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Estás arrestado por Naruko

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Notas del fanfic:

 

 

Estás arrestado

 

-1-

 

—Esto tiene que ser una broma.

 

Naruto echó un rápido vistazo de soslayo a su capitán antes de enfocar nuevamente la estupefacta mirada sobre el folleto que sostenía entre sus manos, y el cual anunciaba con grandes letras negras un “Se Busca”.

 

Hasta ahí, el trámite parecía algo puramente burocrático teniendo en cuenta que Naruto trabajaba para el departamento de policía de Konoha y perseguir malhechores era su ocupación preferida. El verdadero asombro recaía sobre la imagen central del cartel donde un hombre de rostro pálido, pómulos altos, boca fruncida, gesto huraño y ojos afilados taladraba desafiante con la mirada el objetivo de la cámara.

 

El colofón final lo cerraba a pie de página una cifra desorbitada de ceros como recompensa por su cabeza.

 

—Me temo que no es ninguna broma —los ojos de Kakashi reflejaban a trazos un vivo interés y una floja desidia—. El gobierno ha emitido esta mañana la orden de detención internacional contra Uchiha Sasuke, y lo quieren entre rejas sin reparar en medios ni en gastos.

 

—Sin reparar en medios ni en gastos suena ilegal.

 

—No sería la primera vez que haces algo ilegal.

 

—No de esta envergadura.

 

—El cheque es de la misma envergadura. Así que confío en que sabrás cómo resolverlo.

 

Menuda semana de mierda.

 

Ser inspector de policía no era sólo un trabajo más. Era su vocación, su sueño y su camino en la vida. Disfrutaba atrapando delincuentes, saber que gracias a su intervención el mundo corrupto y deshonesto se tornaba un poquito más sano. Y por supuesto, en el departamento de narcóticos y crimen organizado, Naruto era el mejor. Pero nunca se le había dado el caso de tener que arrestar a alguien de su mismo gremio. Otro policía como él. Y mucho menos a alguien de la importancia de Sasuke Uchiha; el mejor de su promoción, y dos veces condecorado con la medalla al servicio policial.

 

— ¿Pero qué demonios ha hecho ese idiota? —inquirió dubitativo sin dejar de observar la fotografía.

 

Los ojos de Kakashi brillaron repentinamente con cierto regocijo.

 

—No se presentó al juicio de faltas que tiene pendiente con la justicia, y por lo tanto, se ha activado el protocolo de busca y captura ante lo que el juez considera un riego elevado de fuga. Y dada su facilidad a desaparecer…

 

— ¿Pero qué demonios ha hecho? —cuestionó de nuevo Naruto sin comprender la imputación.

 

El capitán se frotó la nariz en un intento porque el gesto ocultara la sardónica sonrisa que perfilaba su boca oculta bajo la máscara.

 

—Se le acusa de robo con violencia a un tendero de tomates.

 

La mandíbula se le cayó en picado.

 

— ¿Atracó una frutería? —vaciló con los ojos azules fuera de órbita. El delito le parecía absurdo y la orden de busca y captura más ilógica todavía. Aunque lo cierto es que Sasuke nunca había sido una persona muy cuerda, y su obsesión con los tomates un tanto enfermiza—. Lo de la violencia suena a algo muy propio de él, ¿pero el robo? Los dos sabemos que Sasuke es incapaz manchar su glorioso apellido con un hurto. Honor Uchiha y todo ese rollo.

 

—Eso mismo pensé yo —corroboró Kakashi cabeceando lánguidamente—. En cualquier caso ya sabes que yo no soy el que ha fijado la recompensa en diez millones de yenes, sino el juez.

 

Las cejas de Naruto se tensaron con disconformidad.

 

—Es un precio desorbitado para alguien que presuntamente ha robado una bolsa de tomates, ¿no crees?

 

Kakashi alzó los hombros restándole importancia.

 

— ¿Entonces te interesa?

 

El inspector alzó el folleto a la altura de sus ojos y lo contempló con indolencia, tratando de poner en orden sus pensamientos y esa extraña melancolía que se había apoderado repentinamente de él.  Especialmente porque llevaba algo más de dos años sin ver a Sasuke, y ello implicaba hacer frente a tantas emociones y sentimientos enterrados en lo más profundo de su ser que, sinceramente, no creía estar preparado para ello.

 

­­— ¿Itachi está al corriente de las pesquisas de su hermano menor?

 

Bajo la máscara se perfiló una leve sonrisa.

 

—Lo está —aseveró.

 

—   ¿Y por qué no lo soluciona él?

 

—El jefe del estado mayor de seguridad contra el terrorismo y crimen organizado tiene cosas más importantes en las que ocuparse que un juicio de faltas.

 

Por supuesto. Olvidaba el alto cargo policial que ostentaba el refinado Uchiha.

 

Naruto chasqueó la lengua y abandonó su posición frente al escritorio de su capitán para dirigirse a la ventana más cercana, apartando una de las flexibles tablillas de la persiana. En lo más profundo de su ser, una angustiosa inquietud hacía lentas rotaciones.

 

— ¿Por qué me habéis llamado a mí? —preguntó al cabo de un rato observando el ir y venir de los transeúntes—. El departamento de policía dispone de una brigada especializada en la localización de fugitivos.

 

— Lo difícil no es encontrarlo, sino atraparlo. Ya sabes lo impredecible que puede resultar Sasuke cuando se empeña en defender lo que él considera su ley. Ninguno de mis hombres lograría capturarlo en el plazo estipulado. Y necesito a alguien familiarizado con las costumbres y manías personales del individuo —Kakashi entrelazó los dedos a la altura de la boca para ocultar una escurridiza sonrisa—. Y tú lo conoces mejor que nadie.

 

Naruto buceó en el mar de su memoria, evocando aquellos recuerdos cálidos y añorados, aquellos que jamás olvidaría, aquellos que prefería no recordar, aquellos que durante tanto tiempo se había afanado en sepultar bajo llave entre los restos de lo que un día fue su alma. Su mano derecha buscó instintivamente el contacto con el pulido anillo de oro que adornaba el dedo anular de su mano izquierda. No encontrando el consuelo requerido.

 

—Creía conocerlo. Hace mucho tiempo atrás —musitó con un regusto amargo en el paladar y algo en lo más recóndito de su pecho se contrajo dolorosamente—. Ahora no estoy tan seguro de que siga siendo la misma persona.

 

—Bueno, en éste momento se te presenta la oportunidad de descubrirlo. Pero si crees que no podrás controlar la situación…

 

Con un gruñido poco amable Naruto giró el rostro por encima de su hombro, reconstruyendo sus defensas a toda velocidad.

 

—   ¿Por qué lo dices? —. inquirió ceñudo.

 

Un perverso brillo se agitó en los ojos de Kakashi.

 

—Porque se trata de él. Y cuando estás con él no es que seas muy racional.

 

Vale, eso tenía que reconocérselo.

 

Gilipollas, se dijo a sí mismo para tener bien presente sus objetivos ahora que se suponía había abierto los ojos tras casi dos años con una venda en los mismos.

 

— ¡Es que me saca de mis casillas! —protestó con el orgullo espoleado.

 

Kakashi sonrió con afecto; conoce bien esa expresión en su rostro cuando algo lo saca de quicio pero es incapaz de renunciar a ello.

 

—Escúchame Naruto. Creo que ya va siendo hora de que enterréis el hacha de guerra y solventéis las rencillas del pasado. Erais los dos mejores agentes de las fuerzas policiales, la élite de Konoha, y como vuestro capitán, nadie más que yo lamentó la disolución del grupo número siete y el consiguiente traslado de Sasuke a otro departamento —Naruto frunció el ceño, y aunque parece que está a punto de decir algo, se mantuvo en silencio—. Desconozco las causas de vuestra ruptura, pero han pasado algo más de dos años de aquello. No merece la pena guardar rencor después de tanto tiempo. Estoy seguro de que sabréis resolver este conflicto de la manera más profesional y discreta posible —la voz de Kakashi siempre le producía un efecto tranquilizador. Hasta que soltaba la bomba—. A menos que sigas enamorado de él.

 

A Naruto le asustaba admitir que no estaba del todo equivocado.

 

—Menuda estupidez —farfulló con un desagradable desasosiego apretándole el pecho, tratando que su expresión no delatara su agitado corazón.

 

— ¿Eso quiere decir que lo harás? —Kakashi mostró entre sus dedos una pequeña nota en la que figuraba una dirección.

 

Naruto enarcó una de sus finas cejas ante aquella propuesta. Para no faltar a la verdad, debía admitir que el comportamiento de su ex compañero de equipo le provocaba cierta curiosidad.

 

Tal vez Sasuke ya no fuera la misma persona que una vez conoció. En ese caso, ¿por qué sentía la necesidad de agarrarse con uñas y dientes a la posibilidad de que el tiempo transcurrido no hubiera marchitado para siempre el cariño y la amistad que una vez Sasuke le profesó? De que el tiempo pudiera devolverle a la única persona que una vez amó. De reojo observó el sencillo anillo pulido que después de dos años seguía adornando su dedo anular y algo impreciso, caliente, ansioso, se agitó en sus entrañas.

 

Sólo había una forma de saberlo.

 

Naruto avanzó con decisión hacia su capitán, arrebatándole de entre los dedos la pista definitiva.

 

— ¿Diez millones de yenes por arrestar a mi marido? —exhaló con fuerza, mostrando confiado una hilera de dientes blancos—. Por supuesto que lo haré.

 

-2-

 

El calor primaveral no tardaría en asolar Otogakure, coloquialmente conocida como la ciudad de El Sonido. Una urbe de clima frío y lluvioso, distinguido por sus eternos campos de arroz, y su magnífica civilización subterránea que contaba con once niveles de profundidad, seiscientas entradas y una compleja red de túneles que conectaban edificios de todo tipo; oficinas, centros comerciales, estación de metro y galerías de escape. La ciudad perfecta para establecer un negocio ilícito.

 

Naruto se bajó del metro frente a la entrada tallada en roca que daba preámbulo al famoso estadio de artes marciales conocido como Nippon Budokan, un auditorio construido principalmente para exhibir todo tipo de competiciones de artes marciales del país. Su lugar de destino.

 

—Vamos allá.

 

El ruido del estadio de deportes donde se congregaba la multitud por la final de Kendo lo despertó con la misma efectividad que una buena dosis de cafeína. A su derecha, examinó la grada minuciosamente hasta divisar por las primeras filas una cabellera negra y puntiaguda sobresaliendo de la centena de espectadores, que sentados en asientos numerados y sin respaldo, disfrutaban del combate.

 

Naruto dio un respingo, mientras su corazón inició un precipitado galope cual caballo desbocado que asciende a la carrera por su garganta. Verlo allí por fin, a escasos metros, le resultaba tan inverosímil como necesario. Durante una facción de segundo olvidó sus rencillas y el orgullo herido, permitiendo que su mente evocara nuevamente la suave caricia de su piel, la fuerza de su cuerpo, los besos arrolladores de sus tibios labios y su mirada, sobre todo sus ojos ónices, profundos, infinitos. Naruto tuvo la vivida sensación de no haber perdido ni un ápice del intenso amor que compartieron, de no haber perdido la oportunidad de amar a pesar de que aquel hombre le había hecho trizas el corazón.

 

¿Cómo demonios dudaba de sus sentimientos? Por supuesto que seguía enamorado de él.

 

Naruto sacudió la cabeza en un vano intento por aplacar la fuerte e incómoda opresión sobre su pecho. No era momento para perderse en reminiscencias inútiles. Él tenía una misión, y debía cumplirla sin fallos. 

 

Recomponiendo su habitual confianza, Naruto ocultó el vistoso color de sus cabellos colocándose la capucha de la sudadera y avanzando con paso firme hasta sentarse en el solitario asiento colindante a Sasuke con toda la naturalidad que pudo reunir.

 

Por el rabillo del ojo percibió la sorpresa de sus ojos, la tensión de su cuerpo y el incipiente amago por alejarse de él, que raudo logró frenar agarrando con disimulo de uno de sus antebrazos y recolocando la pistola oculta en el bolsillo de la chaqueta sobre su espalda. Mostrando silenciosas palabras para que no se moviera.

 

Cuando creyó tener la situación controlada sin que el moreno saliera huyendo, Naruto centró la mirada al frente e intentó parecer interesado en el combate de Kendo.

 

—El de la izquierda parece un buen oponente —comentó  traspasados unos segundos. Como si realmente estuviera interesado en las modernas artes marciales japonesas y no en el bastardo que retenía a su costado—. Lo tiene acorralado.

 

— ¿Tú crees? —resopló Sasuke con suficiencia—. Es obvio que no tienes ni idea. El Kendo es una disciplina precisa y meticulosa que requiere de una gran fortaleza mental. No apta para cabeza de chorlitos.

 

—Eso te deja poco margen a la imaginación —rebatió Naruto sintiéndose aludido—. Un noventa por ciento del trabajo es instinto. Los legendarios guerreros samuráis eran espontáneos.

 

—En el Kendo no sirve de nada ser impulsivo e irreflexivo —refutó el moreno por alusión—. Los legendarios guerreros samuráis eran taimados.

 

Ocurrió así, como si dos viejos conocidos estuvieran reanudando una conversación interrumpida sin sorprenderse el uno del otro. Dos amigos. Tal vez dos amantes.

 

—   ¿Por eso te gusta tanto el Kendo? ¿Por los sables?

 

El atacante taimado aprovechó una finta para realizar un grácil movimiento con la katana que golpeó a su contrincante, ganando de ese modo el punto y duelo.

 

Sasuke lo miró de soslayo, esbozando una mordaz sonrisa en la que claramente se podía leer un ‘te lo dije’.

 

Al contacto con aquellos ojos de una profundidad oscura y hermosa todo su ser se estremeció. Su aspecto apenas había variado. Sasuke seguía conservando esa belleza de alabastro, fría e impasible que tanto lo caracterizaba. Sus ojos negros como el ónice, su recta nariz, su boca delineada. Tan rabiosamente hermoso como lo recordaba. Quizás ahora era un par de centímetros más alto, con el cabello un poco más largo, pero Sasuke en toda su esencia. Sublevado, como aquel que se ve atrapado como una polilla sobre la cautivadora luz, retiró el rostro con brusquedad de aquel que un día fue su otra mitad, retomando la atención sobre el tatami donde una vez terminada la final de Kendo galardonaban con un trofeo al vencedor.

 

— ¿Te manda Kakashi? —preguntó Sasuke en un tono que aunaba malestar.

 

Naruto asintió en silencio.

 

—Pues dile que no pienso ir.

 

—No es cuestión de voluntad —respondió con media sonrisa y un tono de sinceridad arrogante y burlón—. Dispongo de una orden de arresto sobre ti. Incluso le han puesto precio a tu cabeza.

 

Sasuke volteó el cuello con tanta velocidad que casi crujió.

 

— ¿Precio a mi cabeza? —gruñó indignado—. ¿De cuánto?

 

—Diez millones de yenes.

 

Sasuke resopló con mofa.

 

—Realmente tiene que estar desesperado —contrajo el ceño, pero Naruto advirtió en el fondo de sus pupilas cómo surgía un atisbo de lejana melancolía—. ¿Por eso estás aquí? ¿Te has quedado sin dinero?

 

—No —el rubio sacudió la cabeza de un lado al otro—. Al parecer nadie más que yo puede llevarte de vuelta.

 

Sasuke volvió la vista hacia la pista.

 

—Pues vete y dile que no lo has conseguido —le ordenó con un afilado desprecio, recuperada su fría condición.

 

—No seas tozudo, Sasuke —ladeó un poco la cabeza, con aire conciliador—. Los cargos por los que se te imputa son ridículos. ¿Robar tomates y asediar a un tendedero? Menuda estupidez.

 

— ¿De qué demonios estás hablando? No he agredido a un tendero en mi vida —Naruto se limitó a responder arqueando una de sus finas cejas—. A ninguno que venda tomates —aclaró.

 

—   ¿Entonces por qué te buscan?

 

—Pregúntaselo a tu capitán —contrariado, Sasuke se frotó los ojos, alzándose con ademán de marcharse del estadio.

 

—Puedes contármelo tú de camino a comisaría —se alzó Naruto a su vez sin osar soltarlo.

 

—No pienso ir contigo a ningún sitio.

 

— ¿Te apuestas algo? —Naruto encañonó nuevamente la boca de la pistola sobre su vientre—. Tú decides. Podemos aclarar esto por las buenas o por las malas.

 

— ¡No tengo nada que aclarar! —Sasuke entornó los párpados sobre unas pupilas amenazantes con las que taladró al policía—. No he cometido ninguna infracción. Kakashi sabe bien por qué no quiero ir a Konoha. Tú sólo eres un medio para localizarme.

 

Algo llama la atención de Sasuke cuatro filas por delante de su asiento, el movimiento sospechoso de dos misteriosos individuos que se retiraban del estadio una vez finalizado el torneo.

 

—Entonces tenemos un problema —las pupilas de Naruto irradiaban una determinación abrumadora. Alargó su mano derecha que fue a cerrarse como un cepo sobre el hombro del fugitivo—. Porque yo nunca dejo una misión a medias.

 

Con una inusitada fuerza y habilidad sorprendente, Naruto levantó a pulso al Uchiha cargándolo sobre un hombro como si de un saco de patatas se tratara, dispuesto a llevárselo de ese modo si fuera necesario. Olvidó lo impredecible que podía llegar a ser Sasuke en situaciones de defensa, quien con total desfachatez, introdujo una mano en los pantalones del rubio, metiéndole bruscamente dos dedos por el culo.

 

— ¡Eh! ¡No comiences cosas que no puedas terminar! —recriminó Naruto zarandeándolo, pero sin osar soltarlo.

 

El desconcierto le impidió prever su siguiente ofensa. Atrevido, Sasuke agarró con fuerza toda la ropa inferior a su alcance, pantalones y calzoncillos, y tiró de ellos hasta que tocaron las rodillas del rubio, dejándolo literalmente con el culo al aire.

 

— ¡Bastardo!

 

Naruto no tuvo más remedio que liberarlo de su férreo agarre. Por lo menos si quería continuar con la ropa interior en su sitio. El escurridizo Uchiha aprovechó su desarreglo para salir corriendo tras los misteriosos sujetos que ya cruzaban la puerta de salida.

 

— ¡No te escaparás tan fácilmente!

 

A la carrera, Naruto se dispuso a seguirle entre los miles de espectadores que se agolpaban en la salida del recinto.

 

Tuvo la gran suerte de divisar su puntiaguda cabellera subiendo la red de túneles que le llevó al exterior del recinto, donde lo esperaba un Audi negro que tintineó a su apertura. Naruto alcanzo el vehículo un segundo antes de que éste arrancara, abriendo con premeditada fuerza la portezuela del copiloto y colándose en el asiento.

 

— ¿Nadie te ha dicho nunca que debes cerrar los pestillos del coche? Se te podría colar cualquier indeseable —inquirió el rubio con celeridad.

 

—Un indeseable como tú —gruñó.

 

Naruto extrajo sin ceremonia el revólver, apuntándole a la cabeza.

 

—Se acabaron los miramientos. Ahora serás un buen chico y vendrás conmigo a comisaría.

 

—No sería propio de mí.

 

Sasuke hizo lo mismo con su pistola, apuntando de la misma manera al rubio cabezota.

 

—Baja del coche, dobe —sus ojos, penetrantes y fríos, lo escudriñaron con la atención de quien no baja la guardia con nada ni  nadie.

 

—Ni hablar.

 

—No tengo tiempo para tus juegos, estoy trabajando —declaró Sasuke con malestar.

 

—Qué casualidad —sonrió—. Yo también.

 

Sasuke le quitó el seguro a la pistola, cargando la bala, mostrando que sus palabras y acciones no debían tomarse en broma.

 

 —Sal del coche —rugió.

 

 —No sería la primera vez que me disparas.

 

Sus miradas enfrentabas amenazaban con entrar en ebullición.

 

 —Última oportunidad —murmuró lentamente.

 

Naruto saboreó su negativa.

 

 —No.

 

Sabe que Sasuke no es capaz de hacerle daño voluntariamente. Por lo menos no hasta el punto de matarlo. El Mercedes color plata en el que se habían introducido los dos individuos que perseguía Sasuke arrancaba el motor, incorporándose a la carretera y los ojos negros dejaron de observar a Naruto para dirigirse hacia ellos.

 

—   ¡Maldición!

 

El moreno golpeó el volante con el puño cerrado en un gesto de impotencia, sin tener más remedio que guardar el arma en el interior de su chaqueta, ajustarse el cinturón de seguridad y maniobrar para seguir al vehículo plata con Naruto de acompañante.

 

        —Escúchame bien —profirió Sasuke amenazador, con una feroz mueca en los labios, intentando concentrarse en no perder de vista el Mercedes entre la fluida circulación. Incluso en una ciudad subterránea el centro concentraba un atasco masivo en hora punta —. Ahora mismo estoy metido en algo importante y tu presencia sólo me está entorpeciendo su captura. Llama a Kakashi, oblígale a que te cuente la verdad de por qué quiere que vaya a Konoha y deja de buscarme.

 

— ¿A quién estás siguiendo? —Naruto se removió inquieto en el asiento, colocándose el cinturón de seguridad. Por la temeraria conducción de su compañero dedujo que debía ser alguien importante; un capo de la mafia, un importante traficante de drogas o quienquiera que fuese el desgraciado que le tocara arrestar a Sasuke.

 

—No es asunto tuyo.

 

—Puedo ayudarte —apresuró a ofrecerse—. Capturamos a los malos, los metemos en la cárcel y volvemos a Konoha. Antes de la hora de cenar estarás en tu casa de nuevo. ¿Te parece buena idea?

 

—Se me están ocurriendo muchas ideas, y son todas ilegales —calló mientras hacía girar el volante para tomar un cruce a la izquierda—. Con que desaparezcas de mi vida me conformo.

 

Un observador menos instruido, y observar era su oficio, habría determinado por su ceño fruncido y labios apretados que el comentario había sido lanzado de forma ofensiva. Pero Naruto conocía aquel rostro mejor que el suyo. No lo decía en serio.

 

—De acuerdo, no necesito saber a quién persigues. Con que me digas por qué te busca Kakashi me es suficiente.

 

—Kakashi se casa con Iruka dentro de dos semanas y quiere que vaya a su boda. Ya le dije por teléfono que no iría, pero parece que no está de acuerdo con mi respuesta, por lo que ahora te está utilizando a ti para que me lleves a Konoha bajo un falso arresto —pronunció arrastrando las palabras, pisando un poco el acelerador para adelantar a un taxista rezagado.

 

Naruto lo miró con un súbito desconcierto.

 

—No me lo cuentes si no quieres, pero no me mientas —adujo molesto. Kakashi era su capitán, y si por una casualidad altamente improbable hubiera decidido casarse con su novio, él lo sabría—. Excusas más estúpidas me has dado para no echar un polvo.

 

—No has cambiado nada —inquirió Sasuke, pasando por alto su comentario—. Sigues siendo el mismo idiota descerebrado, irreflexivo y bueno para nada que conocí en la academia. Hasta tus superiores siguen engañándote sin que notes el más mínimo fallo en la historia. Había olvidado lo molesto que puedes llegar a ser.

 

—Si tan odioso era, ¿por qué te casaste conmigo?

 

Por la forma en la que se le tensó la mandíbula, era obvio que la pregunta, además de inesperada, no era de su agrado.

 

El vehículo que perseguía se detuvo frente a un semáforo en rojo y Sasuke hizo lo propio dos coches por detrás en mitad de una amplia avenida. Y entonces sucedió algo que Naruto no había previsto; con una resolución fría y contundente, el Uchiha le lanzó un puñetazo a la boca, un golpe no muy fuerte pero que consiguió aturdirlo lo suficiente como para que Sasuke le robara el arma que guardaba en el bolsillo y con la que ahora le apuntaba a la cabeza.

 

—Juegas sucio —gruñó dolorido palpándose los labios de donde emanaba un fino hilo de sangre.

 

Lo tenía desarmado.

 

—Baja del coche —decretó cargando la pistola.

 

Los dos policías se sostuvieron la mirada en un aciago silencio que sólo el pragmático ronroneo del motor del coche interrumpía.

 

 —No eres capaz de dispararme y lo sabes —le retó.

 

Sasuke disparó, rompiendo el cristal del copiloto pero sin dañar a Naruto.

 

 — ¡Bastardo, me has disparado! —gritó el rubio intentando hacer una rápida valoración del daño en el cristal al tiempo que adoptaba una extraña expresión entre asombro y tristeza.

 

—El Sasuke que conociste ya no existe —afirmó, mascullando su disgusto y cargando de nuevo el arma—. Ahora sal del coche.

 

Durante unos segundos ningún sonido rompió el pesado silencio que envolvía la tensa atmosfera. Naruto sintió que su respiración se volvía pesada, y algo parecido a un vacío pétreo y desilusionado anidó en su alma en ese mismo instante. Con lentitud se deshizo del cinturón de seguridad y bajó del coche, cerrando la puerta con un suave empujón.

 

Se volvió hacia Sasuke, que había permanecido impasible, y le dedicó una última mirada cargada de rencor antes de que éste, finalmente metiera marcha y desapareciera entre el tráfico.

 

—Realmente sí has cambiado —murmuró constatando cómo había estado conteniendo el aliento.

 

Continuará…

Notas finales:

Y hasta aquí puedo leer, digo… publicar. Ya sé que en este momento hay más preguntas que respuestas en la trama, tened paciencia, prometo resolverlas todas a su debido tiempo.

 

Entonces, ¿os apetece seguir leyendo más? O definitivamente me jubilo (ya voy teniendo una edad…) Cualquier opinión es bien recibida. Besos.


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