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Flash Back por Chris Yagami

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Notas del fanfic:

Notas del capitulo:

Se me antojó de pronto un Shaka x Shun (no tengo suficiente xD)

Espero les guste.

Flash Back

Y si tú te has ido ¿Dónde quedo yo?

En medio de esta multitud solo quedan los suspiros de alguien que ya no tiene existencia, porque tú me la has quitado, cuando decidiste que ya no te importaba y me abandonaste, te llevaste mi todo, dejándome con nada. Tú eras mi mundo.

Cuando ya no quisiste mirarme ya no pude volver a sonreír, cuando te aburriste de mí, me cansé de tratar con esto. Me he quedado varado en un puerto esperando tu regreso, pero sé que volverás, sé que en algún punto del camino te encontraré como aquella primera vez ¿Lo recuerdas?

 

-¡Mira ese niño!- exclamó una alarmada mujer tratando de acercarse a un niño que al parecer ni siquiera respiraba.

-Pidamos ayuda, mamá- el niño que venia a su lado en seguida se hizo de su teléfono celular y trató de marcar el número de emergencia, pero el aparato desapareció de sus manos- ¿Eh?

-¡Ja! Pelmazos- rio aquel que creían convaleciente- largo de mi camino, estúpidos.

Sin decir más corrió para alejarse, pues sabía que inmediatamente darían una voz de alarma a las autoridades y no iba a ir a la cárcel, no era tan estúpido como para caer en ese lugar. Su maltrecho cuerpo le permitió al menos llegar hasta su casa donde se recostó de inmediato sobre las sabanas respirando con dificultad, pues los golpes en sus costillas eran muy fuertes, pero sabia que no estaban rotas, no era in dolor similar.

Miro el aparato robado y sonrió de lado, era uno de los mas modernos, de seguro le darían mucho dinero por su empeño. Sin poder más con su cuerpo se quedó dormido, soñando con aquellos momentos cuando aun podía estar en paz en ese lugar, cuando la convivencia de todos no era tan mala, cuando su hermano estaba con vida.

Se quedó mas tiempo del necesario, despertó cuando el portazo de la puerta de su habitación se hizo descubriendo a un furioso hombre corpulento que se acercaba a él con paso decidido y con el puño en alto.

-¡Tenías que venir un día de estos!- gritó tomándolo del cabello y arrojándolo al suelo- ¡Sabía que vendrías!- Sin decir mucho comenzó de nuevo con una serie de golpes que herían aun más sus músculos, gritos que desgarraban sus oídos y sacudidas que lo dejaban aturdido- ¿No te da vergüenza lo que le haces a la familia? ¿Saben lo que dicen de nosotros por tener a un hijo como tu?

-¡Ustedes no son mis padres!- gritó histérico cuando por primera vez devolvió una de esas agresiones- ¡No les debo ningún respeto!- lo empujó con fuerza zafándose al fin de sus brazos, trató de salir de esa casa, pero se topó con su otro padre que lo miraba entristecido.

Una pareja de dos hombres que decidieron adoptar a dos niños, dos padres que prometieron estar con él, pero aquel que trabajaba apenas se fijaba en la familia que decía debía ser solo muestra de honor, y el otro, quien se encargaba de casa, no lo hacia con sus hijos, simplemente le importaba velar por su marido y por la apariencia propia. Nunca los cuidaron como deberían, fue por su culpa que su hermano mayor hubiera muerto.

El schok en ambos padres fue una imagen que nunca se sacaría de la cabeza, los hirió sin haberlo deseado pero no les pediría perdón, eran ellos quienes debían disculparse con él, por todo lo que le hicieron, por que no eran buenos padres y lo habían abandonado.

Ese día no supo porque, pero ese día estaba en la escuela, con el uniforme y sentado en una butaca esperando al profesor. Todos en la clase le miraban raro, era poco común que él se presentara en el salón, siempre se brincaba cada una de las horas y por eso estaba en riesgo de reprobar, pero poco le importaba.

-¿Te atreves a hacer acto de presencia al fin?- fue lo primero que dijo su profesor al ingresar al aula- Y con esa actitud- en esos momentos mantenía sus pies en una posición muy cómoda y despreocupada- Es mejor que te presentes con el director- ni siquiera sabía porque se había aparecido en ese lugar.

-Solo sabes causar problemas- repitió aquel por enésima vez, pero poco le importaba, solo eran sermones que se repetían una y otra vez y que sinceramente lo tenían cansado. Ya se lo sabia de memoria, no tenían que insistir.

-¡Cállense de una vez!- interrumpió golpeando el escritorio cuando por enésima vez le repetirían que solo sabia causar problemas- ¿Quiénes demonios se creen para hablarme así?- tomó la silla donde estaba sentado y con fuerza la arrojó a la pared destruyendo el aparador donde varios trofeos se mostraban orgullosos- ¿Creen que son superiores a mi? ¡Son unos imbéciles, eso es lo que son!

-Es suficiente, Kido- el anciano, cabeza de toda esa manada de gente que se decía superiores por sus conocimientos, tomó sus manos y con fuerza lo aló hasta una habitación donde lo arrojó para después cerrar la puerta- te quedarás en detención hasta que la hora de salida llegue- informó detrás de la madera.

-¡Idiotas!- se levantó furioso tomando las bancas cercanas para arrojarlas a la puerta- ¿Creen que me voy a quedar aquí? ¡Son unos estúpidos! ¡Puedo escapar por la ventana!- Sin más arrojó otro banco al cristal que se hizo añicos. Se acercó dispuesto a cumplir su amenaza, para lamentablemente descubrir que estaba en un tercer piso- ¡Mierda!

Había un gran árbol enfrente de él, si lograba llegar hasta una de sus ramas podía descender hasta llegar a tierra y jamás lo volverían a ver en ese sitio. Retrocedió un poco y estaba dispuesto a correr para saltar, jugárselas para ser libre de nuevo, pero el sonido de la puerta al abrirse y las butacas siendo empujadas por esta lo distrajeron

-¡Oh lo siento!-sonó una pacifica voz detrás de él- disculpa mi interrupción- Se giró para observarlo encontrándose con un hombre rubio de cabellos largos que no parecía preocuparse por lo que hacía.

-¿Quién demonios eres?- preguntó confundido- si vienes a darme un sermón ya te puedes ir callando, no voy a escucharlo.

-Solo venia por unos papeles, esta es la bodega y necesito útiles para mi clases- continuó con su empresa, ignorando completamente su estadía y eso lo hizo poner aun más furioso, tomó la lapicera que se encontraba a su lado y la arrojó a su cabeza, pero ese sujeto la esquivó con maestría y se giró para observarlo con detenimiento-Cuanta agresividad.

-¡Cállate!

-¿Por qué esa actitud?

-¡Que te importa!

-Supongo que nada, pero quiero saber- su serenidad lo irritó todavía mas y de alguna manera lo hizo un nudo en su garganta.

-¡Por que odio esta vida! ¡Los odio a todos, a ti, a ellos, a los otros! ¡Todos deben morir! ¡Todos deberían podrirse en el puto infierno y sufrir eternamente! ¡Los odio a todos!- sin saber porque quedó arrodillado en el suelo abrazándose a si mismo, gritando que quería estar solo.

-¿Por qué los odias?

-¡Por que se creen tan superiores! ¡Creen que nadie mas importa, creen que no valemos nada y nos tratan como basura cuando ellos son una vil mierda!

-Pero aun así… quieres llamar su atención ¿Verdad?

-¿Eh?- su pregunta lo descolocó y lo miró dándose cuenta de que seguía en aquel lugar, mirándolo con una expresión indescifrable.

-Tu quieres que alguien te pregunte como te sientes- afirmó con una sonrisa serena quitándose las gafas- ¿Cómo te sientes?

-Yo quiero- se abrazó a si mismo mirando el suelo- yo quiero que la gente me note, quiero que dejen de ignorarme… yo solo quiero saber ¿Cómo llegué a esto? ¿Por qué soy así?- la mirada de su padre cuando lo insultó de aquella manera le vino a la cabeza y comprimió su corazón- ¿Por qué le dije eso? Yo estoy triste, quiero ser otra persona, quiero que alguien me ame- lloró amargamente cubriéndose el rostro, golpeando el suelo- yo quiero estar feliz.

-¿Estar en este lugar te pone triste?

-Si- inesperadamente tomó sus manos y lo levantó de golpe, no había sentido cuando se acercó a él.

-Entonces vámonos- sin saber porque lo siguió, casi corrió tras él a través de los pasillos hasta que llegaron a un aula, una que no había visitado desde el primer grado. Se sentó en una mesa y Shun lo imitó sin saber realmente que mas hacer.

-¿No tendrás problemas por sacarme de ahí?- la actitud de ese profesor le parecía extraña, salía de las normas de lo que el consideraba un maestro.

-No creo, lo que importa es que estés bajo supervisión- su sonrisa era extraña, fría y muy distante, casi vacía.

-¿Entonces me trajiste para hacerme llevar las materias?- se levantó enfadado, a fin de cuentas no era diferente a los otros.

-No, te traje porque estabas triste y solo- se disculpó sacando de su maletín una caja de cartón, la abrió con tranquilidad y de ella sacó un trozo de pizza que le ofreció- ¿O no?

-¿Por qué tienes pizza en este lugar?

-El arte da hambre- justificó como si nada, llevándose una rebanada a la boca.

-¿Eres el profesor de arte? ¿Qué pasó con el señor Adami?

-Se retiró, estoy aquí desde hace un mes, no te había visto hasta ahora- sin saber porque se sonrojó, en su mirada azul podía ver que lo recriminaba- ¿No comerás tu rebanada? Sino lo haces lo haré yo.

-Ya debe estar fría- excusó levantándose del asiento dispuesto a salir de allí por segunda vez.

-No lo está, acabo de sacarla del microondas- señaló el aparato encima de su escritorio, lo que hizo que se descolocara.

-¡¿Por qué un profesor tendría un horno de microondas en su escritorio?!- sin saber porque de nuevo gritó, pero aquel volvió a sonreír.

-Te dije que el arte da hambre, cuando los alumnos quieren comer calientan su almuerzo, no se los prohíbo- Shun miró con desconfianza e interés al rubio, con un suspiro se acercó y casi arrebato la rebanada de sus labios.

-Eres muy raro.

-Gracias- Shun se fijo por primera vez en sus ojos azules, detenidamente quiso ver a través de sus pupilas pero no lo consiguió- Soy Shaka Madoka, por cierto- el joven negó con su cabeza y tras una mordida se despidió con un ademán de manos, sin darle su nombre, no tenia que saberlo.

 

Tú me diste algo mas en este mundo que estuvo vacío hasta que lo llenaste de todo, cuando me hiciste ver que no importaba yo, que no valía la pena si estaba solo y estabas a mi lado, me permitías estar contigo.

El aroma de tu piel aun la tengo tan presente en mi piel, en la almohada donde descansabas y yo tomaba tus cabellos para olfatearlo y mientras dormías te decía que te amaba, nunca supe si me escuchaste pero sé que lo sabias pues no solo dormido nacían estas palabras para contigo.

Pero son solo reflejos de tu aroma, son solo muestras y luces pálidas de lo que tu eras, ya no te tengo mas a mi lado y aunque trato de aspirar todo lo que puedo de esa almohada no regresarás a mi lado, por mas que te ruegue no vas a venir para abrazarme de nuevo.

Me mentiste muchas veces, te reías de mí cuando me prometías un montón de cosas, te burlabas de mis tontos sueños infantiles de una vida juntos, de futuros entrelazados donde los dos dependíamos del otro para continuar. Te vengaste de mis mentiras, cada una de ellas y que solo te hacían daño, pero siempre sonreías.

 

Rara vez volvía a casa, cuando sus padres estaba en ella lo único que le quedaba era regresar al muelle donde los bandidos abundaban, pero poco le preocupaba si esos bandidos eran sus compañeros, con quienes había robado y golpeado a otros pandilleros en riñas por territorios.

-¿Dónde te has metido, Andrómeda?- llamó un sujeto de cabellos teñidos de rosa con un corte anticuado. Ese era el apelativo que solían usar con él pues eran cadenas las que usaba para atacar a los demás- ayer desapareciste así nada más.

-Ayer me reventaron a golpes ¿Se te olvida?- rugió a ese tipo, no le agradaba para nada.

-Que delicado eres- reclamó el otro sujeto, de cabellos azules y sonrisa cínica.

-¿Dónde está Albiore?

-Dentro, te está esperando- sabia para que era, ya lo había “castigado” el día anterior, pero si regresó era porque no tenia a donde mas ir, lo quería o no, ese muelle era su segundo hogar.

Sin decir mas se adentró en una pequeña bodega abandonada donde se reunían, ya fuera para drogarse o para simplemente pasar el frio.

-Ya estoy aquí- informó a un hombre rubio de mirada misteriosa.

-Andrómeda, me alegra que nos honres con tu presencia- afuera comenzaba a llover y los relámpagos iluminaban esa estancia- Fue muy cobarde que corrieras así como así.

-¿Dónde está Juné?

-La muy zorra aun no se digna a venir, no se si ya estará muerta.

-Eres un infeliz, hijo de mierda

Esa noche recibió otra golpiza, una de las que ya estaba acostumbrado pues eran castigos que se daban sin más, cualquier excusa era buena para golpearse mutuamente. Incluso Shun había participado en varios linchamientos contra sus “compañeros” y habían enviado a muchos al hospital.

Como pudo, después de semejante tunda volvió a alejarse aunque regresaría al día siguiente le gustara o no. Caminó bajó la lluvia, entre gente petulante que lo miraban, algunas con asombro, otras con lástima y la gran mayoría con desprecio. Pero él no quería nada de eso, ni su desprecio, ni su lástima.

Llegó hasta la estación de autobús donde tomaría el que fuera y recorrería la ciudad para bajarse en cualquier punto, ya ni le importaba, solo no quería estar bajo la lluvia. Aun parado bajó las frias gotas observaba el chapoteo de estas en los charcos formaban y como los pequeños riachuelos corrían por las orillas de las calles.

-¿No te da miedo enfermarte?- preguntó una suave voz a su lado y al girarse se encontró con aquella misma vacía sonrisa.

-No tengo un paraguas- confesó suspirando y alejándose del refugio de aquel que el hombre había colocado sobre él.

-Podemos compartir el mio ¿A dónde vas?

-No te importa.

-Está bien- Shun se giró y miró como él se alejaba dándole la espalda, como muchos otros. Pero repentinamente se giró para mirarlo-Por cierto, no te he visto en casi una semana, ya te extraño.

-¿Me extrañas?- Shaka solo sonrió y sin mas salió de su vista, caminando lentamente.

Sin saber porque, Shun asistió al instituto al día siguiente, pero se escondió en la azotea hasta que la hora del almuerzo sonó, en ese entonces bajó y caminó hasta la sala de artes. Como esperaba lo encontró sentado en su escritorio, esperando a su próxima clase.

-¿No sales a almorzar?

-Estas aquí, pequeño mapache- saludó levantándose, solo fue una mención, no había ninguna muestra de emoción u otro tipo de sentimiento en su voz.

-¿Pequeño mapache? ¿Qué te hace creer que puedes apodarme como quieras?- refunfuñó aun desde la puerta.

-Me pareció adecuado para un ladronzuelo como tu- de nuevo su sonrisa y esa actitud- pasa, te invito a almorzar, ya casi sale.

-¿De nuevo pizza?

-No, esta vez es ramen.

Sus heridas estaban demasiado frescas y aunque Shaka pregunto por ellas, Shun sabia que el intuía de donde habían surgido. No le dijo nada, pero Shaka le habló de él, de su profesión y le mostró algunos trabajos tanto de él como de sus alumnos. Muy a su pesar reía muchas veces por la descripción de la lamentable habilidad de estos lo que provocaba desconcierto en el mas joven. Estando con él se sentía mejor.

Después de ese día continuó yendo cada día a la institución, pero nunca asistía a clases, siempre esperaba al almuerzo e iba en su búsqueda para hablar de todo un poco. Ahí se enteró que no tenia una buena relación con su padre, un hombre demasiado estricto, también supo que su madre había muerto y que desde entonces todo mejoraba entre su padre y él. Pero por más que preguntó, Shun nunca le contó su situación.

Cada día iba menos al muelle, pasaba todas sus noches en el tejado de su casa donde dormía plácidamente para pasar el resto del día con Shaka, ya que les fue costumbre que después del horario salieran a cenar.

Shun quería verse bien ante él y aunque tal vez ya era un poco tarde, retomó sus estudios, todo con su tutoría, lo ayudaba bastante en lo que podía y le animaba para que terminara el instituto, aunque eso le traía problemas con la banda.

Durante las noches, mientras miraba las estrellas pensaba en él y sus palabras, la manera tan extraña que tenia para dirigirse a todos, pues había asistido a un par de sus clases. Sentía que con su sola presencia todo lo demás dejaba de importar y se sentía mas tranquilo, ya no se enojaba ni mucho menos tenia esos arranques de furia. Poco tiempo le llevo descubrir que se estaba enamorando de él.

 

Solo tengo fotografías de ti, imágenes donde sonríes y te burlas de mi dolor. Muchas ya se han destruido por culpa de mi furia, pero a través del cristal resquebrajado puedo ver aun tu rostro y tus ojos vacíos mientras me miras. Todo esto solo me hace recordarte cada vez más cercano y quisiera poder tocarte.

Quisiera volver al momento en el que te conocí, haberme lanzado al vacío y así liberarme de este mundo donde nadie importa. Yo no importo aunque me hiciste creer que tú al menos me notabas.

Jamás volviste a protegerme de la lluvia, nunca volviste a encontrarte conmigo en l parada de autobús, no estabas nunca más en la sala de arte. Simplemente decidiste que no me necesitabas mas como tu diversión y me dejaste ¿Por qué, entonces, tantas palabras? No tenias que mentirme de esa manera tan cruel.

Por tu culpa ahora no puedo moverme de mi lugar, por tu recuerdo las sábanas me envuelven y yo lloró sin saber que mas hacer. Mi tiempo se ha congelado y fuera de esta habitación el mundo dice que no le importa.

No quiero volver a salir, porque sé que algún reflejo romperá tu recuerdo y voy a olvidar tu sonrisa fría, tus ojos vacíos y tu cálida voz. Ahora te odio, pero porque tu recuerdo me duele. Ya no vas a volver, fuiste muy claro cuando me lo dijiste ¿Por qué tantos momentos juntos, entonces?

 

Shun cambió su manera de ser, cambió drásticamente su comportamiento. Aunque le costó trabajo lograba salir poco a poco adelante. Los maestros estaban impresionados por su progreso y es que eran las palabras de su maestro de artes el que lo incitaban a seguir, escucharle decir que creía en él.

Fue muy vergonzoso pedirle que fuera su tutor, pues a pesar de esforzarse había un par de clases que perdería sino hacia un examen de recuperación y el mayor acepto con gusto.

Pero Shun olvidaba su pandilla. Los miembros de esta, Juné incluida, aquella con la que se había acostado y la que le había traído problemas con Albiore, participó en esa golpiza que lo llevó a pasar unas semanas en el hospital. En esa habitación blanca no recibía visitas de nadie, ni de sus padres ni de Shaka, pero lo que mas le frustraba era que, a pesar de estudiar tanto, al final no pudo presentar esos exámenes y de seguro había perdido el curso. En esos momentos no quería verlo. Todos sus esfuerzos eran en vano.

-Te vas de nuestra casa- fueron las palabras de su padre cuando lo visitaron después de una semana. Ambos ingresaron  con una pequeña maleta donde guardaron solo lo indispensable- ya no perteneces a esta familia.

-Me vale una mierda- contestó el también- si me quedaba ahí ustedes me matarían también. No son más que una broma como padres. Imbéciles.

-¡Cierra la boca!- un nuevo golpe a su mejilla ya herida que le abrió el labio -¡Somos tus padres, nosotros hemos visto por ustedes desde que están a nuestro cuidado!

 -¡De ser así Ikki estaría vivo!-

-Shun- habló aquel que nunca decía nada cuando el otro lo ofendía -Lo que pasó con Ikki no fue nuestra culpa- trató de acercarse su otro padre, pero el menor soltó un golpe a su rostro.

-¡No te acerques a mí!- le gritó enojado- ¡No te atrevas a abrazarme! ¡Tu tienes la culpa de que Ikki esté muerto, sino hubiera estado borracho cuando conducías esa noche, él estaría vivo!

-Hijo…

-Cállate, Afrodita, me da igual lo que tengas que decirme, no eres mas que un imberbe con menos carácter que un payaso que de tanto maquillaje es desagradable

 

-¡Eres una vergüenza! ya no eres nuestro hijo, puedes irte y si quieres vivir, hazlo, pero si quieres morir le harás un favor al mundo.

-Crudas palabras para quien debería ser un padre- la voz de Shaka lo dejó helado, detrás de sus padres podía verlo parado en la puerta por donde hacia unos minutos ellos habían ingresado.

-¿Quién eres tu?

-Es muy cobarde de su parte querer renunciar a sus hijos solo porque no supieron ser padres- reclamaba sereno, pero destilando veneno por cada uno de sus poros.

-¿Por qué te entrometes en asuntos ajenos?

-No son ajenos, ustedes son los padres del joven que amo- el corazón de Shun brincó sorprendido y asustado- iba a pedirles su mano, pero creo que no me importa ahora si se entrometen en este matrimonio.

-Me impresiona que alguien quiera casarse con esa basura.

-Shun es un joven lleno de cualidades, pero es una pena que no puedan verlo.

-Hagan lo que quieran- contestó aquel retirándose de la habitación- pero no vengan a pedir la licencia de matrimonio, no van a recibir ni una firma de nosotros.

Él se fue seguido de su esposo que lo único que hizo fue mirar a Shaka y después desapareció. Cuando estuvieron ellos dos solos se contemplaron un tiempo hasta que el mayor sonrió de nuevo y comenzó a revisar la maleta.

-Profesor- llamó Shun, pero Shaka no lo escuchaba- profesor Madoka.

-Me tenias preocupado, no te presentaste a tus exámenes y en tu casa me dijeron que estabas bien, esta mañana supe que estabas en el hospital de palabras del director y…

-¡Shaka!- fue cuando aquel se quedó callado mirándolo atentamente- ¿Por qué les dijo eso?

-¿Que son unos cobardes?- se acercó para sentarse en el borde de la cama y acarició su rostro- mira como has quedado.

-No evites la pregunta- de un manotazo lo alejó- ¿Por qué les dijiste que te querías casar conmigo?

-Es la verdad, Shun

-¿Qué?- las lágrimas acudieron a sus ojos, solo con él era capaz de llorar tanto- no es necesario, es suficiente con lo que hiciste, pero ya está bien, no soy tan importante, no te sacrifiques así.

-No lo he dicho por lástima- tomó su barbilla para que lo mirara a los ojos, por primera vez vio en ellos algo, no identificó que, pero ya no estaban vacías y su sonrisa era cálida- yo te quiero, Shun.

-¿Por qué?- lloraba asustado, no quería darse por vencido, si lo que él quería era diversión no se lo iba a permitir.

-Por que estás solo- eso lo descolocó por completo- yo también me sentía así cuando era joven, creía que nadie me comprendía, pero yo no era capaz de llorar ni de decir nada pero tu- rio bajito cerrando sus ojos- arrojaste un banquillo a la ventana y querías golpearme con una lapicera. Eres explosivo, pero eres también tan tierno que te elegí por sobre todo. Tu llanto sincero me enamoró de ti.

-Eres un maldito pedófilo- se alejó de él ocultando su avergonzado rostro- eres doce años mayor.

-No me culpes a mí si el que se tardó en nacer fuiste tú.

-No puede ser, eres un profesor y yo un estudiante.

-Entonces ya no seré profesor en esa escuela, daré clases particulares- sonrió despreocupado volviendo a acariciar su rostro- Yo solo quiero estar contigo, como se acomoden los demás factores de la ecuación me tienen sin cuidado, siempre y cuando el resultado sea estar contigo, mi pequeño mapache.

-Ya no estoy en la pandilla- reclamó molesto- ya no me llames…- pero sus labios fueron sellados por primera vez por él.

-Acéptame, mi amor, conviértete en mi esposo.

-No juegues conmigo, Shaka- rogó volviendo a besarlo- no lo soportaría.

-Yo te amo.

-También yo.

 

¿Dónde están esas promesas? Con lágrimas en los ojos acepte compartir mis penas y mis alegrías contigo y escuche de tus labios cuanto me amabas, pero ¿Cuánto tiempo duró el “por siempre”? Si apenas tuviste una oportunidad te apartaste de mi lado, no pensaste en mí.

Estabas llorando ese día ¿Por qué? ¿Por lástima? Todo lo que hacías por mi era por que me tenias lástima, era un niño que no podía hacer nada bien, aun hoy sigo siendo una molestia para el mundo. Y para ti pues no dejo de llamar a tu número, pero nunca contestas, solo la contestadora, tu pacífica voz:

“No tengo tiempo en este momento, estoy viviendo mi vida”

Eres un desgraciado y lo peor es que aun te amo, no lograré olvidarte nunca. Mi vida se acabó cuando tu te fuiste, mis lagrimas solo desbordan mis pocas energías.

 

Casados cuando apenas era un joven de diecisiete años, pero eso estaba bien para los dos. Era un matrimonio que no aprobaba nadie, la familia de Shun no había mostrado la cara, fue Afrodita quien firmó la licencia de matrimonio pero nada más. La familia de Shaka la desaprobó completamente pero su padre, aquel hombre que una vez le describió como alguien estricto, y con quien no tenía la mejor de las relaciones, con él fue una historia distinta.

-Si esto es lo que quieres, si eres feliz con esta decisión, Shaka- hablaba tranquilo ese hombre, de quien su novio era le vivo retrato- si él es tu felicidad, yo no me opongo a tu boda y te bendigo.

-Gracias, padre

-¿Qué es esto, Shaka?- se extrañó Shun, no era para nada el hombre que había descrito- dijiste que Asmita era alguien inflexible, ¡Demonios! es demasiado amable.

-Gracias- sonrió su padre de manera sincera- ¿Quieren algo de cenar?

-¡Shaka! ¿Él es tu padre?- se levantó desesperado por la actitud de su futuro suegro.

-Tranquilo, Shun- fue la divertida respuesta de su prometido tras darle un beso en los labios.

Sus vidas siguieron adelante cuando estuvieron casados, disfrutaban de los placeres pequeños de la vida como caminar juntos mientras platicaban de cosas sin sentido, cenaban juntos y miraban televisión, visitaban frecuentemente el mar, se sonreían. No había nada mejor que eso.

-¿Adoptar?

-Si, ¿no quieres tener hijos conmigo?

-No- se sinceró, tenía miedo de ser padre, no se sentía listo todavía para eso y pensaba que jamás lo estaría.

-¿Por qué no?

-Yo no soy un buen padre, Shaka.

-¿Ya lo has sido antes?

-No, pero…

-¿Cómo lo sabes entonces?- el recuerdo de Afrodita y su esposo le vinieron a la cabeza, como ellos habían fracasado con eso, su mal ejemplo. Él no sería un buen padre.

-Yo no quiero ser padre- susurró bajando la vista, acurrucándose en su pecho. Ambos estaban recostados en el sofá donde veían una película- ¿Cómo puedo ser padre cuando yo traté a los míos así?- “No son más que una broma como padres. Imbéciles” resonaba en su cabeza como un eco cada vez que pensaba en tener hijos- Yo no merezco serlo si menosprecie su cuidado de esa manera.

-Ellos te fallaron- consoló limpiando sus lágrimas- Tenías derecho a estar molesto si ellos no se preocupaban por ti, si lo único que hacían era agredirte, te destruían por dentro- besó sus labios  y comenzó con las caricias, algo a lo que Shun no se negó- pero sé que tu no fallarás. Yo quiero tener hijos contigo, Shun, quiero que nuestra familia crezca.

 

¿Donde quedaron tus promesas? ¿Dónde esta nuestra familia? Eres un mentiroso, me engañaste mucho tiempo y yo te creí, eso es peor pues me hiciste soñar en vano. Ahora recuerdo tus palabras cuando me jurabas amor y yo no hago más que reírme de ti, de mi y mis sueños estúpidos.

Te fuiste, con un último suspiro cerraste los ojos una noche y no volviste a abrirlos, un resfriado fue la excusa que tomaste para dejarme. Te deshiciste en mil pedazos mientras a mi me dejabas fraccionado. ¿Dónde quedo yo ahora? Me enseñaste a amar y dejaste que mi corazón se ilusionara, pero ya no está ni tu sombra y sé que tarde o temprano voy a olvidarte pero no quiero eso.

Quiero tocarte pero cuando me acercó tu espectro se ríe de mí y desaparece, ya no puedo escuchar tu voz. Hay mucho ruido alrededor, pero tu voz no se escucha ¿Te das cuenta? No soy nada si tú no estás conmigo, eras mi todo, yo te amo y lo único que hace esta imagen fraccionada es sonreír mientras se burla, mis lágrimas no lo conmueven.

Ya no está tu paraguas, ya no está tu almuerzo, el olor de la pintura que se penetró en ti y se combinó con la fragancia de tu piel creando un perfume exquisito.

¿Dónde están tus promesas? Se esfumaron con junto con tu aliento y mis ánimos por seguir con vida. Me mentiste, me juraste que estaríamos siempre juntos y no es verdad, me has dejado, Shaka, me has dejado solo y no parece importarte, ¿Por qué no vienes? ¿Por qué no me hablas? ¿Por qué no contestas mis llamadas?

Y ahora el viento mece mi cabello, acaricia mi cara mientras el vacío se abre a mis pies, contemplando un rio de asfalto donde los peces con vidas y familias propias caminan para ser felices, mientras me ignoran. Yo solo quiero que vuelvas. Quiero volver a ser feliz.

-Quiero estar contigo, Shaka.

 

 

 

El golpe que creyó que dolería ni siquiera lo sintió. Después de mirar su vida frente a sus ojos, cada error y cada momento de felicidad, ahora se encontraba flotando en un vacío en blanco donde lloraba y reía al mismo tiempo, no de dolor.

-Eres un tramposo, pequeño mapache- resonó su voz a su espalda- Aun no era tu turno.

-¡Shaka!- gritó con lágrimas en los ojos lanzándose a sus brazos.

-¿Me extrañaste?- rio besando sus labios con delicadeza, limpiando sus lagrimas que no sabia que podía desbordar todavía.

-¡Cállate!- beso desesperado sus labios, deseándolo sentir cerca.

-Supongo que aun eres un niñito si crees que tu mundo es una persona- regaño con lágrimas en los ojos mirando a su pequeño.

-Yo te amo- explicó aferrándose a su pecho- yo quería estar contigo para siempre.

-Lo estaremos, juntos para siempre.

-Tengo que aprobar eso primero- esa era una voz que no había escuchado en años. Temblando de la emoción dirigió su vista a aquel lugar de donde provenía mirando un hombre de cabellos y ojos azul añil- Hola, hermanito.

-¡Hermano!- exclamó corriendo para darle un fuerte abrazo- ¡Hermano!- sollozaba apretando tanto como podía a aquel que muriera cuando tenía apenas quince años.

-No llores, Shun, deberías estar feliz.

-Lo estoy, los quiero.

Si en vida no pudo serlo, si tuvo muchos problemas en ella, ahora la eternidad lo compensaría.

Notas finales:

Si se entendió?

Saludos.


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