La luz mortecina se filtraba cálidamente por las ventanas, despertando a dos chicos con los leves rayos del sol.
Un rubio de ojos azules como el cielo y pijama negra, dormía pacíficamente sobre un costado. Otro chico, pelirrojo y ojos verdes, dormía también profundamente sobre su estómago y con gran parte de su cuerpo fuera de la cama, babeando por la comodidad. Ambos chicos comenzaron a revolverse en la cama hasta despertar finalmente, pero sin moverse del todo de su cómoda posición. El rubio llamado Mello, bostezó sonoramente mientras se estiraba y sentaba sobre su mullida cama tallándose ambos ojos con los puños cerrados.
— Aaaah, ¿qué día es hoy?— se preguntó tomando un pequeño calendario de su mesa de noche— Mmm…es 14 de febrero —completo con un susurro y mirando de soslayo a su amigo.
Mello se levantó de la cama y de una patada despertó completamente a su amigo Matt, quien por tremendo golpe cayó al suelo estrepitosamente.
— Auuu, Mello — se quejó, al tiempo que se levantaba y se sobaba las partes afectadas por la caída. Se levantó y se limpió la baba que tenía en la boca. Ya desperezado, se acercó al calendario que había cerca y sonrió, luego se acercó hacia Mello y lo abrazó por detrás. — Te quiero Mello, Feliz día de San Valentín.
Mello sintió su cuerpo de gelatina al sentir leves escalofríos por el cálido aliento de su amigo. Despabilándose de esa sensación, se deshizo del abrazo de su amigo bruscamente y se giró a ver al ahora, muy sorprendido Matt.
— Pues, yo no…yo no te quiero— dijo con un susurro algo alto y firme, después tomó su ropa y se dirigió a las duchas para prepararse, pues ese día en la noche habría una celebración del día del amor y la amistad, por lo que habría comida y decoraciones de corazón.
Matt sintió como pisaban su pobre corazón y toda esperanza de que su amor fuera correspondido se esfumaba. Triste y cabizbajo se dirigió lentamente al armario para tomar una muda limpia y prepararse también para la fiesta y la organización de esta, pues le había prometido a Linda su mano derecha.
Mello, tras haberse preparado, se encaminó a la cocina, donde se metió en un pequeño armario con una caja de chocolates para meditar lo ocurrido anteriormente. En definitiva, le había sorprendido esas palabras de su amigo, pero aún más la forma en que reaccionó por sus palabras. Esa mirada vacía y triste le había dolido, pero lo que había dicho, ya no tenía vuelta atrás. "Que estúpido soy, seguro sólo me dijo te quiero como amigos. Y ni idea de donde saqué esa pendejada de: yo no te quiero. Menudo tarado que soy" se reprochaba internamente por su idiotez. Aunque, si Matt le decía ese te quiero de a de veras, pues, ni que fuera a decirle que lo amaba, aunque fuera lo que sintiera, en San Valentín.
Pero no estaba seguro de la forma en que Matt le había expresado ese te quiero. Como amigos o como algo más. Esa era su incógnita. Aunque, él era el gran Mello, y si Matt no lo quería de la misma forma que él a Matt, podría seducirlo o convencerlo e incluso obligarlo si no resultaba. Pero sólo debía esperar.
Después de pasar horas decorando el enorme comedor de la Wammy's House con corazones, iras rojas y rosas y poner servilletas y bocadillos en su lugar, Matt se encontraba totalmente agotada, pues era el único hombre y lo habían puesto en, además de decorar todo el lugar, cargar, llevar y traer cajas de todos tamaños y con todo contenido, desde servilletas hasta vasos plásticos y platos, etc.
Ya, después de medio morir con todas esas tareas, Linda le había dado permiso para ir a arreglarse y ponerse guapo para la celebración y Matt obediente y feliz de largarse de una vez, dejó de lado el tono sugerente que uso la castaña para irse a preparar.
Aunque aún se encontraba algo decaído por lo ocurrido en la mañana, no podría ni debía obligar a Mello a quererlo, por lo que se cacheteaba en su mente por tan siquiera pensar eso "Es mi amigo, no podría obligarlo ¿o sí? Pero que pendejadas pienso. Jamás lo haría, aunque ya es el colmo que ni como amigo me quiera."
Ya llegando frente a su habitación, soltó un largo suspiro y dejó de lado sus pensamientos. Ya encontraría la solución para sus problemas. O eso esperaba. Prefería dejarlo para más tarde, pues no quería lidiar con eso por ahora. Aunque al parecer la suerte no estaba de su lado, porque cuando entró a la habitación, se encontró con Mello, quien ya se arreglaba para la celebración y apenas si le dirigió una mirada incomoda.
El comedor se encontraba lleno de corazones y decoraciones dignos de ese día, con personas que bailaban animadas en la pista improvisada mientras que otros sólo bebían ponche o conversaban en las mesas.
Esa, parecía ser una noche eterna para Matt. Y para Mello.
Después de la fiesta que terminó a las 11:47 p.m., todos los jóvenes se dirigieron a sus recámaras con una gran sonrisa, a excepción de dos jóvenes. Matt y Mello. Quienes caminaban en un tenso silencio hacia su habitación lanzándose algunas miradas furtivas y desviando rápidamente la vista.
El rubio mientras caminaba junto a Matt, trazaba diferentes planes, eliminando los ya pensados y creando nuevos para resolver la situación acontecida en la mañana.
Pronto llegaron a la habitación, y entraron serrando la puerta tras de si. Matt se dirigió a su cama en donde se sentó y se quitó los zapatos y googles, para luego soltar otro suspiro. Mello se aclaró la garganta algo incómodo por lo que haría, pero dejando de lado su orgullo comenzó.
— Matt, sobre lo de esta mañana…
— Déjalo Mello, no importa — rechazó el pelirrojo con un movimiento de la mano y aún más apachurrado, por el posible 2do pisotón a su corazón.
— Sí importa. Quiero dejar las cosas claras — soltó firme y mirando de soslayo el reloj, esperando el momento de declarar la verdad y posiblemente humillarse. Pero valía la pena.
— No hay nada que aclarar, con lo que dijiste basta y sobra.
— Pero faltan cosas —reprochó Mello.
— ¿Qué serán? — preguntó sarcástico y algo enfurruñado el pelirrojo. Aún pensando en su pobre corazón, no sintió cuando Mello se sentó a su lado y menos cuando éste tomó su mano y entrelazaba sus dedos, sobresaltándolo.
El rubio sólo permaneció quieto, mirándolo, tratando de memorizar sus finos rasgos y rezando internamente porque su plan no fallara y quedará como tonto frente a su mejor amigo. Nervioso, miró hacia donde se encontraba el reloj y suspiró. Era hora.
— Matt, yo no te quiero — empezó serio y firme. El gamer desvió la vista listo para irse, pero el agarre de Mello se intensificó, evitando su huida, para después proseguir. — Con eso no me basta.
— ¿Eh? — preguntó confundido el pelirrojo.
— Yo te amo…
—…
—…pero no te diría semejante mariconada el día de San Valentín _ terminó con una sonrisa sincera y esperando lo mejor. Pero Matt no reaccionaba y Mello ya se estaba impacientando, por lo que algo exasperado, nervioso e irritado gritó — ¡DI ALGO!
— Yo, yo, yo…— Matt no sabía que decir, pues no estaba preparado para semejante sorpresa. Por lo que sólo atinó a recostar al rubio en la cama y hundir su cabeza en el cuello de éste, con una gran sonrisa. Luego se incorporó un poco y dejó un casto beso en los labios ajenos. — ¿Te das una idea de lo triste que estuve el maldito día? Ni jugué con mi PSP. Eso ya es mucho decir. — dijo juguetón y sin dejar de sonreír, para luego volver a besar a su rubio compañero, quien ya estaba como un tomate.
Éste le correspondió dulcemente intensificando el beso para luego separarse en busca de oxígeno.
— Te amo — susurró Mello contra los labios del otro y besarlo nuevamente.
— Y yo no sólo te quiero, te amo, y mucho. — respondió feliz Matt y con esas dulces palabras de amor se unieron nuevamente en un beso, expresándose así hasta lo inexpresable, y prometiendo con ello amor eterno.