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En el puente Milvio. por BSBN

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Notas del capitulo:

¡Yey! Sigo haciendo mis pedidos, y ahora es el BangHim más gay del mundo (?) Okno, ojalá les guste.

Notas: [Love Story - Taylor Swift] Nuevamente es un petición de aprendiz, y como la amo no podía sino escribirlo. Mi italiano ya es malo a éstas alturas, así que perdonad si algo no esta bien, pero no quise recurrir a Google, Google miente(?). No sé qué puedo decir del fic, es hermoso y tan poco típico en mí. Ale, te lo escribí a ti y tal vez por ello salió tan cursi y gay, no lo sé. Y no es por ponerme cursi ni nada, pero te amo.

P.D. Las traducciones de las palabras en italiano están en las notas de abajo.

————————-

Dicen que si una pareja que se ame de verdad cierra un candado en la farola del Puente Milvio, en Roma, y arroja la llave al rió, su amor será eterno y nada ni nadie podrá separarlos jamás.

El claxon del automóvil sonó a penas a tiempo para que Yong Guk lo esquivará y se pusiera a salvo sobre la acera soltando un suspiro. Había estado a punto de morir atropellado y el resto de los transeúntes sólo lo miraban como si él hubiera intentado suicidarse o algo parecido. ¿Por qué todos los occidentales eran así de extraños? Todos con sus grandes ojos coloreados de verde, azul y gris, con sus cabellos rubios o rojizos y siempre con la mirada de superioridad que no podía sino ser de ellos. Y lo peor de todo y lo que lo cabreaba más era que todos quisieran comunicarse con él en chino. ¿Es qué eran tan imbéciles como para no poder diferenciar a un chino de un coreano o un japonés? Vale, que la respuesta era obvia.

Una vez que se hubo recompuesto de la vivida experiencia comenzó a andar hacía la única cafetería que conocía cerca de su trabajo temporal. Aún no terminaba de comprender porqué había aceptado aquél trabajo en un país tan lejos de casa y con un idioma tan complejo como el suyo. Italia era un paraíso a ojos ajenos, un hermoso paisaje europeo que bien valía miles de postales y fotografías. La primera vez que había pisado las calles empedradas de una Roma que parecía hecha para la más hermosa de las historias de amor sus ojos se humedecieron y una sonrisa de ilusión cruzó por su rostro. Una ciudad que no tenía nada que envidiarle a la sobre poblada Seúl. No, la suya era una belleza tan pura y tan exquisita.

Por sus calles pasaban mujeres hermosas, altas y bajas, con cabellos rubios y castaños, ojos alegres y miradas tristes. Algunas vestían a la moda y otras parecían ponerse lo primero que habían sacado del armario. Los hombres iban algunos trajeados y otros con vaqueros, todos con esa belleza que sólo los italianos podía poseer. Y aún así, ante el desfile de belleza carnal que presenciaba todos los días, jamás se había sentido atraído por ninguno de aquellos ángeles terrenales. Hasta ése día.

No era precisamente guapo, de hecho podría considerarse “feo” comparado con los dioses que caminaban por la calle junto a él. En sus manos sostenía lo que parecía un mapa del lugar y una cámara profesional y sus ojos vagaban por todos los rincones con tanta devoción como los suyos lo habían hecho la primera vez. Se veía tan tierno e indefenso. Parecía coreano, algo le decía que lo era. Aún así, cuando se acerco a él, se aseguró de hablarle en italiano:

-Stai bene? Ti sei perso?(1) - casi quiso golpearse a sí mismo cuando sus palabras salieron con un pequeño y casi imperceptible deje de acento coreano que sólo se le escapaba cuando estaba nervioso o no recordaba alguna palabra. Y ahora era la primera razón.

-Lo sto molto bene(2)- respondió el otro apenas sin acento.- Ma per favore, dimmi tu parli coreano o inglese(3).

Yong Guk dejó escapar una risa cantarina que confundió a su interlocutor.

-Lo hago.- contestó sonriente en su lengua natal antes de hacer un ligero asentimiento con la cabeza para ahorrarse la reverencia completa.- Bang Yong Guk, un gusto.

El otro muchacho suspiro aliviando y devolvió el asentimiento.- Kim Him Chan. Ahora que sé que hablas mi idioma, ¿me puedes decir dónde queda mi hotel?

-Primero déjame invitarte a almorzar. No puedo permitir que vayas a tu hotel sin que primero hayas comido verdadera comida italiana. Y créeme, es mejor que la de los restaurantes coreanos.

Ni siquiera espero a escuchar la respuesta del otro cuando lo cogió de la mano para dirigirlo al restaurante. No estaba muy lejos, apenas dos cuadras por delante de donde habían estado hace poco, así que Him Chan se dejó guiar pensando que ningún loco lo secuestraría en pleno día en medio de una calle abarrotada de gente, ¿verdad? En efecto, el otro lo había llevado hasta una pequeña pero hermosa cafetería adornada tan elegantemente que se sintió un paria con sus tenis y vaqueros entre toda aquella gente trajeada que estaba en el local.

-No te dejes engañar, acá pareciera que se arreglan así para todo.- fue lo último que escuchó antes de que su voz se viera interrumpida por la graciosa melodía de un violinista que se encontraba a pocos metros de la mesa que ellos ocupaban ahora y que tocaba el instrumento con la devoción de todos los artistas.- Non ti piace?(4)

-Che cosa?(5)

-La música. La música italiana es siempre muy calmada o muy ruidosa, no tiene nada que ver con la música coreana que siempre es la misma pero con grupos distintos.- dijo mientras leía lo que decía la carta a pesar de saber todos los platillos casi de memoria. Estaba seguro que había comido todo lo del menú dos veces.

-No digas cosas como esa, tengo un amigo que pertenece a un grupo, casi no hablamos, pero me parece buena música.- objetó Him Chan sin borrar la sonrisa de su rostro.

Yong Guk levantó la mirada y se encontró con los ojos demasiado alegres del otro. Eran pequeños, igual que los suyos, pero parecían ejercer algún tipo de magnetismo sobre él. No podía dejar de observarlo, su rostro tan diferente al que estaba acostumbrado a ver, aquella sonrisa que iluminaba todo a su paso, el cabello castaño despeinado por obra del aire siempre húmedo de Roma, sus ropas tan comunes que aún así se veían como si estuviera usando la ropa más fina de la marca más cara. ¿Así era lo que se sentía el amor a primera vista? ¿Podría estar enamorado de un hombre del que sólo conocía su nombre y nacionalidad? ¿Estaría volviéndose loco?

Las respuestas llegaron apenas tres semanas después, mientras observaba con una sonrisa bastante estúpida las fotografías que se mostraban imponentes en la galería. Eran, con exactitud, ciento cincuenta tomas realizadas con la cámara profesional de Him Chan. Ciento cincuenta fotos de todo el mundo, cuarenta de ellas de Roma, y él era retratado veintidós de ellas. A las puertas del coliseo, en la cafetería de todos los días, en la farola de la esquina de la calle del hotel dónde se hospedaba. Incluso había de aquella calle dónde se conocieron por primera vez, de él, antes de que se acercara. Era tan exacta y precisa que casi la sentía con vida y no podía evitar rememorar uno de los días más felices desde su llegada a Italia.

-Realmente has venido, pensé que estarías ocupado.- dijo una voz risueña en un perfecto coreano a sus espaldas al tiempo que unos brazos se ceñían con fuerza a su cintura y algo se apoyaba con dulzura en su omóplato. Sonrió ante la calidez que el abrazo le producía y se permitió aterrarse momentáneamente por la necesidad de besar sus labios que de pronto le recorrió el cuerpo. No sabia qué era lo que tenían, no era una amistad, era algo más fuerte, más real.

-Nunca estoy ocupado si se trata de ti.- susurró con una sonrisa en el rostro.- Es realmente sorprendente, ¿sabes? Tus fotografías son… fantásticas.

-¿En serio lo crees?- cuestionó alegre separándose de él para mirarlo al rostro.

-Claro, eres realmente bueno para las fotografías, Him Chan.- lo alabó al tiempo que desordenaba ligeramente sus cabellos castaños que por primera vez desde que lo conocí había peinado con gomina.- Sin embargo, ¿por qué no hay ninguna fotografía del Ponte Milvio?

-¿El de los candados?-preguntó borrando de pronto su sonrisa.- No me pareció necesario fotografiar una leyenda falsa…- se encogió de hombros después de decir aquello confundiendo al otro chico, que abrió mucho los ojos ante las palabras.

-Así que no crees en la leyenda…

-Para nada. Se inició por un libro de Federico Moccia…

-”Tengo ganas de ti”.- interrumpió Yong Guk con una sonrisa en los labios.- Cuando Step y Ginebra van al puente y cierran el candado.

Him Chan se rió ligeramente y asintió con la cabeza antes de apoyarla en el hombro del mayor.- Exacto. Ahora llévame a comer algo, me muero de hambre, Bang.

Ah, ¿por qué insistía en llamarle por su apellido? Nadie en su sano juicio hacía eso, y de hecho era maleducado, debería llamarle por alguno de los sufijos que su cultura tenía para mostrar respeto a los mayores. Al principio había temido que hubiera olvidado su nombre y por ello lo llamara así, pero después se dio cuenta que era solamente que Him Chan disfrutaba siendo un grosero con las personas, especialmente con él. Paso sus brazos por la cintura delgada del menor y le dejo un beso en la coronilla que hizo lo hizo suspirar.

Todo el día había barajado la idea de confesar su rápido y tortuoso amor que no tenía ninguna explicación profunda. Pensó decirlo ése mismo día, en la noche mientras celebraran el éxito de la exposición del menor, por la mañana cuando fueran a desayunar a la misma cafetería en la misma mesa. Su primera idea había sido llevarlo precisamente al Puente Milvio y declararle su amor cerrando un candado al igual que las cientos de parejas que viajaban a Roma para hacer lo mismo. Pero ahora la idea estaba descartada por completo ante la actitud escéptica del menor con respecto a la leyenda romántica que envolvía al puente.

-Ti quiero.- susurró el otro en un italiano tan hermoso que no hizo más que encender la llama de la esperanza en su corazón.

Si lo pensaba bien, no tenía mucho que perder declarándose y mucho que ganar. Si todo salía mal no tendría más que esperar a que el tiempo necesario para la estancia de Him Chan pasará y después volviera a Corea a hacer lo que sea que hiciera allá, mientras que si todo iba bien podría retenerlo a su lado en Roma o acompañarlo de vuelta a Seúl. Perdería a un amigo, sí, pero podría ganar un amor. Una persona que estuviera a su lado lo que le restara de vida.

-Him Chan, quiero que me acompañes a un lugar.- dijo decidido alejándose del otro para mirarlo a los ojos con una sonrisa en el rostro. ’Es ahora o nunca, Bang Yong Guk.’, se dijo a sí mismo antes de coger la mano del menor que aún se encontraba confundido.

-¿Pero a donde me llevas si es casi medianoche y la cafetería queda para el otro lado de la ciudad?- pregunto el otro mientras intentaba igualar el paso que el otro imponía.

-Calla y camina.- fue lo único que recibió como respuesta.

Anduvieron poco más de una hora entre caminatas lentas y trotes apresurados hasta que llegaron a las orillas del Tíber, junto dónde comenzaba el puente. Him Chan miró de mala manera al otro muchacho y después negó repetidamente con la cabeza. Realmente no le interesaba el lugar al igual que la Casa de Julieta, aquella que había fotografiado tiempo atrás, ambas eran leyendas inventadas ante la necesidad de un comprobante de amor eterno, y eso le molestaba mucho.

-Al final de la semana debes regresar a Corea si no encuentras ninguna razón para permanecer en Italia, ¿no?- dijo Yong Guk ocultando su pesar bajo un animado tono y una sonrisa tonta.- Bueno, pues no puedes irte sin conocer el puente.

El menor esbozó una ligera sonrisa y camino sobre éste hasta llegar a la farola llena de candados de todos tamaños. Era como si una ola dorada la hubiera cubierto por completo y se la hubiera tragado. Sería imposible contar la cantidad de candados que adornaban la farola y el muro del puente. Algunos tenían mensajes escritos, otros tenían fotos y otros más eran simples candados que representaban el amor que una pareja inocentemente había dejado. Se lamentó en silencio no haber llevado su cámara consigo cuando salió, porque tal vez la leyenda que envolvía al puente era inventada y sin fundamentos, pero aquella imagen era tan hermosa que merecía una foto. ¿Cuántas parejas se juraron amor eterno en ése mismo puente? ¿Cuántas parejas se habrían besado en ese mismo lugar? ¿Cuántas seguirían juntas aún ahora?

-Conoces la leyenda, ¿no es así?- cuestiono Yong Guk acercándose a la farola para ver un poco más de cerca los cientos de candados que la rodeaban.- Dice que si una pareja que se ame cierra un candado en la farola del Puente Milvio y arroja la llave al río, su amor será para siempre y no habrá poder humano ni celestial que los separe jamás.

-Tonterías.-  espetó apoyándose contra la orilla del puente observando a Yong Guk observar los dorados candados.- No tiene ninguna prueba.

-Bueno, hay una persona, ¿sabes?, una con la que quiero pasar el resto de mi vida y quiero que el puente me preste un poco de su magia.- susurró mostrando un brillante candado plateado y después acercándolo a la farola con la intención de cerrarlo en ella.

Los celos se apoderaron de él sin que supiera porqué, pero se mostró tranquilo cuando contesto las palabras del mayor:

-Cuidado, macho, siempre es una palabra muy grande…- susurró con una sonrisa sin alejar la vista del cuerpo del mayor ni de la farola, prestando atención a cada movimiento del río.

-Ya que hablamos de palabras grandes: te amo.- fue la respuesta que Yong Guk pronunció al tiempo que cerraba el candado para después voltear y entregarle la llave.- Y no me importaría amarte siempre…

El muchacho se rió en silencio y cogió la llave en su mano, observándola detenidamente con los ojos brillantes.- Entonces dejemos que el puente haga su magia.- susurró antes de coger la mano del mayor con la suya que aún estaba libre y arrojar la llave tan fuerte como podía, observándola caer hasta perderse en las aguas del Tíber para siempre.

-El día que quieras deshacerte de mí, más te vale que recuerdes ese candado, Him Chan.

-No pensaba olvidadlo.- fue último que pronunció antes de que otros labios acariciaran los suyos, sellando la declaración.

Sobré el rió Tíber, en Roma, hay un puente, el Puente Milvio, que todos los días atrae a cientos de parejas enamoradas con la promesa de que si cierran un candado en él y tiran la llave al rió, su amor será eterno y jamás podrían separarse.

Notas finales:

(1) ¿Estás bien? ¿Te has perdido?

(2) Estoy muy bien.

(3) Pero, por favor, dime que hablas coreano o inglés.

(4) ¿No te encanta?

(5) ¿Qué cosa?

 

Bueno, los reviews son siempre bienvenidos al igual que las peticiones. Los quiero y os mando miles de abrazos gays. 


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