Prólogo
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Era una noche estrellada, la brisa era fría y la ciudad se veía totalmente iluminada. Dentro de un lujoso auto de lunas polarizadas, un joven rubio viajaba cómodo; sus ojos eran azules como el cielo, cubría su ojo derecho con su suave cabellera rubia; el individuo era alto, delgado y agraciado. Cruzó sus piernas y se recargó en el asiento, respiró profundo y observó a las dos personas que lo acompañaban.
Ambas eran bellas mujeres, para ser precisos, se trataba de sus asistentes; una de ellas de ojos azules, alta morena y de cabellera azabache; la otra era rubia, alta y llevaba lentes mientras anotaba en su libreta.
Permanecían callados, el ambiente era pasivo y relajado, aún faltaba mucho para llegar a su destino.
Los sucesos se acontecieron rápido, se encontraban en un cruce algo peligroso, una avenida para ser exactos, los accidentes por aquella eran más que comunes; en un auto rojizo manejaba ya un hombre beodo, escuchaba música a alto volumen y ya su auto no se movilizaba de manera regular. Bastó con una pestañeada de parte del beodo sujeto para que su auto hiciera caso omiso a la luz roja y pasara de frente, estrellando de manera estrepitosa a una lujosa limosina negra, arrastrándola no solo a esta, sino también a dos autos más, volcando los coches y causando disturbio en el escenario. El lujoso auto se divisaba aplastado y deformado boca abajo, donde ya dentro hacían los cuatro cuerpos lastimados, el del rubio, las dos señoritas y el chofer.
Desesperadamente, algunos valientes se acercaron aterrados, con increíble esfuerzo lograron sacar a una de las ya inconscientes señoritas, debido a que esta estaba más al alcance. Seguidamente, aún dudosos, decidieron intentar seguir rescatando mientras llegaban las ambulancias.
- ¡No! ¡Aléjense! ¡Va a explotar! – gritó desesperado un hombre que observaba la escena de lejos, visto que la gasolina esparcida era abundante, no solo proveniente de aquella limosina, sino también de los otros autos también volcados
Varios se alejaron mientras arrastraban a la única señorita que lograron rescatar, mas no pudieron evitar que los autos accidentados explotaran haciendo estremecer a los espectadores con el abrumador espectáculo.
***********_ _U*********** Dos días después ***********_ _U***********
- En primicia para el canal 2, les traemos en vivo y en directo el funeral de Su Alteza Real el príncipe Daniel; el pueblo Isnoviano lamenta la terrible pérdida del heredero al trono Real; Su Majestad el Rey Zeff ha manifestado su agradecimiento a las muestras de apoyo por parte del pueblo al dejar múltiples cartas en las verjas del Palacio Real…
Muchos reporteros de diferentes partes del Reino de Isnovia y el mundo se encontraban presentes el día del funeral, el cual se llevaba a cabo dos días después del accidente que acabó con la joven vida del príncipe Daniel. A pesar de los insistentes ruegos por parte de la prensa, no los dejaron pasar dentro de la abadía, donde sí tenían acceso los invitados, debido a esto, sólo se limitaron a seguir de cerca los acontecimientos y a presentar a las personalidades que iban llegando al evento.
A lo largo del recibimiento, se enumeraron más de 120 personas destacadas, entre príncipes, duques, condes, cantantes, algunos famosos y socialités.
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- Ma… maldito…
El joven al frente de aquellos 3 chicos, acababa de darles una admirable paliza, consistente en puras e impecables patadas que terminaron por dejarlos en el suelo, adoloridos y con pocas fuerzas, las suficientes como para que pudieran hablar.
- ¿Cómo? No escuché bien bastardo…
- Infeliz… cejas… raras… fenómeno…
Una nueva patada atestó el rostro de aquel que se había dignado a hablar último, el chico no sólo se molestaba cuando se burlaban de sus adoradas cejas, sino también, en esta ocasión, aquellos se habían osado a molestar a una señorita; y cuando de mujeres se trataba, aquel haría todo lo posible por darles una lección a quien intentara si quiera, lastimar a los que él consideraba los seres mas hermosos de la tierra.
Salió del callejón a paso despreocupado, el chico era alto, delgado pero de atractiva contextura, su piel era blanca como la nieve, sus ojos eran azul cristalino y cubría su ojo izquierdo con un poco de su brillante cabellera rubia, agregándole a la descripción un peculiar detalle en su rostro, sus cejas eran curiosamente espiraladas, siendo ese un gran motivo por el cual algunos brabucones de la escuela se mofaban de él. Bueno, en ese momento, se encontraba en el instituto, dando por evidente que a quienes había golpeado eran también alumnos de aquella institución.
Se acercó a una bella chica de verdosos ojos, quien inmediatamente se abrazó a él y le besó en la mejilla, dejando a este más que atontado y con corazones en los ojos.
- Gracias Sanji-san – le agradeció aquella
- No tienes porqué darlas mi bella damisela, estoy aquí para servirte –le besó la mano- vamos, te invito un helado… para que despejes tu mente del susto que te han dado esos bastardos…
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El imponente hombre de gran talla estaba sentado en el gran escritorio de su despacho, aunque no era costumbre, esta vez se encontraba ticteando uno de sus pies a manera de preocupación y ansiedad; el problema en el cuál se hallaba inmerso no era para menos, la herencia de su reinado pendía de un hilo, y las decisiones que eran requeridas en esos momentos, decidirían el futuro, tanto del reino, como de aquella persona a quien encomendaría esa tarea.
- Su Majestad, la solución está mas que clara, solo es cuestión de que usted…
- Lo siento Evellen, pero no puedo imaginarme a un plebeyo…
- Mi Señor, usted es muy consciente de que esa persona no es un plebeyo común y corriente…
- ¿Qué le diremos a esa mujer?... con ella tenemos un juramento, si escojo la solución que me propones, estaríamos pasando olímpicamente por aquel… y muchas cosas podrían revelarse, lo sabes…
- ¿Usted refiere a la señora Solimar?... no sería capaz de hablar, ella conoce muy bien las consecuencias…
- ¿Qué pensará Margaret? – dijo dudoso el imponente hombre rubio
- Con todo el respeto que me confiere para con ella, sinceramente no tiene potestad de opinar en estos asuntos
- Bien… viajaremos a E.E.U.U… encárgate de los preparativos…
- Como usted ordene, Su Alteza – aquella mujer de negruzcos cabellos, se retiró del despacho del Rey, mientras una ligera sonrisa se dibujaba en sus labios
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- No sabe cuanto lo lamento señor director – dijo una mujer de castaños cabellos y mirada azuleja
- Mas vale señora, es la cuarta vez en esta semana, hágale entender que ya no está en una escuelita donde de seguro puede darse el lujo de golpear a cuanto se le plazca, este es un instituto de prestigio, si sigue en lo mismo, lamentablemente me tendré que dar en la obligación de expulsarlo – reprochó aquel hombre, director del instituto
La mujer salió resignada del despacho del director, para luego dirigir su mirada hacia cierto chico de rubios cabellos, que se encontraba sentado en los banquitos de espera; le sonrió livianamente antes de hacerle ademán de que la siguiera, a lo que el muchacho obedeció sin ninguna objeción.
- Que fue lo que ese señor te dijo mamá, ¿te hizo sentir mal? Dímelo, porque sino voy y…
- No Sanji… está bien, no todo puedes intentar solucionar con golpes; es la cuarta vez en esta semana… ¿qué es lo que te está sucediendo?
- Nada mamá… estoy de maravilla… pero tú sabes como es que me pongo cuando de una señorita se trata
- No quiero volver a cambiarte de instituto, ya estás lo suficientemente maduro como para que…
- ¡Solimar-san! – la llamó una señora de avanzada edad, muy amiga de la aludida y por su puesto, también muy apreciada por aquel jovencito de rubios cabellos
- ¡Isania-swaaaaaan! – el chico revoloteaba el rededor de la aludida – cada día se ve mas joven
- Jajajaja Gracias Sanji-kun, oye Solimar, tu hijo es muy caballeroso jajaja
Y como era costumbre de aquellas señoras, las cuales por cierto eran vecinas, caminaron juntas hacia casa, mientras el joven rubio animaba y alagaba a ambas, actitud común en el joven, quien no se imaginaba, que su vida daría un vuelco de 360 grados.
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Continuará ... -w- ....