan grandes y duras, húmedas de semen y saliva; hacía esos cuerpos sustancialmente más peludos y fuertes que el de una mujer; hacía esas mandíbulas barbudas y de rasgos duros y cuadrados.

Cerró el ordenador sin masturbarse; se le habían quitado las ganas. Hacía tiempo que no le sucedía eso, pero no podía negar que más de una vez había fantaseado con hombres, sin siquiera darse cuenta. Le salía de forma inconsciente. Suponía que volver a vivir aquello era, en gran parte, por culpa de Hermione y su estúpida lucha por los derechos de los homosexuales.

Tal vez su afinidad con la causa estaba yendo demasiado lejos.

 

Te veo en diez minutos en el bar de delante del Ministerio.

Harrry cerró el mensaje que Ron le acababa de mandar y le llamó.

-¿Qué sucede?

-Joder, ¿por qué me llamas? Acabo de mandarte un mensaje.

-Ya lo sé Ron, por eso te llamo. ¿Qué sucede?

Ron bufó, queriendo dejar claro que aquella llamada era innecesaria.

-Vale, no te lo vas a creer, tío. Cuando he llegado esta mañana a casa, me meto en la ducha, salgo, me visto, desayuno, que Hermione me había dejado hechos unos---

-Al grano, Ron.

-Vale, vale. Joder, como eres. Pues eso, estoy desayunando y veo en la mesa de la cocina una carta. ¡Era de Malfoy! ¡De Draco Malfoy!

-¿Qué? Eso es imposible.

-Que no, tío, que no. Que el imbécil ese se ve con mi mujer. Joder, con mi mujer. Han quedado en media hora en el bar de delante del Ministerio. Tenemos que ir, Harry. Tengo que ir y partirle la cara. Joder, como la toque… Te juro que como la toque, me lo cargo.

-Cálmate. Te veo ahora en el bar este y me lo cuentas todo mejor, porque no entiendo nada.

Harry colgó el teléfono y suspiró. ¿Draco Malfoy? Estaba seguro de que aquello no tenía nada que ver con ningún romance que incluyera a Hermione, pero no dejaba de ser extraño.

Hacía años que no pensaba en Malfoy, desde que él entró en la academia de aurores. Tras la guerra, y contra todo pronóstico, Malfoy logró ganarse un buen nombre dentro de la sociedad mágica británica. Vivó algunos meses en Sudamérica, y al volver, y ya habiendo heredado todos los negocios de su padre, construyó orfanatos para los niños huérfanos de la guerra; hospitales públicos; lugares comunitarios, como parques, plazas y demás. Los magos, aunque rencorosos al principio, habían acabado por aceptarlo e, incluso, aclamarlo. Sea como fuese, nadie dudaba ya de que Draco Malfoy había cambiado, y desde luego, sus meses en Sudamérica le habían hecho madurar.

No obstante, Harry estaba seguro de que Malfoy seguía siendo el mismo capullo arrogante que siempre.

Las pocas veces que se habían cruzado en las fiestas dadas por el Ministerio, o demás hechos sociales, se habían limitado a saludarse con un asentimiento de cabeza. Y si bien debía reconocer que Malfoy no había vuelto a insultarle ni meterse con él (de hecho, no había vuelto a hablarle), también era verdad que seguía rodeándose de la misma gente: Zabini, Parkinson, Nott, Greengrass, y Corner. Harry nunca había caído en eso, pero John Corner, el Ravenclaw recientemente asesinado, había sido amigo de Malfoy. O, como mínimo, se habían dejado ver juntos más de un par de veces.

Cuando llegó al bar, Ron lo esperaba sentado tras una inmensa jarra de cerveza, histérico. Harry se sentó delante suyo, y leyó la carta que Ron le tendía.

Granger,

Supongo que esta carta será lo más extraño que te ha pasado en mucho tiempo, pero es preciso que la tomes en serio. Propongo vernos mañana al mediodía, en Equus, un bar cerca del Ministerio de Magia. Tengo una propuesta que creo que te va a interesar.

Podemos ayudarnos el uno al otro, Granger. Es hora de dejar viejas enemistades atrás.

Draco Malfoy.

-Joder… -dijo Harry-. Que de verdad han quedado…

-Eh Harry, mira, ¡mira!

Ron señalaba hacia la puerta: Hermione acababa de entrar, buscando a Draco con la mirada, quien, casualmente, entraba detrás de ella. Le tocó el hombro y se saludaron cordialmente, dándose la mano. Hermione parecía muy sorprendida con aquella cita, pero intentaba no mostrarlo. Se sentaron en una mesa cerca de la puerta, y Malfoy, tras esperar que trajeran dos tazas de té, le empezó a hablar a Hermione, quien le miraba entre interesada y sorprendida, sin interrumpirle en ningún momento.

No habían pasado ni diez minutos cuando Malfoy sacó una pequeña libreta de entre los pliegues de su túnica, escribió algo en una hoja, la arrancó y se la entregó a Hermione. Fue entonces cuando Ron bufó, muy molesto, se levantó y, en tres inmensas zancadas, se plató delante de la mesa, con Harry casi corriendo detrás suyo.

-¿Ron?

-Sí Hermione, hola. ¿Sorprendida?

-¿Qué haces aquí? ¿Harry? ¿Pero qué…?

Ron estaba rojo de ira.

-Lo he visto todo, ¡todo! ¡Te ha dado un papel! –volteó hacia Draco y lo señaló con un dedo acusador-. ¡Le has dado un papel, Malfoy! ¿Qué era? ¿Tu dirección? ¿Tu teléfono?

-Yo no tengo teléfono.

El tono de Draco, tan calmado y cordial, y la media sonrisa que no podía borrarse del rostro, descolocaron tanto a Ron que se quedó mirándolo, como un bobo, sin saber qué decir.

-Te comportas como un crío, Ronald Weasley –Hermione le miraba con rabia y con vergüenza, enfadada.

Draco se levantó. Seguía tan calmado como antes, y Harry no pudo evitar pensar que, enfundado en esa túnica negra, y con el pelo rubio, casi blanco, cayéndole libre de gomina sobre su frente, tenía un aire de alguien sabio; como un ser mágico salido de un cuento de hadas para niños pequeños.

-Tenemos veinte años. Somos críos –le dijo a Hermione, luego, con una breve inclinación de cabeza, salió del bar.

 

Vuestro tío Ron sigue diciendo, a día de hoy, que estuvo dos semanas sin sexo a causa de aquella discusión. Y aunque vuestra tía Hermione lo niega… En todo lo que se refiera a sexo y quidditch, fiaros siempre de lo que diga tío Ron.

 

Estaban en el piso de Ron y Hermione. Hemrione, tras la marcha de Malfoy, le pegó cuatro gritos a Ron y también se fue. Había costado toda la tarde poder razonar con ella, y ahora, durante la cena, por fin había accedido a contarles qué quería Malfoy.

-Ha empezado agradeciéndome que fuésemos al funeral de Corner. John Corner, el chico eso al que mataron –Ron y Harry asintieron-. Dice que Parkison y Zabini le dijeron que estábamos allí, que el no pudo ir por un viaje de negocios a Rusia.

-¿A Rusia? Joder, ¿por qué te ha dado tantos detalles de su vida?

-Ronald, por favor, no empecemos otra vez… -Ron se calló, y Hermione continuó hablando-. Dice que está completamente de acuerdo conmigo en mi lucha a favor de los derechos de los homosexuales, y que la muerte de Corner le ha hecho despertar. Dice que… -hizo una pausa-. Bueno, Malfoy es gay.

 

Tía Hermione siempre se ríe al recordar esa conversación, porque dice que la cara que pusimos tío Ron y yo fue genial. Ya podéis imaginaros… Bueno, tal vez no os lo podáis imaginar, porque es difícil entender la opinión que teníamos por aquél entonces de Draco, pero… La verdad es que fue un choc bastante grande.

 

-¿Qué? –la voz de Harry y de Ron sonaron a la vez, ambos con los ojos abiertos, detonando la mayor de las sorpresas.

-Sí –rio Hermione-. Yo también puse esa cara, supongo. Pero es la verdad, Malfoy es gay. Y ahí no acaba todo…

-¿Hay más?

Harry no pudo evitar una risilla al oír la voz de Ron: le había salido extremadamente aguda.

-Sí, hay más. Dice que quiere ayudarme, que va a hablar. Va a ser la voz de todos los magos homosexuales reprimidos. ¿Os lo podéis creer? ¡Es genial!

 

Y no, chicos; no nos lo podíamos creer.

 

-La imagen de Malfoy le sumará fuerza al mensaje. Ya sabéis, un chico malo que al final resultó ser bueno, y al que toda la comunidad mágica le tiene cariño. Además, no es sólo eso; Malfoy es un sangrepura de la más alta estirpe, de la vieja escuela, ya sabéis, y si está dispuesto a hacer eso… Creo que los aristócratas nos apoyarán –bajó la voz, adoptando un tono más confidencial e innecesario, pues estaban solos en el piso-. Y por lo que me ha dicho, creo que ese tal Corner también era gay, por mí que… Que tenían algo, ya sabéis.

 

Ni Ron ni Harry habían vuelto a ver a Malfoy después de aquello, pero por las maravillas que contaba Hermione de él, debía ser un buen chico. Se habían hecho amigos.

-Todavía no me creo que esto sea real…

Hermione estaba eufórica. Malfoy estaría a punto de llegar. Había convocado una rueda de prensa, a toda escala, para declarar públicamente su homosexualidad, y anunciar al mundo mágico su unión a la causa de Hermione.

Cuando Draco llegó, el trio dorado le estaba esperando en la puerta de la Sala de Audiencias del Ministerio.

-Draco, ¿estás seguro de esto? –preguntó Hermione-. Puede afectar… Bueno, puede afectar a tus negocios, no va ser nada fácil.

-Eso ya lo sé.

-Bien, genial. Buena suerte.

Draco se dio un ligero abrazo y entró en la Sala. Los tres le siguieron y tomaron asiento entre los periodistas.

 

Fue la tarde en que me enamoré de Draco. Aunque no lo supe hasta bastante tiempo después.

 

-Señor Malfoy, ¿por qué nos ha convocado hoy aquí? –preguntó una periodista, Anna Kepler.

-Quiero anunciar al mundo mágico mi condición homosexual.

Los murmullos de sorpresa entre los periodistas no se hicieron esperar. De hecho, tres periodistas y un fotógrafo profesaron algunas exclamaciones de desagrado y desaprobación y abandonaron la sala. Draco no se inmutó.

Su cara parecía una máscara de hielo pálido, inmutable. Como si no estuviese allí.

-¿Y esto… por qué lo anuncia?

Draco se aclaró la garganta, y se levantó de la silla.

-Lo anuncio porque me indigna que anunciarlo sea un hecho extraordinario. Lo anuncio porque no entiendo que deba esconderlo. Lo anuncio porque estoy completamente seguro de que hay más magos, y más brujas, como yo ahí fuera. Homosexuales –hizo una pausa-. Lo anuncio porque el mundo mágico ya ha sufrido bastante. Dos guerras contra Voldemort. Y por mucho que hagamos ver, vosotros y yo, que no recordamos mi papel en la última guerra… No creo que vosotros lo hayáis olvidado, como tampoco lo he olvidado yo. Luché en el bando equivocado. Me equivoqué. Y mi error no fue otro que creer en unos principios fundamentados en la discriminación: la discriminación a la sangre, a las clases bajas. A aquellas personas que no eran como yo. Todos me tachasteis de loco, de diablo, de mortífago. Me señalabais por la calle y me girabais la cara, diciéndome que era un monstruo por pensarme mejor que otras personas. Y ahora sois vosotros quienes lo hacen: sois vosotros quienes giran la cara a los homosexuales sólo por ser diferentes. Ahora sois vosotros los mortífagos y los monstruos. Y es a vosotros, no a mí, a quien deberían señalar por la calle a partir de hoy.

Draco volvió a sentarse.

-No deseo añadir nada más –dijo.

 

El resto de la historia mucho me temo que ya os la sabéis. Draco acabó entrando en nuestras vidas, y el mundo mágico, aunque le costó una década, acabó por reaccionar ante las palabras que Draco pronunció aquella mañana.

Con el tiempo nos dimos cuenta de que John Corner no había sido homosexual, y desde luego, nunca había mantenido una relación con Draco. Draco estaba liado con el hermano mayor de Corner, Joseph, y de hecho, como sabéis, todavía duraron un par de años más… Y yo aquí, hablándole a un par de gatos…, pero no puedo contarle esto a nadie más.

Neville debe estar a punto de llegar. Y le quiero, de verdad que le quiero y soy feliz con él, pero cada vez que veo a Draco… Cuando ríe, cuando dice alguna barbaridad, cuando se burla de alguien con ese glamour, con esa pedantería… No puedo evitarlo, por mucho que lo intente. No puedo evitar que el corazón se me pare y el estómago me dé un vuelco.

Supongo que le querré siempre.

Oh, ¿lo oís? Es la puerta. Neville ya está en casa. Me gusta hablar con vosotros porque sé que nunca me traicionaréis.

¡Neville, cariño! ¡Estoy aquí! En el comedor.

Nunca me traicionaréis…

Mirad, aquí está. Hola cielo, ¿qué tal el día?

-Me cago en la… Harry, por Merlín, deja de tratarme como si fuésemos pareja. Y deja ya de mentirles a esos gatos. Los vas a volver locos.

Sí, ya… Bueno, tal vez Neville no sea mi pareja. Pero de todas formas le quiero, y me hace muy feliz. Sobretodo en el ámbito sexual.

-¿Qué? Por Merlín, ¡la madre que te trajo! Compartir piso con vosotros es un auténtico peñazo. Sobretodo contigo, Harry. ¡Y deja de mentirles a los gatos!

Vosotros… Que bien suena. Venga, va, os contaré la verdadera historia de cómo conocí a vuestra madre. Padre, padre. Es un hombre. Padre. Je je… A vosotros no os hace gracia porque no veis la serie, pero tiene su gracia. He sido divertido.

-A mi tampoco me ha hecho gracia, y yo sí que veo la serie…

 

-No me acostumbro Harry. De verdad que no me acostumbro a que Malfoy sea amigo de Hermione. Joder, es la cosa más rara que he visto en mi vida.

-¿Tú crees? –Harry rio-. Porque mira que hemos visto cosas raras…

-Sí, tienes razón, pero… Joder, ¿Malfoy?

Hermione salió entonces de la cocina y se sentó en el sofá con ellos.

-Hace ya más de un año que soy amiga de Draco, Ron. Deberías irte acostumbrado.

-Es difícil, ¿vale? Además, no lo compartes.

Harry estalló en carcajadas.

-¿Qué pasa? Es verdad, no lo comparte. Quedan solos, y nunca nos invita. Deberías ofenderte –se giró hacia Hermione-. Te avergüenzas de nosotros, ¿verdad?

-Sabes que no es eso, Ron. Eres tú el que no quiere venir nunca.

-Nunca me has invitado.

-Sabes que sólo hablamos de la revolución homosexual.

-No me importa. Quiero ir.

 

Oh, mirad que honor. Neville sentándose con nosotros.

-¿Todavía vas por esa parte de la historia?

Y encima poniéndonos prisas. Que agradable compañía.

-Si quieres me voy a mi cuarto.

No, no, quédate. ¿Verdad que queremos que se quede? Me saltaré un trozo de la historia. Unos nueve años. Hasta el día en que se aprobó el decreto de la igualdad de los homosexuales en el mundo mágico.

-¿El día que te emborrachaste con Draco?

Sí, ese día. Bueno, gatitos míos, aquél fue un día bastante raro, ya os lo podéis imaginar…

 

El Ministerio había dado una fiesta por todo lo alto para celebrar la igualdad de los homosexuales. Aunque la fiesta hacía horas que se había dado oficialmente por terminada.

Rondaban las cinco de la madrugada y todo el mundo se había ido a casa, excepto Harry, que dormía la borrachera sentado en una silla de la sala, con la cabeza apoyada en una mesa.

-Potter –Draco lo movió un poco-. Potter… ¡Potter!

-¿Eh?

-Potter, casi ha salido el sol. Ya no queda nadie aquí.

-¿Eh?

-Oh, por Merlín. Venga, levanta, te llevaré a tu casa.

 

Y me llevó a casa. Esa es la historia de mi borrachera con Draco.

-Oh venga Harry, cuéntalo bien.

 

El trayecto había despejado a Harry, y la hora que había dormido en la sala del Ministerio le había ayudado a que se le bajase la cogorza. De todas formas, había llegado hasta su apartamento andando lo mínimo, apoyándose en Draco todo lo que podía.

Subieron en ascensor los cuatro pisos, y Draco entró, por primera vez, en el apartamento de Harry, y lo tumbó en el sofá.

-Bueno Potter, me voy. Espero que puedas llegar hasta tu cama tú solo.

-No me importaría que me llevases tú hasta la cama… -en cuanto lo dijo, Harry se volvió consciente del tonito provocativo con que le acababa de hablar a Malfoy. Oh, Dios mío, pensó.

Draco lo miro, primero sorprendido, y luego se echó a reír.

-Joder, vas más borracho de lo que pensaba, Potter.

-Deja de llamarme Potter. ¿Por qué puñetas me sigues llamando Potter? ¡Hace diez años que nos conocemos!

-De hecho, hace veinte.

-Bueno, que nos conocemos y nos llevamos bien.

Draco se sentó a su lado en el sofá.

-Mira Potter, si no tienes sueño y quieres hablar me parece genial, porque yo tampoco tengo sueño. Pero desengáñate, no hace diez años que nos llevamos bien.

-Ah, ¿no?

-No.

-¿Y por qué no?

-Porque en los diez años que hace queG soy amigo de Hermione apenas he mantenido una conversación contigo.

-Pues será porque tú no has querido.

-No es eso.

-Entonces ¿qué es?

-Está bien –Draco se quitó la chaqueta y se acomodó mejor en el sofá-. ¿Quieres hablar? Pues hablemos.

-Exacto. Quiero hablar.

 

-¿Qué? No, ¡eso no fue lo que le dijiste!

No le hagáis caso, gatitos, Neville nunca ha estado en sus cabales…

-O lo cuentas tú, o lo cuento yo, pero los gatos tienen derecho a saber la verdad.

Está bien, está bien…

 

-Está bien –Draco se quitó la chaqueta y se acomodó mejor en el sofá-. ¿Quieres hablar? Pues hablemos.

-Yo lo que quiero es follar contigo.

Dicho esto, Harry se quitó su americana y se abalanzó sobre Draco, quien le esquivó y evitó besarle como pudo.

-Eh, eh, Potter, joder –lo empujó suavemente hasta sentarlo otra vez al otro lado del sofá-. ¿Qué…?

-Perdón. Es todo a causa del alcohol.

 

-Oh Harry, ¡venga ya!

 

-¿Qué…?

-Oh, joder, lo siento. Es sólo que… Estás ahí sentado: tan limpio, tan guapo, tan… Tan rubio. Que yo…

Draco levantó una ceja, un gesto que había hecho toda la vida y que volvía loco a Harry.

-Que tú, ¿qué, Potter?

-Bueno, no lo sé. No me mires así. Se me ha escapado, ¿vale?

-¿Se te ha escapado? –Draco hizo una pausa-. Oh Harry, eres el amor de mi vida. Siempre he estado locamente enamorado de ti. Soy tu Julieta. He sido tu Penélope, esperándote fielmente durante todos estos años…

 

-Si Draco te oyese contar esta sarta de mentiras…

 

-¿Se te ha escapado? –Draco hizo una pausa-. ¿Me estás vacilando?

Harry se levantó.

-¿Quieres verme desnudo? Dice Ginny que no estoy nada mal –y comenzó a desnudarse.

Draco, en el sofá, lo miraba perplejo. En su cabeza su conciencia le gritaba que obligase a Harry a parar de desnudarse y que lo llevase a la cama, a dormir, pero la sorpresa lo mantenía allí sentado, estático.

Era verdad que durante esos diez años apenas sí habían hablado. De la misma manera que era verdad que Hermione le había mantenido informado de la vida de Harry desde el instante en el que Harry se enrolló con un tal Karl Jonson y salió del armario (lo cual, por cierto, ayudó mucho en su lucha a favor de la homosexualidad). A partir de entonces, Hermione se dio cuenta de cómo miraba Draco a Harry, y le interrogó a fondo sobre la cuestión. Sí, estoy un poco enamorado de él, nada más. Aquellas fueron las palabras textuales que salieron de la boca de Draco tras una dura cena de interrogatorio.

Y allí estaba ahora. Sentado en el sofá de Harry, con éste desnudándose para él, borracho.

-Venga Potter, para ya. No creo que mañana te vaya a gustar acordarte de esto.

Harry se detuvo, aunque ya estaba sin camiseta, despeinado, rojo y sudoroso. Completamente sexy, en opinión de Draco. Y a medio bajarse el pantalón.

-¿Qué pasa? –preguntó-. ¿No te gusto? ¿Soy feo?

-No es eso, es sólo que estás borracho, y mañana…

Harry se bajó los pantalones de golpe, cortándolo.

-Mira. La tengo grande.

 

Es humillante contar esto. Fue una noche…

-Jajajaja, Merlín mío, adoro esta historia. Sobretodo cuando la cuenta Draco, porque Harry, no te ofendas, pero tiene bastante más gracia que tú contando las cosas.

Sí, tiene más gracia que yo en casi todo.

 

Draco hizo un esfuerzo sobrehumano por seguir mirando a Harry a la cara.

-Sí, Potter, ya lo veo. Ahora venga, vístete y métete en la cama.

-Duermo desnudo –y empezó a bajarse los boxers.

Draco se levantó del sofá, histérico, y le agarró de las muñecas para detenerle.

-Está bien. Pues desnúdate en tu cuarto, ¿de acuerdo? Yo ya me voy a mi casa.

-¿Qué? No. Te juro que la tengo grande. Te va a gustar. Jeje.

-No dudo que la tengas… Potter, por Merlín, vete a dormir. Por favor.

-¿Te gustan más pequeñas? –Harry, al ver que Draco lo miraba de arriba a bajo sin contestarle, se empezó a sentir incómodo, y a hacerse consciente de su desnudez frente a las varias capas de ropa que llevaba Draco-. Oye, tú vas vestido. ¿Por qué?

 

-Jajajaja. Me parece increíble que le soltases eso. Así, por las buenas. Joder, menuda taja debías llevar, hijo de puta.

Cállate… Decidle a tío Neville que se calle, gatitos.

 

Draco tardó en contestar. Tenía la mirada fija en la polla grande de Potter. Y la verdad era que no mentía en su tamaño.

-Bueno, qué, yo… -levantó la mirada y la centró en su cara-. Yo voy vestido porque me voy a mi casa, Potter. Por Merlín. Mañana cuando te acuerdes de esto…

-Deja de decir eso. Mañana cuando me acuerde de esto me cagaré en la puta porque me iré a dormir con la polla dura y tú no me la vas a sobar.

 

-Jajajaja, jajajaja, jajajaja, jajajaja, jajajaja, jajajaja, jajajaja, jajajaja… Ay, por favor, jajajaja…

 

-Pero… Pero se puede saber qué cojones te pasa, Potter.

Harry le miró, ofendido y enfadado, y se acabó de desnudar. Dejó los boxers tirados en el suelo y se colocó encima del sofá, de rodillas y de espaldas a Draco, ofreciéndole una confortable vista de su culo.

Draco, de pie, estaba completamente ido. Perplejo.

-Mira, esto podría ser tuyo, ¿ves? –decía Harry, mientras se tocaba una nalga-. Tuyo, tuyo.

Pero Draco seguía quieto, de pie, sin saber qué hacer. De hecho, sin poder hacer nada; ni siquiera pensar.

-Vale, no me creo que no te guste, es imposible –Harry se levantó del sofá y ando hacia Draco-. Ginny dice que no estoy mal, y si Ginny dice eso es que es verdad. Los Gryffindors no mentimos.

Alargó la mano y la posó sobre la polla de Draco, quien se limitó a suspirar.

-¿Ves? Lo sabía. Está dura. Draco. ¿Draco? Draco, tienes la polla dura porque te he enseñado el culo. Deberíamos follar un poquito.

-Yo…

-Sólo la puntita si quieres. Para que no pueda quedarme embarazado.

-Los hombres no se quedan embarazados, Potter.

-Ah, ¿no? Entonces métemela entera.

Draco se notaba la garganta completamente seca. Tener a Harry tan expuesto, tan desnudo, tan con la mano sobre su polla, tan con su propia polla dura, señalándole, pidiendo ser mimada…

Cuando Harry lo soltó y se sentó en el sofá, con expresión triste, Draco salió de sus cavilaciones.

-No entiendo por qué no te gusto, si la tengo grande, y tú la tienes dura.

Draco se sentó a su lado en el sofá, manteniendo una distancia prudencial, e intentando cubrir a Harry con la chaqueta que se había quitado.

-No lo entiendo –seguía-. No entiendo por qué no me quieres.

Fue esa, y sólo esa, la palabra que de verdad hizo reaccionar a Draco.

-¿Qué? ¿Qué no te qué?

-No me quieres.

-¿Debería quererte?

Harry lo miró, al borde del llanto.

-Claro que deberías. ¡La tengo grande y no estoy nada mal! Lo dice Ginny. Parece que no te enteras, no dejo de repetírtelo…

-Potter. ¿Tú me quieres a mí?

-Claro que sí. No voy por ahí enseñándole el culo a todo el mundo.

-Me quieres… Esto debe ser un sueño o algo así. Tal vez también voy borracho.

-Ya… ¿Follamos ahora? ¿O sigues sin quererme?

-Yo… Yo…

 

-Yo también te quiero, Potter.

Oh gatitos, mirad quien ha llegado y se ha quedado sigilosamente en la puerta del comedor para darnos un susto de muerte a todos.

-Draco, tío, jajajajaja, ¿qué tal? Joder, que buena es esta historia, de verdad. “La tengo grande, la tengo grande”. Jajajaja.

-Sí, es buena.

Y mirad como ahora se sienta aquí con nosotros.

-Hola Potter.

Hola Draco. Y bueno gatitos míos, esta es la verdadera historia de como dejé que vuestro padre me follase.

-Te dejas un detalle.

¿Cuál?

-Cuando me la saqué y me dijiste: “oh, por Merlín Draco, tú la tienes mucho más grande que yo”.

-Jajajajajajajaja, jajajajajajajajaja, jajajajajajaja.

Eso no es verdad. Estúpido. Gatitos, eso no es verdad. 

Notas finales:

Os ha gustado? Sí? No? Comentarios?


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