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Mente turbia por Shin Black

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Notas del fanfic:

Kazuya me pertenece, al igual que ken y Yuuki, el resto no, es de Konomi.

Notas del capitulo:

Kazuya Sanada y su vida relatada en un oneshort.

Mente turbia

 

 

Los ojos suelen ser la ventana del alma, las sombras de la vida, el pasado y el futuro. Algunos ojos encandilan en la mirada, en el movimiento y hasta leen las mentes. Su mente, particularmente, era difícil de leer. Sus ojos caídos de tonos azul oscuro siempre o casi siempre estaban cubierto por la mata de cabello negro que le cegaba, intentaba ocultar esa firme mirada que atravesaba su mente turbia.
Kazuya Sanada no era un niño normal, aunque muy probablemente querría serlo. Sus padres eran dos prometedores tenistas que al saber de su nacimiento tuvieron que renunciar a su pasión para encargarse del niño que llegaba al mundo, pero no se frustraron, estaban más que felices con la llegada de Kazuya a sus vidas. Seiichi decidió hacer pequeños cursos de pintura y dar clases en un club local, mientras que Sanada comenzó sus estudios de profesor de historia mientras paralelamente daba clases en el dojo, para pagar la manutención del pequeño que vivía con Seiichi hasta que comenzaran a arreglar las cosas y poder comprarse una casa cerca de allí.

Era difícil, y con la llegada al mundo del niño se volvió mucho más complicado aun, Sanada apenas dormía, Yukimura estaba irritado por no poder continuar al tenis y pasaban sus frustraciones, sin quererlo, a su pequeño hijo de días de vida. Comenzó entonces lo fatal. El niño reaccionaba de forma diferente a otros pequeños de su edad, aunque su desarrollo neurológico y fisiológico eran normales, el emocional y social parecía un tanto lentificado.
Kazuya tenía poca interacción con otros niños de su edad, parecía más traumado, evitaba el contacto aun con sus cuidadoras en el maternal, jugaba solo con los bloques, construía palabras y  castillos con mucha facilidad. El pequeño disfrutaba de su tiempo a solas, se comunicaba con amigos imaginarios y durante horas miraba las paredes buscando algo o probablemente “viendo más allá”, a veces se reía solo  y parecía entregarle objetos a alguien que solo era visto por sus ojos y caían estrepitosamente al suelo. No habían sido detectados como preocupantes hasta su ingreso al jardín de niños donde aterraba a su maestra y otros niños del curso.

 

“Él habla constantemente solo, a veces se enoja y tira sus cuadernos y colores. Dibuja figuras turbias y miradas inexpresivas, sus trazos son fuertes y violentos, aun así, su mirada se desvía mientras lo hace y su rostro se vuelve pálido” Relató en una ocasión una de las docentes a su cargo. No sería llamativo el relato sino hubieran otros docentes que respaldaban lo dicho por la maestra: “Constantemente hay que traerlo con los demás niños, no le gusta cantar ni jugar con los juguetes, usualmente se lo ve sentado en un rincón dubitativo”.

 

Seiichi pensó que probablemente su hijo necesitaba un hermano.

 

No pasó ni medio año que Seiichi confirmó su segundo embarazo y la emoción por la llegada de este nuevo bebé inundó de felicidad el hogar. Kazuya parecía más animado de lo normal ante la llegada de su hermanito y al igual que sus padres, se reunía frente a la chimenea para pensar nombres mientras acariciaba Yukimura su creciente vientre. Pasaban los meses y Kazuya notaba cada vez más  cerca la llegada de “Ken”, nombre escogido por su padre y él. No sabía como sería su hermanito, pero estaba radiante de felicidad de no estar solo….pero no fue así.

 

Ken comenzó a desarrollarse como un niño normal, se relacionó con sus amigos desde muy pequeño y era bastante más sociable que su hermano. Cuando jugaban juntos, Ken siempre excluía o discriminaba sin quererlo a Kazuya, y una vez que comenzaron a expresarse lo trataba de raro por los continuos lapsus del mayor que sorprendían al más pequeño, además de escucharlo hablar solo a la pared o escribirse fuertemente, con lapiceras o fibrones, los brazos, cosa que después Seiichi tendría que quitar con algún líquido especial.

 

–Mami –habló una tarde el pequeño Ken de tres años. Seiichi se sienta en el sillón y le hace lugar a su hijo pequeño.

–¿Qué pasa Kenchan? –murmuró.

–No quiero jugar más con Kazuchan –susurró con temor, Seiichi impresionado alza una ceja preocupado.

–¿Eh? ¿Por qué no quieres jugar con tu hermano? –cuestionó.

–……..me…..da miedo.

 

Palabras inocentes de un niño, Ken le temía a su hermano mayor, pero aun no se desataba completamente esa mente turbia y pesada de Kazuya. Seiichi entonces creyó que algo raro le pasaba a su hijo, pero a los pocos días su atención se volvió a desviar al enterarse que nuevamente estaba embarazado, pero este tercer embarazo no fue bien tomado por nadie, no porque no estaban feliz, sino por como recibiría Kazuya la llegada de un nuevo bebé.
Sanada, al igual que su esposo, estaban completamente impresionados ante la reacción de Ken de no querer jugar más con su hermano mayor, creyeron que algo había pasado entre ellos pero se comunicaban normalmente, por lo que descartaron esa idea. El nuevo embarazo pasó con angustia y preocupación por parte de Seiichi, quien comenzó a notar como su hijo de seis años comenzaba a aislarse cada día más y en poco tiempo iba a comenzar la primaria, por lo que las relaciones sociales jugarían un papel primordial en sus actividades diarias.

Nació Yuuki, el último niño, varón, rozagante y aunque su salud era deteriorada debido a problemas en el parto, a simple vista no parecía tener ningún tipo de problemas a nivel social. A medida que los más pequeños crecían el hijo más grande comenzó la primaria con ciertos problemas en la conducta. Constantemente los docentes llamaban su atención, pues solía desviar su atención o hablar con la pared, muchas veces se lastimaba en el baño con las tijeras, por lo que lo traían vigilado. La conducta extraña de su hijo preocupaba bastante a Yukimura.

 

–Estoy preocupado –susurró Yukimura arrullando a Yuuki, quien se chupaba el dedo.

–¿Por qué? –preguntó Sanada cerrando el libro que leía–. ¿Ken de nuevo rompió un florero?

–No, no es eso, es Kazuya –la atención de Sanada comenzó a volverse más aguda y observó con intensidad a su pareja–. Se lastimó con una tijera.

–Te dije que se las sacáramos de la mochila.

–Es que el problema no son “las tijeras” Genichirou –susurró para no despertar a su hijo–. El problema es él. No importa el objeto, recuerda que se ha clavado lápices, una vez se llevó uno al ojo ¿recuerdas?

–Tuvimos que ir de urgencia al hospital.

–Estoy preocupado Genichirou, ésto no pasa con Ken o Yuuki –Seiichi desvía su mirada a Yuuki que dormía y Ken, que se encontraba en el corredor jugando con los autitos–. Ellos son normales, pero, Kazuya.

–¿Es anormal? –continuó, Seiichi negó.

–No creo que sea anormal, Geni, creo que algo muy extraño le pasa y me encantaría saber ¿que es? Quiero saber que le pasa a mi hijo –tomó mejor al bebé y se levantó–. Llevaré a Yuuki a su cuna.

–Se….Seiichi –intenta detenerlo, el chico se da la vuelta para observar a su joven esposo.

–¿Qué?

–……..N…nada….nada, se me metió una idea en la cabeza pero, no….no creo.

 

Acostó al niño pequeño y se retiró entornando la puerta, el silencio abrumador. Seiichi volvió a su lugar y comenzó a leer, Sanada hizo lo mismo e intentaron no pensar en lo que habían hablado. El sonido típico de una casa con niños se silenció, lo único que se escuchaba era el carrito de Ken arrastrándolo por todo el suelo del pasillo y muy rara vez las pisadas del niño de tres años de aquí para allá. Seiichi levantó su mirada del libro y observó a su marido.

 

–¿Y Kazuya?

–Pensé que dormía –habló Sanada prestando atención.

–Son las siete y media, aun no ha cenado, así que no puede dormirse a esta hora –inmediatamente se levanta y camina al corredor seguido por Sanada.

 

Allí se cruzan con Ken con su pequeño jardinero de jean y su playera roja gateando por el piso, Seiichi sonríe al ver lo activo que era su niño y sin hacer demasiado ruido caminó al costado para permitirle el paso al camioncito, Genichirou hizo exactamente lo mismo permitiéndole al pequeño seguir su juego, se le veía bastante dinámico. Llegaron al cuarto de Kazuya y se encontraba todo perfectamente ordenado, los juguetes en un orden de altura y grosor, su escritorio bien acomodado con los papeles y libros de primaria a un costado y su lapicero con sus crayones bien acomodados.

 

–No está aquí.

 

Inmediatamente Sanada disparó al cuarto de Yuuki y encontró a Kazuya trepándose por los barrotes de la cuna intentando entrar con su hermano, del susto y muy a pesar que sus intenciones eran buenas, lo apartó de allí provocando una conmoción en su hijo mayor y un terrible susto en su mente confundida. ¿Qué estaba haciendo mal?, pensó el niño.  Allí estaba, esa mente turbia nuevamente que planeaba todo de manera meticulosa y parecía desencajada a la armonía natural. Seiichi llegó a él y le abrazó preguntándole que quería hacer que se trepó allí.

 

–Solo quería ver su rostro………dormido.

 

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No era normal. Kazuya Sanada estaba seguro que no era normal. Su comportamiento diferenciado al de sus hermanitos y el resto de los pequeños de su edad le discriminaban. Ken tanto como Yuuki no disfrutaban de jugar con él, ellos dos se encerraban y jugaban solos entre ellos excluyendo de cualquier actividad a su hermano mayor, quien se encerraba más en sus pensamientos.

 

–Es que nos da miedo –intentaba defenderse Yuuki en una ocasión que Seiichi preguntó por qué no jugaban con Kazuya.

–Él habla solo, se golpea y lastima, ¿vieron el chicón que tiene en la frente? Se lo hizo golpeándose la cabeza contra la puerta, él da mucho miedo….

 

No podían evitar escuchar a sus hijos menores cuando le relataban las escalofriantes historias donde Kazuya quedaba como un loco, pero el miedo de conocer una posible psicosis en su hijo de doce años los espantaba e intentaron por otros medios ayudarlo. Le llevaron a psicólogos infantiles, a pediatras, pero la respuesta era la misma: “Vean a un psiquiatra”. La angustia de Seiichi crecía hasta llegar al punto de una depresión, mientras que Sanada intentaba desde su postura sacar adelante a su familia, sobre todo a sus dos hijos menores que comenzaban a sentirse afectados por la conducta extravagante de su hermano mayor y la depresión de su pobre madre.
Las noches se volvieron violentas con los gritos de Kazuya ante las horribles pesadillas, además de despertar con marcas hechas por él mismo, según los psicólogos, podría ser un especie de auto-agresión por una enfermedad patológica grave, pero no querían pensar en que Kazuya probablemente necesitaría una internación y empastillarse.

 

–Por favor Genichirou –suplicó Seiichi en la cama mientras el moreno intentaba cambiarse para llevar a Kazuya al psiquiatra–. Por favor, no dejes que le pongan una mano encima.

–Todo lo que hacen es por su bien amor, tú tranquilo.

–¿Cómo quieres que lo esté? Sabes que esos desgraciados pueden darle electroshock a mi pequeño, Genichirou ¡Kazuya tiene doce años!

–¿Y qué quieres que hagamos Seiichi? ¿QUÉ? –Genichirou tira su cabello hacia atrás–. Intentamos todo, de la escuela nos dan un ultimátum para que mejoremos el comportamiento de Kazuya, amanece todos los días gritando, se golpea constantemente con cuanto objeto que tenga cerca, se desmaya dándose cabezazos contra la pared ¡estoy cansado Seiichi! Cansado de no saber que le pasa a Kazuya.

–Si lo escucharas, si al menos lo escucharas.

–¡Ya lo escuché Seiichi! Y sólo dice cosas incoherentes, fantasmas, espíritus, esas cosas….. –suspiró–. Solo quiero que Kazuya sea un niño normal.

–Nunca será uno, él es especial –susurró.

–Tranquilo, no dejaré que le toquen un pelo ¿está bien? –Seiichi afirma–. Descansa, toma tus antidepresivos y descansa, tenemos dos niños más que cuidar y tienes que ser fuerte.

 

 

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–¿Qué tiene niichan? –preguntó Ken mientras comía su ensalada de frutas.

 

Seiichi no sabía que decir por lo que miraba a su esposo, éste niega con la cabeza y baja la mirada, no estaban seguros que era lo que pasaba por aquella extraña y enmarañada mente de su hijo. Kazuya decía ver fantasmas y estaba más que seguro que lo acosaban 10 demonios vestido de negro, con horribles ropajes y miradas aterradoras que lo asustaban a la noche. El simple relato venía de una mente perturbada psicológicamente, y tanto la psicóloga como el psiquiatra habían llegado a la conclusión que el niño tenía una psicosis tan brutal que le llevaba a la autoagresión.

 

–Pues….él….

–¿Eta enfemo? –preguntó Yuuki que apenas llegaba a la mesa a pesar de estar sentado en su sillita especiales para nenes de cuatro años.

–No Yuuki, Kazuya está loco –afirma Ken mientras sigue comiendo.

–No, Kazuya no está loco, es solo que tiene…..em….una imaginación muy poderosa.

–Está loco, ve cosas que nadie ve –habló el pequeño siete años mientras continua comiendo sus frutas, Yuuki ríe.

–Bueno es que….

 

Un fuerte ruido de cristales quebrándose alertó a la familia, Seiichi inmediatamente corre al cuarto de Kazuya llevándose todos los muebles por delante. Llega al cuarto de Kazuya y le cuesta abrir la puerta, pero la desesperación hace que la golpee, para ese entonces Genichirou se encuentra junto a él y entre los dos lograr abrirla casi al punto de tirarla abajo. Encontrar a tu hijo sentado entre unos cristales que le rodeaban, la ventana rota, una cortada en la frente y con sus manitos tomando fuerte el vidrio para hacer un tajo grande y profundo en su brazo les aterró.

Sanada inmediatamente tomó a su hijo en estado de shock y pálido mientras Yukimura llamaba a una ambulancia, pero sabiendo que cuando llegara sería demasiado tarde, cargaron a Kazuya en el auto junto a sus dos aterrados hijos y partieron.

 

Su mente turbia calló bajo los brazos de Morfeo, cerró sus ojos y quiso morirse antes de volver a experimentar por lo mismo, sus padres le hablaban y escuchaba el sonido de su voz a lo lejos entre sueños. Kazuya sangraba pero detuvieron la hemorragia a tiempo, quedó internado en observación durante días.

El niño quiso morir y no pudo, pero más que nada intentaba escapar de esa realidad repleta de demonios y ellos le estaban ganando la guerra. Esa mente turbulenta, perturbada, que le hacía quedar bajo el control del mal con mucha facilidad. Desearía poder controlarla.

 

 

Fin.

Notas finales:

Espero les haya gustado.

 

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