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La sexta casa por Shun4Ever

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Notas del capitulo:

Los personajes le pertenecen enteramente a Kurumada. 

Se despertó de golpe junto a los primeros tintes del amanecer. Desnudo y en una cama recién estrenada. Se levantó con cuidado de no despertar a su acompañante y comenzó a vestirse sin prisa pero sin pausa. Al parecer no fue tan sigiloso como quería, pues la persona con la que había compartido la noche, se removió en la cama y se acomodó en ella, encendiendo la luz de la mesita de noche, a su costado.

- ¿Te vas? – Su voz se notaba apenada

- Sí

Le dio pena ver al muchacho tan triste. Al parecer entre él y su pareja lo habían arrastrado y ahora se sentía culpable por ello. Observó como el chico continuaba poniéndose las ropas y suspiró, antes de continuar hablando.

- Si quieres – Quizá así el caballero podría pensar en la sensación y no le vendría mal alejarse de todos ellos – puedes quedarte en el santuario una temporada. Sé que te hará bien y prometo no te molestaremos.

Shun volteó hacia la cama para enfrentar la mirada de su maestro. ¿En verdad le dejaría estar solo? Eso era justo lo que necesitaba, alejarse de todo para poder pensar con claridad en todo lo sucedido.

Shaka pudo ver la sorpresa en los ojos de Shun y tras eso un leve brillo en los ojos de su aprendiz, como si de verdad fuera eso lo que buscara: desaparecer una temporada. Y no era que fuera adivino, es que él mismo tenía esa necesidad: aclarar su mente antes de actuar.

Suspiró levemente y observó en silencio como su aprendiz se acababa de vestir y salía de la casa con un simple “Nos vemos”. No era que le faltaran ganas de atraparlo y quedarse con él, pues tras lo acontecido ya no le quedaban dudas de sus sentimientos, pero debía dejarlo marchar. Una vez solo, volteó la mirada hacia la ventana y pensó en Ikki sin evitar que una lágrima resbalara por su mejilla. No se podía engañar pues sí lo había llegado a amar, pero a veces, por más que uno se esfuerce, existen personas que no están destinadas a permanecer juntas y esa relación, sin duda, era una de ellas.

Shun salió del apartamento y vagó por aquellas calles sin saber realmente que iba a hacer. No podía negarse a sí mismo, que lo que había ocurrido aquella noche le había gustado en demasía, pero… él seguía pensando en Hyoga de una manera especial. Se sentó en un banco del parque por el que estaba paseando y suspiró pesadamente. El sonido de una muchacha riendo le sacó de sus pensamientos y quedó contemplando a una joven pareja que disfrutaba en esos instantes, de un improvisado picnic cerca de aquel lago. Sonrió sin poder evitarlo, pensando en las veces que Hyoga le había hecho sentir así y se maldijo por como habían resultado las cosas. No había vuelta atrás, Hyoga ya no era más su Hyoga y su maestro… Ya no sabía siquiera si podría volver a mirarlo a la cara nuevamente. Decidido, se levantó de aquel banco y se dirigió al único lugar al que debía acudir. Necesitaba y le urgía encontrarse con Saori para pedirle permiso y marchar al santuario. Allí siempre había encontrado la paz con su maestro. Se sorprendió ante aquel pensamiento ¿Acaso era su maestro el que le traía la paz y no el lugar?. Negó con la cabeza para sacar aquello de su cabeza y se dirigió a prisa hasta la mansión, pues necesitaba hablar con su Diosa.

Caminó por las calles de la cuidad, sin siquiera captar a la gente existente a su alrededor y sin darse, apenas cuenta, se encontraba en la puerta de la mansión esperando que alguien le abriera aquella enorme y maciza puerta. Ante sus ojos, y para su sorpresa, fue Mu quien le abrió la puerta.

- Adelante Shun – Decía mientras se apartaba un poco para dejarlo pasar. Cerró la puerta tras de ellos y ubicó una de sus manos sobre el hombro del muchacho - ¿Cómo te encuentras?

Shun tan solo suspiró y lo miro sin saber que responder. Al parecer Mu había entendido lo que sus ojos querían decir, pues con una media sonrisa, le instó a pasar hacia el despacho de su Diosa.

- Saori está en su despacho. Te está esperando.

- Gracias Mu.

Se adentró en los pasillos de la primera planta y se dirigió hasta el despacho de Saori. Sacó la mano de su bolsillo con la intención de llamar a la puerta, pero en ese momento esta se abrió y quedó a escasos centímetros de la persona que salió de aquella sala.

Aquella mirada de ojos azules, le hizo estremecer y se vio obligado a apartar la mirada, reposándola ahora en el claro suelo de aquel pasillo. Escuchó un claro suspiró por parte de Hyoga y notó un pequeño y leve roce de su mano al pasar. Lo notó marcharse y se quedó inmóvil en aquel lugar, luchando por aguantar las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Ni una palabra pudieron cruzar, pero pudo sentir en aquel roce una despedida sincera y su corazón brinco en su pecho. Tenía ganas de salir corriendo, ir en busca de Hyoga, hablar con él y sobretodo aclarar las cosas más fue la voz de Saori lo que le sacó de aquella necesidad.

- Shun, por favor, entra.

El muchacho entró despacio y cerró la puerta tras de sí. Suspiró levemente como armándose de valor y volteo para enfrentarse a la chica.

- Siento mucho mi comportamiento. – Hizo una pequeña reverencia mientras se disculpaba – No debió pasar y no volverá a ocurrir.

Saori solo suspiró y se acercó hasta donde Shun se encontraba, haciéndole dejar esa incómoda postura. Una vez Shun se alzó, Saori lo atrajo a su cuerpo y le proporcionó un abrazo de amiga. Pues aunque hubieran luchado por ella y jurado su lealtad, a sus cinco divinos los veía más que amigos, como hermanos.

- Shun...

El muchacho correspondió el abrazo y sin poder evitarlo, dejó salir toda la frustración que sentía a modo de llanto. Saori tan solo acariciaba sus cabellos y su espalda, como buena madre que cuida de sus hijos. Aquella situación la había sorprendido y más al saber que Shun había sido partícipe en aquel enfrentamiento. Se quedaron en esa misma posición, hasta que Shun pudo calmarse y se separó de la joven Diosa.

- Lo lamento. No debí…

- Shun… – Decidió interrumpir al que era su caballero, pues era ella la que debía hablar – Espero me puedas perdonar a mí.

El muchacho la miraba como intrigado. ¿Qué era lo que debía él perdonar de su Diosa? Miró hacia la ventana, como buscando una respuesta que no se hizo esperar.

- Yo… presentí todo esto pero me negué a intervenir… - Volteó y se acercó hasta el sofá de aquella estancia, en donde se dejó caer – Y nuevamente has sido tú el más perjudicado.

- ¿Qué quiere decir? No… No comprendo Atena.

- Shun… - La muchacha suspiró y se llevó las manos a su regazo posando en estas su vista. – Hoy mismo puedes marchar al Santuario, si así lo deseas pero… Creo que no he de decirte que huir no solventará el problema.

- Eso ya lo sé – Respondió dejando ver su enfado – Pero me molesta que no haya dicho nada – señalo de mala gana hacia la puerta de entrada – y haya permitido que esto ocurra como si fuera ajeno a su incumbencia.

- Shun… - Trató de calmarlo con un tono de voz sosegado - ¿Y qué querías que hiciera? ¿Me habrías escuchado si te digo que Hyoga ya no te ama? – Aquella última frase se escapo de su boca sin querer. Se llevó las manos a la boca sin apartar la mirada del muchacho, pues ella ahora, le había desvelado más de lo necesario.

Shun se quedó estático en ese mismo momento. Una cosa era imaginar que el amor que Hyoga le procesaba había acabado y otra, más dura, confirmarlo. Volvió a luchar contra las lágrimas y miró hacia el jardín que se divisaba por aquel gran ventanal. Afirmó con la cabeza, de seguro a alguno de sus pensamientos y giró sobre su cuerpo.

- Esta tarde partiré al Santuario. – Hizo una forzada reverencia a la que era su Diosa – Gracias por todo Atena.

Y sin esperar nada más, salió de la estancia, chocando con el mismito Saga en su afán de salir de aquel lugar.  

- ¿Y a este que le pasa? – Preguntó a Mu una vez que el remolino castaño azotó la puerta. Como respuesta, Mu le indicó que se acercara y se sentó junto a él para seguir con lo que llevaban entre manos.

Prácticamente corrió hasta su apartamento, aquel que aún compartía con Hyoga. Rezó a todos los Dioses porque él no estuviera en el lugar, pues no soportaría estar junto al que fuera su pareja. Subió con prisas las escaleras y se apresuró a preparar las maletas para el viaje. Acomodó la maleta sobre la espalda, como si fuera la caja de su armadura y se dirigió hasta la puerta para salir del lugar. De nuevo, la puerta se abrió y encontró frente a él aquellos mares pacíficos que le miraban con dolor.

- Lo siento

Fue lo que escuchó a su espalda una vez esquivó la presencia de aquel que había sido todo en su vida. Hizo acoplo de todas sus fuerzas y decidido salió sin siquiera prestar atención a lo escuchado. Descendió las escaleras y escuchó la puerta de su casa cerrarse, consiguiendo así que su corazón diera un vuelco en su pecho. Ahora, con aquel sonido de la puerta, se cerraba una etapa más en su vida. Apuró el paso y se dirigió hasta el aeropuerto. Si bien le había indicado a Saori que saldría a la tarde, no sabía a donde podía ir y la verdad es que necesitaba alejarse lo antes posible. Pagó un billete sencillo con su tarjeta de crédito y subió al primer avión con destino a Grecia con la esperanza, de poder calmar su alma en aquel lugar.

La mañana no había resultado muy diferente para el rubio de larga cabellera. Él también necesitaba alejarse para pensar en todo lo acontecido. Se sentía mal por haber arrastrado a su alumno hasta ese punto, pero a esas alturas, dudaba que aquello le fuera a traer paz. Suspiró pesadamente una vez estuvo en la puerta de la mansión y tocó a la misma esperando a que esta se abriera. Esta vez fue Saga quien abrió, consiguiendo una mueca de desprecio por parte del rubio, pues de seguro, había pensado en el que fuera su novio hasta la noche anterior.

- ¿Atena? – Preguntó una vez estuvo en el comedor.

- Despacho

Con Saga siempre era así. No conseguía cruzar más de una palabra con él y cuando lo hacía, siempre era porque Mu intercedía por ambos. Por Atena, que le aguantaba por ser el novio de su mejor amigo y por nada más. Suspiró al llegar al despacho y tocó a la puerta pidiendo entrar.

- Shaka – Saori misma había abierto la puerta y le instaba a pasar – Vaya, que hoy es un día completo.

Shaka creyó entender que ya Shun habría pedido el permiso necesario para viajar al santuario, por lo que solo afirmó con la cabeza tras entrar en la estancia.

- Por favor, siéntate.

Le indicó el sofá color café existente a un lado de la estancia y comprobó la existencia de dos tazas junto a una pequeña tetera en la mesa contigua. Intrigado, miró a Atena más esta contestó a su silenciosa pregunta.

- Sabía que vendrías. Recién lo acaban de traer.

El muchacho suspiró y miró al jardín tras el ventanal. Aquel jardín en el que tanto había meditado su situación y que ahora parecía reírse de él. Observó silenciosamente el cielo desde su lugar y pensó en Buda y en sus enseñanzas. Saori le sacó de sus pensamientos, al entregarle la taza llena con el delicado té. Shaka tomó la taza y espero hasta que la muchacha se sentara junto a él, tras servirse ella misma una taza.

- Has permitido a Shun el ser alojado en el sexto templo, eso me consta. ¿A dónde vas a ir tú? – Preguntó Atena provocando un suspiro en el guardián de la sexta casa.

- Había pensado en ir una temporada a la India. Necesito… – Dejó la taza en la mesita auxiliar y miró a la muchacha – pensar y aclarar mis ideas.

- ¿Necesitas ayuda con el hospedaje? Podría… – Dejó también la taza sobre la mesa y acunó la mano izquierda de su guardián entre las suyas provocando que este la mirara directamente a los ojos – hablar con los monjes para que te permitieran el asilo durante unos meses… - levantó la mirada para fijarlos en aquellos azules siempre llenos de paz, que ahora se mostraban confusos ante ella – si es lo que quieres.

- Se lo agradezco Atena, pero no será necesario – Retiró delicadamente la mano de entre las de su Diosa y cerró los ojos un instante – Me vendrá bien valerme por mí mismo. Solo deseo que me conceda el permiso para poder hacerlo.

La muchacha suspiró ante esa petición y se acercó a la ventana para admirar el jardín mientras hablaba.

- Si así ha de ser, que así sea. Pero comprenderás, Shaka de Virgo – Volteó para mirar a su caballero dorado – Que con este acontecimiento, he creado un enorme conflicto entre tres de mis divinos y que no estoy satisfecha con como tú, siendo más sabio que ellos, has podido permitir tal desenlace. – Volvió a mirar el jardín a través del ventanal – Tampoco te he de culpar a ti solo, pues yo misma conocía de vuestras intenciones y sentimientos y opté por el camino fácil y no hacer nada al respecto. – Shaka se había acercado hasta donde se encontraba su Diosa – Antes erais tres los que sufríais, ahora sois cuatro. Cuatro de mis más fieles guerreros. Solo espero que esto no acarreé mayores consecuencias. No soportaría peleas entre mis caballeros.

La muchacha suspiró sin apartar la vista del jardín. Shaka solo quedó mirando la nada a través de la ventana. Temiendo que no llegaran a buen puerto entre los cuatro y esperanzado porque los hermanos acabaran por llevarse, al menos, mejor que como en esos momentos se trataban. Se sintió culpable en esos momentos, por no haber afrontado las cosas de mejor manera. A su lado, Saori misma estaba sumergida en ese mismo martirio. El no haber hecho nada para evitar esa situación. Suspiró mientras admiraba el cielo, clamando a sus hermanos Afrodita y Eros que ayudaran a sus guardianes en aquella confusa situación.

El amanecer le sorprendió en el asiento. Se sentía un poco cansado y más por la incómoda situación en la que se encontraba sentado. Parpadeó un par de veces y movió el cuello lentamente, tratando de calmar el dolor de cuello. Volteó la mirada y encontró a varios pasajeros aun durmiendo por lo que posó la vista sobre la ventana. Se podía observar la tierra bajo las nubes blancas, cosa que le hizo sentir un poco de añoranza. En otra época, no muy lejana, habría deseado estar junto a su hermano compartiendo ese momento. Ahora, el solo hecho de pensar en él, le hacía sentir un vacío en el pecho. Vacío que solía llenar Hyoga con su sola presencia y sus caricias. Trató de sacar aquellos pensamientos de su cabeza y se colocó los cascos para intentar centrarse en la película que estaban pasando en el avión. Mal hizo pues estaban pasando bajo el sol de la toscana, película que casi podía definir su actual estado. Sonrió para sí mismo, sintiéndose él protagonista de aquella historia triste pero con final feliz. ¿Es que acaso no podía él llevar una vida tranquila después de todo lo que había sufrido en su corta juventud? Suspiró y se dejó llevar hasta que llegaron al aeropuerto de Atenas. Se apresuró en asegurarse las maletas y salió del lugar con marcha apresurada. No es que tuviera prisa por llegar hasta la montaña del santuario pero sí que necesitaba estirar los músculos pues los notaba entumecidos. Paró en el camino para tomar algo de alimento cuando notó como su teléfono móvil vibraba. Dejó el cubierto sobre la ensalada que estaba tomando y comprobó quien era la persona llamante.

- Te llamo yo.

Colgó y marcó aquel número sin siquiera haber dado tiempo al otro a contestar a su reclamo.

- Me has colgado Shun!.

- Es que no estoy en Japón y te iba a costar cara la llamada.

- ¿No estás en Japón? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estás?

- Pues…. – suspiró y se llevó un trozo de lechuga a la boca – Estoy en Grecia, camino al Santuario. Estaré por aquí una temporada.

- ¿Ha sucedido algo? – El muchacho al otro lado de la línea sonaba preocupado.

- No y sí. Nada de lo que debas preocuparte pero a groso modo… - Suspiró antes de continuar hablando – Hyoga y yo lo hemos dejado porque él se acostó con mi hermano y yo me acabé acostando con Shaka, que no solo era mi cuñado sino que además es mi maestro… o era, no estoy muy seguro ahora de eso.

El silencio se hizo al otro lado de la línea. Shun procedió con su ensalada para darle tiempo a su amigo a asimilar aquello que había soltado de carrerilla. No se hizo esperar mucho tiempo la reacción de Sorrento.

- Wow. Yo que te iba a decir que estoy en Italia y me quedaré por dos semanas… - pauso un breve momento antes de continuar -  con Kanon. Shun casi se atraganta al escuchar eso último.

- ¿Con quién?

- Con Kanon.

Ahora fue él quien quedó en silencio. Parecía que el destino estaba jugando con ellos, pero aun así estaba convencido que al menos en esas dos semanas, su amigo podría pulir las impurezas de aquella extraña relación.

- ¿Iréis con alguien mas, no? Digo… para evitar que os matéis.

- Ja, ja – Respondió irónicamente Sorrento – No seas gracioso Shun, que sabes que esto no me hace mucha gracia. – De fondo se pudo escuchar la voz de Julián y Shun presintió lo que su amigo iba a decir. – Shun, tengo que colgar. Te llamaré más adelante para que me cuentes. No te hundas!

- No te preocupes. Estoy bien.

- Ciao!

La comunicación se cortó tras escuchar a Julián llamar a su amigo de una manera un tanto insistente. Se sonrió sabiendo que Sorrento podría, quizá y de una buena vez, sanar el dolor que sentía su corazón. Se apresuró a acabar aquel alimento y se cargó nuevamente las maletas para llegar hasta el santuario. Subió las escaleras que llevaban al primer templo pero decidió rodearlo pues no tenía ganas de ver a sus compañeros los dorados. Se desvió por el lateral izquierdo y caminó sobre las angostas piedras. Angostas para todos aquellos humanos carentes de cosmos, por eso aquel sendero era conocido solo por los caballeros y amazonas. Se apresuró lo máximo posible sin encender mucho su cosmos, pues de verdad, no estaba dispuesto a hacerse notar ante los demás habitantes de las casas. Pero aunque se esforzó por no ser sentido, uno de ellos ya estaba más que al tanto de su presencia.

Llegó a la sexta casa y accedió por la entrada principal, no sin antes suspirar levemente. Sacó con aquel aire todos sus malos pensamientos y entró a la casa de Virgo con una sonrisa. La casa lo recibió como siempre lo había hecho, rodeándolo con aquella pacífica energía que le revitalizaba el alma.

- Ya estoy de vuelta. – Fue su contestación a aquel recibimiento.

Pudo notar como la armadura de la virgen le daba la bienvenida a la casa. Se adentró un poco más y se dirigió hasta la que era su habitación, a descargar el equipaje. Suspiró más aliviado, se adentró en el pequeño baño para darse una ducha y salió como nuevo tras el largo viaje. Como siempre que estaba en aquel lugar, se vistió con sus ropajes de aprendiz y bajo al primer piso con la firme intención de ir al jardín de los sales gemelos a meditar. Antes de que pudiera llegar hasta aquella entrada, notó una presencia demasiado familiar.

- Solicito la entrada en el templo de Virgo.

Shun se quedó estático en el lugar pues la forma en que había pedido entrada no era la forma más amigable que había tenido.

- La casa no te siente como amenaza Seiya.

 Seiya entró en la misma con paso firme hasta quedar a la altura de donde Shun se encontraba. Estaba nervioso pues era la primera vez que le veía desde que comenzó con la relación que, hasta ese momento, tenía con Hyoga. Seiya miró alrededor del templo y quedó mirando a Shun nuevamente.

- No puedo sentir a Shaka. ¿Dónde está?

- He venido solo.

Seiya se extraño por aquel hecho, pues era sabido que no permitían la estancia de los aprendices en los templos sin que el maestro estuviera en ellas. A excepción de Kiki, que salvaguardaba la primera casa siendo vigilado de cerca por Shion, el Patriarca, que ya se había hecho cargo del primer templo con anterioridad.

- ¿Y eso? ¿Acaso tu novio te ha dejado venir solo? – Shun suspiró ante aquel comentario, apelando a su Diosa para que no se desquitara con aquel que había sido su amigo.

- Basta Seiya! Si has venido a hablar con Shaka, ya te he dicho que no está. – Volteó dándole la espalda, dispuesto a salir de ahí pues estaba con los nervios a flor de piel – Ahora, si me disculpas, estaba a punto de ir a entrenar.

Seiya se apresuró en aferrar a Shun del brazo antes de que se le escapara, pues para algo había bajado hasta la sexta casa.

- ¡Espera Shun! – El caballero de Pegaso suspiró y prosiguió con su charla - ¿Qué haces aquí? ¿Ha pasado algo?

Shun volteó a ver al que fuera su amigo y suspiró tras enfrentar su mirada. Soltó levemente el agarre de su amigo y quedó frente a él.

- Solo… - Decidió contarle la verdad en parte, pues parecía realmente preocupado – Necesitaba tiempo para pensar y aclarar mis ideas.

- ¿Qué ha pasado Shun? – Volvió a preguntar.

El caballero de Andrómeda quedó mirando a los ojos castaños de su amigo y suspiró antes de proseguir con la conversación.

- Hyoga y yo lo hemos dejado.

Seiya soltó un soplido e indagó a su amigo, más bien con mal carácter.

- ¿Con quién ha sido? ¿Con quién ha sido?

- ¿Qué?

- ¡Mira que Shiryu y yo tratamos de advertirte! ¡Qué no fueras tonto! ¡Que no cayeras en sus redes! ¡Que te iba a engañar! … ¡A saber desde cuando es así! ¡Maldito Hyoga! Juro que si…

- ¡¡Seiya!! ¡¡Basta!! – Shun gritó para hacerse oír y Seiya se quedó mirando sorprendido pues era la primera vez que le veía tan alterado. – ¡No sabría decirte quien engaño a quien!

- ¿Qué? – Ahora el sorprendido fue el caballero de Pegaso.

El silencio se presentó en el templo de la virgen y las miradas de los dos caballeros divinos más jóvenes se examinaban mutuamente. Tras un tiempo prudencial, Shun desvió la mirada y suspiró.

- Mira Seiya. Solo… - Negó con la cabeza al tiempo que pensaba en lo ocurrido en los últimos días – He venido a aclarar mis ideas. No… - Guardó unos segundos de silencio – No deseo hablar de ello, pero te haré un resumen – Soltó el aire que le quedaba en los pulmones y prosiguió – Hyoga se acostó con Ikki, con el cual no cruzo más de un monosílabo desde que comenzamos a salir y yo… - Se llevó la mano derecha a la cabeza y cerró los ojos – Digamos que… no me he quedado corto.

- ¡Vaya!... Eso… ¿Ikki?... Pero él…

- Mira Seiya, de verdad que aprecio mucho tú apoyo pero… desearía estar solo para poder ordenar mis ideas.

- Está bien. Si necesitas algo, ya sabes donde encontrarme.

Vio como Seiya volteaba para salir del templo y se dejó llevar. Corrió hasta donde Seiya estaba, le atrapo del brazo haciendo que volteara y se abrazó a él.

- ¡Gracias Seiya! – Un sorprendido Seiya quedó quieto ante aquel abrazo -  ¡Te he echado de menos! – Cerró los ojos, suspiró y correspondió a aquel gesto.

- Yo también Shun. No sabes cuanto. – Soltó el abrazo y quedó sonriendo a su amigo – Si necesitas hablar, solo dímelo, ¿si?

Shun asintió ante la petición de su antiguo amigo y le observó marcharse, quedando al fin, solo en el templo que era guardado por el humano más cercano a los Dioses… 

Notas finales:

Ya sé que no aclara mucho, pero... al menos sabemos donde van a estar dos de los cuatro protagonistas. 

Muchas gracias por todo el apoyo y por la espera. 

Cuídense mucho y nos leemos ^,^


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