Prologo
Me encontraba en un salón lleno de gente que no conocía, viendo al grupo musical tocando mientras bebía una copa de vino. Mi vieja amiga y la razón de por qué estaba aquí, se acercó a mí recogiéndose el pomposo vestido. Recuerdo que era la menor de nuestro grupo en la Universidad, eso se notaba ella apenas se casaba y yo ya tenía un hijo de 9 años.
Me saludó y comenzamos a hablar de cosas muy triviales, el clima, la comida y de lo feliz que estaba de que hubiese asistido. Aunque quería ponerle atención, la corbata me picaba demasiado, vestir tan formal sí que era incómodo.
— ¿Cuántos años tiene ya Seungkwan?
— Tiene 9.
— Vaya, ¡Cómo pasan los años! Ya está muy grande.
— Si, el tiempo pasa rápido.
— Y pensar que fueron 4 años de que ella se fue— me comento con tristeza.
Una especie de gruñido fue mi respuesta y se hizo un silencio incómodo.
— Hija vamos a bailar.
La madre de mi amiga llego en busca de su hija, al parecer la familia tenía una tradición de que las madres bailaran con sus hijos un pequeño baile. Ella corrió con su vestido a la pista al igual que todas las mujeres con sus niños.
— Disculpen.
No pude evitar buscar a Seungkwan lo más rápido que pude, pidiendo permiso y empujando suavemente a la gente. Lo encontré sentado en nuestra mesa, anteriormente le deje jugando con otros niños, pero estos habían ido en busca de sus madres.
Con los pantalones cortos de vestir y el moño torcido por haber estado jugando vi que sus pies se movían al lento ritmo de la música. Suspiré, el destino siempre nos recordaba de formas a veces sutiles y a veces crueles la ausencia de mi Esposa y su madre. Me acerque y escuche que también tarareaba el sonido, le puse una mano en el hombro espantándolo un poco.
— ¿Quieres bailar?
— Es un baile para Madres — me contestó.
— Si pero ¿Quieres bailar? — le dije lo más amable que pude.
— Si.
Tome sus manos y le dirigí a una parte no tan iluminada de la pista principal. Nos dedicamos a dar vueltas y vueltas.
— No se cómo hacerlo.
— Yo tampoco—le dije divertido para calmarlo — lo heredaste de mí.
— ¿Mamá bailaba bien? — lo pensé un poco.
— Decir bien es poco, era una excelente bailarina.
— ¿En serio?
— Si, bailaba de todo.
Algunas personas me miraban raro, pero había aprendido a ignorar a toda la gente si se trataba de Seungkwan.
— Mamá sí que bailaba.
Exclamó Seungkwan una vez en la casa, le mostré en la videocasetera el video de mi boda. Estaba justo en la parte del “primer vals”. Le había contado todo a Seungkwan, los preparativos que habíamos hecho, la comida, sus abuelos y cosas por el estilo.
— Quiero aprender a bailar así — dijo sin despegar sus ojos de la televisión, luego volteo a verme — ¿Puedo?
— Cuando seas más grande.
Le prometí quitándome y vetando la horrible corbata a un lugar de la sala.