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Tú ya sabes a mí por PruePhantomhive

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Notas del fanfic:

Los personajes de Gravitation son propiedad de Maki Murakami y son usados en esta historia sin fin alguno de lucro. 

 

*

Tú ya sabes a mí

 

PruePhantomhive

 

 

 

1

 

No te dejaré dormir.

 

Voy a meterme en tus sueños.

 

Mi fantasma te va a perseguir aunque corras muy, muy lejos.

 

*

 

Shuichi, desde su cumpleaños veintinueve, tenía la costumbre de llegar a casa rayando la madrugada, con la ropa desajustada y el aspecto de un muerto que acaba de salir de una alcantarilla.

 

Se quitaba los zapatos en la entrada y, en cuanto se quedaba en calcetines, comenzaba a arrastrar los pies por la alfombra del salón hasta que llegaba a las escaleras. Subía despacio, como si no quisiera gastar las fuerzas que le quedaban en movimientos rápidos. Se sujetaba del barandal y èl, que a veces lo esperaba despierto, escuchaba la jadeante respiración cansada acercándose despacio a la habitación.

 

A veces olía un poco a alcohol, otras a tabaco. Pero, comúnmente, su olor era el del aromatizante que usaban en la sala de grabaciones. Esa noche, mientras en la oscuridad se quitaba la camisa y la dejaba caer con un ademán lánguido al piso, Yuki percibió el pálido olor de un perfume de mujer. Barato, feo, dulzón.

 

Dudó, al principio, sobre cuál debería ser su reacción. Con la cabeza hundida en la almohada, las manos a los costados de esta y el cuerpo orientado hacia donde el otro hombre se encontraba, parpadeó muchas veces, intentando que su vista borrosa se aclimatara a las sombras, al juego de luces entrometiéndose a través de las cortinas de la ventana, a la silueta delgada y alta de su amante.

 

Lo escuchó bufar mientras se quitaba los pantalones. El pesado ruido de la mezclilla encestada en el bote de la ropa sucia, cerca de la puerta del baño, provocó que se sobresaltara. Cuando por fin el cantante se metió bajo las mantas, dócilmente, como un pollito siguiendo a su mamá gallina, se acercó al cuerpo caliente, cuya respiración no se apaciguaba ni por el repentino dejo de tranquilidad.

 

Deslizó una mano por la espalda desnuda y Shuichi se estremeció. No dio señales de responder al gesto, así que se pegó un poco más a su cuerpo. Esta vez, Shindou se alejó un poco.

 

Los resortes del colchón de tamaño matrimonial chirriaron. Las sabanas se amoldaron a hora al cuerpo de ambos. Eiri, de nuevo, lo siguió. Shuichi, otra vez, huyó.

 

Entonces, fue el momento de espabilarse, sentarse contra el respaldo de la cama y encender las luces. Los ojos, brillantes como cuentas en el vestido de una dama madura, destellaron con rabia cuando el primer as dorado iluminó un cuarto de la superficie total de la habitación. Eiri, cadavérico, lo analizó con la mirada.

 

—¿Qué? —exigió saber el cantante, dándose cuenta de que Eiri había cruzado los brazos y entornado los ojos.

 

—¿Qué te pasa?

 

—¿Qué me pasa… sobre qué? —espetó, irritado, sentándose también y pellizcando los ribetes rosas de las almohadas acolchadas.

 

Eiri, masticando su labio inferior sin darse cuenta, sacudió la cabeza para alejar un rebelde mechón de cabello rubio de sus ojos.

 

—No quieres que te toque —dijo, calculando el tiempo y el ritmo de sus palabras. Shuichi, comprendiendo la melodía de inmediato, bufó despectivamente por medio de su nariz respingona y rió, echando la cabeza de nuevo contra la almohada.

 

—Estoy cansado —sonrió—, he estado todo el día de un lado a otro y, perdóname, pero no todos tenemos el privilegio de calentar una silla con nuestro trasero al tiempo que ejercemos nuestro trabajo.

 

Yuki puso los ojos en blanco mientras le venia una curiosa taquicardia que lo hizo enrojecer.

 

—¡Qué mierda te ocurre!

 

Entonces, una mina que por mucho tiempo había estado enterrada en terreno estable, explotó. Shuichi salió de la cama con un brinco y, llevándose la manta y su almohada consigo, bajó corriendo las escaleras. Esta vez, el torbellino de sus pies pudo escucharse hasta el recibidor del edificio, Yuki estuvo seguro de eso.

 

Incordiado, dándose cuenta de que su humor había mutado en esos muchos años que habían estado juntos, se dio cuenta de que ya no quería saber qué diablos le pasaba. Se arrojó contra la almohada y se tapó con la sabana. No podría dormir, estaba seguro, y lo confirmó cuando lo escuchó llorar en la sala.

 

Si había algo que detestaba, era escuchar a las personas llorar. Eso lo ponía hormonal y, por ende, irascible. Lo peor de todo era que sabia diferenciar, por todos esos años de convivencia, cuando Shuichi lloraba enserio y por necesidad a cuando lo hacía sólo por llamar la atención.

 

Irritado, intentó no prestarle atención, así que se sumergió en un turbio duermevela que excitó sus más profundos temores.

 

Tal vez hubiera podido evitar las pesadillas si Shuichi no se hubiera puesto a gritar y a golpear el piso con los puños a las cuatro de la mañana. Y por más que quiso acudir a ver qué ocurría con èl, no pudo, porque la pesadez de su cuerpo entero le ganó.

 

 

 

 

 

Le hubiera gustado saber qué pasaba con todo su cuerpo y con su cabeza. Había creído que todo seria fácil, que no tendría que preocuparse por muchas cosas al menos por el momento, pero ver a Eiri así, preocupado, lo había angustiado un poco.

 

Cuando se sintió más tranquilo a pesar de que su cerebro seguía apretándose contra las paredes de su duro cráneo, fue a sentarse al sillón en donde había arrojado la manta y la almohada.

 

Se pasó las manos por el cabello y bufó otra vez, con las lágrimas calientes resbalando por su terso rostro rojo. Su corazón latía a mil por hora y le preocupó mucho sentirlo en la garganta.

 

¿Qué diablos le estaba pasando? Preguntó Eiri. Lo que lo desesperó fue no tener una respuesta clara para esa pregunta, que sin duda sabia que èl le haría algún día, pero que no esperaba tan pronto.

 

¿Cómo demonios podría explicarle lo que estaba pasando? ¿Tendría el valor? Además, había otras personas implicadas en ese asunto y se sentía como un cobarde por no poder tomar al toro por los cuernos y, sobre todo, por tener miedo a las represalias que podrían venírseles encima por lo que estaba haciendo y pensando.

 

Se propuso hablar con Eiri tras dormir un poco, pero, al no lograrlo, se dio de golpes contra la pared pues… el fantasma de su relación con Eiri estaba en todas partes, asustándolo aún más. Al final, no durmió nada. Y Eiri apareció a las seis de la mañana delante de èl, esperando por su explicación.

Notas finales:

El tìtulo del capìtulo es el primer pàrrafo de la canciòn de Marìa Josè :p La misma que da titulo a este fanfic :p


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