Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

D. D. O. por Ucenitiend

[Reviews - 94]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Pasado poco más de un mes, las heridas del cuerpo de Estel ya estaban completamente cerradas, ¿pero, y las de su alma? 

A medida que el tiempo transcurría, la imagen del lánguido rostro y los gestos mesurados del joven de la caravana perdían fuerza en su memoria; por otra parte, Legolas se había convertido en un compañero inseparable y casi no le daba tiempo a pensar en cosas tristes.

Ni bien despuntaba el alba, el elfo, que siempre era el primero de los dos en levantarse, iba a las cuadras a preparar un par de caballos, después subía a golpearle la puerta para que se levantara y lo esperaba para ir juntos a desayunar.

Antes de salir, pasaban por las cocinas a pedir algunos alimentos y raudos partían hacia lugares recónditos e increíblemente hermosos de los que disfrutaban a pleno, y, a la vez, verificaban que estuvieran en orden.

Siempre regresaban antes de que atardeciera. Ya de vuelta en el palacio, solo se separaban para higienizarse y cambiarse de ropa, y se juntaban otra vez para ir a cenar con Thranduil.

Terminada la sobremesa, el rey se retiraba a sus aposentos o a su escritorio y ellos dos se quedaban conversando muy entretenidos en el salón o en el jardín hasta que se hacía la hora de ir a dormir.

Su cercanía empezaba a ser el tema de conversación preferido entre los habitantes del palacio y los alrededores. 

Amigos de Legolas, más de una vez se atrevieron a insinuarle que el joven hombre lo miraba con cierto interés, pero él contestaba que no era posible, porque Estel estaba muy enamorado de otro hombre. Pero no decía que eso empezaba a causarle celos, algo que hasta ese momento no había sentido por nadie.

Algunos habitantes del palacio, no muy bien intencionados, hicieron llegar los rumores a oídos del rey. 

Thranduil no necesitaba que nadie de afuera viniera con chismes a calentarle más la cabeza, pues todos los días era testigo directo del afectivo trato que Legolas y Estel se prodigaban. Aunque quisiera, no podía echar al jovencito, ni ordenarle a su hijo que se mantuviera a distancia, pues sabía que se encapricharía más con su nuevo amiguito. Prefería esperar pacientemente, tarde o temprano, el humano tendría que irse del reino.

No era un secreto para nadie que al Rey Thranduil los Hombres no le gustaban, porque los creía criaturas débiles y corruptibles; los acusaba de ser los responsables de que el Mal se extendiera hasta su verde bosque, marchitándolo. Para no quererlos, le bastaba recordar al ambicioso Isildur, que habiendo tenido en sus manos la posibilidad de acabar para siempre con la Oscuridad, se había quedado con el Anillo Único en lugar de hacerle caso a la sabia voz milenaria que lo instara a destruirlo en el Monte del Destino. Nunca podría estar tranquilo sabiendo que una cría humana rondaba a su amado hijo, aunque esa cría estuviera tutelada por el mismo Señor Elrond. Y qué más pensaría de Estel, si en ese momento se hubiera enterado que era el mismísimo heredero de Isildur.

Una mañana, durante una de sus recorridas habituales, Legolas notó que Estel cabalgaba más callado y serio que de costumbre. Quiso averiguar qué le pasaba, así que le propuso detenerse a descansar, y una vez que lo tuvo sentado frente a él, tomó coraje y... 

-Hoy estás muy callado. ¿Acaso, estás pensando en él? Sabes, nunca me atreví a preguntarte qué pasó entre ustedes. ¿Tienes ganas de contarme?

Estel, al principio dudó, pero cuando vio la ansiedad que reflejaban los ojos de Legolas, decidió hablarle sobre lo ocurrido, mejor dicho, sobre lo "no ocurrido".

"¿Qué, después de tanto, nunca se abrazaron ni se besaron? ¡Ni siquiera hablaron! ¡Pero, son dos desconocidos!" -pensó Legolas, entre sorprendido y contento, y rápidamente comprendió que el amor que Estel decía sentir por el otro joven humano, se basaba en su necesidad de hallar a quien querer y ser correspondido.

Y primero sintió alivio, porque le pareció que después de todo no había hecho daño al contestar la carta, pero de inmediato volvió a sentir culpa, pues, por su ocurrencia, Estel había abandonado su hogar, se había ilusionado con el encuentro y, lo peor, había estado a punto de morir. Pero ahora que se enteraba de que no había existido relación alguna, y como si "Alguien Superior" le diera permiso, se dejó envolver por la atracción que le provocaba. Estel le gustaba no solo porque era guapo, también era apasionado y romántico, bastaba recordar el poema que había escrito, y muy valiente, pues se había jugado la vida en ese oscuro bosque lleno de peligros por ir detrás de quien creía amar.

Estel, por su parte, sin que Legolas lo sospechara, cada día que pasaba se sentía más atraído hacia él. Le gustaba su suave y alegre carácter, su sencillez, y como se preocupaba porque estuviera siempre bien. Y su aspecto era inmejorable, y olía tan rico.

Ese día, entre recorridas e íntimas charlas, regresaron al palacio más tarde que de costumbre, pasado el anochecer. Se despidieron con un: "Hasta luego", y cada cual se metió a su recámara.

Legolas entró a la suya muy contento, además de apurado por arreglarse bien para presentarse ante unos familiares que habían llegado de sorpresa ese mediodía, y con los que había intercambiado apenas unas palabras al regresar del bosque, y, por supuesto, para causarle una muy buena impresión a su querido huésped. Tomó su bata de seda y entró al baño, se quitó la polvorienta ropa y deshizo sus trenzas, tocó el agua para comprobar que estuviera a su gusto y luego se sumergió hasta el cuello. Con los ojos cerrados rememoró varios de los gratos momentos vividos junto a Estel, y al recordar lo que le contara ese día, no pudo evitar que las comisuras de sus labios se curvaran hacia arriba confiriéndole a su rostro una expresión de incomparable felicidad.

En la recámara contigua, también sumergido, Estel pensó en lo preocupada que estaría su familia por no tener noticias suyas. Y pensó en lo furioso que estaría Elrond, y en el castigo que le tendría preparado para cuando volviera. Bastante enfadado ya estaba con él, después de que varias veces se negara a comprometerse con Arwen, razón por la cual la desilusionada elfina se había ido a vivir con sus abuelos a Lothlórien. De pronto, comenzó a pensar en Legolas y su cuerpo por debajo de la cintura empezó a reaccionar, pero no quiso darse placer pensando en él, no cuando aún sentía algo por otro, así que aplacó su antojadizo sexo poniéndole una mano encima y desviando sus pensamientos nuevamente hacia su querida familia adoptiva.  


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).