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D. D. O. por Ucenitiend

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Después de que Thranduil recibiera la noticia y abandonara las habitaciones de Legolas hecho una tromba, Gandalf, también salió del cuarto para permitirle a Elessar dormitar un poco, y se quedó largo tiempo a solas en la sala, salvo en el breve momento en el que el capitán regresó con la pequeña maceta escondida debajo su capa.

-Mithrandir, le ruego, encarecidamente, que haga magia para que no se mueran. Parecen ser las únicas que se salvaron del fuego. Aún no le he dicho a mi rey que las encontré. Hágalo usted, después de que se recuperen. Gracias -dijo al entregarle las marchitas plantas.

Luego de que el soldado se retirara, Gandalf abrió un poco la puerta del cuarto y se asomó para ver si su amigo aún dormía.

-Estoy despierto. Pasa -dijo Elessar con la voz cansada.

-Siento molestarte.

-No, está bien.

-Cómo sigue.

-Igual… ¿Qué traes ahí?

-Acaba de entregármelas el capitán -dijo alzando la maceta-. Me pidió que las salvara. Está claro que el pobre no está al tanto de la verdad.

-Así es. Legolas no quiere que nadie más se entere de lo que pasó. Quiere resguardar el buen nombre y honor de su padre. ¿Y qué harás con ellas?

-¡Ah, noto que la relación va mejorando!

-¿A qué te refieres?

-A que ya pronuncias completa la palabra “padre” cuando te refieres a Thranduil… Dime qué quieres que haga con ellas.

-Haz lo que quieras, a estas alturas me da igual -respondió levantando un hombro.

-Mm…, por ahora las guardaré… -dijo Gandalf, y las dejó sobre una mesa, luego, mirando a Legolas, preguntó: ¿Por qué crees que sigue sin despertar?

-Creo que es el mejor modo que encontró para protegerse de más penas.

-¿De qué más debería protegerse? Lo peor ya pasó.

-No, aún falta la… despedida.

-Ahh, sí, será penoso para él despedirse de su padre en semejantes circunstancias, y además tener que alejarse del bosque que lo vio nacer y crecer.

-O tal vez sea de mí del que quiere evitar despedirse.

-Oh…, entiendo. Bueno, si decide no volver contigo a Gondor, tendrás que respetar su decisión.

-No, Gandalf, no puedo ni imaginarlo. No quiero que sea otro quien sostenga mis manos, como ahora yo sostengo las suyas, el día que decida cerrar mis oj…

-Ya, ya… -interrumpió Gandalf, y, para cambiar de tema, dijo-: Hace rato, me comentaste que este cuarto no se parece en nada al que conociste antes.

-Así es. Aquí se respiraba sencillez y calidez, y ahora se ve… ostentoso, frío. Parece haberlo arreglado al gusto de otro, no al suyo -dijo repasando nuevamente el cuarto con la mirada nostálgica-. Una vez, me comentó que a algunos de sus muebles los conservaba desde la infancia. Imagínate. Es evidente que, sin siquiera sospechar lo que le harían después, tuvo suficiente tiempo para odiarme y pretendió borrar todo recuerdo de lo que aquí vivimos. Lo extraño es que conservó ese espejo.

-Pues vaya que ha sido cuidadoso con sus cosas. Ni una marca, ni un rayón, en milenios. Si me preguntaran, diría que estos muebles fueron hechos hace muy poco tiempo y nunca fueron usados antes de hoy. Si hasta la madera huele… ¿Estás seguro de que fue él quien los cambió? -dijo Gandalf mientras los observaba muy de cerca-. Deja eso para más tarde. Quizá, hasta te ayude. Ahora, relájate -agregó cuando vio que a Elessar se le llenaban los ojos de rabia al pensar en el otro capaz de hacerlo.

Al fin arribaron los Señores a palacio, y Feren, guardia de confianza del rey, fue el encargado de escoltarlos hasta el Salón del Trono donde Thranduil esperaba.

-Feren, encárgate de que los soldados que han venido custodiando a los Señores, acampen donde corresponde, y asegúrate de que se les brinde todo lo necesario.

-Ya se encargaron de eso, Majestad.

-Perfecto. Retírate, y que los guardias de la puerta también lo hagan -ordenó para que nadie más estuviera presente durante la conversación, y luego, elevando un poco el mentón y el cetro, dijo-: ¡Bienvenidos al Reino de Eryn Lasgalen! Me pregunto, ¿qué motivó a tan importantes Señores a venir, sin previo aviso, a mis tierras?

Después de cruzar miradas nada amistosas con el rey, la Señora contestó:

-Nuestra intención original era venir a conversar sobre aquel importante asunto que quedó pendiente hace algún tiempo, porque, en ese entonces, Usted y el Señor Elrond se negaron a reunirse, y luego se postergó por la guerra, pero ahora eso puede esperar. Sabemos que el Príncipe ha sufrido un accidente y deseamos ver cómo se encuentra, Majestad.

-Es cierto, esta noche, Legolas ha sufrido un accidente que lo ha dejado postrado temporalmente. Es por eso que no podrán verlo, para no importunarlo, además, aún no ha vuelto en sí. Y, como se darán cuenta, yo no me siento con ánimos para sostener conversaciones de ningún tipo con visitas... inesperadas. Ah, salvo un tema que me gustaría tratar más adelante con usted, Señor Celeborn. En cuanto a lo demás, toda mi atención está puesta en la recuperación de mi hijo. Pero descuiden, podrán pasar el resto de la noche descansando aquí y serán atendidos como corresponde a su jerarquía.

-Dónde están el Rey Elessar y Mithrandir que no han venido a recibirnos -preguntó Elrond, dando unos pasos hasta pararse junto a su suegra.

-Dónde más estaría, estimado Elrond; no tenga dudas de que el Rey Elessar está donde está el Príncipe, y Mithrandir no se ha apartado de los dos –dijo Galadriel.

-Thranduil se puso de pie y dejó el cetro sobre su trono, bajó lentamente la breve escalinata lamiendo los escalones con su largo abrigo carmesí que cubría su plateado ropaje, y caminó hasta el noldo para, frente a su cara, con insolencia sisear:

-Sssí, es cierto, el hombre está con mi hijo. Si se lo llevan con ustedes, nos harían un gran favor a los dos. Ya he tenido demasiadas consideraciones con él; en lugar de estar en la Recámara del Príncipe, debería estar en un oscuro y húmedo calabozo purgando una larga pena por haber invadido mi reino y mi palacio… por segunda vezzz. Parece que no se le ha enseñado, o no ha aprendido, que no se debe entrar sin permiso a casa ajena.

-¡Refiérase al Rey de Gondor con respeto! -exigió Elrond, enderezándose lo más posible para ganar altura frente a la imponente figura del sinda.

-Entonces, si todavía no podemos ver al Príncipe, ¿qué tal si nos lleva donde el Rey Elessar y Mithrandir para saludarlos? Más tarde, Usted y yo, botella de algún exquisito vino por medio, podríamos reunirnos para hablar sobre el tema que le interesa, Majestad -dijo Celeborn para descomprimir la situación y de paso intentar que el rey los lleve a la recámara de su hijo.

En el trayecto, Thranduil intentó dar su versión de lo ocurrido a Legolas ese día, pero la Dama Blanca lo interrumpió para decir, de modo poco cordial, que ahorrara palabras, pues estaban al tanto de los detalles.

Al fin, cuando ingresaron a las dependencias, Galadriel, Elrond y Celeborn se reencontraron con Gandalf después de varios días de viajar por separado.

Al escuchar las voces en la sala, Elessar se apuró a dejar el cuarto y a darles cariñosos abrazos a los tres Señores, seguido, se dirigió a Galadriel:

-Mi Señora, no despierta.

-Tranquilo, querido, lo que tenga que ser será a su tiempo. Guíame a él -dijo y le ofreció una mano para que la condujera al cuarto.

-¡Adónde van! ¡Les dije que no pueden ver a mi hijo! ¡No me obliguen a llamar a la guardia para evitarlo! -exclamó Thranduil, muy molesto por ser desobedecido.

-Sí, Thranduil, llame a la guardia. Llame también al sanador. Llame a todos los que quiera. Lástima que sus parientes no puedan estar presentes, porque han muerto. Nosotros no tenemos problemas de hablar delante de todos, ¿y Usted? -dijo calmadamente Galadriel.

-¡Está bien, está bien! -dijo Thranduil al sentirse acorralado.

Elessar tomó a Galadriel de la mano y la acompañó hasta la puerta, y, caballerosamente, le cedió el paso.

Gandalf, que caminaba detrás de ellos, esperó a que Elessar ingresara.

Thranduil, entonces se apresuró a pasar antes de que al mago se le ocurriera cederles el paso a Elrond y a Celeborn y él quedara en último lugar.

Después de que el peredhel revisara la pierna de Legolas y aprobara lo hecho por Elessar, Galadriel, dijo:

-Señores, les pido que nos dejen a Mithrandir y a mí a solas con el Príncipe.

-¡Ya lo vieron, ahora para qué quieren quedarse a solas con él si no está consciente!

-Yo también me quedo, Señora -dijo enseguida Elessar.

-¡Si él se queda, yo también! -dijo Thranduil.

-Ninguno de los dos se quedará.

-Pero…

-Te comprendo -contestó Galadriel mirando a Elessar a los ojos, y no necesitó ser maga para ver lo angustiado que se sentía.

Enseguida Elessar miró a Gandalf para que intercediera.

-Lo siento, pero, hace rato, tú mismo insinuaste que tal vez no quiera despertar en tu presencia -dijo lamentando no poder cumplir con el pedido de su amigo.

-Sí, sí, ya sé lo que te dije… Pero, ahora, creo que me equivoqué.

-¡Por fin escucho algo coherente! ¡Mi hijo estaría haciendo lo correcto al no querer despertar en presencia del culpable de sus padecimientos! -dijo Thranduil.

-Gracias, Gandalf -masculló Elessar.

-Es justo por esa razón que Usted deberá salir  -dijo Galadriel a Thranduil.

Cuando escuchó a la noldo, Thranduil sintió hervir su sangre, y más cuando vio a Elessar sonriendo de lado, maliciosa y provocativamente, pero sabiendo que llevaba todas las de perder, miró brevemente a Legolas y se retiró del cuarto.

Detrás, para mantener la distancia entre los reyes, se apuraron a salir Elrond y Celeborn; por último, y a regañadientes, salió Elessar y cerró la puerta.

-No creo que sea conveniente dejarlos juntos en el mismo sitio por mucho tiempo. Se tienen ganas, Señora -dijo Gandalf cuando por fin se quedaron a solas.

-No te preocupes, Celeborn y Elrond se ocuparán de mantenerlos a raya. Pero ya dejemos de hablar de ellos. Ya mismo cuéntame todo porque me muero de curiosidad. Me hubiera encantado ir contigo -dijo ansiosa.

Luego de que Mithrandir le contara todo lo que había averiguado en su breve viaje a Valinor, adonde había volado luego de dejar la comarca donde vivía Atheles, Galadriel apoyó una mano en la frente de Legolas y la otra en su pecho que apenas subía y bajaba en cada respiración.

-Elessar cree que no quiere despertar para no tener que despedirse de él.

-Ya veremos. Legolas, sabemos por lo que estás pasando, y comprendemos que quieras refugiarte en tu interior, pero no podrás hacerlo indefinidamente. La única manera de superar la pena es enfrentándola antes de que crezca más y te devore el alma. Despierta, queremos hablar contigo de algunas cosas, cosas que te harán sentir mejor.

Llevado por la profunda voz de la maga, Legolas empezó a respirar más hondo y seguido, hasta que al fin abrió los ojos y miró a su alrededor, algo confundido.

-¿Sabes dónde estás? ¿Nos reconoces? -preguntó Galadriel.

-¿Qué hacen ustedes aquí…, que no estaban en Minas Tirith?

-Tú también lo estabas, hasta que decidiste privarnos de tu agradable compañía -dijo Gandalf con una amable sonrisa-. ¿Y recuerdas lo que pasó hoy?

-¡Aragorn! -exclamó Legolas, y se quitó la sábana de encima e intentó bajarse de la cama-. ¡Ay, mi pierna!

Galadriel, rápidamente se tapó los ojos con las manos y se dio vuelta.

-No te muevas, por favor -pidió Gandalf,  y se apuró a cubrirlo con las amplias mangas de su túnica.

-¡Perdón, Señora! -dijo avergonzado cuando se dio cuenta de que las vendas que envolvían su muslo eran las únicas telas sobre su cuerpo-. ¡Mithrandir, alcánzame mi ropa, por favor! ¡Debo ir a buscar a Elessar, o saldrá a enfrentarse con mi padre!

-Eso ya pasó -dijo Gandalf mientras lo ayudaba a recostarse y lo tapaba con la sábana, y luego, cuidadosamente, le reacomodó la pierna sobre los almohadones.

Ni bien Elessar y Thranduil escucharon la voz de Legolas, amagaron ir al cuarto, pero Elrond y Celeborn se lo impidieron.

-¡Nooo!... ¡¿Y qué pasó?! -preguntó Legolas presintiendo un desastre.

-Aah, ya verás lo bien se llevan -contestó Gandalf, guiñándole un ojo.

-¿Esperas que crea eso? Pero, ¿y qué me pasó en la pierna, y en la cabeza, y en la cara? Me duele todo -dijo tocándose apenas sus partes lastimadas.

-¿No te acuerdas de lo que pasó? -preguntó Galadriel, ya dada vuelta.

-…Me acuerdo que abandoné el despacho de mi padre porque ya no soportaba más escuchar sus ofensas hacia Estel y hacia mí. Necesitaba calmarme, porque ya empezaba a devolvérselas, y no quería eso. Salí de ahí con una lámpara y diciéndole que iría a quemar… No importa. Cuando llegué a la huerta, me sentía tan mal que por un momento pensé en volver a…

-¿Entonces, quemaste la huerta a propósito? -interrumpió Gandalf.

-¡Cómo, ¿la huerta se quemó?! ¡No, yo no lo hice!... ¿O… sí?

-Entonces, parece que fue accidental. Por suerte, alguien llegó a tiempo para impedir que te quemaras más, luego, gracias a la prontitud con la que actuaron los pobladores y a la invalorable ayuda de las Águilas se pudo extinguir el fuego.

-¡¿Fuego?!... ¡¿Águilas?!… ¡¿Todo eso pasó mientras yo…?! -preguntó lleno de sorpresa-. ¡Y no quiero imaginarme lo que habrá pasado cuando Elessar y mi padre se encontraron! ¿Cómo fue, y dónde están ahora?

-No pasó tanto, solo se han mirado mal e insultado un poco. Claro, porque todavía no les hemos dado la oportunidad a más.

-Aguardan en la sala, bajo la atenta mirada de Elrond y Celeborn. Todo mundo aquí está pendiente de ti, en especial Elessar. Está muy angustiado -dijo Galadriel.

-Y cómo no, si hasta hoy solo he sido una enorme piedra en su camino.

-No digas eso -dijo la maga, que podía sentir la pena otra vez creciendo en el alma de Legolas.

-Es la verdad, Señora, desde que nos conocimos, no he hecho más que acarrearle problemas: primero con mi padre y con su familia, y luego ya empezaba a causárselos con la gente de Gondor. Nuestros caminos jamás debieron cruzarse de esa manera, aunque, alguna vez, agradecí que pasara.

-Pero, Legolas, ¿no crees que si sus caminos se cruzaron, fue porque estaban destinados a eso? A veces, suceden cosas que por más que queramos no podemos cambiar, porque no nos corresponden decidirlas a nosotros.

-¿Y a quién entonces? Yo fui quien decidió contestar la carta de Estel, y con eso provoqué que viajara y que le pasara todo lo que le pasó luego, y al final no llegara a reunirse con… Horace para vivir su amor.

-¿Qué amor? -dijo Galadriel-. Las cosas no fueron tan así como las piensas… ¿Acaso, Estel no decidió quedarse a tu lado, cuando podría haber seguido buscando a ese joven? Y el mismo Horace decidió continuar viaje, y nunca regresó por Estel. Bueno, pobrecito, era comprensible que no lo hiciera… Pero sí, ¿a quién más que a ti se le hubiera ocurrido contestar la carta de amor de un desconocido? Nos preguntaste qué hacemos aquí, pues vinimos a asegurarnos de que cada quien reciba lo suyo.

-¿Por qué tuvo que pasar todo lo que pasó: la férrea oposición de mi padre y ese horrible plan? ¿Acaso, todo eso también estaba destinado a pasar? Porque, de ser así, mi adar no sería responsable de nada, y tampoco mis tíos -dijo ilusionado con la idea de pensarlos a todos inocentes, cargándole toda la culpa al destino.

-Lamento decirte que en esta historia, ellos tomaron sus decisiones con libertad. Sabemos que tu padre se opuso antes a la relación, principalmente, porque Estel era Humano, amén de ser muy joven, y además desconocía su real identidad. Ahora, muy, muy en el fondo, aunque jamás lo reconocerá públicamente, siente admiración por Elessar. Yo lo sé, pero nunca le digas que averigüé su secreto y que te lo dije -dijo llevándose un índice a la boca-. Igual seguirá oponiéndose, porque piensa que sufrirás mucho a su lado. Te ama y, aunque de modo equivocado, quiere resguardarte de todo padecimiento. Y tú, al principio, también hiciste tu elección, y más tarde volviste a hacerla. Y no olvidemos a tus tíos, pero a ellos no los motivó el amor, sino un deseo de venganza y una errada ambición que los condujeron a un final nada grato.

-¿Final? -preguntó Legolas, temeroso de la respuesta.

-Después de tener un altercado con tu padre, Lesgahel y Aremides le robaron varias joyas y objetos de gran de valor, pero al dejar el bosque fueron asaltados y asesinados. Atheles corrió mejor suerte: aunque torturado por sus remordimientos y el dolor que le provocaba un amor imposible, pudo regresar a su comarca. Ahora está mejor -dijo Galadriel, y miró al mago para que le contara lo que sabía del elfo.

-Doy fe -afirmó Gandalf-. Estuve con él antes de volar hacia aquí. Está enlazado con quien fuera nombrado Señor de la “Comarca de las Cumbres Grises”, hasta que mejore y pueda ocupar el cargo que por derecho le corresponde.

-Me alegro por él. Aunque se comportaba de modo extraño y retraído, siempre me pareció el mejor de los tres. Hasta llegué a pensar que estaba enam… No, no tiene caso recordar eso. Y Lesgahel y Aremides… muertos  -dijo con tristeza, a pesar del daño que le habían causado.

Gandalf creyó que era el momento apropiado de dar a Legolas una alegría, así que fue a buscar las dos bolsas que aún tenía consigo y volvió junto a la cama, sacó un papel arrugado de una de ellas y se lo dio.

-¿Qué es? -preguntó Legolas.

-Algo que te pertenece. Es la carta que te envió Estel, la que no pudiste leer ni contestar porque te fue robada para después ser falsificada. Pero no me agradezcas a mí el haberla recuperado, fue Atheles quien la tomó del escritorio de tu padre sin que él y sus hermanos se dieran cuenta. Antes de "perderse", tuvo la cordura suficiente de dársela a su esposo para que la guardara, pensando en que algún día debería volver a tus manos. De algún modo, sabía que alguien iría a buscarlo para que rindiera cuenta de sus malos actos. Se me envió por él, pero al verlo cómo estaba y al entregarme su esposo la carta, no fue necesario traerlo, además, sabemos dónde vive.

Al terminar de leer, emocionado y feliz, Legolas besó la carta.

-Saben, después de extraviar las hojas en Lórien, creí que empezaba a volverme loco por las cosas que sentía, hacía y veía.

Los dos magos se miraron y se sonrieron con complicidad.

-Ah, apropósito de eso. Toma -dijo Gandalf, y le dio el saco que aún no había sido revisado.

-¿Más sorpresas? -dijo Legolas, y se apuró a abrirlo-. ¡Ah, pero si es mi morral! ¡Pero cómo llegó a tus manos! Seguramente alguien en Lórien lo encontró y se lo entregó a la Señora, y ella te lo dio a ti.

-Yo no tengo nada que ver -dijo Galadriel sonriendo.

-Alguna vez te contaré cómo llegó a mis manos -dijo Gandalf.

-Ahá -dijo Galadriel, y volvió a sonreír pícaramente.

Legolas dejó caer el morral al piso, tomó la carta de Estel que había dejado sobre su corazón y se quedó mirándola muy serio.

-¿Qué pasa, no te agradaron las sorpresas de Mithrandir?

-Para ser sincero, una me trajo malos recuerdos, la otra ha sido hermosa, pero…

-“Pero”…

-Creo entender lo que pretenden, pero, ¿Mithrandir, ya olvidaste lo que pasó el día de la coronación de Elessar, lo que gritó la gente? Usted todavía no había llegado, mi Señora. Yo no lo olvido, y tampoco olvido las feas miradas de lado y las murmuraciones cuando Elessar me invitaba a recorrer los Siete Círculos para ver las necesidades de la gente; o las objeciones de los consejeros cuando Elessar me pedía que diera mi opinión sobre el tema que se estaba tratando; o las caras de disgusto de las damas de la corte que pretendían sentarse junto a Elessar en alguna recepción o cena importante, y él les decía que ese era mi lugar, o…

-¿No crees que valga la pena enfrentar a esos tontos por el amor de Elessar? Él está dispuesto a hacerlo por ti. Entonces, debemos pensar que faltarás a las promesas que le hiciste -dijo Gandalf.

-¿Promesas? -preguntó Legolas.

Gandalf tomó nuevamente la bolsa de donde extrajera la primera carta, eligió un sobre y se lo entregó.

-Toma, esto te refrescará la memoria.

Legolas advirtió que dentro del sobre, además del amarillento papel, había flores resecas, casi desarmadas. Con un nudo en la garganta, apenas pudo preguntar:

-¿Quién te la dio?

-¿Quién más podría tenerla? Estel, o Aragorn, como gustes llamarlo, por años la guardó entre las páginas de un libro de poemas de amor. Pero no puedes quedártela, debes devolvérmela. Y, por favor, no le digas que te la mostré.

Pero no le dijo que era una de las cartas que, hacía poco, había rescatado de las manos de Éowyn, después de que esta las robara de la Recámara Real y las leyera.

-Nunca me lo dijo. Recién ahora me doy cuenta lo importante que ha sido esta carta para él: la conservó porque la creyó escrita por Horace.

-No, si supo que tú la escribiste. A pesar del “odio” que sentía hacia ti, ¿por qué crees que la conservó? -dijo Gandalf.

-Pero estas promesas no se las hice a él en especial, porque aún no lo conocía. Las escribí llevado por la emoción del momento.

-¿Y no crees que Elessar merece promesas como esas? -preguntó Galadriel.

-¡Claro que sí! Pero merece mucho más que palabras dulces, Señora, merece llevar una vida feliz al lado de alguien que no le traiga más complicaciones. Conmigo…

“Si no es contigo, no será con nadie” -pensaron ambos magos, cada uno por su parte.

-Y qué pasó con la primera carta, me refiero a la que desató todo este drama. Luego de que Estel la encontrara en mi cuarto, ya no volví a verla. ¿Mithrandir, también la traes en una de tus bolsas mágicas?

-No… Pero si la tuviera no te la daría, porque esa no te pertenece. En cambio, te mostraré la que falsificaron tus tíos para Estel -dijo refiriéndose a la otra carta que había rescatado de las manos de la joven dama de Rohan-. También deberás devolvérmela.

-¡Desgraciados! -dijo Legolas al terminar de leer-. Para qué la conservó. Yo la hubiera roto en mil pedazos y quemado. Mmm…, ahora que lo pienso, no sé qué hice con la que falsificaron para mí.

-Es la única que no se salvó. Tu padre la encontró en este mismo cuarto e hizo lo que hubieras querido hacer tú pero no pudiste: la rompió y la quemó.

Legolas miró la carta que le enviara Estel y sonrió, pero, a poco, su sonrisa se fue diluyendo y sus ojos ensombreciendo.

-¿Qué, se la darías? -preguntó Galadriel al adivinar lo que estaba pensando.

Pasada su sorpresa, Legolas dijo:

-Solo fue un deseo. Sé que eso ya no es posible, además, no me correspondería hacerlo.

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Mientras tanto, en la sala las cosas se caldeaban…

-¡¿Qué, ahora viene a acusarme a mí por intentar separarlos?, si, hasta donde sé, usted también se oponía a la relación! ¡Era bien sabido por todos que quería enlazar a su hija con él! ¡Vaya uno a saber las cosas que habrá hecho para lograrlo! ¡Pero, por desgracia, le fallaron! -gritó Thranduil a Elrond.

-¡No niego que me hubiera encantado que Arwen se enlazara con él…, ni que intenté muchas cosas para que pasara! ¡Pero las cosas que yo hice distan mucho de la barbaridad que hizo con su hijo, además del maltrato al que sometió al mío!

-¿Qué cosas hiciste? -preguntó sorprendido Elessar a Elrond.

-Nada, Elessar, nada. Mejor no preguntes -dijo Celeborn-. Señores, por favor, no es el lugar ni el mom…

-¡Cómo que no pregunte, si están hablando de mí como si yo no estuviera presente! -dijo Elessar a Celeborn, y otra vez se dirigió a su padre adoptivo-: ¿Elrond, qué fue lo que hiciste?

-¡Si le dicen que es mejor que no pregunte es porque le hicieron algo grave! ¡Pregunte! -dijo Thranduil a Elessar.

Elessar miró muy serio a Thranduil, sin entender si estaba poniéndose de su lado o qué, y volvió sobre Elrond-: ¿Puedes contestarme?

-Elessar, no te dejes llenar la cabeza…

-¡Celeborn, por favor! Elrond…

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Y nuevamente en el cuarto…

-¿Y esos gritos? -preguntó Legolas.

-Le dije que no era conveniente que se quedaran juntos en el mismo sitio por mucho tiempo -dijo Gandalf a Galadriel.

-Pero a los únicos que no escucho discutir es a Thranduil y a Elessar -dijo Galadriel-. Mejor vamos a ver qué está ocurriendo.

Notas finales:

Sepan disculpar la tardanza.


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