Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Entre Colmillos de León y Cuernos de Carnero por DanyNeko

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

A la mañana siguiente, cuando Kenta entró directamente en el sótano de Madoka para saludar a Ginga y decirle que estaba más que listo para su batalla ese día, lo último que esperaba encontrarse era a Kyouya, sentado en el sofá con el pelo suelto, una expresión de ira total y una carta apretada entre sus manos.

Cuando el oji-azul lo miró, Kenta tuvo la sensación de que debía rezar por su vida, sobreponiéndose a la de que algo malo pasaba. El mayor simplemente le arrojó la hoja de papel a los pies, levantándose para encontrar su liga y rehacerse la coleta.

Kenta recogió la hoja, temblando, y la leyó. El aliento se le escapó y corrió hacia las escaleras para encontrarse con Madoka y Benkei mientras gritaba — ¡Rápido, rápido, rápido! ¿Dónde está todo el mundo?

El pelimalva y la castaña lo miraron con gran extrañeza ante su entrada apresurada.

—Kenta —lo llamó la chica.

— ¿Qué te pasa? —terminó por preguntar Benkei.

El niño solo pudo estirarles la hoja — ¡Ginga… nos dejó… esta nota! —exclamó entre bocanadas de aire.

“Queridos amigos míos, gracias por todo, y… adiós”

—Es… una nota de despedida —dijo Madoka con voz herida, mientras Kyouya dudaba en reunirse con ellos o largarse de allí a descargar su rabia.

¡Ginga se le había escabullido de las manos! 
¡Literalmente!

Oh… ¡Cuando lo encontrara…!

Primero que nada, si iba a encontrarlo, sus mejores opciones eran con el trío de escandalosos que estaban quejándose sobre porque Ginga se había ido sin avisar… y a dónde.

Bien… Kyouya creía saber a dónde, sus instintos de león no le fallarían con su presa más importante.

El joven león suspiró profundo. Iba a necesitar muuuucha paciencia.

—Muy bien, dejen de lloriquear y si en serio les preocupa vamos por él —declaró con su rudeza habitual.

— ¿A-a qué te refieres, Kyouya? —dijo Madoka con sorpresa.

Los ojos azules se dirigieron al más pequeño del grupo —Ginga te dijo ayer que nos valoraba mucho por permanecer con él a pesar de todo ¿no es cierto, Kenta? —el pequeño peliverde solo pudo asentir —bien… habrá que honrar esa confianza.

—Kyouya… Pe-pero ¿cómo vamos a encontrarlo? —dijo Benkei —¡Pudo haberse ido a cualquier parte del país!

El poderoso blayder no dudaba de lo que le decía su instinto — ¡Madoka!

— ¿S-sí? —atendió la mecánica, dando un saltito en su lugar.

— ¿Puedes encontrar la ruta más rápida a la aldea llamada Koma, a las faldas del monte Hagane?

La chica se dirigió automáticamente a su computadora e inició su búsqueda —déjame ver… pues no consigo una ruta directa pero hay un tren que nos llevara al monte Hagane en un par de horas desde la estación de aquí… ¿por qué?

Kyouya soltó un pequeño gruñido de contemplación —tomen una maleta y empaquen provisiones, lo necesario y más ligero posible —ordenó sin dar lugar a reclamos, dándose la vuelta para salir del local —iremos de excursión, los veo en la estación en media hora.

— ¡Ky-Kyouya, espérame! —como siempre, Benkei fue tras él.

—Kenta, no entiendo nada —le dijo la chica, al borde de la histeria.

— ¡Tú solo hazle caso! —exclamó el aludido —te lo explicaré todo luego pero hay que seguir a Kyouya.

.

Efectivamente, un tren los dejó en la pequeña estación cerca del monte Hagane.

—Entonces ¿hacia dónde vamos ahora? —consultó Madoka.

A Kenta le bajó una gotita por la mejilla —ay, no sé…

Contario al niño, Kyouya ya se había acercado al guardia del lugar a pedir indicaciones —Vámonos, ya es hora.

Kenta, Madoka y Benkei lo siguieron, no sin cierta dificultad gracias al equipaje de la chica.

De camino por la intemperie, Kenta se encargó de replicar la historia que Ginga les había contado a los dos que faltaban del grupo.

— ¿Así que esa es la historia de Ginga, eh? —musitó Benkei.

—Ginga es muy alegre y optimista, jamás imaginé que tenía un pasado tan triste —Kyouya internamente le dio la razón a Madoka.

—Así que vino de regreso a la aldea Koma —quiso aclarar Benkei.

—Es posible —respondió el niño.

— ¿Cómo que ‘posible’? —se quejó.

—Es que el único lugar al que se nos ocurre que haya regresado, después de habernos contado todo eso es a su hogar ¿no es así? —buscó apoyo en Kyoya.

— ¿Por qué lo crees? —volvió a preguntar el grandulón.

—Cuando el corazón de alguien está tan lastimado ¿no es natural que se sienta nostálgico? —sumó la castaña.

—Pues mí no me preguntes —musitó Benkei en respuesta.

—No sabremos si está allí a menos que vayamos a ver —dictaminó Kyouya, para acabar con la discusión.

Luego de varios minutos de caminar, el cuarteto consiguió llegar a una pequeña colina libre de árboles. Kyouya llevaba el recorrido con mucha más facilidad, era como un paseo comparado con el Cañón Lobo; sin embargo, había cierta sensación que provocaba que el cabello de su nuca se erizara constantemente.

Era como si… lo estuvieran observando.

Miró a su alrededor, evaluando el terreno, mientras Kenta se quejaba. Le pareció notar algo entre unos arbustos cerca pero Benkei lo desconcentró — ¿Qué te pasa, Kyouya?

— ¿Hmm? —emitiendo pequeños gruñidos contemplativos, de los cuales ni siquiera era consciente, consideró apropiado no decir nada. Suficientes quejas había ya por el recorrido que les aguardaba —no es nada, solo mi imaginación —y con esa vaga respuesta, siguió caminando. No tenían tiempo que perder, no sabían qué tan lejos estaba la aldea del pelirrojo.

Benkei lo miró con curiosidad, pero confiaba ciegamente en el juicio de Kyouya así que lo siguió sin decir nada.

Una hora después, más o menos, hicieron una pequeña parada en una mini cascada formada por un conjunto de enormes rocas que dejaban una pequeña abertura en un lado de la montaña, formando un laguito y un riachuelo.

Kyouya dejó que los niños descansaran un poco y se refrescaran para no tener que seguir oyéndolos quejarse, pero sabía que un lugar así, en medio de un bosque, sería un abrevadero perfecto para muchas especies de animales, por lo que los instó a moverse rápido.

—Vámonos, si nos quedamos aquí, perdiendo el tiempo, el sol se pondrá —expuso, tomando la mochila de Kenta en una mano mientras que Benkei se ocupaba de la maleta de Madoka.

Como era usual, el pelimalva lo secundó, ignorando las quejas de los niños. Aunque Kenta cayó al suelo, según, por un calambre.

— ¿Y bien, puedes caminar? —consultó el joven Tategami, pues sabía lo mucho que Ginga quería a ese enano.

—Lo que nos faltaba, más equipaje para cargar —se quejó Benkei por lo bajo, pero los dos menores alcanzaron a oírlo.

Después de un regaño de los niños, de que Benkei fuera perseguido por las abejas, y que Kyouya le dedicara una súplica al cielo, rogando por paciencia (sus pensamientos en ese momento eran algo como: “¿por qué estoy tolerando a estos críos?”. “Oh, cierto. Para encontrar a Ginga”. “Maldición Gin, debo quererte mucho para tolerar esto”), Madoka decidió que era un buen momento para tomar un bocadillo.

Tategami se mantuvo un par de metros aparte del trío que volvía a discutir por nimiedades, aún con esa sensación de ser observados, pero permitiéndose disfrutar de un par de emparedados hechos por la mecánica… debía admitir que tenía buena sazón.

A fin de cuentas, un pequeño mono ladrón se robó los emparedados mientras los tres peleaban y, como resultado, Kyouya y Benkei se fueron por un lado, mientras que Madoka y Kenta por el otro.

Kyouya mandó sus pensamientos previos a pasear. Se estaba cansando de lidiar con tanto escándalo… a fin de cuentas, esperaba ser capaz de distraer a Ginga -si es que lo encontraban ellos primero- respecto a esos niños, lo suficiente para que los alcanzaran.

A los dos varones el camino los llevó a atravesar un campo de hierba realmente alta, Kyouya sentía que prácticamente nadaba entre las plantas y tenía que abrirse camino con las manos adelante; aunque lo que realmente le fastidiaba -además del roce de la hierba en su abdomen descubierto, rasguñando su piel al pasar- eran los quejidos de Benkei ¡Era claro que no le gustaba haber discutido con los niños pero trataba de sonar como que no era así!

Kyouya tuvo que darle un regaño para recordarle que estaban buscando a Ginga, no en un paseo para picnic.

Fue un poco duro, pero al menos le sirvió para unos momentos de paz.

“Maldición, Ginga. Cuando ponga mis garras en ti, te volcaré sobre mis rodillas y nalguearé ese trasero endemoniadamente lindo hasta que aprendas a no escaparte así de mí” se quejó para sus adentros el peliverde “y luego voy a besarte tanto que no querrás hacerlo nunca más” El ultimo pensamiento le valió a Kyouya un desliz de su rostro impasible, mordiéndose los labios mientras recordaba los besos que había compartido con su pequeño pelirrojo la noche pasada y su cuerpo empezaba a anhelar la cercanía y el calor de Ginga.

Luego de toparse con un par de senderos que solo chocaban con laterales escapados de la montaña, Kyouya ya estaba perdiendo realmente los estribos.

Entonces, se toparon con este chico de pelo celeste pálido -que, siendo sinceros, a Kyouya le recordaba la lana de una oveja- y ojo cerúleos que “recolectaba miel en las montañas”. Los instintos de león de Kyouya respingaron en alerta y empezó a hacer preguntas.

Según este chico, Hyoma, no vivía en la montaña, no conocía la aldea Koma y no se había topado con nadie más ese día.

El blader de Leone dejó que el chico los guiara hacia senderos más abiertos, hasta que se toparon con un montón de árboles caídos que obstaculizaban el paso. Benkei tomó el asunto en sus manos e hizo que Bull se abriera paso entre ellos.

Al peliverde le pareció que Hyoma hizo un gesto sospechoso con esta decisión, luego, alagó las habilidades de Bull como bey de equilibrio y a Benkei. Kyouya no dejó pasar el detalle por alto y preguntó si era blader, pero este se hizo el desentendido de una forma muy sospechosa.
Kyouya no era ningún tonto, y no pensaba dejarlo pasar, pero Benkei fue atacado por un jabalí, y, como buen líder que era, Kyouya corrió en su auxilio.

No hizo falta, sin embargo, un bey salió de la nada he hizo caer el árbol en el que Benkei se había trepado, asustando así al cerdo salvaje.

Ahora, Kyouya estaba completamente seguro de que algo raro estaba pasando en esa montaña. Tenía que permanecer muy alerta.

Y luego de que se re-encontraron con Kenta y Madoka, Hyoma solo se volvió más y más sospechoso.

¿No había dicho que no se había topado con nadie más en la montaña ese día? ¿Y qué tontería era esa de que el árbol se cayó ‘accidentalmente’?
Ahora se ofrecía a guiarlos, cuando dijo no conocer la aldea Koma.

No señor, a Kyouya Tategami no le iban a ver la cara de idiota.

.

Ese ‘ya falta muy poco’ del pelo de oveja ya lo estaba cansando.

—Detente —gritó el peliverde, cuando ya habían pasado como tres veces por el mismo paisaje escarpado.

— ¿Pasa algo malo? —consultó el ofrecido guía, sin voltear a verlo.

— ¿Estás seguro de que es el camino correcto, Hyoma?

—Sí, por supuesto.

Al oji-azul esto le colmó los estribos — ¿en serio? ¿y por qué habíamos pasado por aquí antes? —reclamó, pero Hyoma lo desestimó sencillamente — ¡No juegues conmigo! Mira esto —gritó harto, señalando un pequeño cúmulo de tres rocas que él mismo había apilado —estuve añadiéndole una piedra cada vez que pasábamos. Todos voltearon hacia la evidencia y empezaron a cuestionarse — ¡Solo ha estado haciéndonos caminar en círculo! —acusó.

—Dijiste que ibas a llevarnos por un camino seguro —se quejó Benkei.

Pero cuando Kyouya pensó que lo dejaría expuesto… —ese era el plan pero… amm —Hyoma miró a ambos lados —esto es muy extraño… creo que yo sólo me perdí —se excusó, mostrándose de nuevo con infantil inocencia.

Tategami, que no se tragó ni por un segundo su acto, estaba completamente exasperado de él. Tomó a Leone, cargó su lanzador y lo apuntó al extraño —escucha, la farsa se acabó ¿qué es lo que tramas en realidad?

Kenta y Madoka trataron de que se calmara, pero Kyouya los cayó y atacó, logrando que Hyoma se revelara como bleyder; su compañero, Rock Aries ED145B, un bey defensivo.

Sin embargo, en últimas, Kyouya dejó que Kenta enfrentara primero a Hyoma… nunca estaba demás saber cómo peleaba tu contrincante, y Madoka se encargó de recolectar datos de Aries en el enfrentamiento.

Aunque no lo admitiera en voz alta… le tocó un poco el que Hyoma dejara al niño de rodillas y disculpándose con Ginga por haberle ‘fallado’.

…Pero esta vez, Benkei se le adelantó.

Bueno… tenía más oportunidad que Kenta — ¡Atento! —lo aterrizó Kyouya, cuando estuvo a punto de dar un paso en falso —concéntrate hermano, que no se te olvide porqué estás aquí, luchando —no hacía mal un poco de aliento. Un buen líder debía saber cuándo dar una palabra —una estrategia bey uno a uno… pero es buena idea ¡Hazlo Benkei!

Hasta Kyouya fue sorprendido cuando Aries rechazó todos los ataques directos de Bull, incluso cuando este lo sorprendió con un ataque bajo tierra. Estaba más y más determinado a patearle el trasero a ese pelo de oveja sin trasquilar.

Su límite llegó cuando Benkei estuvo de rodillas, recogiendo a un derrotado Bull.

Caminó al frente con el paso firme de un león acechando a su presa mientras que acomodaba a su Leone en el lanzador y se plantó firme, con las piernas separadas y en posición de lanzamiento.

—Así que ese eje de rotación puede cancelar los ataques de cualquier enemigo… seguramente dirás que es el máximo bey defensivo ¡Pero aún tiene que demostrarlo contra la maniobra especial de mi Rock Leone! —rugió determinado — ¡Yo soy Kyouya, y Ginga es mi-*

—Sí, sí, sí. Dímelo después. Ahora vengan conmigo.

Y eso descolocó totalmente a Kyouya — ¿eh?

El gesto de Hyouma regresó a ser amable y entusiasta —con gusto los guiaré a la aldea del beyblade, la aldea Koma.

Luego de una solemne explicación de Hyouma sobre como su hogar, Koma, era una aldea sagrada y solo personas dignas podían entrar allí; de que simplemente les tenía que poner a prueba para llevarlos y con un Kyouya más que frustrado, Hyouma aseguró que eran bleyders confiables y los llevaría a la aldea.

Sin embargo, para Kyouya, fue mucho más irritante escuchar de boca de Hyouma como conocía muy bien a Ginga y que eran amigos desde la infancia, siempre jugando juntos.

Luego de un viaje subterraneo y un inestable puente colgante, lograron ver a los lejos una gran aldea inmersa en las montañas.

Kyouya la observó con detenimiento al llegar, el lugar de dónde venía su fugitivo pelirrojo, eh… de alguna manera sentía que todo el sitio iba bien con él, pero aun había algo que lo molestaba.

¿Dónde estaba Ginga?

Tenía la sensación de que cerca, pero no del todo a su alcance y eso lo estaba poniendo nervioso.

Y de pronto ese perrito parlante apareció. Kyoya empezaba a creer que esa aldea realmente era sagrada/mágica/lo que sea.

Por suerte, el perrito parlante… es decir, Oikuto, les confirmó que Ginga había regresado a Koma… pero ahora mismo se encontraba escalando la montaña nevada que se levantaba junto a la aldea.

Y de repente, el nerviosismo se había convertido en preocupación. ¿Su dulce pelirrojo estaría bien por su cuenta en un ambiente tan extremo?

Todos se estaban preocupando, y Kyouya sabía que debía mantenerlos bajo control —así es Ginga… —pero no pudo evitar mirar la montaña, como si sus ojos fueran capaces de distinguir su melena de fuego en medio del paisaje montañoso... Hasta que se hartó, un pálpito resonó en su pecho, como una pequeña alerta de que algo importante estaba pasando

Pov’s Kyouya

— ¡No me voy a quedar aquí sin hacer nada! —rugió — ¡Hay que ir a ayudar a Ginga!

El perrucho se me puso en medio diciendo que no podemos pasar —mira, no me importa si esa montaña es lugar sagrado, no tiene nada que ver con nosotros. Voy a subir.

El can parlante me gruñó, así que le gruñí de regreso ¡Bah! No me llegaba ni a las rodillas ¿qué iba a hacer? ¿Morderme los tobillos? ¡Podría patearlo si quisiera!

No lo hago solo porque es la mascota de mi Ginga y el cabeza de borrego.

Al final Madoka lo convenció con mimos y el perro nos guió, aunque reticente… ¿Así me veía yo cuando dejaba que Ginga me acariciara el pelo?

A medida que nos acercábamos a la montaña, esos saltos en mi pecho se hacían más seguidos… si de algo estaba seguro era de que mi Ginga no estaba teniendo un paseo, su espíritu estaba siendo puesto a prueba y yo no iba a quedarme atrás.

Ese estúpido portón no iba a detenerme —Si Ginga pudo abrir esta puerta, nosotros también deberíamos poder, hagámoslo de nuevo.

Me coloqué en posición junto a Benkei y Kenta. Vamos Leone, atravesemos juntos para poder encontrarlo — ¡Ginga! —todos gritamos con fuerza su nombre, fue en ese momento que me di cuenta que desde hace un rato había dejado de sentir mi conexión con él y me puse nervioso. Era de noche y el viento rugía con fuerza desde la cima de la montaña… me preocupaba el bienestar de mi chico — ¡Gingaaaa! —grité de nuevo, rugiendo junto a Leone, y entonces volví a sentir ese pálpito en mi pecho, justo cuando mi Bey volvió a mi mano —una vez más… ¡Let It rip!

La maldita puerta me estaba impacientando hasta límites insospechados, por suerte Madoka mencionó la forma en que nos habíamos abierto paso en Dark Nebula hace unas noches así que llamé a la Danza de viento salvaje y Colmillos de león de mi bey para que Bull y Sagitario se aventuran en el tornado con sus propias maniobras y así por fin pudimos abrir el jodido portón.

Era noche cerrada ya, más bien de madrugada, a juzgar por la posición de la luna. Y yo no veía la hora de volver a ver a ese torpe cabeza de antorcha.

— ¡Vamos!

.

Y tanto que era de madrugada, nos cogió la alba sin apenas haber avanzado demasiado, pero la luz del sol naciente era agradecida entre más subíamos la montaña. Para fortuna de mi paz interior, el borrego y su perrito se habían quedado atrás en el portón, dejándonos seguir nuestro camino hacia Ginga.

Ya podía divisar la parte nevada de la montaña cuando sentí que mi corazón empezaba a latir un poco más rápido de lo usual, por instinto llevé una mano a Leone, pero fue Madoka la que llamó nuestra atención — ¡Miren!

No pude evitar que mis ojos se suavizaran ni que una sonrisa se formara en mis labios cuando por fin pude verlo, en un barranco no demasiado alto por encima de nosotros.

Para mi alivio, estaba resguardado bajo una larga gabardina café con capucha que, esperaba, hubiese sido suficiente para proteger su cuerpo del inclemente clima.

Cuando sus hermosos ojos dorados hicieron contacto con los míos, entendí que algo había cambiado, esta vez para mejor. Y Ginga respondió levantando a Pegasus en su mano.

Ese era el blader que yo conocía, el que me había salvado de la oscuridad, el que alimentaba mi espíritu y mis ansias de ser más y más fuerte. 
Mi rival y mi compañero. 
Mi Ginga.

.
.
.

Notas finales:

*Primera nota de autora: Supongo que debo aclararles que suelo mirar dos doblajes cuando adapto un cap en fic. Me parece una ventaja del español el tener un doblaje latino y otro castellano, en ocasiones así abre muchas opciones con las que jugar.

Esa última frase de Kyouya corresponde al doblaje castellano (aunque realmente no me gusta mucho las voces de Kyouya y Ginga) y ese “Ginga es mi….” Puede manipularse bastante ¿no les parece? xD en lugar de todos diciendo ‘soy el mayor rival de Ginga’ jeje.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).