EL SUEÑO DE DOS HOMBRES
Todo había empezado de manera demasiado sorpresiva. Eran dos ninjas defendiendo el honor de sus propias aldeas, dos aldeas enemigas. Habían llegado al campo de batalla con sus compañeros, quienes confiaban ciegamente en ellos. Cada uno se había apartado hacia una zona para luchar con el contrario. Pelear e intentar matarlo.
-Más fuerte, por favor, más fuerte.
Habían prometido luchar por sus aldeas y por sus compañeros, demostrar que eran los más fuertes protegiendo aquello por lo que luchaban. Sin embargo, en algún momento habían perdido de vista su objetivo.
-Oh, Dios mío, ¡voy a reventarte!
Cuando el equipo de Sasuke se cruzó con el equipo de Naruto, sus ojos se cruzaron. La mirada confiada del rubio chocó con la mirada colérica del moreno. Los dos cuerpos sudorosos por haber corrido hacia ese punto del bosque chocaban ahora, sudorosos pero por la actividad sexual.
Karin, la compañera de Sasuke, había sido la primera en atacar con un kunai. La chica que lo había esquivado, Sakura del equipo de Naruto, decidió contraatacar. En una pelea rápida, ambas se habían marchado hacia el norte. Suigetsu no tardó en desaparecer con Kiba del equipo de Naruto, peleando con increíbles técnicas. Y finalmente había sido Juugo quién había desaparecido con Kakashi. Sólo habían quedado ellos dos, mirándose a los ojos sin moverse.
-¡Más fuerte! ¡Más fuerte!
Naruto había sido el que había hecho el primer movimiento: le había lanzado un shuriken que le había roto el chaleco a Sasuke. El moreno le había enviado una mirada con furia, que detuvo inmediatamente al ver la cara lujuriosa del rubio. Naruto se había relamido los labios y había empezado a sacar más shurikens de su bolsillo. Sasuke disfrutó de la mirada que le lanzaba su contrario y empezó a sacar los papeles explosivos.
-Oh, por favor, Sasuke… ¡Ponte de espaldas! ¡De espaldas! ¡Quiero penetrarte como la perra que eres!
Y así había empezado la batalla. En algún momento Naruto había aplastado a Sasuke contra un árbol. Se habían mirado a los ojos nuevamente y habían empezado un largísimo beso que había culminado con el choque de sus entrepiernas y de sus miembros semi-erectos. Sasuke gustosamente le había separado las piernas y se había puesto debajo del rubio. Naruto gustosamente había empezado a morderle los pezones y a frotar ambos miembros.
Había sido entonces cuando Sasuke se había encargado de desvestirlos a los dos y mientras se la mamaba a Naruto él le había proporcionado el mejor beso negro de su vida. Seguidamente había venido la penetración, como no. El miembro del rubio era el más grande que Sasuke se hubiera metido alguna vez. Duro y fuerte, entraba sin descanso en él, partiéndole en dos, y salía de manera triunfante para volverle a romper después.
Los dos gritaban como perros en celo. Naruto se encargaba de morder la piel del moreno mientras que éste – ahora de espaldas – apretaba bien las nalgas para disfrutar de los gritos placenteros de su acompañante.
No era algo dulce. No estaba siendo un encuentro romántico ni mucho menos. Era sexo, atracción, lujuria, sudor, penetraciones, violencia, gemidos, mordeduras, gritos.
A esos dos guerreros no les hacían falta momentos románticos. Se entendían perfectamente de aquella manera, saboreándose el uno al otro. Sintiéndose llenos por primera vez en sus vidas. Tal vez al acabar se separaran. Tal vez les contarían a sus compañeros como habían acabado con el contrario con golpes o patadas o como el otro les había pedido clemencia. Tal vez nunca se volverían a ver. Se casarían con alguien, tendrían hijos y olvidarían para siempre la experiencia.
Pero ese no era el caso de estos dos personajes. Ellos decidieron lidiar con un amor prohibido, con una atracción irresistible que les empujaba a amarse a pesar de no conocer ni el nombre del otro. Se trataba del amor salvaje entre dos hombres que no habían podido alcanzar sus sueños de grandeza en sus vidas diarias.