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Sucio por Enea

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Notas del fanfic:

Holaaa!!!

Este fic es para celebrar que llevo un año en la página! Sí, podría haber actualizado alguno de mis fics ya empezados, pero estoy haciendo una sorpresa con los que tengo empezados para cuando finalice los exámenes.

Notas del capitulo:

El resumen es provisional. No tengo ahora mismo mucha inspiración para los resumenes. 

A ver, aclaraciones. En esta historia Draco tiene un hermano menor. Nació en 1996, véase, un año antes de que la guerra acabase. Nadie sabe de su existencia hasta que ésta llega a su fin.

El fic va a ser un poco oscuro, con paranoias mías y tocando temas escabrosos como acostumbro, así que, gente sensible, por favor, prepárense.

Frases en cursiva son pensamientos. Estamos en el 2002, para los que quieran situarse en el tiempo.

 

Prefacio: Muerte

 

 30 Junio de 2002

 

 

Frío.

Siempre el frío. No había otra cosa en la que podía pensar en esa maldita y putrefacta celda. No, por lo menos, que quisiera echarse a llorar. Y, como aún en su situación, no había llegado a tanto, se centraba en aquél gélido lugar que provocaba que sus huesos se quejasen constantemente.

Un ruido en la cama le hizo mirarla. Ahí, un pequeño bulto se movió para poco después quedarse de nuevo inerte. Aunque no era así del todo. Draco podía observar, aún en esa distancia, como la silueta que se podía apreciar en la oscuridad estaba temblando por el frío.

Sí, siempre frío.

No había sentido calor ni ningún otra temperatura desde hacia cinco largos e intensos años. Cinco años encerrado. Cinco años deseando su muerte. Cinco años viendo como sus padres se consumían. Cinco años donde lo único que le sacaba alguna que otra sonrisa era esa personita que en ese instante estaba en el catre de aquél mugroso lugar.

Con esfuerzo se levantó y con una lentitud exasperante hasta para él, atravesó la pequeña celda y se sentó con toda la delicadeza que fue capaz en la cama para no despertar al que yacía ahí dormido. No quería que volviese a la realidad tan pronto. No. Se merecía un poco más de aquél lugar donde la mente mandaba y uno podía ser feliz por un instante.

Observó como algunos mechones rubios se dejaban ver entre las mugrosas telas que tapaban al cuerpo tembloroso de la cama. Más de una vez le había dicho a los guardias que aquella fina tela no servía para nada. Como era de esperar... le cruciaron. Muy profesional, la verdad.

Estaba harto de esa situación y lo peor de todo es que sabía que ese mismo día iba a acabar. Lo sabía con tanta certeza que incluso le asustaba. Y tenía miedo. Terror incluso por ello. No por él, no, él deseaba morir, huir de ese lugar, de ese mundo en el que era odiado. Pero no quería dejar solo a la única persona en el mundo que aún le quería. A la persona que había estado cuidando con tanto ahínco desde que nació. La que daría todo por él, por solo estar con él.

Thuban se removió entre la tela grisacia dejando entrever su rostro. Aquel semblante tan similar al suyo pero aún con la redondez de la infancia. Con aquellas finas y rubias cejas, unas pestañas del mismo color, labios finos. Solamente cuando abría los ojos se podía notar algo diferente. Ojos azules. Un azul eléctrico, vivo, infantil aún después de haber estado viviendo casi toda su vida en esa celda con la única compañía de sus moribundos familiares. Los ojos de su difunta madre. De su querida y muerta Narcissa.

Oh, cuánto la echaba de menos Draco.

Dos años habían pasado desde que se la habían llevado para matarla. Su padre, Lucius, ya llevaba un año muerto. Él fue el primero en caer de la familia. Y ahora, después de cinco años de prisión, le tocaba a él.

Con un suspiro ahogado se tumbó en la rígida cama(si es que se podía llamar así a una piedra con mantas) y abrazó a su hermano de seis años para poder proporcionarle aunque sea un misero sentimiento de protección y calor. Notó como Thuban se apretujaba con fuerza entre sus brazos y sonrió con tristeza pensando que lo más probable es que fuera el último abrazo, el último contacto humano que sentiría.

Todavía podía recordar cuando su madre, con los ojos más tristes que había visto en su vida, le había anunciado que estaba de nuevo embarazada. A todas luces se notaba que no era deseado, no en ese momento al menos. No en plena guerra y con un loco como su Amo. Narcissa no quería volver a sentir la impotencia que sintió al ver como su único hijo se hizo mortífago a la fuerza.

Pero aún así, entre los tres decidieron seguir adelante. Le ocultaron el embrazo a todo el mundo y cuando se le empezó a notar, Narcissa se ponía la ropa más amplia que podía encontrar en la casa. Thuban había nacido poco antes de que estallase la guerra en una cabaña escondida en medio de la nada. Fue todo precipitado y sin preparación. Draco fue el encargado de ayudar a su madre a traerlo al mundo, ya que su padre estaba intentando que su desaparición pasase lo más inadvertida posible. Draco mismo fue el que le puso el nombre pero no dijo a nadie el porqué cuando se lo preguntaron.

Cuando todo acabó los encontraron cuando estaban apunto de escapar. Todos se sorprendieron ante la noticia de que la familia Malfoy había aumentado, pero aún así no fueron indulgentes. Los metieron a los cuatro en la cárcel(sí, también al niño. Nadie quería hacerse cargo de él, ni siquiera un orfanato, alegando que un hijo de mortífagos no podía estar junto a las victimas de la guerra. “Los mortífagos, por muy recién nacidos que sean, mortífagos son” había dicho el mismísimo ministro, un tal Shacklebolt). Nadie se opuso a que el recién nacido fuese enviado con ellos a Azkaban o por lo menos no con la fuerza necesaria para que se plantearan nuevas salidas. Draco había perdido ya toda esperanza que eso ocurriese cuando el mismísimo Harry Potter había alegado que era algo cruel e inhumano y que él mismo se ofrecía para cuidar del crío y sin mucha dilación, habían rechazado su propuesta, así como habían hecho oídos sordos cuando testificó en los juicios de Narcissa y Draco, diciendo que ambos eran inocentes y que no merecían la muerte.

Draco, en el fondo, entendía porque estaban haciendo todo eso. Sabía que el mundo mágico necesitaba sentirse tranquilo aunque fuera de forma ficticia. ¿Qué mejor manera que condenando a muerte a todo mortífago viviente? Pero aún así... era demasiado cruel. Draco aún podía recordar como habían obligado a salir a su padre de aquella mugrosa celda que antes compartían todos los Malfoy seguido de un tembloroso Thuban. Ni Narcissa ni él podían estar seguro de qué podía ocurrir pero pronto lo averiguaron cuando después de lo que parecieron horas, el pequeño infante de apenas tres años de edad volvió acompañado de un guardia llorando sin parar, gritando que lo habían matado. “Papi. Papi. Papi” fue lo único que dijo durante meses. ¡Le habían obligado a ver como asesinaban a su propio padre!

Cuando apenas se le habían podido arrancar más palabras aparte de esa mantra que repetía una y otra vez, los guardias hicieron de nuevo su acto de presencia, arrebatándole a su madre y a su hermano para que, de nuevo, presenciara de nuevo la muerte de su progenitora. Draco por fin entendió, entre lágrimas, lo que Shacklebolt intentaba. Era una lección para Thuban, una lección que le marcaría de por vida y que le enseñaba lo que ocurría cuando eras de los malos. Cuando eras un vulgar mortífago. Un asesino.

Y entre lágrimas se juró a si mismo que, si bien no había conseguido matar a nadie en su vida, si alguna vez salía con vida de ese asqueroso lugar, mataría a Shacklebolt y a todo aquél que había secundado la idea de aquél “magnifico” castigo que le habían impuesto a su hermano pequeño.

Ahora, dos años después de eso, Draco sabía que le tocaba a él. Tenía la misma sensación de pérdida que había sentido poco antes de la muerte de sus padres y sabía que Thuban sentía lo mismo porque no había hecho más que llorar y agarrarse a él como si su vida dependiera de ello, intentando, entre hipo e hipo, buscar algunas respuestas en su hermano mayor. En poder saber porqué de su desgraciada vida. En por qué le arrebataban así a su familia que él tanto amaba. Y Draco se lo contó. Le contó todo. No dejó nada en el tintero. Thuban, aún con lágrimas en sus mejillas, le abrazó más fuerte y entre susurros entrecortados, le dijo que le quería. Que seguía queriendo a sus padres aún después de todo lo que habían hecho. Que no le importaba nada y que aún cuando sabía que no quedaba tiempo, él era feliz teniendo a su hermano con él. Porque lo que nadie sabía era que para Draco, Thuban era su Estrella Polar, la única ancla que le quedaba para seguir estando todo lo cuerdo que un podía mantenerse en Azkaban. Y para Thuban, Draco lo era todo. Era su ejemplo a seguir, su protector, su criador, su confidente, el único ser humano aparte de sus padres que no le había mostrado desprecio. El único que le había dicho siempre la verdad aunque fuese cruel.

Y como ambos sabían que la muerte de Draco era próxima, se lo comunicaron al único ser humano que podían confiar aparte del uno con el otro: Harry Potter. Éste, después de haber intentado sacar a la familia Malfoy de aquél injusto encierro, había intentado más de un millar de veces que le dejasen ir a verlos, pero Shacklebolt se lo había negado una y otra vez hasta que recibió un aviso de que el mismísimo Draco Malfoy ansiaba hablar con él y como serían sus últimas palabras de cara al mundo, ni siquiera el ministro se pudo oponer.

Draco le pidió, le rogó inclusive tirando a la basura todo el orgullo que le quedaba(¿De qué servia el orgullo cuando estabas muerto?), que cuando él muriese ayudase a salir de allí a Thuban. El niño siempre había tenido una salud delicada por culpa del frío de aquellas celdas y sabía que ningún guardia se haría responsable del niño. Harry, con ojos brillantes por culpa de las lágrimas que intentaba reprimir, asintió en silencio. Draco había estado aguantando la respiración hasta que vio ese gesto y, entre lágrimas, sonrió y le dio las gracias.

Un ruido de la puerta abriéndose le hizo volver a la realidad. Asustados por el inesperado ruido, ambos rubios se pusieron en guardia y, asustados, observaron como un auror entraba en la estancia y obligaba a Draco a andar hacia la salida.

Éste le siguió sin saber muy bien qué sentir. Podía oír perfectamente los gritos de su hermano llamándole, pero no veía cómo lo arrastraban con él, así que eso le aliviaba.

Lo llevaron a una sala con solo una silla. Las paredes no eran de piedra como era de esperar, sino de cristal, dejando ver miles y miles de rostros que lo miraban con odio, esperando con ansias la muerte del penúltimo de los Malfoy, del penúltimo de los mortífagos más leales del Señor Tenebroso.

Dio un vistazo a todos los rostros cuando le obligaron a sentarse y se sorprendió al ver a Harry Potter entre toda esa gente. Al contrario que todos los demás, éste estaba llorando mientras ponía una mano en el cristal como si intentase llegar hasta el rubio para salvarle.

Una pregunta le llegó a sus oídos de parte del auror, pero no entendió lo que le dijo. Aún así, negó y el trapo sucio que sostenía el guardia en las manos, desapareció. No le iban a tapar los ojos. No. Él quería estar viendo todo lo que ocurría a su alrededor aunque sea por última vez.

Un hombre de estatura media se posicionó delante de él, pero antes de que pudiese levantar la varita para acabar ya la faena, la puerta de nuevo se abrió y con ella el alma de Draco cayó al mismísimo infierno.

Thuban atravesó la puerta con lágrimas incontenibles recorriéndole el rostro infantil. Lo condujeron aún en contra de su voluntad a la esquina más lejana de su hermano.

Draco lo observó en silencio durante todo los segundos que le llevó al guardia tenerlo bajo control, antes de volver a mirar a aquel que sería su verdugo.

Ya nada tiene importancia. Pensó el rubio. Toda esperanza de que Thuban podía tener una vida relativamente normal había muerto al verlo entrar por esa puerta. Él sabía que ver su muerte provocaría en su hermano un severo daño psicológico que no tendría cura. No cuando la herida de sus padres aún seguía tan reciente.

En ese momento se permitió llorar. Llorar por el futuro incierto de su hermano. Llorar mientras rogaba en silencio a Potter que pudiese hacer lo que le había prometido. Llorar porque, aún siendo egoísta, por fin se iba a ir de ese espantoso lugar.

Y ahí, antes de que su asesino pronunciase las palabras, habló, fuerte y claro, provocando un silencio breve en la sala.

-Te quiero, enano.

El llanto de Thuban se volvió incontenible.

Cerró los ojos y lo último que escuchó fue...

-Avada Kedavra.

 

Notas finales:

¿Qué os a parecido? Espero que sea de vuestro agrado. Es el primer fic de Harry Potter que escribo y la verdad es que estoy entusiasmada porque también va a ser la primera vez que toco el mundo mágico(por lo menos en esta página, porque en mis tiempos mozos(XD) ya había hecho un fic de HP).

Bueno, espero que os guste y veros en el siguiente capítulo que no tardaré en subir. ¡Hasta después de exámenes y suerte con ellos!


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