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Elevador por Ryoshin Di Juri

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Dejen que me presente.

Tengo 36 años, soy alto, delgado rallando en lo desgarbado, de cabello castaño casi dorado al igual que mis ojos, con una cicatriz atravesando mi mejilla izquierda. Vivo en un la ciudad de Londres, al sur y soy gay.

Un día mientras regresaba tranquilamente a mi casa, después de un largo día de trabajo en la librería Moony (de la que soy propietario),una lluvia tormentosa se desato.

Eran alrededor de las nueve de la noche,  y sabedor de la muy posible gripe que podía pescar, terminé corriendo los escasas cien metros que me separaban de la entrada de mi edificio departamental.

A la par mía, llegó a toda prisa uno de mis vecinos de los departamentos del séptimo piso. Era un muchachito de unos diecisiete años, delgado, rubio y delicado, casi aristocrático.

Era un chico un poco tranquilo y serio, pero que a leguas se le notaba tímido con los desconocidos.

Le conocía desde hacía unos dos años, cuando se había mudado desde Francia con su padre.

No había llamado mucho mi atención antes, pero justamente en ese momento, al verlo chorreando agua me fijé en él. Su vestimenta difería de la que siempre usaba, unos jeans obscuros y entallados, en conjunto a una playera negra que se ajustaba deliciosamente a su cuerpo esbelto.

Sus rubios cabellos rubio platino siempre recogidos, caían sueltos por su pálido rostro y su piel blanco alabastro, sin rastro de imperfección, se conjuntaban con sus sórdidos ojos de tormenta.

-hola Lucius, será mejor que entres, esta diluviando- Le dije.

-sí, será lo mejor, no quiero pescar una neumonía– me contesto - es una lluvia terrible la que esta cayendo- yo solo asentí mientras me lo comía con los ojos deleitándome de su figura.

Llamamos al ascensor y oprimí el botón de su piso.

Subíamos en silencio, y yo procuraba no mirarle demasiado para no descubrirme.

Estábamos llegando al quinto piso cuando se escuchó un trueno especialmente fuerte, a pesar del recurrente mal tiempo londinense, que trajo como consecuencia que la luz se fuese y el ascensor se parase.

Fue cuestión de pocos segundos para que nos iluminase el acumulador de emergencia; del que yo sabía, tiene una autonomía de escasamente dos horas.

En ese momento solo pude pensar que era tiempo suficiente para que volviese el flujo eléctrico y que pudiésemos salir de ahí.

-Vaya. Ahora sí que estamos parados- fue el murmullo para mí mismo. Al voltear a mirarle me di cuenta de que me había escuchado y que estaba un poco asustado.

Miro hacia el indicador del piso donde estábamos. Una acción inútil, pues no funcionaba correctamente.

- ¿Cuánto crees que dure esto? – me preguntó disimulando su miedo.

- Pues no lo sé, es cosa de la tormenta, pero no creo que la electricidad demore mucho en volver. Supongo que de quince a treinta minutos – le dije para que se calmara un poco.

- ¿crees que el ascensor sea seguro? - me pregunto nervioso, a escasa distancia de mí.

- no lo sé, se supone que están pendientes de venir los técnicos para cambiar los cables de sustentación y el de limitación de velocidad. Pero estoy razonablemente seguro de que eso no ocurrirá, el cambian que se realizara será por precaución ya que su vida útil, según los técnicos, es de dos años más. Además están las cuñas de frenado– muy tarde me di cuenta que el miedo que ya tenía se exageraba aún con eso.

El infundido temor, gracias a mis comentarios,  y lo mojado que estaba, lo hicieron tiritar sin poderse contenerse.

- tranquilo Lucius- le dije colocando mi mano sobre su hombro -Esto no se va a caer, así que no te pongas nervioso- le dije, mientras daba un paso más hacia él – estás realmente empapado. Vas a pillar una neumonía si no entras en calor pronto.

Su semblante asustado cambio a uno un tanto desconfiado al darse cuenta de la cercanía de nuestros cuerpos.

-en situaciones así, la mejor forma de conservar el calor es el calor humano- le dije tratando de sonar sin malas intenciones.

No perecía muy de acuerdo, pero lentamente se acercó hasta que pase mis brazos sobre él.

Los minutos pasaban y, lo calado de agua que estaba, no permitían que entrara correctamente en calor. Con una decisión inconsciente lo solté y le quite la playera que traía puesta.

Se tensó, pero sin rechistar, se dejó hacer pues la verdad es que estaba realmente frío.

Verlo quedarse desnudo de cintura para arriba, me hizo estremecer; y me dejo ver que era realmente pálido y lampiño.

De mi maletín saque un pañuelo para que pudiese secarlo lo mejor posible, pero a pesar de todo continuaba temblando.

Mi amabilidad natural me hizo posar mis manos en su espalda y empezar a brindar un masaje tierno.

-Estás muy tenso- le dije –tal vez un masaje te sentara bien.- le dije.

No muy convencido, se dejó hacer sin protestar.

Yo continúe el masaje pasando por toda su espalda, y la lujuria que despertaba en mí la sensación de su piel suave me hizo bajar hasta la cinturilla de sus jeans.

Lo mire a los ojos, y en ese momento me di cuenta que mi lujuria se le había contagiado de manera milagrosa para mí.

Subí mis manos por su espalda y mi masaje se extendió por sus brazos y su pecho. Con lujuria contenida acaricie de pasada sus rosados pezones, que se pusieron duros ante mi tacto.

Él miraba hacia el suelo y no decía nada, mientras poco a poco mis manos llegaban hacia su estómago.

-Date la vuelta- le demande casi con un gruñido contenido.

Él se giró dándole la cara a la pared, y a mí su muy apetecible trasero.

Retome el masaje en su espalda.

No era un experto dando masajes, pero creo que me salío realmente bien, pues noté que se relajaba.

En esa posición, le contemplé a mis anchas el trasero y mi miembro pulso dentro de mis pantalones.

Esos jeans se ajustaban maravillosamente, y me hacían apreciar mucho la vista. Esta sirvió para que notase que mi miembro crecía por la excitación.

Contuve mis deseos de acariciarle los glúteos y le indiqué que girase de nuevo, de cara hacia mí.

-El masaje está funcionando bien Lucius- le dije con una sonrisa predadora, dejando atrás mi habitual carácter suave- creo que es una buena idea dar ahora un masaje en tus piernas.

-No hace falta- dijo muy bajito y sonrojado- ya estoy mejor.

-lo veo, pero con un masaje en las piernas terminaras relajándote más y entraras más rápido en calor- le dije con un doble sentido que lo hizo estremecer.

 Sin más, le desabroche los jeans y me agaché en cunclillas ante él.

 Comencé frotándole las pantorrillas. Todo encima de la ropa.

Con dedicación, acaricie cada pantorrilla de forma concienzuda, hasta que noté como sus músculos se relajaban.

Entonces subí por la parte trasera de sus rodillas y miré hacia arriba, hacia su cara.

Tenía los ojos fuertemente cerrados.

Mi excitación creció muchísimo y extendí mis manos hasta abarcar por completo sus piernas.

Era completamente lampiño, suave y excitante.

Me arrodillé para estar más cómodo pues hasta entonces mi posición en cuclillas no me permitía estar a gusto, y en esta nueva postura mi cara quedó a la altura de su entrepierna.

Continué el masajeando muslos, dedicando ahora mis dos manos a una pierna, y después a la otra, subiendo cada vez un poquito más hasta que mis dedos pudieron sentir que rozaba los bajos de su ropa interior.

Ahí me entretuve jugueteando ahí.

Mis caricias, que ya no eran masajes, se dirigieron a la parte interna de sus muslos.

Miré hacia arriba nuevamente observando que continuaba con los ojos cerrados, y que su respiración se aceleraba.

Mis manos continuaron hacia arriba lentamente, subiendo por su bien proporcionado trasero. A pesar de la situación, no lucia espantado.

Acerque mi rostro a su entrepierna exhalando mi aliento caliente.

Con lentitud, me aleje un poco evitando asustarlo realmente, fui bajando sus jeans y su bóxer hasta la rodilla. El paso de la ropa dejo a la vista su excitada virilidad.

Con parsimonia volví a acercar mi boca a esa parte de su cuerpo y exhalé mi aliento de forma suave y caliente.

En ese momento mi mano izquierda, en su glúteo derecho se acercó a la cavidad de la que estaba seguro me brindaría un gran placer.

Mi rose le hizo apartarse rápidamente; aunque no muy lejos, pues no le deje ir.

Al poco tiempo repetí el roce, pero un poco más largo y al volver a mirarle a la cara vi que seguía igual, con los ojos cerrados.

“Lucius es tan dócil, es de esos gatitos que se dejan hacer”, me dije.

De todas formas, me obligue a mantener la calma para continuar lentamente. Mi aliento caliente cerca de su miembro comenzaba a surtir efecto, ya que su excitación crecía lentamente.

Lentamente Lucius empezaba a restregarse contra la mano que lo acariciaba en su retaguardia.

Dirigí  mi mano derecha hacia su trasero, llegando a abarcar su glúteo izquierdo, amasándolo con lujuria.

Mis caricias se fueron alargando y en un momento, de cual no supe cómo, sentí la punta de su miembro en mis labios.

Acaricié el contorno de la cabeza de su miembro delicadamente con la lengua. Él seguía quieto y con los ojos cerrados, pero su boca entreabierta exhalaba pesados gemiditos.

Retire mi mano derecha para ayudarme en la labor de masturbarlo. Mi toque le hizo dar un respingo, pero siguió quieto, así que comencé a masajeársela intercalando lánguidas lamidas.

Mientras mi mano izquierda era ya completamente dueña de su entrada, recorriéndolo en todos los sentidos y notando su calor.

Para mí excitación, la situación ya era difícil de aguantar y decidí pasar a la acción en serio, es decir, empezar a prepararlo para lo que venía.

Su miembro caliente y muy duro, era atendido por mi mano derecha.

Le di vuelta otra vez con la cara hacia la pared del elevador; acerque mi boca a su pequeño punto tierno, y al parecer sin explorar previamente.

Con mi dedo pulgar lo acaricié, sintiendo que daba un respingo y que se contraía. Al mismo tiempo, introduje al juego mi habida lengua.

La ropa a sus pies me empezó a estorbar en ese momento.

-Quítate el resto de la ropa- le dije demandante, y como no se movió se lo repetí en tono más serio.

Con lentitud y una visible pena se quitó el bóxer y los shorts por completo de forma sumisa, dejándolos a un lado de nosotros. Yo baje mis pantalones junto con mi bóxer solamente.

Seguí preparándolo con el de cara a la pared, mientras se agitaba levemente y gemía de vez en cuando. Tuve que apresurarme, si no, sus gemidos me hubieses hecho correr en ese mismo instante.

Abriéndole bien las nalgas con mis manos, dediqué el trabajo de mi lengua para darle a conocer lo que era un beso negro.

Recorrí a fondo con pequeñas mordidas las inmediaciones y después introduje mi lengua en él.

Lo ensalivé bien, lentamente y con la punta de la lengua comencé a, casi, follarlo.

Se relajó y se abrió fácilmente, lubricado, lo que me hizo preguntarme si realmente era virgen como suponía.

Mi fuero interno se moría de ganas de meterle mi miembro hasta dentro, empalarlo lo más profundo que pudiese para llenarlo de mi esencia hasta que estuviese seguro que, de ser chica, lo dejaría preñado. Darle tan duro que solo pudiera aullar mi nombre en éxtasis.

Pero no quería hacerle daño, así que le hice doblarse hacia delante; apoyando su pecho, el rostro y las manos contra la pared mientras miraba su reflejo por el espejo del ascensor, se la fui metiendo lentamente.

Penetrándolo con cuidado, sin detenerme a pesar de tener un poco de dificultad al entrar; fui notando su calor abrazador, y, su tierno y mullido interior.

Al final entre hasta sentir mis testículos rozar contra su blanco trasero.

Con un vaivén tranquilo, comencé a moverme dentro de él, con un mete y saca que le debió haber gustado muchísimo, ya que no paraba de gemir, mientras se agarraba como podía de la pared del ascensor escuchando nuestras pieles chocar cuando entraba hasta el fondo en él.

Al aumentar la constancia de las arremetidas que le daba, tome su miembro con una mano y lo masturbé al ritmo de las penetraciones. 

Con un gritillo que delataba que aún era joven, se vino en mi mano. Las continuas contracciones de su interior catapultaron mi orgasmo, liberando mi semen en su interior.

A pesar de saberlo cansado y de que acababa de correrme en su interior, mi libido no disminuía.

Lentamente me deslice hacia el suelo, con la mano en su cintura y mi miembro en su interior lo arrastre conmigo.

Inesperadamente el empezó a rebotar en mi regazo auto-empalándose, exigiéndome con la mirada que yo volviese a embestir dentro de él.

Con la mano en su cintura le hice alzarse y dejarse caer en mi regazo. Esto hasta que mi interferencia no fue necesaria ya que el mismo llevaba el ritmo del movimiento a su gusto, acompañándolo de agudos y apasionados gemidos que solo aumentaba mi libido.

Su interior me estrujaba cada vez más. Su libido se disparó como el mío, ya que por lo mismo lo hicimos dos veces más hasta que la luz volvió y el elevador comenzó a funcionar nuevamente.

Paramos un momento más el elevador, y de forma rápida nos vestimos.

El bajo en su piso y yo continúe hasta el mío.

Dos semanas después volví a topármelo a la misma hora en el elevador. Él lo paro mientras se giraba y se mordía el labio tratando de excitarme. Lo consiguió.

Después de una ronda, me hizo vestirme y activo el elevador para oprimir el botón de mi piso, bajando con migo e introduciéndose en mi departamento para seguir empalándose en mi miembro.

Un mes después su padre volvió a Francia por cuestiones laborales, y él se quedó a vivir conmigo.

 

Notas finales:

espero les guste tanto como a mi.


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