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Marionetas por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Bueno aqui esta vuestro segundo capitulo con vuestro querido Kidd, espero que os guste n.n

 

 

 

La lluvia seguía cayendo impasible sobre Sabondy lavándolo todo a su paso, pero Law empapado bajo ella se sentía sucio. Había acabado gimiendo como una vulgar puta bajo el hombre que más odiaba, había disfrutado de las caricias que le había dado e incluso había deseado que aquello volviese a repetirse.

Se clavo las uñas en los brazos al recordarlo. Aquello había sido la peor humillación de su vida, pero lo peor es que no había podido hacer nada para impedirlo y había acabado traicionándose a sí mismo. Era peor que la basura. Cerrando los ojos con fuerza intento digerir el nudo en su garganta, se negaba a llorar. Nunca. Sería lo que faltaba.

¿Qué cojones le estaba pasando? ¿Desde cuándo se había vuelto tan depresivo y llorica?

 Tenía que acabar con todo aquello, ya no lo aguantaba más.

 Mirando el mar embravecido desde el acantilado en el que se encontraba tomo la decisión. Ya era hora de empezar a moverse a pesar de que el plan no estuviese del todo preparado.

 Se levanto del suelo con los pantalones manchados de barro y volvió a atravesar las calles vacías de la ciudad que despertaba silenciosamente, hasta llegar al puerto donde le esperaba aquel armatoste amarillo que llamaba hogar.

—Capitán— chillo una voz aguda desde la cubierta.

 Bepo le saludaba tan hiperactivo como siempre, sonriéndole con aquella cálida y amable sonrisa que siempre le regalaba.

—He vuelto— contesto subiendo al submarino rápidamente y acariciándole la cabeza a forma de saludo.

Al entrar todos le saludaron y le dieron la bienvenida entre bromas. Llevaba dos días sin verles y se sentía como si hubiesen sido años,  pero a pesar de eso,  ninguno pregunto donde había estado o que había hecho, como sabiendo que no querría hablar de eso. Y en aquel momento lo agradeció, no sabría cómo explicar a sus compañeros que había estado metido en la cama de uno de los piratas más peligrosos del mundo sin que estos entrasen en pánico.

Cuando hubo saludado a todo el mundo y cenado algo que encontró por la nevera y que no olía a podrido, (tal vez debería encontrar un cocinero) se dirigió a su habitación.

La sala no era muy grande ni acogedora solo tenía el ventanal desde el que veía el océano, la cama la estantería a estallar de libros y el diminuto baño. El baño.

Arrancándose la ropa del cuerpo a tirones se desnudo y se metió en el baño rápidamente abriendo el agua caliente al máximo. Sus músculos comenzaron a relajarse  ante su contacto y él, cogiendo la esponja, comenzando a frotarse con ella hasta dejarse la piel roja.

 Intentando borrar la sensación de los labios del otro contra su piel. Calentándole. Incitándole. Haciéndole gemir y querer pedir por más…Se dio un cabezazo contra la pared.

¿A quién le perteneces?

Aquella frase reverbero en su cabeza. Se clavo las uñas en la piel de nuevo y abrió el agua fría al máximo hasta que dejo de sentir aquella excitación recorrerle el cuerpo.

Al cabo de un rato decidió que si seguía allí acabaría con hipotermia y que ya era hora de salir.

 No se molesto siquiera en encender la luz al entrar en la habitación, se sentía mejor a oscuras. Bepo se había burlado una vez por aquello llamándole vampiro, él le había recordado lo curioso que era un oso que hablaba, mientras giraba en su mano un escalpelo y sonreía macabramente. La broma no se había vuelto a repetir.

Sonrió al recordarlo, luego cogiendo su camiseta se vistió rápidamente ignorando el hilo de sangre le recorría el brazo en donde se había clavado las uñas.

Tenía algo importante que hacer.

Se sentó en la cama y agarrando el pequeño den-den mushi en su mesilla de noche le llamó, utilizando por primera vez el numero que había memorizado meses antes.

Sonaron dos pequeños tonos al otro lado de la línea y finalmente aquella voz malhumorada que ya conocía respondió:

 —Espero que sea importante.

— Buenas tardes Eustass-ya— le saludo ignorando el tono de odio absoluto del otro.

—¿Trafalgar?—el otro sonaba extrañado—¿Cómo cojones conoces este número? … y ¿Por qué mierda lo usas?.

—Yo también me alegro de oírte y si, para tu información, estoy bien— se burlo recostándose en la cama en el centro de la habitación

—¿Qué quieres?— le espetó el otro si responder a su burla. Law suspiro, aquello perdía toda la emoción si el otro no se picaba, le insultaba, le amenazaba o juraba destriparle vivo con un tenedor.

—Dime Kid— comenzó poniendo un extraño tono serio, lo mejor sería ir al grano — ¿te interesaría formar una alianza para acabar con uno de los hombres más poderosos del mundo?.

Al otro lado de la línea hubo un silencio y Law, mirándose las uñas de la mano aun con rastros de sangre, esperó a que la lenta mente de su enemigo asimilase sus palabras.

—…Puede… ¿De quién estamos hablando?— pregunto curioso el pelirrojo imitando su tono de voz serio.

— De Doflamingo, el Shichibukai…¿Te unes?.

Otro incomodo y aun más largo silencio  se escucho al otro lado de la línea y Law bostezo aburrido ¿Cuan lenta podía ser la mente de alguien?. Luego se escucho un silbido de apreciación al otro lado de la linea y unas carcajadas macabras.

 Una sonrisa torcida surco la cara del moreno tumbado en la cama: El pez acababa de morder el cebo.

 —Jajaja tu sí que apuntas alto ¿eh bastardo?...mmm….está bien supongo que puede ser interesante, me aliare contigo de momento— contesto por fin el pelirrojo haciendo hincapié en las últimas palabras.

— Jajaja perfecto, aunque  Eustass…vuelve a llamarme bastardo y te castro… y prometo que se cómo hacerlo— dijo riendo de una manera que asustaría al mismísimo diablo.

Al otro lado de la línea noto como el otro se disponía a contestarle otro de sus ingeniosos insultos y para joderle aun más le interrumpió antes de que dijese nada.

—…bueno pues eso es todo, ya te llamare otro día para acordar las cosas o cuando me aburra desesperadamente y  necesite molestar a alguien—picó aun más.

—Vete a mierda intento de zombi—contestó el pelirrojo con odio.

 Law se rio sarcástico.

—¿Solo se te ocurre eso?  Te he oído insultos mejores Eustass ¿No me digas que te estás volviendo senil?.

—Tsk— el otro chasqueo la lengua amargado —… Trafalgar — le llamo entonces serio, demasiado serio para después de una broma— ... ¿A pasado algo?.

El moreno se congelo en el sitio abriendo los ojos por la sorpresa.

 ¿Cómo se había dado cuenta? Su tono de voz no había delatado nada y había medido cada palabra de tal manera que sonase como siempre solía hacerlo. El pánico se apodero de él por un momento y tardo en contestar más de lo que debía.

—No— contesto en un intento de solucionarlo pero su voz sonó dura y brusca en un claro indicio de incomodidad.

Joder.

 Mirando al den-den mushi que se había quedado en silencio  enfrente de él simplemente colgó de golpe.

Se quedo quieto allí, con la mano encima del animal y con su corazón desbocado por la adrenalina.

El silencio de la habitación y la oscuridad océano a través de su ventana le tranquilizaron un poco. No pasaba nada. Lo tenía todo bajo control. Seguramente el otro lo dejaría pasar, después de todo, qué más le daba lo que le ocurriese, eran enemigos. Sí, ¿qué le importaba?. Sin preocuparse mucho más se tumbo en la cama y se dispuso a dormir. Había sido un día muy largo.

Lo que no sabía es que en otro lado del mundo un pelirrojo frunció el ceño ante el pequeño animal que hacia un momento había estado imitando a Trafalgar Law y que ahora comunicaba irritantemente.

 Una mirada peligrosa surcaba su rostro.

.

.

.

Mientras tanto en otra parte de la ciudad un rubio llevaba tumbado en la cama de la habitación roja varias horas. El sol se colaba a trabes de las ventanas parcheadas volviendo todo incluso más chirriante. Bajo él, en el piso de abajo, podía escuchar la estridente canción de un pirata con algunas copas de más mientras los demás le coreaban y animaban. ¿Por qué narices había escogido aquel lugar para dormir? Ah sí, había sido la primera taberna que había visto al desembarcar.

—Nng—gruñendo se giro sobre la cama.

Estaba de mal humor y no entendía el porqué.  Law se había ido casi al instante en que él se quedo dormido sin decir absolutamente nada.

Su mano se cerró en un puño.

Era la primera que uno de sus amantes le dejaba nada más acabar el sexo. Normalmente se quedaban a su lado y pasaban la noche con él. No se escaqueaban a la mas mínima oportunidad.

¿Por qué le molestaba aquello? Se había acostado con el menor, le había hecho rendirse bajo el entre caricias, y gemir de placer. Sonrió arrogante. Si, había sido una buena sesión de sexo, hacía tiempo que no se desahogaba de esa manera, normalmente las chicas o chicos que pasaban por su cama no aguantaban una sesión tan intensa y acababan llorando y suplicándole que parase.

Pero Law lo había aguantado todo, es más incluso había tenido las narices de plantarle cara o pedirle por más. Realmente aquel chico había sido mejor de lo que se había esperado, tal vez debería visitarlo más a menudo.

Su miembro palpito placentera al imaginárselo, bajo él de nuevo, gimiendo y retorciéndose de placer mientras intentaba a duras penas contenerse, aferrándose a las sabanas y mirándole desafiante, con su marca grabada en su espalda…

—Dios— tenía que parar con aquello.

 Y entonces se dio cuenta de algo. ¿Por qué no dejaba de pensar en él? ¿Por qué se sentía vacio a pesar de que solo había sido sexo?  Se estaba obsesionando con el chico de una manera preocupante. El era un Shichibukai, no podía sentir nada por nadie, ya lo habían traicionado suficientemente como para volver a confiar en nadie, debería saberlo, debería dejar la obsesión o acabaría mal.

Pero eso no era lo importante lo principal de todo aquello era por qué cojones se había acostado con Trafalgar Law.

Nunca se habían llevado bien, sabía que el chico le odiaba profundamente y el nunca se había molestado en cambiar aquello. Le conocía desde pequeño pero nunca había intentado nada con él, era un chico solitario y de mirada perdida, que se tiraba todo el día sumergido entre libros. Totalmente opuesto a lo que a él le solía gustar.

 ¿Por qué entonces ahora?

Han sido sus ojos, concluyo.  Esos ojos que le retaban a pesar de saber que iba a perder, que clamaban venganza y estaban llenos de arrogancia y desprecio y que le animaron a demostrarle realmente lo que podía hacer. Si, habían sido sus ojos que le miraban como si realmente pudiese hacerle algo.

Otra vez aquella extraña sensación se adueño de su pecho.

Algo estaba mal.

Su instinto se lo advertía y era gracias a su instinto que seguía vivo. Se sentó en la cama totalmente desnudo y una fugaz idea se le paso por la mente.

¿Y si realmente el chaval pudiese hacer algo?

Se levanto de la cama y con dos pasos largos recogió la ropa que la noche anterior había lanzado por la habitación sin cuidado y se la puso rápidamente. Luego, asomando su cabeza al pasillo grito dos órdenes a la dueña del local y al rato tuvo un desayuno completo sobre la diminuta mesilla de la estancia.

Cogiendo uno de los panecillos comenzó a mordisquearlo mientras su mente se centraba en marcar los números del den-den mushi.

—Maestro— pregunto una voz seria al otro lado de la línea.

—Vergo— llamo a su oficial—necesito que me hagas un favor.

— Por supuesto ¿De qué se trata?— respondió rápidamente el hombre tan leal como siempre.

—Quiero que vigiles a Trafalgar Law— pidió dándole otro mordisco al bollo recubierto de azúcar caramelizada— y quiero que me informes de cada movimiento que haga.

Un ligero silencio se hizo al otro lado de la línea. Sabía que Vergo conocía al chico como él y que aunque no lo reconocería nunca, le tenía cierto aprecio. Después de todo eran una familia.

—¿Por qué?— cuestiono el otro como esperaba— ¿dudas de su lealtad?

—Fufufu relájate Vergo, pareces un padre defendiendo a su hijo— se burlo.

Acabado el panecillo se dispuso a coger otro de la bandeja. Aquel parecía tener arándanos por el color morado que tenia bajo la cobertura de chocolate.

—No— respondió a la pregunta del otro dándole vueltas al bizcocho— pero quiero que lo vigiles.

—Entiendo— respondió el otro serio—como quieras.

Y sin alargar mas aquella conversación colgó.

Su mente seguía dando vueltas, se le estaba olvidando algo importante. La mesa se fue quedando vacía mientras el seguía comiendo sin realmente saborear lo comía, con la mente ocupada dándole vueltas al asunto.

El ruido ajetreado de la ciudad se colaba por la ventana. Debía ser medio día, no podía quedarse más tiempo allí tocándose las narices, tenía unas obligaciones que cumplir.

Desperezándose se dirigió a la puerta y fue entonces cuando vio algo que le llamo la atención ya que desentonaba fuertemente con la habitación. Acercándose lo tomo del suelo alzándolo. Era la sudadera de Law, aquella que llevaba a todas partes, de color amarillo y negro y que seguía empapada.

Realmente el chico había tenido prisa por irse para dejarse aquello allí.

Su mal humor volvió de nuevo con más fuerza y frunció el ceño. Bueno, debería devolvérsela y hacerle de nuevo una visita, pensó sonriendo maniáticamente.

Soy tuyo todo tuyo

Su pantalón volvió a apretarle placenteramente. Tenía que acabar con aquello se recordó, obsesionarse nunca acababa bien, pero el simple hecho de imaginarse al menor abandonándole o cayendo en manos de otro le hacían temblar de ira.

¿Qué cojones me pasa?

Abriendo la puerta de un portazo bajo a la planta de abajo dando grandes zancadas. Al verle la gente que estaba en el bar se quedó pálida. Al cantante borracho que le había despertado se le paso la borrachera en un momento y comenzó a arrodillarse en el suelo pidiéndole perdón, alguno salió corriendo y otros muchos se desmayaron allí mismo.

Suspiro cansado. Estúpidos rumores.

Le lanzo a la mujer de la barra que le miraba divertida, una bolsa con dinero y seguidamente salió de la mugrienta taberna. Al cerrarse la puerta el griterío dentro de la taberna volvió a estallar aun más ruidoso. Doflamingo se pregunto qué rumores inventarían esta vez, ¿Asesinato en la parte trasera de la casa? ¿Romance con la tabernera? Quién sabe.

Volvió a emprender la marcha en dirección a los cuarteles generales  donde le esperaba otra de aquellas aburridas reuniones sobre el paradero de Mugiwara, mientras, su mano seguía apretando la sudadera amarilla.

“Eres mío Trafalgar Law, recuérdalo.”

 

 

 

Notas finales:

En el poximo comenzara la historia por ahora solo a sido el prologo. En el proximo comenzaran los problemas muajajaja

Asi que ¿Que tal? ¿merezco reviews? ¿Tomates? ¿Cartas bomba?

Jeje chaus wapos


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