El reloj marcaba la 1:58 am cuando se encontraron en la cocina de la mansión. Uno con un vaso de agua y el otro con una taza vacía en las manos. Se vieron a los ojos por unos segundos para después desviar la mirada a otro rincón de la habitación.
Hace una semana que no se hablaban.
Hace una semana que Anthony Stark casi muere en una misión gracias a su terquedad.
Con el precio de 3 costillas rotas, múltiples raspaduras, cortadas y una severa contusión en la cabeza, Tony había conseguido salvar una vez más la ciudad de Nueva York que junto con los Vengadores estaba bajo su protección.
Su recompensa fue unos días en el hospital, una banditas para sus cortadas y un enorme discurso del capitán del equipo, Steve Rogers, mejor conocido como Capitán América.
Como siempre, comenzó con un: “Tony, eres la persona más terca con la que he tratado.” Para terminar con un: “No dudo que seas hijo de Howard”. Mala decisión.
Si había algo que odiaba el castaño con todas sus fuerzas era que lo compararán con ese hombre que se hacía llamar su padre pero que, sin embargo, realmente nunca estuvo ahí para él cumpliendo con el papel que le correspondía.
Terminó explotando y diciéndole al rubio capitán algunas de esas frases que herían profundamente; con ese tono de arrogancia y burla, plasmado y remarcado en cada palabra, con esa mirada irónica que acompañaba a la sonrisa ladina en el rostro del moreno, con esa actitud que el multimillonario siempre ocupaba para esconder su furia y decirle a los demás que se fueran a joder a otra parte y a otra persona, y que lo dejaran en paz.
Steve, disimulando el profundo dolor que las palabras de ese Stark siempre le hacían sentir, se dio la vuelta y caminó hasta la única entrada de la habitación. Con la mano en el pomo de la puerta y sin mirar al otro le habló con voz rasposa.
—Me consuela que veas por los demás, pero recuerda que debes ver por ti también y que no eres inmortal para estar sacrificándote cada vez que las cosas no salen como se planean. —Sin más, abandonó la habitación. Y si no fuera porque Stark estaba aún controlado por su enojo, podría haber jurado escuchar sollozar al otro.
Una semana después ahí se encontraban, rodeados por un incomodo silencio que ninguno de los dos se atrevía a romper, ni siquiera se atrevían a moverse y seguían viendo a otro lado que no fuera la persona que se encontraba enfrente.
Tony siempre había sido el tipo de persona que olvidaba su enojo rápidamente, dependiendo de la situación y la persona. Esta vez tardó una semana en superarlo, siempre siendo consiente de que se había sobrepasado con Steve, no importando que éste le hubiera golpeado en lo más profundo de su orgullo, simplemente el buen capitán que siempre veía por el bienestar de sus compañeros y amigos no merecía que Tony Stark le hiciera sentir pésimo cada vez que lo comparara con Howard Stark.
Recordando esto último, el hombre de la armadura de hierro decidió ser el que diera el paso, haciendo a un lado a su orgullo por esta vez. Abrió la boca y la cerró de nuevo repetidamente, como si le costara mucho trabajo poder articular las palabras. Steve le miró por el rabillo del ojo, expectante por las acciones del moreno. Stark se mordió la lengua como si eso fuera la causa de que ni un sonido saliera de su boca, dio un gran suspiro para después mirar directamente al rostro ajeno.
—Lo siento. —Bien, eso no había sido tan difícil—. Sé que me sobrepasé el día en el que fuiste a regañarme al hospital, sé que no debería dolerme tanto porque soy consiente de que no soy exactamente igual a mi padre, que soy una mejor persona, que puedo ser aún mejor persona de lo que él fue. Sé que lo único que te interesa es el bien del equipo y el buen cumplimiento de las misiones y que por eso me llamas siempre la atención, porque no sigo ordenes y me pongo en riesgo de muerte, pero sabes que no puedo evitarlo porque no quiero perderte, no es que quiera perder a los demás, pero tú eres más importante y…—No pudo terminar porque unos suaves y cálidos labios se encontraban sobre los suyos en un gesto de cariño y agradecimiento.
Mirando sorprendido las pestañas del otro dejó que el calor que el simple contacto de sus labios, abrazara su corazón y embriagara a su ser de ese sentimiento que compartían desde hace tiempo. Cerró los ojos y correspondió el beso dejando que el rubio llevara el control sobre ese beso suave y cariñoso que aunque no era de sus preferidos, si era de Steve, entonces, cualquier tipo de beso era perfecto. Cuando se separaron para tomar aire, el más alto llevó sus manos a la cintura del otro y recargó su frente en la ajena y con los ojos cerrados, sonriendo.
—En serio, debería prohibirte el reunirte con la persona que te enseñó a callarme con un beso todo el tiempo. Por su culpa ya no tienes pudor y lo haces cuando se te pega la gana. —No era la primera vez que el rubio ocupaba semejante truco sucio para hacerle callar.
—No puedes prohibírmelo, además, no fue una persona quien me lo enseñó.
—¿Ah, no? Entonces, ¿dónde aprendiste semejante técnica?
—Lo encontré en internet.
—Ummm… creo que te quitaré la tablet que te regalé, prefiero al viejo capitán que no sabía utilizar el internet.
—¿Por qué? Fue sólo una casualidad que lo encontrara.
—Claro, y mañana llegarás pidiéndome dejarte darme por atrás frente a un espejo de cuerpo completo porque lo encontraste de casualidad en internet. —Se separó del mayor para ir a servirse café en su taza y salir de la habitación no sin antes darle un beso y desearle buenas noches.
—JARVIS… —El rubio se quedó donde estaba con el rostro completamente rojo ante los pensamientos impuros que tenía en el momento.
—¿Sí? —La voz de la inteligencia artificial respondió.
—No le habrás dicho a Tony acerca de mis búsquedas en internet, ¿verdad?
—No, señor.
—Entonces, ¿cómo es que…?
—Por cierto, capitán. —El moreno apareció de nuevo por la puerta—. La próxima vez, no dejes tu tablet en MI laboratorio con paginas pornográficas en la interfaz, ¿vale? Buenas noches. —Y sin más que agregar, se fue directo a su laboratorio.
—Dios mío… —Steve completamente avergonzado, suspiró y se regañó por ser descuidado con sus cosas para después, ir directo a su habitación y tratar de dormir, olvidando el hecho de que hasta hace una semana no se hablaban por culpa del orgullo, dejándolo atrás como las veces anteriores, no tan diferentes a ésta y a las que, podría decirse, comenzaba a acostumbrarse después de 1 año de relación con Anthony Stark, mejor conocido como Iron Man.
Fin’