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D. D. O. por Ucenitiend

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Gollum creyó que después de tanto volvía a poseer su "Tesoro", cuando en realidad el Anillo había sido el que lo poseyera a él por siglos. Dichoso lo sostuvo en su deformada mano hasta darse cuenta que su fin llegaba, y también el del Señor de los Anillos.

Tiempo después, en Minas Tirith, Frodo se sintió feliz y orgulloso cuando Aragorn le pidió que fuera quien entregara la plateada y alada corona del Reino Unificado. El día de la ceremonia, recorrió con pasos marciales la amplia explanada llevando el rojo cojín sobre el que relucía el símbolo real hasta llegar a la Gran Puerta donde el maia lo esperaba.

Frente a una esperanzada multitud, el Mago Blanco depositó la corona en la cabeza del heredero de Elendil y lo nombró Elessar -nombre que le diera Galadriel y que en sindarín significaba "Piedra de Elfo"- Telcontar -elegido por el propio Aragorn, que en quenya era lo mismo que "Trancos"-, Rey de Gondor y Arnor.

-Elessar, posees todas las cualidades para ser un gran Rey. Serás respetado y amado, ya lo verás. Ponte de pie y saluda a tu pueblo –dijo en voz baja para que solo él lo escuchara y le ofreció una mano.

Aún rodilla en suelo, Elessar levantó los ojos y estrechó con fuerza la mano de su gran amigo, y le agradeció las palabras de aliento, luego se puso de pie y se giró, y al ver la gran cantidad de gente que lo vitoreaba, inspiró profundo, y empezó a caminar y saludar a todos aquellos junto a los que había luchado en distintos momentos y escenarios, y hoy eran fieles amigos. Por último, divisó a Legolas, que a pesar de la franca sonrisa, y los ojos hartos de amor nunca confesado en palabras, no podía ocultarle la profunda melancolía que ensombrecía su alma. Caminó hasta él y, luego de darle las gracias, lo abrazó y hundió la cara en su cuello sin imaginar las reacciones que provocaría con tan amoroso saludo.

Gimli, integrante del trío invencible, sonrió feliz cuando vio como el “ex- ogro” demostraba su amor a su amigo.

Gandalf, cara al cielo, pidió a los Valar que a Elessar no se le ocurriera besar al príncipe en público. No, todavía.

Éomer, que por casualidad había descubierto el secreto amor que los unía, y nunca había dicho una palabra a nadie, nervioso, miró de reojo a su hermana.

Éowyn miró con extrañeza cómo el rey abrazaba al príncipe, pero dejó de prestarles atención cuando Faramir le tomó una mano y le sonrió.

Y los hobbits aplaudieron con tanto entusiasmo que las condecoraciones que recibieran por su valeroso desempeño en la guerra saltaron en sus pechos y las palmas de sus manos se volvieron coloradas.

Los gondorianos que se hallaban más alejados, apenas lograban divisar lo que pasaba, y al ver a Legolas, solo de la cintura hacia arriba, vestido con un finísimo tapado blanco bordado al frente y en los puños con delgados hilos de mithril y oro, y una sencilla tiara de mithril sobre el cabello completamente suelto, lo confundieron con una elegante y hermosa dama.

-¡¿A quién abraza nuestro Rey, acaso, a nuestra futura Reina?! –preguntó, a viva voz, un hombre de aspecto rudo.

Algunos de los que estaban ubicados más adelante y veían mejor, estallaron en risas, mientras que otros pidieron silencio y respeto para su soberano.

En medio del bullicio que se armó, una mujer, haciendo gala de su mala educación y falta de ubicacióngritó:

-¡Ey, qué tienes en los ojos, acaso no ves que es el Príncipe de orejas puntudas! ¡No creo que nuestro muy recio y apuesto Rey sea uno de... "esos" que querrían llevárselo a la cama! ¡En cambio, yo estaría encantada de llevármelo a la mía! 

Debido al creciente vocerío, las palabras burlonas no llegaron a oídos de Elessar ni de sus amigos, pero sí fueron filtradas por los agudos oídos de Legolas, que por suerte no fueron las únicas que escucharon. 

-Te amaré hasta el fin de mis días, y más allá -susurró Elessar ante de separarse de él.

Legolas dio varios pasos al costado para que cesaran los comentarios, y lo hizo sin levantar los ojos para no tener que ver las miradas curiosas de la gente ni la amorosa y demandante del Rey.

Días después de la coronación, en la Casa de Huéspedes...

-Solicito tu permiso para retirarme a descansar –dijo Legolas frente al sencillo pero cómodo cuarto que le fuera acondicionado en la planta alta después de que se negara a ocupar una recamara en la Casa del Rey, junto a la de Elessar.

-Por favor, no me pidas permiso. Me encantaría que me invitaras a pasar, pero tienes razón, no te dejaría reposar, y lo necesitas -dijo Elessar, y quiso besarlo en la boca.

-Cuidado, pueden vernos -dijo Legolas apoyándole las manos en el pecho para evitar que se acercara.

-¿Quiénes? -preguntó Elessar mirando hacia ambos lados-. Los guardias están afuera, y los demás huéspedes se alojan en la planta baja. Y, la verdad, no me importaría que nos vieran. Estoy harto de tener que escondernos para darnos un abrazo o un beso. Bueno…, ahora descansa. Yo debo reunirme con Faramir, así que nos veremos más tarde en la recepción de bienvenida a los Señores –dijo, y después de darle un beso en la frente, esperó a que Legolas entrara y cerrara la puerta, y, en lugar de irse, se quedó parado con una mano apoyada en la oscura madera y la otra en el pomo, tentado de entrar para abrazarlo fuerte hasta hacerle crujir los huesos, besarlo en la boca hasta que se pusiera azul por falta de aire y retenerlo hasta lograr que le dijera: "Te amo, Estel…, Aragorn…, Elessar" , no importaba a quién se lo dijera, pero que se lo dijera, pero al oír que Legolas echaba el cerrojo, retiró las manos y salió rumbo a su despacho.

Ese mismo día, por la tarde, arribaron a la Capital de Gondor el Señor Elrond, sus tres hijos y los Señores del Bosque Dorado para, entre otras cosas, dar sus respetos al recién coronado.

Al atardecer, Legolas salió de la Casa de Huéspedes vestido de gala, pero como era temprano para ir a Merethrond a presentar sus respetos a los Señores, pues no los había visto cuando llegaron por hallarse descansando, fue a hacer tiempo a los jardines. Por largo rato caminó entre canteros de brezos que habían sido trasplantados del campo antes de su floración, calculando que las varas moradas, amarillas, blancas y rojas crecerían y se abrirían justo para la coronación; luego fue a sentarse a un banco, y entonces no pudo evitar pensar en que su romance con Aragorn llegaba a su fin. Se sintió tan triste que tuvo ganas de volver al cuarto y no asistir a la recepción, pero sabía que debía hacerlo porque Elessar lo estaría esperando, y porque él mismo quería estar en su compañía hasta último momento. Desde ahí alcanzaba a ver el magnífico edificio iluminado por decenas de antorchas y los invitados que empezaban a llegar vestidos con sus mejores ropajes. Se puso de pie, sintiendo que la noche se le haría larguísima, pues tendría que conversar y sonreír aunque no tuviera ganas. Para cortar camino, tomó un sendero bordeado por frondosos arbustos que lo superaban en altura, de pronto escuchó la voz de Elessar, y al ver con quien conversaba, se detuvo a distancia prudencial para no ser visto.

-... eres la elfina más hermosa, dulce y comprensiva. ¿Sabes que te quiero mucho? -dijo Elessar, y le tomó una mano para besarla con respeto-: Te prometo que...

-Sé lo mucho que me quieres, y no es necesario que me prometas nada. Ya estoy enterada de todo. Continuaremos queriéndonos como si nada de aquello hubiera pasado -dijo Arwen luego de poner su otra mano sobre los labios de Elessar para que no siguiera hablando.

Sin saber que Elessar había citado a Arwen en los jardines para pedirle disculpas por haberla ilusionado con el beso antes de partir y prometerle que no habría más confusiones entre ellos, y llegado con la conversación ya empezada, Legolas, abrumado como se sentía, malinterpretó las palabras de ambos. Sin fuerzas para enfrentarlos, se alejó, y por eso no se enteró de lo que siguieron hablando... 

-Querida hermana, no te cité solo para pedirte disculpas, sino también para que te enteres por mí... 

-Que estás enamorado del Príncipe Legolas -dijo sonriendo. 

-¡Lo sabes! –dijo Elessar, sorprendido-. ¿Galadriel? Debí suponerlo.

-Te dije que estoy enterada de todo, Estel. ¿Pero por qué ninguno de la familia me lo dijo años atrás? 

-Quizá no lo consideraron necesario en ese entonces, pues lo mío con Legolas había quedado en nada. 

-Igual, debieron decírmelo. Estel, tú siempre has sido sincero conmigo, así que ahora lo seré contigo. Era ada el más interesado en que me uniera a ti, e insistió tanto en que era la indicada para acompañarte que me convencí de que éramos el uno para el otro. Pero tú, el único amor que me demostrabas era de hermano, hasta que por fin lo comprendí. La abuela me contó lo que ocurrió con ustedes, antes de intentar reunir a ada con el Rey Thranduil, cosa que le fue imposible porque los dos se negaron, y por los ataques que luego sufrieron Lórien y el Bosque Negro. Es espantoso lo que les ha hecho Thranduil. Ahora… ¿se han puesto a pensar en lo difícil que se les hará vivir juntos aquí? 

-Por ahora, lo único que me importa es que Legolas sepa la verdad y esté bien, luego, si decide quedarse a mi lado, hallaremos la manera. ¿Te parece que ya vayamos a Merethrond? Será un gran honor para mí ingresar acompañado de tan hermosa dama.

-El honor será mío. ¿Te imaginas la cara que pondrán algunos cuando nos vean llegar juntos?

Y una vez dentro del Salón de los Grandes Festines, ya ubicado en su trono, después de saludar a los numerosos invitados, Elessar miró a Gandalf que estaba parado a su lado y dijo:

-Cómo es que Legolas aún no llega.

-A mí también me resulta raro que no haya llegado. Siempre es puntual. Lo bueno, es que no te vio entrar tan bien acompañado. ¡Oh, perdón, Majestad, aún no me acostumbro a que ya no es el montaraz de antes! –dijo Gimli, y se disculpó con una reverencia.

-Ten paciencia, ya vendrá. Estará terminando de arreglarse. ¿Cómo sigue? -dijo Gandalf, aprovechando que el enano se había ido para seguir discutiendo con Éomer sobre quién era la más hermosa, si Arwen Undómiel o la Dama Galadriel.

-Estos últimos días, casi no he tenido tiempo libre para dedicarle. Gandalf, el tiempo se agota. No podré retenerlo más aquí. 

-Está bien. Pero este no es el momento indicado para hablar de este tema. Tendremos que esperar a que la Dama diga cuándo hablaremos con él. Ahora ocúpate de los invitados, porque no dejan de observarte.   

-Ah, mira, ahí están mis hermanos. Les pediré que vayan a buscarlo -dijo y se puso de pie, llamando aún más la atención de todos los presentes.

-Yo lo haré, tú tranquilo.             

En cuanto Elladan y Elrohir subieron a la planta alta de la Casa, llamaron a la primera puerta a la izquierda, pero nadie les contestó.

-Parece que no está -dijo Elladan-. Seguramente, va de camino al salón.

-No lo hemos cruzado. Tengo una mala corazonada. Entremos, y salgamos de dudas -dijo Elrohir, decidido a abrir la puerta.

-Hermano, ¿estás pensando lo mismo que yo? –dijo Elladan al ver la ropa de gala extendida sobre la cama, y ninguna de las pertenencias de Legolas en el cuarto.

-Sí, y espero que estemos equivocados. 

Y salieron corriendo de la Casa de Invitados y de La Ciudadela, y del mismo modo entraron a las  caballerizas, y al ver que Arod no estaba en su pesebre, le preguntaron a un guardia gondoriano si había visto al príncipe, y este dijo que hacía rato había pedido que le abrieran la puerta del Séptimo Círculo. Otro guardia se acercó a ellos para agregar que él mismo lo había visto salir a caballo por la Gran Puerta y, más rápido que el viento, perderse en la oscuridad de la noche.   

-¡¿Y ahora qué vamos a decirle a Elessar?! –dijo Elladan sumamente apenado.

-Que Legolas cumplió con lo que le dijo: que regresaría al Bosque después de su coronación.

-¿Pero por qué así, como huyendo?


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