CAPÍTULO 1.
Estaba aburrido de su triste vida, tanto tiempo haciendo el mismo y pesado trabajo que le consumía, desde aquel fatídico momento en el que entregó su alma deseosa de venganza a Artemisa. Hacía muchos siglos de aquello y anhelaba haber tenido otra oportunidad para disfrutar de su compañía. Ojalá pudiera volverle a ver, a él y a sus compañeros, navegar por el Grand Line y conseguir las metas que nunca vieron cumplidas hace tantos siglos por un error del destino.
Noche tras noche, se enfundaba en sus caros pantalones de Armani negros, desabrochaba los dos primeros botones de su oscura camisa, calzaba sus zapatos especiales y se ponía sus gafas de sol. Según salía por la puerta de la mansión, recogía sus tres katanas que ocultaba con su largo abrigo y las llaves de su BMW S 1000 RR. Por último, se pasaba la mano por su pelo, bien rapadito, antes de arrancar y dirigirse a eliminar a los enemigos, daimons, motivo por el que él seguía existiendo, si no haría siglos que sería comida de peces. Siempre era el mismo ritual.
Esa noche, había oído un rumor, según parecía, esos chupa almas abrieron un pub cerca del aeropuerto, tenían mucha clientela selecta en donde escoger a sus víctimas para poder sobrevivir un día más. Lo muy tontos no se habían enterado de que ese era su territorio, pagarían caro tal estupidez. Su exterminación le vendría de maravillas para poder descargar el malhumor.
Tardó poco tiempo en llegar al lugar, aparcó en la entrada, gruñó y justo antes de entrar se tomó un momento para encender un cigarrillo que sacó del bolsillo de su pantalón. Tomó una calada y entró al local. Era un sitio oscuro con luces de colores y música baja. Se dividía en: la barra, el escenario, mesas esparcida por el lugar y zonas reservadas para la privatizará de los clientes. Echó un rápido vistazo y en seguida identifico a los “amigos” que buscaba. Un grupito de chicos guapos, altos, rubios, vestido de oscuro y con colmillos, se llevaban a unas chiquillas por la salida de atrás hacia el callejón. No llegarían demasiado lejos, ya se encargaría él de eso. Fue cuestión de un minuto el llegar al callejón donde estaban.
- ¿Chicos me invitáis a la fiesta?
-¡Largarte humano!
- Ouchhhh… que desagradables – les dijo -. Tendré que daros una lección señoritas.
- Ya te han dicho que te marches, quieren pasar un buen rato con nosotros. ¡FUERA! –gritó uno de los chicos.
- ¡Bueno! -hizo un gesto de darle igual - Vosotros mismos, luego no lloréis.
Dio media vuelta como si se fuera a marchar, cuando una de las chicas se le lanzó encima, giró rápidamente pateándola en el aire, una vez en el suelo, la cortó la cabeza con unas de sus espadas. El cabecilla de los chicos, iba a hablar pero cambió de idea cuando vio como la muchacha desaparecía hecha polvo.
- ¡AGHHHH…!- huyeron gritando los chicos.
Mientras el cazador siguió peleando con sus presas, pateando y cortando hasta que no quedó ni una o eso se pensaba, en las sombras del callejón vio moverse algo. Corrió para atrapar a ese daimon, no permitiría que se escapase ni uno. Era muy rápido, demasiado, incluso para uno de su especie. Usó su técnica especial para caminar por el aire, desde ahí se tiro hacia su enemigo, pillándole desprevenido, y atrapándole. Los dos cayeron, golpeándose fuertemente contra el mugroso suelo. El cazador se levantó rápidamente, sacó dos de sus espadas y cuando iba a usarlas…
- ¡¿Tú?! – Dijo casi en un susurro – No puede ser, te vi morir.