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La eternidad para encontrarte por Rukkiaa

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Notas del fanfic:

Basado principalmente en la serie Buffy cazavampiros de Joss Whedon. Los personajes son de One Piece y pertenecen a Eiichirō Oda. Obviamente, hago esto sin ánimo de lucro.

Notas del capitulo:

Me enamoré de la trama principal de la película Drácula, de Bram Stoker. La cual, recomiendo si no la han visto XD.

Y sé que no debería meterme en otro fic porque tengo otro a medias...pero me han podido las ganas u.u

Prólogo

Diecinueve.

Tengo diecinueve años. Desde hace ya demasiado tiempo.

Cuatrocientos años los he pasado pensando en él, en mi primer amor.

Pero por fin...lo he vuelto a encontrar.

Sanji...

Empezaré por lo primordial. Me llamo Zoro Roronoa y soy un vampiro.

Mi creador fue un famoso inmortal llamado Dracule Mihawk, y francamente, mi aspiración, al menos al principio, fue ser como él, e incluso, llegar a superarle, puesto que es el más fuerte, el más rápido y el más temido. Pero ahora mi meta es otra.

El convertirme en vampiro, me volvió un monstruo. Un asesino despiadado que solo buscaba saciar su hambre, sin importarle cuantos frágiles e indefensos humanos tuviera que utilizar para tal fin. De hecho, despreciaba a la humanidad, no sentía el más mínimo apego por ella. Hasta que apareció él.

No es por presumir, pero me considero un hombre atractivo. Soy bastante alto, musculoso, y muy, muy fuerte. Lo que más llama la atención de mi apariencia, son mis cabellos, tan verdes como las esmeraldas y una alargada cicatriz en el torso, por un desafortunado incidente cuando vivía, pero eso solo acrecienta mi aura salvaje.

Sanji era un humilde campesino, a cargo de sus cinco hermanos y de una madre anciana y enferma. Como cualquier humano común y corriente, se pasaba el día trabajando en el campo. Yo, por el contrario, llevaba una buena vida, dada mi condición. Mihawk y yo, vivíamos a todo lujo en una gran mansión. Pero, he aquí, el acontecimiento que cambió mi existencia.

A mi creador le gustaba adquirir, llamemoslo así, humanos, para que trabajasen en la mansión. Por supuesto, como empleados del servicio doméstico, que cuando nos apetecía, se convertían en nuestro postre...por lo que no era de extrañar, que Mihawk tuviera que buscar continuamente miembros para nuestra servidumbre personal.

Uno de ellos, fue un atractivo rubio, que llamó mi atención en cuanto mis ojos se posaron sobre él. No olía diferente a los demás, no parecía tener nada especial, pero aún así, me quedé total e inexplicablemente, prendado de él.

Le habían asignado la tarea de jardinero, y muchas veces entraba en la casa para decorar con bellas flores las diferentes habitaciones, lo que era muy a menudo, puesto, que por la falta de luz solar, se marchitaban deprisa. Era tan hermoso, que solía contemplarlo en silencio y lo más escondido que podía. Se movía grácilmente y tenía la extraña costumbre de convertir todos sus centros florales en auténticas obras de arte. Hasta que uno de tantos días...

-Si me está espiando por si le robo algo, que sepa, que no soy de esa clase de personas-dijo el rubio de pronto, sobresaltándome por lo inesperado de su comentario-soy leal a mis patrones y no me gusta coger lo que no es mío-me daba la espalda y seguía metiendo coloridas flores en un jarrón de porcelana china que reposaba sobre una de las mesitas de noche.

Una sonora y fresca carcajada brotó de mi garganta, como hacía mucho tiempo no sucedía y dejé de resguardarme tras las opacas cortinas de la cama con dosel de mi dormitorio.

Era muy tentador, el saberlo completamente a mi merced. Saber que con un leve movimiento, podría tumbarlo sobre la cama y poseerlo sin posibilidad alguna de resistencia. Y después, como colofón, saborear, su, seguramente, exquisita sangre.

Pero por alguna razón, que ni yo mismo alcanzaba a comprender, no podía hacerlo, por más que cada fibra de mi ser me instase a ello.

-¿Qué te hace pensar que si te miro es para evitar algún tipo de hurto?...por mi como si te lo llevas todo, siempre y cuando, tú continúes en la habitación.

Se giró inevitablemente hacia mi, mirándome con comprensible sorpresa, pero era justo lo que esperaba, que nuestros ojos se encontraran. Los suyos eran de un intenso azul cielo, más hipnotizantes que los míos propios.

Me acerqué cautelosamente hacia él. Sabía que no se movería un ápice, porque sus pupilas estaban fijas en las mías. Cuando estuve a escasos centímetros de su cuerpo, le arrebaté con delicadeza una flor que sujetaba en una de sus manos, y yo mismo la introduje con lentitud en el jarrón, donde estaban las demás. Sentí como su pulso se aceleraba, y como la sangre comenzaba a fluir rápidamente por sus venas, además de un leve temblor, apenas perceptible para un simple mortal.

-¿Me temes?-era evidente y excitante que así era, aunque no debía tener motivos para ello, a no ser...-¿sabes lo que soy?

-Un vampiro...-ni siquiera titubeó y eso me agradó, era más inteligente de lo que pensaba.

-¿Cómo te diste cuenta?

-Desde que el señor Mihawk y usted llegaron a este lugar, muchos campesinos que trabajaban aquí han desaparecido misteriosamente...además de que no hay ni un solo espejo en toda la casa y las cortinas de las ventanas son muy gruesas y siempre están echadas durante el día, impidiendo el paso de la luz del sol...

-Y si sabías todo eso...¿por qué accediste a trabajar en nuestra mansión?

-Por lo que acceden todos los aldeanos...para que no los ataquéis en sus casas, vale más que os saciéis con unos pocos, a que arraséis con el pueblo porq...

Posé mi dedo índice sobre sus labios, silenciándolo. Podía oler su piel...su pelo...su sangre. Habría reconocido ese aroma en cualquier confín del mundo y jamás me saciaría de el. Él seguía temblando de pies a cabeza y continuaba con sus ojos clavados en los míos. No me sorprendía, puesto que todas mis víctimas siempre quedaban hechizadas por el influjo de mis verdes orbes, pero su mirada era diferente, yo quería que me viera a mi, no al demonio de mi interior.

Con parsimonia, retiré poco a poco mi dedo de sus labios, acariciándole el mentón antes de alejarlo por completo. De haber estado vivo, mi corazón habría latido con mucha fuerza en ese instante, cuando cerré mis ojos y mi boca y la suya entraron en contacto. Él dio un leve respingo de asombro ante el gesto, pero a pesar de haber quedado libre del encanto de mi mirada, no dio muestra alguna de querer evitar el beso.

Se notaba que era inexperto y torpe en el asunto, pero eso solo me atraía más y más. Nunca había probado algo semejante. La tibieza que desprendía. Mis manos sujetaban con fuerza su cintura. Su miedo se me había contagiado, pero el mío era por temor a que se me escapara de entre los brazos, de perderlo. Yo era un ser salvaje, me jactaba de ello y me enorgullecía ser así. Aunque con él, no podía serlo, no me perdonaría serlo.

Lo que siguió a ese momento fueron otros muchos maravillosos. Mihawk era el más contrariado, dado que una de las normas, absurdas en mi opinión, de los vampiros, es que los humanos son comida, no amigos ni mucho menos, pareja. Aún así, era mi creador, mi padre en términos prácticos, y no me juzgaba demasiado, por lo menos, no me lo hacía saber en demasía. Y yo y Sanji, mi adorado y hermoso rubio, éramos felices a nuestra manera, en aquella ambigua relación. Yo lo amaba más que a nada ni a nadie sobre la faz de la tierra.

Pero como suele pasar, y más a dos criaturas destinadas a no amarse, el destino intervino en nuestra contra. Pues las malas lenguas hacen mucho daño. Y a los jefes, los de La Orden, que era como se les conocía a los vampiros más antiguos, ahora y entonces, no les gustó en absoluto enterarse de que yo estuviera enamorado de un humano. Castigándome de la forma más cruel...asesinándolo frente a mis ojos.

Nunca había sentido un dolor similar. Como si me desgarraran por dentro o algo peor.

Y así estuve durante décadas. Mihawk y yo nos separamos, porque no soportaba ver mi deplorable estado depresivo. Por años recorrí el mundo, varias veces. Buscando, buscándole. Alguien que se pareciera a él, al que pudiera mirar como le miraba a él. Al que pudiera amar como le amaba a él, porque cuando un vampiro ama, ama para toda la eternidad.

Tuve que esperar cuatrocientos años, para que mi más ferviente deseo se cumpliera...

Pero las cosas no siempre son como uno las planea, aunque quizás pienso que es así por como murió la primera vez.

Ahora no es un ser humano común y corriente. Ahora no se dejará asesinar tan fácilmente, de echo, creo que ni me necesitaría para evitarlo.

Porque ahora, Sanji, se ha reencarnado después de tanto tiempo tras nuestro fatídico idilio, y es ni más ni menos que un cazador de vampiros. El mismo aspecto físico, el mismo nombre, sólo con dieciséis años...

Y no tengo idea de como me podré acercar a él sin salir mal parado ninguno de los dos.

Continuará...

Notas finales:

Adoro la idea de, perder al amor de tu vida, y después de tantos años, volver a encontrarle y seguir sintiendo el mismo amor por el. Y el ZoSan me encanta, así, que aquí va mi experimento.


Nunca había narrado en primera persona...así que espero no haberlo hecho demasiado mal.

¿Sigo?¿qué les parece? XD


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