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D. D. O. por Ucenitiend

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Antes de meterse a la carpa para conversar con el maia, Aragorn vio que el elfo se acercaba con el labio hinchado y untado con la pasta, apenado bajó la cabeza y corrió la lona para entrar.

Al pasar por detrás, de camino a su tienda, Legolas echó una mirada furtiva a la mano lastimada de su agresor y decidió detenerse.

-Gracias. Aún queda un poco -dijo calmadamente, y esperó a que el hombre estuviera de frente para acercarle el cuenco.

Aragorn tomó el recipiente sin mirar a Legolas a la cara, pero en cuanto este siguió su camino levantó los ojos y vio que tenía la espalda llena de tierra, y se apenó aún más porque sabía que no le agradaba estar sucio.

-Vamos, hombre, entra. Todo se solucionará -dijo Gandalf desde adentro, con tono paternal, y esperó a que su amigo ingresara y luego comenzó a hablarle de modo casual para infundirle calma.

-Querido Aragorn, ¿ya te conté que estuve en Lothlórien recuperándome de las heridas que me causó el Balrog, antes de reencontrarnos en Fangorn?

-Sí. Me alegra tanto que estés nuevamente con nosotros -dijo dedicándole una tibia sonrisa-. Dime, ¿has tenido alguna noticia sobre Elladan y Elrohir? ¡Ay!... Me gustaría que también estuvieran aquí. Serían de gran ayuda. ¿Y de Elrond y Arwen? ¡Ouch! -dijo mientras desenvolvía el trapo que se le había pegado a los nudillos debido a que la sangre empezaba a secarse.

-No he tenido noticias de ellos, pero supongo que estarán preocupados por lo mismo que todos lo estamos. Pero mira..., eso no te lo has hecho contra la boca del Príncipe. Bueno, quiero que me prestes atención, así que primero atiende tu mano y luego seguimos hablando.

Después de que Aragorn se lavara las heridas, se las cubriera con el sobrante de las Athelas y un lienzo limpio, y por último se sentara, Gandalf preguntó sin más preámbulos:

-¿Conoces al Príncipe Legolas desde hace años?

-¿Qué?... ¡¿Quién te dijo eso?! –dijo Aragorn tomado por sorpresa, y nervioso se puso de pie.

-No contestes mi pregunta con preguntas -dijo el maia.

-¡Y tú no preguntes ya sabiendo la respuesta! ¡¿Te lo dijo él o alguien de mi familia?!

-No importa. Me gustaría que tú me lo dijeras. Siéntate, por favor, y hablemos calmadamente.

Sabiendo que no podría zafar del mago, Aragorn se sentó y contestó a regañadientes:

-Sí, lo conocí una vez que viajé a... Mirkwood.

-¿Y?

-¡¿Y qué?!

-Y otra vez me contestas con una pregunta. Cuéntame lo que pasó.

-Eso es absolutamente privado –dijo pensando en que su amigo hurgaba en su intimidad.

-No te estoy pidiendo detalles de lo que pasó entre... ustedes dos. Eso, me lo puedo imaginar. Quiero que me digas qué pasó entre tú, él y… su padre.

Aragorn ya no tuvo dudas de que el mago estaba al tanto de lo ocurrido hacía años, y no era casual que después del incidente con el elfo insistiera en hablar del tema; y como sabía que sería inútil negarse, luego de pensar unos segundos, dijo:

-En el camino me enfrenté con orcos. No me explico qué hacían ahí y a plena luz del día. De entonces es la vieja cicatriz en mi espalda que te llamó la atención, y tengo otra en una pierna. Llegué medio muerto y... él me encontró.

-¿Y?

-Ahí vamos otra vez... –murmuró y suspiró-. ¿Qué más quieres que te diga?

-¿Qué pasó después?

-¿Ahora eres tú quién contesta con preg…?

-¡Aragorn…!

-¡Uf, Gandalf!... No sé si por muy joven, o por muy tonto, seguramente por las dos cosas, mientras me recuperaba cometí un error.

-¿Cuál? -preguntó Gandalf algo cansado de tener que sacarle a su amigo las respuestas a los tirones.

-Qué más, enamorarme –dijo al fin.

-Y él de ti -aseveró Gandalf.

-¡No, qué bah! Al principio creí que sí. Al poco tiempo recibí una carta en la que, muy feliz, me contaba que se casaría. ¿No viste su linda sortija? ¿Y también quieres que te diga lo que me dijo su pa... cuando regresé a hablar con él? Como siempre, me despreció, y luego me dijo que si, por casualidad, su “real hijo” se hubiera enamorado de mí, donde quiera que hubiéramos vivido juntos sería muy infeliz. Por un momento pensé que Thrand… lo había obligado a escribirme, y hasta mantuve la esperanza de que volviera a comunicarse conmigo, pero el tiempo pasó y no dio señales, lo que terminó por confirmarme que era verdad lo de su enlace.

-¿Y qué te dijo Legolas cuando te vio?

-¿Ahora?

-Antes.

-Nada, ya se había ido. Ah…, ¿fue Galadriel quien te lo dijo? ¡Bendito Don del que goza! Ella no sabía nada, pero en cuanto puse un pie en Lórien leyó en mi alma lo que había pasado y que sigo queriéndolo... ¿Me equivoco?

-Mmm, estás bastante cerca. ¿Se lo has dicho a él?

-¡De mi boca jamás lo sabrá! Tampoco él se acercó a ofrecerme ni una mínima disculpa por cómo jugó con mis sentimientos en mi adolescencia, siendo el mayor, y el muy cínico actúa como si me hubiera conocido recién en el Concilio. Además, ya pasó tanto.

-¿Nunca te enamoraste de alguien más? ¿Qué hiciste todos estos años?

-No. Y qué podía hacer más que querer desterrarlo de mí. Cada vez que alguien comentaba algo sobre Mirkwood me iba para no escuchar. Les pedí a Elrond y a los gemelos que nunca me contaran cualquier noticia venida de allá. Pero ya sabemos que a los Elfos del Bosque les gusta mantenerse aislados, que son muy reservados con sus asuntos personales y muy poco afectos a comunicarse con otros pueblos, así que casi no llegaban. Después de tanto reaparece y se burla otra vez de mí, porque estoy seguro que lo que hizo hace un rato fue adrede. No me pude aguantar y lo golpeé. Él cayó, pero, ¿sabes qué?, soy yo el que se siente derribado. Pero por qué me hiciste hablar de esto.

-Hablar de los dolores del alma hace bien. ¿No sientes que te has sacado un peso de encima?

–No.

-Bueno, entonces, ahora quiero que me escuches, porque voy a contarte lo que verdaderamente ocurrió. Pero recuerda tu promesa de oírme hasta el final y esperar. ¿Recuerdas a unos elfos que por ese tiempo llegaron a su reino?

-Sí. Qué tienen que ver.

-Cuando supieron que a Thranduil no le agradaba la relación que tenían Legolas y tú, le propusieron un plan que él aceptó sin dudar demasiado.

-¿Un plan… para qué? -preguntó Aragorn, y su expresión mutó.

-Necesito que estés sereno para que entiendas.

-¿Qué plan urdieron esos cinco? Habla ya.

-Cuatro… Legolas, fue tan víctima como tú. En realidad, aún no sé para cuál de los dos fue peor…

-¡¿Qué sabes?! ¡Gandalf, habla de una vez!

 

 


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