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Resplandor en la oscuridad por Helsic

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Capitulo 2



Diecisiete años después, Youngwoon se había convertido en un verdadero hombre. Había olvidado su verdadero nombre y todos los conocían como el monje “KangIn”. Desde muy pequeño se acostumbró a un duro régimen, levantarse a las 5 y media de la madrugada, preparar la ceremonia del fuego de las 6, Desayuno a las 8, luego barrer, limpiar y organizar todo el templo hasta el medio día, almuerzo, entrenamiento de Taekwondo hasta las 4, lectura y estudio de los libros antiguos hasta las 8 y luego entregarse a los brazos de Morfeo sin comer. En épocas de guerra no había suficiente abundancia como para comer tres veces al día, a veces el hambre era tal (sobre todo luego del entrenamiento de Taekwondo) que se escapaba al bosque para buscar frutas, sin embargo esto dependía de la estación del año, por lo que el invierno era definitivamente la época más difícil. KangIn podía bajar al pueblo sólo los fines de semana, en los que la rutina variaba un poco, en el pueblo recorría las calles y se dirigía al mercado para buscar buenos alimentos que se comerían durante la semana. Las chicas en el pueblo murmuraban desde las ventanas o patios de las casas al verlo pasar y dejaban escapar suspiros cuando él las saludaba cortésmente.

Y no era para menos, KangIn se había convertido en un atractivo joven que irradiaba benevolencia y seguridad. Era alto, casi un metro ochenta, sus brazos se habían vuelto fornidos y duros gracias a los arduos entrenamientos de Taekwondo y las miles de veces que tuvo que cargar madera y agua. Su espalda era ancha y terminaba en una cintura pequeña, su rostro era amable, las facciones suaves y condescendientes, con ese carisma que caracterizaba a todos los monjes y a la vez con una masculinidad innata que hacía a más de uno temblar cuando alzaba la voz. Pero nadie le había visto enojado nunca, nadie había visto otra expresión que su sonrisa y era por eso que las jóvenes fantaseaban con que era una especie de príncipe de jade, un príncipe sin reino completamente inalcanzable debido a su voto de castidad en el templo.

Los monjes estaban orgullosos de él, porque era responsable y muy trabajador, confiaban en que sería un gran representante del templo y que cuando cumpliera los 40 años podría encargarse del templo como el representante máximo. Sin embargo, KangIn tenía una secreta obsesión que nadie conocía y que él procuraba ocultar para no ser juzgado.

KangIn amaba la pintura.

Había tenido muy pocas ocasiones en toda su vida en las que había tomado un pincel para plasmar sus ideas sobre un pergamino y esas pocas creaciones estaban escondidas recónditamente en su habitación. Sobre todo por el contenido de las mismas, sus pinturas no eran las clásicas pinturas de paisajes o lugares que los artistas de la época solían hacer. KangIn pintaba sobre conceptos más profundos, procuraba pintar el contenido de su alma y de hacer un retrato de la realidad tal y como era, sin esconderla tras la belleza del arte.

Además de esto, KangIn también tenía otra obsesión, menos prohibida. Los monjes le habían contado la historia de como había llegado al templo y recordaba cada una de las palabras que el monje más viejo, (el que le había cuidado desde siempre) le había dicho la primera vez que preguntó:

"Un joven más o menos de 20 años de nombre MinHyuk, cabello castaño oscuro y ojos negros como la noche, te trajo en brazos una tarde de invierno, su sonrisa parecía derretir el hielo de las montañas, ese chico resplandecía... ya te lo digo yo, resplandecía casi como la nieve."

KangIn había intentado recordar una y otra vez el rostro de esa persona, pero no lo lograba. Por más que se concentraba, una imagen borrosa y taciturna se pasaba por su mente sin que pudiera reconocer sus facciones. Aquello le frustraba porque deseaba encontrarlo para decirle lo infinitamente agradecido que estaba puesto que le debía la vida. Y era que Kangin se había preguntado una y otra vez, porque un joven se había tomado la molestia de traerlo desde tan lejos, sólo para salvarlo. No era su familiar, no tenía ningún vinculo con él ¿Por que le había salvado? aquella cuestión comenzó a intrigarle desde que era mucho más joven, desde la primera vez que escuchó la historia de como había llegado al templo. Kangin se sentía impotente al no poder devolverle el gran favor que ese joven le había hecho y por eso rezaba por él todos los días, en la mañanas en la ceremonia de fuego de las 6 y en las tardes en la ceremonia de la luna, rezaba por su salud, por su bienestar y porque fuera feliz en el lugar en el que estuviera.

Era lo único que podía hacer.

Cuando llegó el verano, KangIn había salido a entrenar al bosque que rodeaba el templo y lentamente se fue alejando en busca de unos buenos leños para patear, entonces por el camino que conducía al pueblo, vio desfilar una pequeña comarca de 5 personas, todos vestían con capas elegantes y sombreros de paja para el sol, parecían viajeros y también parecían personas importantes. En total 2 mujeres y 3 hombres. Con curiosidad los siguió desde las sombras y estuvo a punto de salirles al paso pero se contuvo, esas personas irradiaban algo, lo hacían sentir inquieto y no le gustaba esa sensación, sin embargo también lo embargaba la curiosidad, puesto que rara vez tenían visitas. Esa tarde bajó al pueblo luego de terminar con sus oficios con la disculpa de comprar frutas y se paseó por el concurrido mercado con los ojos dispuestos y muy abiertos en busca de los misteriosos visitantes.

Y entonces se escuchó un ruido terrible, un ruido que KangIn había escuchado hacía mucho tiempo, era el ruido de la pólvora al ser expulsada por la boquilla de un arma. Se quedó paralizado mientras escuchaba los gritos de la gente a su alrededor. En cuestión de segundos el mercado se convirtió en un caos, la gente buscaba refugiarse en algún lugar y se escuchaban los lloriqueos de las mujeres y los niños. KangIn se giró lentamente y vio la boquilla negra y humeante de una escopeta, contuvo el aliento al observar a un hombre de cabello rubio y ojos puramente azules. "¡Un demonio blanco!" gritaba un niño desde una esquina "¡Malditos ingleses!" gritaba otra voz. Un segundo disparo y la bala pasó rozando su hombro como un enorme abejorro de metal. KangIn se giró frenéticamente sintiendo que sus piernas salían de la parálisis y observó a un hombre que se llevaba una mano al pecho que comenzaba a teñírsele de sangre.

“¡Por buda!...¡Lo va a matar!” pensó KangIn con el miedo manifestándose en su garganta, haciéndole perder el aliento. Pero el hombre herido no calló al suelo, se llevó una mano al interior de su capa negra y sacó una larga espada cuya hoja de metal brilló con intensidad bajo la luz del sol. Unos segundos más y todo fue demasiado rápido como para comprenderlo, se escucharon otros disparos, había un nuevo hombre en la escena, otro asesino de ojos azules que disparó en la misma dirección, esta vez la bala de incrustó profundamente en el hombro de KangIn.

Lo vio todo como en un sueño, la sangre salpicándole el rostro, el agudo dolor que lo cegó por completo hasta casi llevarlo a la inconciencia y el impacto que lo envió hacía atrás, golpeándose contra la tierra y gravilla del suelo. Un nuevo disparo.

No dios por favor no... no otro...


Pensó en medio de la angustia, pero esa bala no atravesó su cuerpo, esa bala pasó por encima de su cabeza hacía el hombre que tenía la espada. Escuchó el sonido ahogado de un grito de dolor y vio por encima de su cabeza como las dos mujeres que había visto en el camino, corrían apresuradas blandiendo sendos cuchillos en ambas manos. Lentamente todo se fue volviendo borroso, lentamente los gritos se fueron alejando hasta convertirse en un débil murmullo y la oscuridad lo envolvió por completo.


***


Flotaba en una densa niebla blanca. Todo a su alrededor era una infinita vacuidad en donde sólo él descansaba tranquilamente. Le gustaba ese lugar y había comenzado a desear quedarse ahí para siempre hasta que escuchó la voz. Una voz suave y distante que se escuchaba por todo el lugar, la voz parecía hecha de terciopelo, si es que podía darle un atributo real a algo intangible. Si hubiera podido tocar esa voz, sentirla con sus manos, habría sido como el terciopelo.

“Youngwoon, eres fuerte, vas ponerte bien”

¿Youngwoon? ¿Quién es Youngwoon? Se preguntó mientras escuchaba a la voz llamar una y otra vez ese nombre. KangIn no recordaba conocer a ninguna persona con ese nombre y estaba seguro de que se encontraba sólo en ese apacible lugar. Volvió a sumirse en la modorra hasta que la voz volvió a sobre saltarle, esta vez más clara.

“Youngwoon, pequeño tonto…”

De nuevo insistía en llamar a ese tal Youngwoon. KangIn comenzaba a impacientarse aún entre sueños.

“Mientras estés conmigo… nada malo te sucederá”

Esta vez, KangIn abrió los ojos suavemente, esa frase le traía un recuerdo distante y opaco, la había escuchado en algún lugar pero no estaba seguro. Pestañeó intentando alejar la bruma a su alrededor. Y entonces lentamente el techo y las paredes de madera comenzaron a pintarse como un escenario de un cuento infantil y de la misma forma, el contorno de un rostro pulido y delicado apareció frente a sus ojos. Unos ojos negros lo miraban escrutadoramente y el cabello lacio le caía suavemente por el costado derecho, sus finos labios estaban curveados en una sonrisa Cortez. Esa persona resplandecía.

- Donde… ¿donde estoy? - Comenzó a decir débilmente KangIn - ¿Eres un ángel? ¿Estoy muerto? - Agregó cerrando y abriendo los ojos con dificultad.

- No… no tuviste tanta suerte - Respondió el chico con una sonrisa - Ahora descansa, lo necesitas, debes recuperar fuerzas - Finalizó y una mano pálida y suave se posó sobre su rostro, tapándole la visión, casi inmediatamente KangIn sintió que se dormía profundamente.

***

Tres días después, KangIn despertó, abrió los ojos de par en par observando todo a su alrededor desconcertado. La primer pregunta que acudió a su mente fue ¿En donde estoy? Pero rápidamente reconoció la chimenea pequeña y la estantería de libros antiguos al lado opuesto, estaba en su habitación. Intentó levantarse y un leve dolor le llegó tardíamente al cerebro, entonces fue consciente de que una bala había prácticamente atravesado su hombro. Se incorporó muy despacio y se observó el vendaje seco que cubría el hombro y parte del pecho, alguien debía haberlas cambiado recientemente porque no estaban manchadas de sangre. Movió el brazo y descubrió que aunque le dolía podía hacerlo y eso lo alivió. Recordaba como había ocurrido todo en la plaza de mercado, pero no recordaba nada más luego de que la bala había hecho impacto.

Un monje mucho más viejo que él, entró en el cuarto con una bebida caliente sobre una bandeja, probablemente té verde. El monje se sorprendió al verle despierto y le sonrió poniendo la bebida al lado de la cama.

- ¿Te sientes mejor? - Le preguntó el monje de aproximadamente unos 32 años.

- Si… creo que si - Respondió KangIn - ¿Cómo sabías que despertaría? - Preguntó al ver la taza de té.

- Oh bueno, hemos estado orando por tu recuperación, sin embargo estamos demasiado sorprendidos de cómo tu herida ha podido curarse tan rápido, el joven que te trajo hace 3 días dijo que estarías bien… estuvo cuidándote, nos dijo que en 3 días era muy probable que despertaras - Explicó el monje acercándole el Te a KangIn quien lo bebió, descubriendo lo sediento y hambriento que estaba.

- ¿Un joven? ¿Qué joven? - Preguntó KangIn terminándose el té.

- No nos dijo su nombre, pero se hospeda en el pueblo, es un forastero, llegó hace unos días con sus compañeros de viaje - Explicó el monje con suavidad.

- ¿Y los asesinos? ¿Qué pasó con ellos? - Preguntó KangIn.

- Ah… La gente cuenta muchas cosas, dicen que luego de los disparos, los forasteros les atacaron con espadas y los dejaron fuera de combate - Explicó el monje.

- ¿Los mataron? - Indagó KangIn.

- No, los dejaron fuera de combate y ahora están en la cárcel del pueblo - Aclaró el monje - Iré a traerte algo para comer, el joven dijo que tendrías mucha hambre cuando despertaras, realmente es increíble como todo lo que ha dicho se ha cumplido -

El monje salió de la habitación y al volver trajo consigo un gran tazón con sopa de verduras y Kimchi. KangIn comió todo con un apetito tan voraz como el de un león y escuchó la historia de cómo el chico misterioso le había traído en brazos hasta el templo y como lo había curado los dos primeros días.

- Déjame decirte KangIn… que tienes un ángel en el cielo - Comentó el Monje entre risas. Y KangIn realmente creyó que era cierto.

“Es como si tuviera a un ángel de la guarda cuidándome, primero cuando era apenas un bebe y ahora cuando estuve a punto de morir, de nuevo soy salvado por alguien.”

Esa noche KangIn no durmió bien pensando en la idea de tener un ángel de la guarda, o algo así como un poder divino que estaba de su lado. No era común que una persona se salvara de un disparo tan fácilmente, es decir, luego de sólo 3 días de recuperación. La herida estaba bastante bien para lo que debería estar y eso no dejaba de ser inquietante. Al día siguiente lo primero que haría sería ir en busca de ese joven y agradecerle por sus cuidados, ya después intentaría resolver el misterioso asunto de su recuperación.

Notas finales:

Este capitulo quedó tan corto y a la vez pasó tanta cosa D: y casi no lo termino -_- espero poder continuar con el otro fic también, pero ando bloqueada mentalmente con la otra historia y no se que rumbo tomará ._.
Gracias x leer :3


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