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Me equivoqué por 1827kratSN

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Notas del fanfic:

Holi~

Krat no publica en este sector. Krat solo vino porque le gusta one piece y quería probar a navegar por otros rumbos. Krat desea compartir su idea y promete leer algo por estos lugares y actualizarce con el anime y posteriormente manga. Krat les desea suerte en su lectura

Krat está ubicada en facebook, como Krat Fics. Un gusto en conocerlos 

Notas del capitulo:

Me gustan estos personajes, pero más me gusta el Zoro x Luffy, el Acce x Luffy, el Ace x Zoro… y demás. Como sea, algún día tal vez, si no me va tan mal en este mi primer intento, considere hacer algo de esas parejas. Quién sabe

 

Aclaración: Especie de Universo Alterno. No pregunten detalles ni edades, solo gózenlo XD

Advertencia: ficker tipo “¿angust?” júzguenlo ustedes mismo

:v 

 

 

 

Acomodaba su rubio cabello como cada mañana, apariencia impecable, traje intacto, peinado y perfumado como todo buen caballero. La caja de cigarrillos siempre estaba lista, tomaba uno y aun sin estar encendido lo colocaba entre sus labios. Respiraba el aire de la mañana en la cubierta, aun el sol no daba muestras de querer salir y el empezaba con su labor diaria. Porque cocinar era un arte que aprendió durante casi toda su vida, necesitaba imaginación, paciencia y dedicación

Con tranquilidad empezaba a lavar las verduras, que escondía entre la preparación, para que cierto capitán boquiflojo se las tragara sin protestar y no dañara la calidad de su receta. “¿Mamá eres tú?” Solía pensar cuando se preocupaba demasiado por el valor nutricional de sus platillos, pero en realidad era algo que hacía sin siquiera pensarlo. Era su familia. A su familia la cuidaría y protegería hasta que no pudiera hacerlo más. Eso incluía a cierto estúpido marimo que le colmaba la paciencia cada día de su existencia y lo peor era que

 

 

-maldita sea – gruñó al cortarse el dedo por descuidado y andar pensando en cosas que no venían al caso. Mientras se realizaba una curación simple suspiraba pesadamente – maldito se ese hijo de… - se calló porque estaba insultando a la madre de alguien importante

 

 

El rubio cocinero de la tripulación de los “Sombrero de Paja” siguió con sus tareas, pero esta vez lo hacía mientras meditaba en algo importante, más importante que atender a las lindas muchachas del barco. Se recriminaba cada mañana, tarde o noche en donde el hilillo de sus pensamientos lo llevaran a ese momento. Uno en donde su sonrojo se notara en las mejillas definidas que tenía. Maldecía entre dientes y hasta destrozaba lo que tuviera en la boca, ya gastó muchos cigarros en esa faena. Y la razón de todo ese asunto absurdo y que no iba acuerdo a su personalidad o lo que mostraba a todos era… cierta alga cuyo nombre le relacionaba a cierto miembro de la… ¿a quién engañaba? Ni a sí mismo. En quien pensaba todas esas veces era exclusivamente en ese idiota de cabello verdoso. Se lo había estado negando tanto tiempo que pensó se convencería a si mismo uno de esos días, pero no fue así

¿Amor? El conocía diferentes tipos de amor. Era Sanji, ¡por Dios! Amante de las femeninas figurillas que debía perdonar, proteger y aunque no las entendiera en totalidad, servirles como esclavo eterno. Maldita fuera la hora en la que se dio cuenta de que a pesar de todo aquello, lo que le importaba a menudo era la emoción que sentía al tener cerca a ese idiota espadachín. Se había enamorado de quien menos pensó. Del más idiota, gruñón, despistado, desorientado, alcohólico…

 

 

-maldito seas – volvió a mascullar apretando el cuchillo entre su mano derecha pero respiró profundo para calmarse y continuar con su tarea-meditación matutina – Sanji… concéntrate

 

 

Pero era imposible, de nuevo volvía a aquello. Se había enamorado del idiota de Zoro. Porque podía ser tan malnacido como quisiera pero también era dulce, decidido, fuerte y protector. Podía sonar a delirios de una quinceañera que espera su príncipe azul y demás, pero eso era… ¡su mente jugándole malas pasadas! Lo peor de todo era que aunque lo razonara, negara, desfiguraba, esos pensamientos volvían a surcar su mente. Se había enamorado de Roronoa zoro, el mismo marimo que si le soltabas un poquito, se perdía y lo podías encontrar hasta en el mismo infierno. Como sea… ya había comprobado sus emociones, sus sentimientos o necesidades, como desearan categorizarlas. Esa cosa que te cosquilleaba las costillas, el estómago y que de vez en cuando, por no decir más seguido de lo deseado, hacía arder tus mejillas y a veces, en casos extremos, hasta las orejas

Entendió aquello hace unas semanas, se negó, se golpeó la frente con la madera más cercana pero no había caso, en su memoria estaba esa estúpida sonrisa ladeada. Se había enamorado. Lo supo en la última isla que visitaron para abastecerse. Sucedió cuando al ser atacados por esa estúpida horda de caza-recompensas y verse rodeado por decenas de esos estúpidos tipos que les causaban problemas, entre ellos algunos con habilidades adquiridas por esa fruta del jodido diablo o no sé qué. Vio a Zoro en esa faceta. En vez de irse al barco a proteger a Nami y Robin, se quedó junto a él. No pudo ser más idiota

 

 

-¿qué crees que haces estúpido marimo? – se quejó al verlo junto a él – ve con ellas… maldita sea, una dama jamás debe ser…

-primero derrotaré a estos y te salvaré el culo – bramó aquel hombre cuyo cuerpo era adornado por cicatrices forjadas con el afilado acero de una katana enemiga – si te dejo, te secuestrarán y serás la damisela – sonrió con arrogancia al ver a las decenas, centenas o no sabía cuántos de esos tipos. Poco le importaba el barco puesto que Luffy, Franky y hasta Ussop estaban cerca

-¿crees que no puedo solo? – se quejó y alguien fue detenido a escasos centímetros de su cuerpo y mandado a volar lejos

-no bajes la guardia, ¡maldita sea! – Zoro se quejaba por la imprudencia – cuando lo necesites yo estaré aquí… y luego iré por ellas

-ellas necesitan ayuda, son damiselas – soltó aquello más por inercia que por querer hacerlo. Pues el latito fuerte en su pecho no era taquicardia, era… su consciencia brotando y haciéndole entender lo que pasaba al ver esa expresión seria… decidida

-pero son fuertes y duras como una roca. Confío en su fuerza y en la tuya, cocinero pervertido... Pero no te voy a dejar aquí a riesgo de que te dañes – Sanji estaba seguro que lo vio brillar por unos instantes

-¿eh? – hablaba con furia, mostrando su mejor faceta de actor para esconder el revoltijo de emociones que esas palabras le causaron – te mostraré que seré yo quien te salve, marimo – se desquitó la frustración con los enemigos, acabándolo uno por uno usando sus piernas y destrozándolo cuanto quiso, sin contenerse en lo más mínimo

 

 

 

Zoro lo hizo, se quedó, lo ayudó, y después fueron por las chicas.  Una estrategia bastante simple, nada raro y aun así Sanji se golpeaba el pecho levemente para parar esa acelerada tonada que parecía punzarle la cabeza. Luffy al final llegó también a acabar con el enemigo, al que por cierto se le unieron los marinos. Jodida suerte tenían. Su estrategia en esos casos, donde los barcos con esa estúpida seña en sus velas aparecieran, era huir. No querían problemas por el momento… además siempre era divertido jugar al gato y ratón. Al final del día todos reían por la victoria, la comida y todos se reunieron a festejar como buenos piratas

Sanji veía esa amabilidad escondida en actos simples por parte del peliverde en la tripulación. Las empezaba a ver desde hace tiempo y haciendo memoria en los meses pasados, reconocía esos actos con más facilidad, lo que le provocaba esa oleada de saltos y dolores raros en su pecho y estómago. Sanji lo sabía, era mutua la atracción porque también estaba pendiente del idiota para que no se perdiera en el mismo barco. Peleaban, se insultaban, gruñían pero era para ocultar algo más que pasaba generalmente cuando se quedaban a solas y juntos. Cada gesto o mirada amable era para derretir cualquier defensa. Sanji incluso vio una mirada dulce, llena de emociones una vez, antes de que Zoro le acomodara un mechón de cabello rubio y sintió una leve caricia tan cálida que sentía el calor en sus mejillas ascender de repente. Casi ni tuvo tiempo de irse para no hacer el ridículo

Así que en la tarde, donde la comida abundaba, el licor se repartía en grandes cantidades, en donde al capitán le dio la gana de festejar la vida y todos estuvieron de acuerdo. Decidió declararse. Iba a ser claro y directo, nada de romanticismos o cosas de esas. Iba a decirle que le gustaba, que sabía que él sentía lo mismo, diría que se decida de una jodida vez a dar el primer paso y se derretiría con una simple sonrisa que le fuera correspondida.

Pero cuando lo encontró se enfadó en vano. Zoro estaba ebrio, tirado en medio de la cubierta, rodeado por barriles vacíos del mejor licor que lograron conseguir en la antigua isla y dormido a pierna suelta, hasta estaba roncando. ¡Y justo cuando había reunido el puto valor y decisión! Así que se joda el marimo idiota… pero estaba consciente de que no podía esperar. Así que después de respirar profundo, decidió que la confesión sería al siguiente día, buscaría una buena ocasión

 

 

-¡tierra a la vista! – esa vocecita chillona le pertenecía al más pequeño y adorable tripulante – siempre quise decir eso – sonreía divertido mientras bajaba por todas partes informando de su descubrimiento a gritos

-hemos visto una isla, se distinguen casas diversas – completaba cierto pelinegro de nombre Ussop

-Nos abasteceremos allí – concluyó Nami mientras hacía cuentas y repartía los berries para cada uno

 

 

Los “Nami-chuan… Robin-suan… muan…. tuan… suams” de siempre, no faltaron. Sanji a veces pensaba que estaba enfermo. No sabía cuál era su fascinación por tratar a las damas con pasión y delirio. Eso a pesar de que se dio cuenta de que su más grande amor era… un hombre fortachón y descuidado. Aun así no se contenía para hacerlo, le gustaban las mujeres era obvio, aunque sonara absurdo y contraproducente. Bien, era el gran día, ¿verdad? Zoro ya estaba en sus… cuatro y medio sentidos pues uno de sus ojos no se abría, mejor ni pensaba en la razón de aquello… ya le preguntaría después de liberarse de aquella confesión que debía hacer. Lo haría cuando estuvieran repartidos en esa ciudad y pediría como ayudante a ese peliverde, mejor dicho le ataría con una correa para que no se perdiera. Era buena estrategia

Al bajar lo tenía en la mira pero antes de que Sanji hablara con Zoro o con Nami, la máxima autoridad en la barcaza, el peliverde corrió fuera del barco con una leve sonrisa, parecía un endemoniado chiquillo en una dulcería. Saltó con katanas a cuestas como siempre, diciendo que esa zona la conocía perfectamente. Se perdió de la vista de todos, quienes apenas iban a desembarcar y fue Luffy junto con Chopper quienes emocionados siguieron al espadachín. Los demás irían después de organizarse bien. Sanji perdió esa oportunidad, pero tenía el resto del día

 

 

Los tres chiquillos que escaparon de la vista de su madre, mejor llamada Nami y su padre mejor llamado Robin. Dieron varias vueltas por los territorios del centro de la ciudad que parecía bastante productiva. Iban guiados por Zoro, siguiéndole de cerca a pesar de que los giros improvistos que daba. Zoro certificó que conocía la zona cuando saludó a un par de personas… aunque eso no quería decir que su pésimo sentido de la orientación desapareciera. Era un poco más tarde, cuando Sanji y los demás encontraron al trío de “escapistas” en una de las costas. Parecían cansados a pesar de que comían dulces y una enorme pierna de animal asado. Raramente normal cuando vieron las bebidas en manos del peliverde.

Sanji iba a burlarse de esos tres por irse guiados por Zoro, alias el amo del camino y las direcciones, nótese el sarcasmo. Sería lo más normal y divertido para matar el hielo y llevarse al marimo a una zona despejada para charlar. Pero justo ahí las cosas se pusieron raras. Sanji iba a hablar, mostraba ya su sonrisa y se quitó el cigarro de la boca pero alguien pasó a su lado con prisa. Todos se quedaron viendo esa sombra extraña que pasó entre todos, levantando el polvo, las sospechas e interés.

Era un humano, estaba claro, al verlo saltar una roca y mostrar el cuerpo entero. No podían verlo por completo pues el sol les daba en contra y solo veían una sombra oscura. Pero era humano y llevaba algo en las manos, cuando lo identificaron fue tarde, muy tarde. Zoro estaba lejos, el sujeto recién aparecido estaba a medio camino y… acababa de desenvainar una katana, lo sabían debido al brillo y la forma del arma, lo peor de todo es que parecía planear atacar a los tres, quienes descansaban en un llano verde. Los Mugiwaras iban a defenderse pero solo era un enemigo, un individuo, un demente si se atrevía a atacar de esa forma al mejor espadachín de la tripulación… bueno Brook era bueno, pero no especializado, además que al esquelético hombre le gustaba más la música y las braguitas. Zoro se enfrentó de inmediato ante el desconocido, haciendo gala de sus habilidades de reacción inmediata debido a instinto. ¿Y Sanji? Él quería mandar al diablo su faceta despreocupada, porque en el fondo estaba maldiciendo a medio mundo por arruinar sus planes, todo el maldito día se veía impedido de realizar lo planeado

 


-¡MALDITO IDIOTA! – unos rubios cabellos destellaron cuando las nubes taparon el sol ligeramente, lo suficiente para que los ojos de los piratas pudieran ver bien. Y el poderoso ataque que el desconocido dio… destrozó la tierra… se veía fuerte, lo suficiente para dar pelea – ¡te voy a patear el culo, pirata de mierda!

 

 

Bien, eso ya era muy arriesgado, seguro y Zoro estaba enfadado. Todos los “sombrero de paja” se quedaron viendo, lamentando el destino de ese individuo cuando Zoro se defendió, bloqueando el nuevo ataque y alejándose con el tipo detrás de él. Todos formaron una especie de estrado para animar a Zoro. Las katanas chocaron de tal forma que el viento se levantó y golpeó a los presentes, había que aceptar que el desconocido era ligeramente bueno. Las chispas se dieron, Zoro no dejaba de retroceder… ¡momento! ¿Zoro estaba retrocediendo? Que se joda el mundo, era verdad, Zoro estaba retrocediendo y no atacaba, solo se defendía de la furia de aquel sujeto de cabellera larga, la misma que se desató en algún momento de la batalla. Todos pensaron que era juego, hasta que el peliverde casi se cae y la katana se clavó a centímetros de una de sus costillas derechas cortándole parte de las vestimentas. Sanji iba a saltar pero la risa estruendosa de su capitán lo detuvo

 

 

-era cierto – decía Chopper quien disfrutaba de su manzana con caramelo

-shishishi… vamos Zoro, ¡no te dejes! – animaba el capitán y la calma a los presentes volvió

 

 

Todos entendieron que de verdad Zoro conocía la isla y que tal vez, solo tal vez, tuviera una historia trágica que lo envolviera. Pero por ahora solo disfrutaban del espectáculo, pues el desconocido era capaz de atacar de diferentes formas, no solo usando la katana con empuñadura en color dorado. Sino su cuerpo entero, pues envolviendo a Zoro, lo mandó volar un par de veces, pero el espadachín siempre caía de pie

 

 

-¿me extrañaste? – Zoro en cierto punto quedó bloqueado. Espada contra espada… mejor dicho duelo en fuerza manteniendo juntos los filos de sus katanas. Pero claro, alguien debía tener ventaja y el rubio de cabellos largos mantenía una navaja en el cuello del peliverde, presionando riesgosamente en la yugular

-vi tu estúpido barco... el líder. Los Muguiwara.... el segundo al mando… ¡se todo de ti, maldito idiota! – todos iban a ayudar a su nakama pero Zoro empezó a reírse

-estás enfadado, ya lo veo – sonreía divertido

-debería saludar a tu capitán… Zoro – una venita saltaba del rostro ajeno, específicamente de su frente

-ya habrá tiempo – Zoro soltó sus armas ante la impresión de todos

 

 

Todos pensaron que era solo una estrategia… ¡al diablo! ¿Por qué soltó las putas katanas si ese tipo intentaba matarlo? ¡De veras! Nadie dijo nada, estaban tensos, esperaban que esa navaja le arrebatara la vida al espadachín. Solo se escuchaba las risas de Luffy y los mordiscos de Chopper que estaban extrañamente relajados. Pero la siguiente acción, mató la tensión de todos. Zoro sonrió con ternura, mostrando sus blancos dientes para luego abrazar al fúrico muchacho. Silencio… crítico y estúpido silencio

Luego solo risas, leves risas de Brook, Robin, Ussop y hasta Nami… aceptable siendo que la boca del desconocido tenía amplio vocabulario para amenazar con cortarle ciertas partes a Zoro y a toda la tripulación recién llegada. Sanji no se la creía, Nami menos porque su risa era incrédula y hasta confundida. El rubio desconocido de ese lugar, se enojó mucho más, pues Zoro lo abrazaba tan fuerte impidiéndole moverse y dejar salir la furia contenida. Las armas filosas cayeron al piso de repente y la actitud seria del peliverde se fue a la mierda. El desconocido lo pateó lejos en dos ocasiones, soltando no sé qué cosas en otro idioma. Pero al final, esa lucha extraña se acabó con un beso. ¡UN PUTO BESO QUE MATÓ LA CORDURA DE TODOS LOS PRESENTES! ¡¿QUÉ RAYOS PASÓ ALLÍ?! ¿NO SE ODIABAN? ¡SI CASI HASTA SE MATAN!

 


Zoro iba a presentar al extraño, al menos todos lo pensaron, cuando después de horrenda demostración se giraba hacia ellos y separaba sus labios. La tensión se sentía, la verdad salía a flote. ¡QUE ALGUIEN TERMINE CON TODA ESA MIERDA! Pero dos pequeños se les lanzaron encima. Fue raro de verdad, pues eran como monos. Nami gritó cuando vio una manito tomando su cabello, Chopper fue aplastado de repente, a Luffy le quitaron su carne un ratito pero la recuperó estirando su brazo y quitándole su tesoro al ladrón.

Una linda rubia de unos seis años y un varón de ojos negros de casi 10 eran los culpables. Los niños se pararon un momento a ver a la tripulación, dieron reverencia y cuando el rubio de cabello largo los llamó, salieron corriendo en dirección de los que ahora no tenían katanas. Zoro se abrió de brazos sonriendo ampliamente, como la tripulación no lo habían visto hacer en años, arrugando su nariz y los dos pequeño lo taclearon con fuerza. Sanji casi no lo cree. Ussop tenía la boca abierta hasta el suelo, pues al parecer los más inteligentes algo captaron en esa rara situación. Robin solo era sonrisas queditas, los “súper, yohohoho, shishishi, oh my god” abundaron en el ambiente y... Sanji no se la creía. Necesitaba despertar de esa pesadilla

 


-es mi familia. Mi esposo Taro y mis hijos. Tetsu y Mily – ya los ánimos se calmaron, esos cuatro seres dejaron los arrumacos y se acercaron al grupo de piratas que esperaban solo una confirmación, otros esperaban que todo fuera un broma, uno más solo quería saber si les darían de comer y al final estaba Sanji, quien fumaba un cigarro con… la mayor de las tensiones, ¿podía ser?

-la familia de Zoro – dijo Ussop, quien pasado la impresión empezó con las presentaciones, los hizo personalmente y el resto solo saludaba – un gusto

-más les vale lavarse las manos y limpiarse los zapatos antes de entrar a mi casa o les patearé el trasero – amenazó aquel rubio de mirada oscura mientras se ataba el cabello en una coleta alta, mostrado su figura delgada aunque la ropa escondía los leves músculos y el poderoso… lo que sea – espero que les guste la carne, porque… a mi cocinero le encanta dejar hecho eso

-CARNE – gritaban algunos

-¿cocinero? – hablaban otros

-restaurante – respondía Taro con calma mirándolos con detenimiento y sonriéndoles de medio lado al final – así que ustedes son los nakamas de mi estúpido esposo… el que no ha venido en años

-te lo dije

-CÁLLATE ZORO… ANTES DE QUE ME ARREPIENTA Y TE…

-Vaya, aun no me lo creo – reían los demás mientras empezaban a seguir al rubio

-si no cumplen con las reglas… oto-chan los rebanará con su katana – decía el peliverde menor… y en ese cabello estaba la prueba de todo – sean bienvenidos a la casa de los Roronoa 

-¡¡¡vamos oto-san!! – jalaba la pequeña rubia a Zoro, quien sin esperar, la cargó en brazos – tienes que contarme todo. Tu recompensa subió… ¿el chico gomita puede hacer esas cosas que dice la gente? ¿Por qué esa calavera se mueve?

 

 

Todos fueron a aquella casa simple, adornada con flores, rodeada de otras casas, que mostraban a personas amables que saludaron a los recién llegados. Se sentaron a comer, pues Taro, Tetsu y Mily eran dueños de un restaurante en la ciudad. No uno cualquiera, uno que servía las cosas en espadas de la más alta calidad. Raro, no tanto al saber que las cabezas de familia eran espadachines. Pero nada raro había y… ¡QUE SE PUDRA EL PUTO MUNDO! ¡NADA ERA REAL! ¡ZORO ESTABA SIENDO CARIÑOSO CON SU HIJA! Solo veían al peliverde que generalmente estaba serio o entrenando ahora dejando que su hija lo abrazara, besara, le quitara cada cosa que traía encima. El hijo de aquel hogar era más calmado, solo echando preguntas al aire al resto de la tripulación para saber un poco más del padre del que solo conocía historias y con el que charlaba de vez en cuando por medio de su oto-chan…

Aunque no parecía raro porque… la niña era adorable y hasta extrovertida pues terminó en las piernas huesudas de Brook. Y Sanji, estaba en modo automático, porque no lo creía, no solo sus planes se fueron a la mierda, sino que… hubiese sido un rechazo doloroso desde el principio. No sabía si alegrarse o… llorar a escondidas debido a las cosas tan estúpidas que le pasaban en un solo día, el mismo que aún no terminaba. Sanji salió de su ensoñación para ir a un lugar donde entretenerse y ese era la cocina. Cuando vieron que faltaba la salsa y una porción más de comida en aquella mesa, se ofreció a ayudar. Taro se negó a hacerla pues decía estar cansado y Sanji amaba que todo estuviera perfecto. El comedor estaba lleno de risas, de bromas, escándalo, preguntitas, era alegre pero en la cocina donde dos rubios se hallaban había la más pura y macabra tensión

 

 

-ni te le acerques – fue Taro quien la rompió, mientras acomodaba los recipientes variados para las tres salsas que hizo Sanji… quién sabe por qué.

-Taro-san… podría preguntar miles de cosas pero solo…

-¿acaso eres idiota? – el rubio de cabellos largos estaba serio mirando directamente a Sanji – te he dicho que ni te le acerques. Es mi esposo, es el padre de mis dos hijos… es mío

-¿tan inseguro eres? Si es tu esposo deberías confiar en él

-lo hago

-me dirás que no confías en mi – admiró directamente a Taro y siguió – ¿no crees que es un tanto cliché y cursi?

-la verdad – Taro empezó a reírse bajito para no llamar la atención de nadie en el comedor – me costó mucho lograr que te olvidara – sonrió mientras se acomodaba los mechones que le estorbaban – pero estoy seguro que lo hice en totalidad

-me quieres decir que… – Sanji se quedó procesando esas palabras… ¿era en serio?

-perdiste tu oportunidad, rubio… de cejas con vida propia – se burló mostrando una risita dulce y pícara – te amaba y lo despreciabas o lo ignorabas, ¿irónico, verdad?

-no sé de qué me hablas – y la única opción era fingir demencia

-no soy idiota, Sanji… tienes los ojos brillantes y hasta parece que llorarías… si te dolió te lo mereces. Zoro es sensible aunque no lo creas

-así que le abriste las piernas para consolarlo

-no soy una puta – enfrentó Taro – y Zoro no es un casanovas. Me costó mucho en las pocas veces que venía, pero ahora estoy seguro de que me ama

-eres mi reemplazo – afirmó, pero para sí mismo antes de que para Taro – ese cabello rubio y…

-puedes decir lo que quieras. Zoro es hombre de palabras y de sentimientos sinceros, me aceptó con una sonrisa, nos casamos, tenemos hijos… deberías alejarte

-estamos en la misma tripulación, ¿No crees que dejar a tu esposo conmigo es estúpido?

-confío demasiado en Zoro. Tiene sueños y no se los impediré… amar es pensar en la felicidad ajena, ¿no?

-¿y si se acuesta conmigo?

-quisieras probarlo, ¿no? – sonrió Taro – lástima… porque ya es mío

-estás siendo infantil. Yo no estoy interesado en el marimo – pero se calló al ver la sonrisita de ese rubio, la que parecía demostrarle que vio mucho más allá de sus palabras. La misma que se incrustó en su alma – di lo que quieras decir de una maldita vez

-Si es que por alguna razón Zoro me traiciona contigo – decía mientras cargaba con la bandeja en sus manos, la misma que ya tenía algunas porciones de comida más. Las otras las confiaría a ese tal Sanji, el de los carteles raros – lo castraré y a ti te mataré

-¡estás loco! – bramó con fuerza contenida. No quería hacer escándalos innecesarios, mucho menos que alguien escuchara aquello. Aunque nunca se fijaron en unos pétalos que rondaban por allí, de un ojo, una nariz, unas extensiones ajenas que siempre sabían lo que ocurría a su alrededor

-puede ser – sonrió divertido mientras le señalaba la otra bandeja a Sanji en una orden muda – pero eso nunca sucederá. Y a pesar de que cometa un crimen no me dará miedo mancharme las manos de sangre si debo hacerlo. Zoro tiene sus promesas y yo las mías. Él lo sabe, yo lo sé… nos parecemos en eso. Dos dementes que alcanzan sueños y hacen juramentos al aire

-qué diablos – hablaba en desesperación. Todos sus planes y meditaciones se fueron al carajo

-él te amó demasiado y sufría en proporciones inmensas, fuiste un cretino por no haberte dado cuenta de eso – Taro lo sabía, escuchó a Zoro decir aquellas palabras hace años, fue paño de lágrimas que nunca se derramaron. Curó todo poco a poco. Ellos llevaban años en esa tripulación que ahora era famosa, Taro estuvo allí desde mucho antes de que Luffy supiera siquiera quien era Roronoa Zoro

-no sé qué vio en ti – Sanji habló con amargura, pues apenas ahora se daba cuenta de algo muy obvio… ¿cuándo las sonrisas de Zoro desaparecieron? ¿Acaso fue él el culpable? ¿Zoro lo amó antes? ¿Cuándo? ¿Rechazos? ¿Cómo?

-sea lo que sea… estoy feliz por eso – sonrió Taro. Estaba feliz porque ahora entendía que Zoro nunca faltó a la promesa que dijeron cuando se casaron. Porque ese rubio de allí nunca le quitaría aquello que tanto luchó por forjar… incluso curó la herida que Kuina dejó en Zoro. Lo hizo con paciencia – moderados, no quiero destrozos en mi casa. – habló en voz alta sonriendo, pues ya no tenía nada más que decirle al iluso que tenía enfrente, ya se desahogó y ahora podía unirse a la fiesta

-¡qué bien, más comida!

-felicidades al cocinero

-más les vale disfrutar de esto – Taro sonrió ampliamente, mostrando la emoción que lo embargaba, al fin pudo enfrentar a ese tipo. Tomó asiento junto a su esposo y por debajo de la mesa le acarició la mano con sutileza, siendo correspondido con un apretón y los dedos que se entrelazaron con los suyos unos instantes. Un gesto simple que significaba mucho – porque supongo que en pocos días se irán de nuevo a los mares – sonreía Taro sintiendo la caricia de Zoro en su espalda, como tratando de disculparse pero no era necesario

-debe ser difícil tener a un estúpido pirata como esposo – reía Nami mientras en silencio Sanji dejaba la otra bandeja y se sentaba junto a Robin

-tranquilo – fue la única cosa que la pelinegra susurró cuando el rubio se sentó a su lado. Sanji la miró con una sonrisa forzada y ella correspondió con una sutil caricia. Porque ella fue testigo de todo, pero  tenía la esperanza que cuando los dos aceptaran sus sentimientos abiertamente, las cosas iría bien… al parecer debió forzar algo con esos dos tercos, pero ya no podía cambiar nada

-no lo es. Al menos no es tan difícil tenerlo lejos – se burló Taro atrayendo la atención de todos pues acababa de usar su katana para partir el asado de cerdo en medio de la mesa – no debo soportarlo todo el tiempo, no me aburro y el reencuentro siempre es dulce – dijo con una mirada tan dulce que el corazón de Sanji dolió, mucho peor fue cuando escuchó la risa de Zoro

-¿dulce? No podías usar otra palabra – Zoro hablaba con aquella voz profunda mientras bebía del enorme jarro que su… esposo le había servido

-como el helado – sonreía Mily y los dos niños que allí ignoraban todo eran la razón por la que Sanji fingiría no haber pensado en nada y continuaría con su vida

-o como el dulce de zanahoria – se burlaba Tetsu – rico pero nutritivo, engañoso de todas formas

 -tienes un hijo inteligente – sonreía Robin, pues como fuese… el vice capitán era feliz después de que lo vio sufrir por años dolorosos por la indiferencia de piernas negras-kun

-lo sacó de mi – se jactaba Taro orgulloso y acomodándose un cabello rebelde

-familia es familia y adoro a la mía, sea como sean – Zoro terminó de rectificar el largo surco en los límites de cualquier posible relación. Aclaró toda duda y emoción

 

 

Y Sanji desde la cocina, hubiese deseado mil veces no haber sido tan idiota. Analizó un poco del pasado con rapidez, su actitud conquistadora con las mujeres, los miles de insultos, las peleas, las veces que no se fijó en las miradas de aquel peliverde, las veces que simplemente pasó de él. Tenía envidia, quería ser él quien sonriera y besara a ese maldito marimo idiota. Pero ahora sabía que vio desaparecer esas sonrisas amplias que Zoro brindaba por su causa… porque ahora sabía que Zoro lo había olvidado por completo… el peliverde se había cansado de sufrir y escogió trazarse un camino diferente al impuesto… y que la dulzura con la que miraba a Taro… era real. Envidiaba esa mirada, porque quería que Zoro lo mirara así, de esa forma… que le acariciara la mejilla y hasta maldecía tener envidia de esos niños porque formaban una hermosa familia

Bebieron, rieron, cantaron, festejaron. Cada quien llevó el día como les dio la gana, Luffy y Chopper disfrutaban de jugar con los dos niños que eran herederos de esa fortaleza que Zoro mostraba. Brook estaba encantado con las vecinas del lugar, pues siendo Taro como el líder de la comunidad y sensei de algunos aprendices de kendo, imponía ciertas normas en aquel lugar sin gobernador. Era tierra neutral, donde las historias de los Mugiwaras eran bien recibidas pues en aquel lugar residió uno de los miembros, además que los herederos del cazador de piratas se desarrollaban sin prohibición alguna de saber las proezas de aquella banda pirata. Taro era querido, los niños eran participes en las actividades de la comuna y al final, ese territorio representaba el refugio de los “Sombrero de Paja”. La sorpresa no terminaba allí, sino cuando vieron al espadachín de cabello verde en conjunto con el rubio de larga cabellera y boquita sucia cargar a los niños en brazos, llevarlos a las habitaciones correspondientes, besarles las mejillas, abrazarlos y quedarse con ellos hasta que se durmieran. Todos estaban sorprendidos, incluso Robin que en una ocasión anterior había visto a su nakama en esa faceta, pero pensó que solo era ocasional e instintivo, ahora veía que se forjó una familia y que el instinto paternal era nato. Tetsu y Mily amaban a su padre a pesar de la distancia, eso se notaba a leguas, si esa familia estaba aún firme, significaba que tenían buenas bases a pesar de la distancia. Y al final del día, cuando ya todos dormían una pareja se hablaba en privado por primera vez en años

 

 

-nunca me respondiste

-¿qué cosa? – estaban afuera, sentados en el pasto disfrutando de la fresca noche del verano – habla claro Zoro

-¿me extrañaste? – Zoro hablaba con calma, mirando el cielo y entrelazando sus dedos con los del de cabellera larga y rubia

-lo hice – confesó con un sonrojo, de aquellos que Zoro adoraba, porque solo él podía verlos – mucho… pero tengo a los dos engendros que llevan tus genes y los míos

-nunca dejas de hablar así – se reía Zoro pero le gustaba. Taro era siempre sincero, decía lo que pensaba y ya – gracias… por esperarme siempre con una sonrisa

-mejor dicho con una katana y una patada en la cara – sonreía divertido – pero soy tu familia… ese privilegio nadie me lo quita

-¿quieres preguntarme algo?

-el rubio… ¿te ha insinuado algo?

-tú si – sonreía divertido en una faceta que solo Taro conocía. Pero al ver la mirada furiosa de aquel muchacho que parecía frágil pero que era tan peligroso como cualquier víbora, solo suspiró – ya te dije que lo de Sanji…

-fue tu pasado y nunca te negaré eso. Pero el futuro…

-mi futuro eres tú… él se perdió aquello, y yo me tracé uno mejor

-gracias… pero empecé como un reemplazo, la inseguridad es mucha

-sabes una cosa Taro… ahora él es algo similar a un reemplazo tuyo – sonrió y tomó uno de los mechones largos sueltos y los besó con devoción

-bromeas

-a veces lo trato con amabilidad porque al ver ese cabello rubio… te recuerdo a ti o a Mily – confesó Zoro y Taro sintió la sinceridad, de tal forma que toda duda desapareció. Taro se acercó a Zoro con calma para cederle un casto beso en la intimidad de la noche estrellada

-¿me dejarás otro hijo antes de irte? – bromeó con las mejillas rojas

-así tal vez nunca me olvides

-¿cómo podría?… te di un pedazo de mi alma para que te protegiera, para que jamás estemos sin comunicarnos – se acercó hasta sentarse en el regazo de aquel peliverde sin sentido de la orientación

-odio esa maldita habilidad del diablo – bufó recordando aquel detalle que le causaba jaqueca cada que era usado

-si no hiciera eso… nunca usarías un den den mushi o enviarías una maldita carta – bufó Taro y a pesar de eso se abrazó al peliverde, deslizando sus manos por la espalda ancha

-los pierdo

-tú te pierdes – se quejó divertido

-yo no me pierdo… los que se pierden son ellos

-un hijo más – susurró Taro mientras aspiraba el aroma fuerte de Zoro, uno que se mezclaba con el olor del licor consumido

-lamento dejarte solo con todo eso – besó al mejilla y los cabellos largos que tanto amaba

-no soy una mujer para que me des lástima… ni siquiera ellas merecen ser tratadas como debiluchas criaturas. Puedo criar cuántos hijos quiera y esperarte para cuando te dé la maldita gana de regresar

-cuando termine mi camino, regresaré

-más te vale que sea pronto. Cumple tus sueños Zoro… yo aquí me quedo con los míos… este será tu puerto, el de tus amigos… solo… regresa siempre

 

 

Risitas se escucharon, dos espectadores veían la escena desde lejos. Un rubio quien consumía un cigarro de forma melancólica y una pelinegra que en silencio permanecía serena, dando apoyo mudo. Todos sabían que enamorarse de un hombre de mar era difícil. Aquel gran charco de agua salada se los llevaba tan lejos que tardaban años en regresar, pero respetaban esa enorme identidad porque sabían que en algunas ocasiones era cruel y en otras era gentil

 

 

-¿desde cuándo? – soltó Sanji ya harto de reprimirse, tenía una dolorosa curiosidad

-desde el principio, eras el único que no lo notó – Robin respondía todo. Apreciaba el dolor de Sanji, un dolor que parecía merecerse por ser ciego

-¿y Luffy? – soltó una risa nasal al pensar en su estúpido capitán

-fue su confidente, nada más que eso

-soy idiota – se lamentó agarrándose la frente

-lo ves sonreír, ¿verdad? – Robin tocó el hombro del rubio e ingresó a la casa. Dejaría a los esposo en intimidad – entonces… deberías ser feliz también

-lo sé – soltó Sanji junto a una única lágrima cristalina pues el tiempo no podía retroceder. Fue ciego mucho tiempo, desperdició oportunidades… que rabia le daba todo – dejemos al idiota – dijo respirando hondo. Mataría sus emociones con una buena noche de sueño y después asumiría su papel nuevamente. Porque aún quedaba largos caminos que recorrer

 

 

 

 

Notas finales:

¿Review?

Bien, es el primer fic que escribo en OP, es la primera idea que me vino a la mente y es una… ¿comedia dramática? O algo así. Espero al menos haber hecho algo decente ^^

Le prometí a una amiga que tendría final feliz. Zoro es feliz con su esposo Taro y sus hijos Mily y Tetsu. También prometí que no mataría a alguien y cumplí. Nadie murió

*se pone una armadura*

Lista para recibir amenazas de muerte, piedras, críticas y demás. No me arrepiento de nada, porque así es como veo a esta pareja. Polos opuestos que se atraen, pero apariencias que ciegan… Fue un gusto enorme matar sus ilusiones

¿Soy una escritora angust?... creo que es posible

Tal vez en otra ocasión haga algo más feliz.

 Si leyeron hasta este punto, muchas gracias 

 Besos~


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