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D. D. O. por Ucenitiend

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En otro cuarto de la Casa de Huérfanos, Legolas y Salmar continuaron conversando a solas:

-Pero por qué no olvidé a mi padre, a mis tíos y a usted si estuvieron directamente relacionados con lo que pasó, pero sí olvidé a algunas otras personas, aparte de Estel.

-Mmm…, supongo que fue porque al principio creyó que lo estábamos ayudando a transitar su decepción amorosa, y luego, cuando empezó a olvidar algunas cosas por efecto de la infusión que le dábamos a beber al tiempo que sus tíos machacaban sobre su dolor, creyó que lo asistíamos en su extraña enfermedad. En resumen, para Usted siempre fuimos los buenos. Además, es lógico pensar que compartiendo la vida con nosotros no había manera de que nos olvidara. En cambio, el joven que le causara tanta tristeza dejó de existir para Usted, y con él dejaron de existir hechos y otras personas.

-Entonces, no hubiera sabido quién era cuando regresó.

-Sí hubiera sabido, porque todavía las hojas no le habían hecho efecto. Eso empezó a pasar poco tiempo después. Por eso su padre mandó expulsarlo del reino inmediatamente, por temor a que se enterara de que estaba en su recámara y fuera a buscarlo. Si hubiera visto de qué modo lo sacaron de palacio.

-Pero cómo lograron que nadie me contara que había regresado.

-Príncipe, esos tíos suyos fueron muy astutos; mientras lo tuvimos recluido en su cuarto, se encargaron de instalar en la gente la sospecha de que se habría enfermado debido al estrecho contacto que había mantenido con el humano; que el joven tal vez fuera enviado por el mismísimo Señor Oscuro con la precisa misión de corromper su alma, su mente y hasta su cuerpo, y, a través suyo, también debilitar el espíritu de su padre. Muchos les creyeron. Claro que para eso… ¡Ay, cómo decirlo…!

-No necesita agregar más. Está claro que para todo contaron con el apoyo de mi padre. Aún no puedo creerlo.

-Príncipe, lo siento tanto...

-Yo también lo siento. Pobre Estel, cuánto lo hemos calumniado... Bueno, pero al menos tuvo suerte de que solo lo echaran del reino y no usaran esa mentira como pretexto para deshacerse de él. Sabe a lo que me refiero, Salmar.

-Faltó poco para que sucediera. Una mañana, mientras Usted estaba higienizándose, sin que se dieran cuenta, escuché a los hermanos diciendo que el Rey se arrepentiría de no haber querido eliminar de raíz al..."problemita".

-Agradezco que mi padre no llegara a semejante atrocidad. ¿Pero nadie dudó de lo que se decía de Estel? ¿Acaso no vieron que era bueno? No, no puedo creer que sellaran tantas bocas solamente con sospechas. Algo más debieron hacer…

-Bueno, sí, muchos dudaron de lo que se rumoreaba sobre el joven. Uno de ellos fue el Capitán Inanthil, que, dicho sea de paso, todos los días se acercaba para preguntarme por su salud. En varias de sus visitas me expresó sus dudas. Como se imaginará, me vi obligado a continuar mintiendo.

-Sí, al Capitán le agradaba Estel, le parecía simpático. ¡Pero cómo nunca me dijo nada, siendo tan cercano a mí!

-Es que a sus tíos no les fue difícil conseguir que todos enmudecieran, dudaran o no, pues dijeron que para que Usted se recuperara pronto y volviera a ser el mismo de antes era imprescindible que nunca más se le mencionara al "Maldito Humano", así lo apodaron. Príncipe, la gente lo notó extraño cuando reapareció en público, y eso los convenció de que estaba enfermo. Ahora dígame, con lo querido que es, ¿quién cometería la imprudencia de contarle que el joven había regresado si creyera que con eso agravaría su estado? Y además, Usted mismo colaboró con su propio silencio.

-Comprendo, yo tampoco volví a hablar de él, porque lo olvidé…

-Sí. Y no olvidemos las duras amenazas del Rey. Sabe bien lo que significaría para cualquiera de nosotros ser desterrado.

-Y usted sabe que mi padre, a excepción de lo que me cuenta, nunca amenazó a nadie con tremenda cosa. No logro entender que su menosprecio por los Hombres lo llevara a cometer semejantes errores. Si hubiera estado en Cuernavilla, habría visto cómo esos campesinos enfrentaron valientemente a las hordas de Saruman en tal inferioridad de condiciones. ¡Ay, y si lo hubiera escuchado a Aragorn arengando a esos bravos guerreros frente a la Puerta Negra de Mordor, y lo hubiera visto lanzándose contra el enemigo, hoy opinaría muy distinto de él y del resto de los Hombres!

-Príncipe, el Rey Thranduil siempre ha sido y será un gran Rey, pero en aquella ocasión prevaleció en su noble espíritu ese sentimiento negativo que menciona. Eso, sumado al deseo de protegerlo por el gran amor que le tiene, no le permitió ver adónde se escondía la verdadera amenaza para Usted. Voy a contarle algo, pero con esto no pretendo justificarlo, pues suyo era el poder de dar marcha atrás y no lo hizo.

-Salmar, necesito oír algo a su favor.

-Bien. Cuando se quedaba a solas con Usted, estando yo en la sala, varias veces lo escuché pidiéndole perdón con la voz quebrada. Pero esos dos, ¡vaya que eran peligrosos!, si notaban que flaqueaba le hacían malos comentarios para envenenarle más la mente y volverle piedra el corazón. Debemos agradecer que se fueran; hubo momentos en los que temí que otro de sus planes fuera que alguno de los dos pidiera su mano, y que su padre se viera obligado a acceder para evitar que la verdad saliera a la luz. No me gustaba cómo lo miraban, por eso nunca lo dejé a solas con ellos, especialmente con ese Aremides, ¿Se acuerda algo de eso?

-No, de esos tristes días solo han venido a mi mente imágenes confusas y desagradables. Le agradezco que me haya cuidado.

-Lamento no haber podido hacer más, Príncipe.

-No fue poco, Salmar, no fue poco.

De pronto, ambos bajaron la vista y se quedaron en silencio, Legolas tratando de mantenerse fuerte y el sanador sintiendo aligerada su carga, pero, al mismo tiempo, temiendo la reacción de su rey si se enteraba de que le había faltado.

-Príncipe, el Rey querrá saber cómo lo encontré. Dígame qué debo decirle.

-Nada.

-Pero otra vez me mandará a buscar por un guardia y me preguntará por qué no fui a…

-Eso no pasará, porque antes habré ido a hablar con él. Y quédese tranquilo, de mi parte, esta conversación jamás existió.

-Muchas gracias, le debo la vida de mi familia y la mía propia -dijo luego de ponerse de pie para hacerle una sentida reverencia.

Legolas también se puso de pie, y al sentirse mareado cerró los ojos y se tomó la frente.

Al notarlo, Salmar dijo:

-Antes de ir a hablar con su padre, le haría bien tomar unas gotas del calmante que le di a Kosraet. Son muy suaves, pero efectivas.

-No, Salmar, no quiero tomar nada -contestó algo repuesto.

-Está bien, pero, desde mi humilde lugar, le ruego que esta vez no se deje abatir por la pena. Lo mismo que le dijo a Kosraet cuenta para Usted, me refiero a lo de sobreponerse por su propio bien y el de quienes lo queremos; además, recuerde que le prometió que su vida y la de su hermanito mejorarían. Y discúlpeme el atrevimiento, pero cuando lo escuché hablar de ese tal… Aragorn, noté cómo se le agitaba el pecho; que su voz sonaba orgullosa; que se le iluminaba el rostro y los ojos le brillaban de un modo muy especial. No sé por qué, pero se me ocurre que en algún lugar lo está esperando.

-¿Tan obvio fui que se dio cuenta de quién hablaba?

-Sí, de… "El Peor Dolor de Cabeza del Rey del Bosque", para el que no cargo en mi maletín ningún remedio –dijo y rio bajito-. Discúlpeme. Ah, me olvidaba de contarle que cuando Su Majestad lo envió a Rivendell se armó un gran revuelo; todos nos preguntábamos cómo se arriesgaba a mandarlo adonde quizá estaría el “Maldito Humano”. Me gusta más el nuevo apodo que le di –dijo sonriendo-. Pero como se imaginará, enseguida sus tíos salieron a decir que…

-Sé que para sincerarse conmigo ha tenido que vencer un gran temor, pero ya no quiero enterarme de nada más. Le estaré eternamente agradecido. Vaya tranquilo.

Luego de la conversación con Salmar, Legolas sintió que había llegado el momento de enfrentar a su padre, pero no podía ir poco después de que este lo dejara en compañía del sanador porque pensaría que había sido quien le contara la verdad, cuando solo había agregado detalles a lo que antes le revelara Elessar. Entonces se le ocurrió que para hacer tiempo podría ir a ver cómo seguía Kosraet. Volvió al cuarto del jovencito y se paró junto a su cama, y mientras lo observaba dormir recordó lo pequeño y gracioso que le había parecido aquella tarde en la que, con sus mejillas rosadas y sus inocentes ojitos brillando como las más bellas estrellas azules, tomado de la mano del alto capitán le entregaba la carta. Antes, había creído que era por timidez que miraba tanto al suelo, pero ahora sabía que otra había sido la razón. Desde entonces no había vuelto a verlo, seguramente porque el propio niño se ocultaba de él, igual, aunque lo hubiera visto, no hubiera recordado quién era y lo que había hecho. Ahora lo tenía nuevamente enfrente, crecido, pero tan delgado que apenas abultaba bajo la cobija; con la cabellera increíblemente cana y la piel reseca, y los ojos opacos, llenos de tristeza y miedo. No podía creer que el jovencito -que en apariencia podría ser comparado con un humano de unos diecisiete años -se estuviera marchitando cuando estaba en plena edad de florecer.

-Quién me mandó a contestar aquella carta… -murmuró para sí mientras dejaba atrás la Casa de Huérfanos sintiéndose culpable por el daño que les causara con su ocurrencia a Estel, a Kosraet y hasta al mismo Salmar, que después de todo había sido compelido a traicionarlo. Y, de pronto, recordó a Horace y se sintió peor.

Furtivamente, fue hasta el pequeño jardín que servía de pulmón a las habitaciones de huéspedes, miró los grandes postigos que permanecían obedientemente cerrados y sintió ganas de gritarle a Elessar que los abriera de par en par, así él podría entrar al cuarto para pedirle perdón por haber dudado de su palabra y de su amor, y luego besarlo y abrazarlo muy fuerte. Miró al cielo y vio que aún faltaba para el atardecer. Le había dicho que antes de ir a hablar con su padre pasaría por él para llevarlo a su recámara, pero sintió que si lo hacía en ese momento ya no podrían separarse. No quería postergar más el amargo momento, y debía enfrentarlo él solo, pero no lo haría sin antes forjarse una coraza que le evitara salir más lastimado, así que con el recuerdo del primer beso que se dieran con Estel y el primero que se dieran con Aragorn, fue que sintió que su espíritu se retemplaba.

Notas finales:

Gracias por leer hasta aquí. Espero te haya gustado. ¡Feliz Año 2024!


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