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D. D. O. por Ucenitiend

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Legolas despertó boca abajo y con el pelo desordenado sobre la cara, estiró un brazo con pereza y sin querer rozó a Aragorn que descansaba en la misma posición, completamente destapado, y escuchó que murmuraba y se movía; dejó pasar unos segundos, y cuando vio que seguía durmiendo, se deslizó para anular los pocos centímetros que los separaban, y aprovechó a acariciar con suavidad sus viejas cicatrices como queriendo calmarle los dolores del pasado; y si bien esa noche había visto y tocado su espalda, varias veces, recién le llamó la atención uno de los tantos costurones, pero no por su tamaño, sino por su marcado relieve. Intrigado, quiso verlo mejor, así que se levantó y buscó una vela para evitar encender una lámpara que haría más luz. Al no hallar con qué encenderla, se asomó al pasillo y miró para asegurarse de que nadie lo viera salir desnudo, se apuró a encender el pabilo con la tea más cercana y volvió sobre sus pasos cuidando que la ondulante flamita no se apagara. A punto de inclinarse sobre Aragorn, de rabillo alcanzó a ver la camisola tirada en un rincón, entonces se agachó y derramó varias gotas de cera en el piso de piedra y paró la vela encima. Volvió a la cama, y mientras pensaba en lo que diría para disculparse por lo que había hecho en “su primera vez juntos”, sintió que Aragorn bostezaba y se acercaba.     

-¿Qué haces levantado, ya amaneció? -preguntó, y se acercó más para besarlo en un hombro, pero al ver que Legolas, sin mirarlo, negaba con la cabeza, volvió a preguntar-: ¿Qué te pasa?

-Disculpa, te desperté. Aún no amanece.

-No fuiste tú; estaba soñando algo y… ¿Pero qué te pasa? ¿Estás arrepentido de haber pasado la noche conmigo? -dijo temiendo que Legolas le contestara que sí, pero cuando vio que bajaba la cabeza, miró por sobre su hombro-. Ah..., es por eso –dijo al ver lo que sostenía y cerró los ojos.

Legolas se dio vuelta para pedirle disculpas de frente, como debía ser entre caballeros, y al ver su gesto se sintió peor.

-Al verlos, me dejé llevar por las apariencias. En lugar de irme enojado, debí acercarme a preguntarte si venías conmigo o te quedabas, pero te hubiera comprometido frente a Éowyn. Y no solo frente a ella. No está en mí ser impulsivo, y mucho menos vengativo. Tampoco me hace bien tener que esconder mis sentimientos como si fueran malos. Nada de eso le hace bien a mi alma. Discúlpame, no debí tratarte así. Ahora debes tener una pésima opinión de mí. Y… todavía no me dijiste de quién era.

Aragorn escuchó con atención hasta que Legolas le cedió la palabra.

-Sí, tu comportamiento de anoche dejó mucho que desear. Avísame cuando vayas a explicarle a... Éomer lo que le pasó a su camisa. Me encantará ver la cara que pondrá -dijo y rio bajito, pero enseguida se puso serio-. No, no quiero verle la cara. Mejor la esconderé y le diré… Mmm…, le diré que al regresar al cuarto fui sorprendido por un depravado armado con un cuchillo, y vaya a saber qué malas intenciones traería, pero al ver su linda camisa me la quitó y salió huyendo.

Después de decir semejante tontería para distenderlo y, a la vez, distenderse, porque al oírlo se acordó de lo que le dijera Thranduil cuando regresó a Mirkwood, Aragorn volvió a reír y esperó que Legolas hiciera lo mismo, pero cuando vio pintarse el desconcierto en su cara se apuró a abrazarlo fuerte.

-¿Sabes algo? Eres pésimo inventando excusas -dijo Legolas, y al fin rio un poco.

-Sí, ¿verdad? Pero hablando en serio, entendí lo que te pasó, y para que no vuelvas a sentirte mal, no dejaré pasar un día sin expresarte lo que siento por ti. Y espero que alguna vez pongas en palabras lo que sientes por mí, además de celos y deseo. Eso, te encargaste de dejármelo bien claro. ¡Quedé impresionado! Solo espero que se te quite la costumbre de ir armado a la cama. Por un momento, temí por mi integridad física. Y ya verás que en el futuro seremos libres de demostrarnos lo que sentimos el uno por el otro.

Al oírlo hablar de un futuro con él, Legolas sintió que debía ser honesto y contarle su secreto.

-¿Te acuerdas de lo que me pasó en Lórien?... Bueno, en ese entonces no me prestabas atención, y si lo hacías era para tratarme mal sin motivo alguno.

-Por qué no aprovechamos para descansar un poco más antes de que amanezca y tengamos que ir a Isengard. Seguiremos hablando más tarde –dijo cuando se dio cuenta de lo que quería contarle, y no quería escuchar semejante atrocidad de su boca o acabaría diciéndole la verdad. Pero no pudo con sus celos y dijo-: ¿Y a ti, te importaba más mi atención o la de ese... meloso?

-Ah, parece que estabas más atento de lo que creí. Te refieres al amable Capitán Haldir. Él fue el único que estuvo toda la noche ayudándome a buscar mi morral, y se portó como todo un caballero. ¿Y tú me acusas de celoso?

-Sí, sé muy bien lo que quería encontrar el… “amable capitán”, pero yo lo encontré primero –dijo y le acarició suavemente la entrepierna-. Si algún día volvemos a cruzarnos con él, que se olvide de ser amable contigo, amor.

-Intento hablarte de algo muy serio y… solo bromeas y… –dijo dejándose llevar por las cada vez más intensas caricias.

-Ahora no bromeo… -susurró Aragorn y lo volteó sobre el colchón.

Después de hacerse nuevamente el amor, Legolas se apresuró a dejar el cuarto antes de que amaneciera para que nadie lo viera salir de ahí, y fue al suyo a cambiarse de ropa. Como Gimli no estaba, supuso que ya estaría en el Salón Comedor, y hacia ahí se dirigió. Al entrar, se encontró con que Gandalf, Gimli, Théoden y Éomer, al que apenas miró al darle los buenos días, ya estaban sentados alrededor de la gran mesa conversando sobre los pasos a seguir, pero faltaba llegar Aragorn.

-¡Cuéntame ya mismo cómo te fue en tu cita! -dijo Gimli en voz baja cuando se sentó a su lado. 

-Es privado –contestó serio, pero al ver la cara de decepción de su amigo, dijo-: Bueno, pero solo te contaré que aclaramos todo y terminamos pasando una hermosa noche. Aragorn es… encantador. Gracias por tu consejo, amigo.  

-Cuál de todos –dijo Gimli sonriendo orgulloso y sintiéndose todo un Cupido.

-Atarlo.

-¡¿Qué?! ¡Oye, yo jamás te aconsejé tal cosa! –dijo casi atragantándose con su propia saliva y poniéndose más colorado que su barba.

-Anoche, dijiste que no dejara que se me escapara.

-¡Sí, pero con eso no te quise decir que…! ¡¿Adónde lo ataste?! ¡No, no quiero saber nada de lo que pasó o no podré volver a mirarlos a la cara nunca más! Lo que te quise decir es que hicieras todo lo posible para que, “sentimentalmente”, no se te escapara. ¿Todos los elfos son así? ¡Caramba, qué peligrosos son!

Mientras tanto, sentado a la otra punta de la mesa, Gandalf, con un oído prestaba atención a lo que decían los eorlingas y con el otro trataba de escuchar lo que el enano y el elfo secreteaban.

En eso entró Éowyn trayendo una gran bandeja con jarros llenos de humeante leche y un platón con rodajas de pan recién horneado, y muy amablemente comenzó a ofrecerles a cada uno de los presentes.

-¿Cómo, Aragorn todavía no vino? Se habrá quedado dormido. Iré a buscarlo para que venga a desayunar con nosotros -dijo y de inmediato dejó la bandeja en una punta de la mesa, se pasó las manos por la falda y las caderas y se acomodó el escote.

Cuando Legolas vio cómo la joven se preparaba, apoyó las manos sobre la mesa y amagó a levantarse del banco, pero al sentir la pesada mano de Gimli sobre su muslo continuó en su lugar.

-Deja, hermana, yo iré a buscarlo. Tú empieza a desayunar con los demás -dijo Éomer, pensando en que no era correcto que fuera sola al cuarto del hombre.

Éowyn, de  muy mala gana, fue a sentarse junto a su tío.

Aragorn, que efectivamente se había quedado dormitando después de que Legolas se fuera, se levantó apurado, buscó su ropa a tientas y se la puso, y guardó el resto de sus pertenencias en su bolso. Y para no demorarse más dejó el cuarto como estaba.

Éomer llegó a la recámara por otro pasillo, por eso no se cruzó con Aragorn. Golpeó despacio, y al no recibir respuesta supuso que continuaba durmiendo. Como la puerta estaba sin llave la abrió.

-¿Aragorn? Vamos, dormilón, es hora de levantarse –dijo en voz baja desde la puerta, y al no escuchar nada entró para correr los cortinados-. ¡Vaya, es cierto que duermes como una piedra! –dijo en voz alta, pero al darse vuelta se sorprendió, pues no esperó ver el lecho vacío, restos de cuerda en los barrotes de la cama y el charquito de cera endurecida en el piso, y dedujo que el dúnadan había pasado una noche muy entretenida. Primero se alegró de haber contribuido con su ropa a la conquista, pero luego pensó en Éowyn y deseó que no se enterara porque se sentiría muy desilusionada. Llevado por el morbo, se acercó a la cama y miró con detenimiento los trozos de la extraña soga, y al bajar los ojos vio una punta de su camisa asomándose entre las revueltas sábanas. Al destaparla, la encontró hecha un bollo y sintió un suave aroma, entonces la levantó tal como estaba y se la llevó a la nariz para saber a qué olía, luego halló entre los pliegues un largo cabello rubio, y, al sacudirla, perdió el aliento.

Cuando Aragorn llegó al comedor se enteró de que el joven mariscal lo había ido a buscar. Se excusó con todos y corrió hasta que en uno de los pasillos se topó con él.

-No tiene importancia –dijo Éomer, sonando poco sincero, al ver su cara de susto.

-¡Lo siento mucho!... ¡Qué más puedo decirte para disculparme!... Si quieres, ya te devuelvo tus pantalones. Los tengo en mi bolso.

-¿Enteros, o…? –dijo Éomer muy serio-. Tranquilo, solo bromeo. Vamos, acompáñame a mi cuarto a dejar… esto, y luego vayamos a desayunar. Ah, solo siento curiosidad por saber si fuiste tú o fue ella. No, sigo bromeando. Apurémonos -dijo sonriendo y pasó un brazo por el hombro de Aragorn.

-Siéntate aquí -dijo Gandalf cuando vio entrar nuevamente a Aragorn  al comedor-. ¿Tienes algo que contarme?

-Gandalf…, yo... -dijo Aragorn creyendo que mejor hubiera sido no despertar ese día.

-Desde el principio supe que no podrías mantener la distancia, así que pasé por alto "esa parte" de la promesa, pero no la restante. Espero que no pase nada. Y ya tómate tu leche que se enfría.

-Gracias, amigo. Pero ¿desde cuándo me retas como si fuera un niño desobediente?

-Eres peor que eso. Eres un hombre enamorado.

-Partiremos en cuanto terminemos. Estoy ansioso por saber qué pasó en el valle con Saruman -dijo Théoden y se puso de pie.

-Enseguida me cambio y voy con ustedes -dijo Éowyn.

-No, hermana, eres más necesaria aquí. Encárgate de organizar a la gente para el regreso.

-Éomer tiene razón, querida, además, no sabemos con los peligros que podríamos encontrarnos al llegar –dijo Théoden caminando alrededor de la mesa, hasta que llegó a espaldas de Legolas y entonces se detuvo y empezó a hacer cortas inspiraciones.

-¿De dónde viene ese suave aroma a flores? –preguntó sorprendiendo a todos con el brusco giro de sus palabras-. ¿Legolas, eres tú el que huele así? –dijo inclinándose un poco para oler su cabeza.

Legolas se dio vuelta para mirar al rey y muy tranquilo contestó:

-Sí, a azahares.

Después de oír al príncipe, Éomer reparó en su larga y rubia cabellera, y miró a Aragorn, pero no logró verle la cara porque este la hundía en el tarro de leche.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¡¡Feliz primavera 2023!!


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