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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia, algo más extenso de lo habitual.
Espero sea de su agrado.

IX
 
Ese día no hacía calor, pero se le antojaba beber algo frío. No iba al local sino a comer y, con todo, Nicolás quería algo diferente. Pasó directamente y se sentó en la barra, frente al bartender que, tras mirarlo un poco, lo reconoció.
 
–Bienvenido, ¿qué se va a servir? –preguntó Ignacio como hacía de usual con todos los clientes.
 
–Quiero un mojito, por favor.
 
–Bien, lo preparo de inmediato –dijo, dándose la vuelta para tomar las botellas de ron y agua mineral que necesitaba, así como demás ingredientes para uno de sus tragos mejor evaluados. Mientras lo hacía, de tanto en tanto, observaba el comportamiento del chico de pelo negro: estaba distraído y se volteaba a mirar alrededor como buscando a alguien. Sin querer, Ignacio dijo lo que pensaba–: Él no está aquí.
 
–¿Qué? –Nicolás se sorprendió y miró al bartender–, ¿a qué te refieres?
 
–Alejandro no está aquí, su turno no comienza aún –Ignacio hablaba sin mirarlo, estaba concentrado en su trabajo–. Hiciste mucho alboroto la última vez, bueno, en realidad los dos.
 
–Tal vez, no lo recuerdo –dijo Nicolás, agachando la cabeza, ruborizado, avergonzado porque de verdad no recordaba lo que había pasado ayer a su alrededor. Pero a qué venía toda esa plática sin sentido–. ¿Por qué me dices esto?, ¿acaso eres amigo de Alejandro?
 
–¿Lo eres tú? –fue la respuesta cínica de Ignacio, al tiempo que ofrecía el vaso con el cóctel en una bella presentación y un delicioso olor a menta–. Aquí tiene, que lo disfrute.
 
Ignacio no dijo más y se alejó para atender a otras personas sentadas en la barra. Nicolás miró el vaso frente a él, lo tomó y bebió un poco. “Exquisito”, pensó, “pero el que lo preparó es un imbécil.”
 
… … … … …
 
La conversación se prolongó por más tiempo del que habían calculado. No solo habían acabado su almuerzo, sino que se había hecho tarde y el local ya había cerrado, quedando ellos al interior. Se sumó también el hecho de que Sebastián se retrasaría un poco en pasar por ellos, dando pie a que la pareja de amigos conversara a sus anchas y permitiendo a Cristina hacer todas las preguntas que quería.
 
–Así que eso fue lo que sucedió –dijo Cristina. Su rostro daba a entender que estaba todavía asimilando los eventos que Alejandro le acababa de narrar con todo detalle.
 
–Increíble, ¿verdad? –Alejandro tomó su vaso y bebió el resto de jugo que aún quedaba. 
 
Al principio le había costado hablar, no sabía por dónde comenzar, pero al final, se dio ánimos y soltó todo, desde el encuentro con Nicolás hasta los acontecimientos en el restaurant, haciendo mención a los extraños sentimientos que el otro chico le provocaba. Durante su monólogo, Cristina se limitó a escucharle, sin hacer ninguna interrupción y solo instando a su amigo a continuar cuando parecía dudar o se detenía en su historia.
 
–Bueno sí, es increíble, no lo niego, pero el hecho de que en tan poco tiempo se hayan vuelto a encontrar, eso sí que me llama la atención. ¿Sabes si él vive cerca de tu casa?, digo, ya que caminaron cerca y parecía conocer el barrio –comentó.
 
–Aún no lo sé, quiero hablar con él acerca de todas estas cosas la próxima vez que nos veamos –respondió Alejandro, su rostro se había suavizado y ya no estaba nervioso. Sin duda, hablar con su amiga le había quitado un gran peso de encima.
 
–Así que vas a verlo, entonces. No sería mejor que hablaran por teléfono primero, o escribirse por email. En realidad, no sabes nada de Nicolás –sugirió Cristina, apoyando su cabeza sobre una mano. Sin querer había comenzado a llamar a Nicolás por su nombre.
 
–Intercambiamos números así que es una buena opción.
 
–¿De verdad tienes su número?, no me lo creo –la expresión de Cristina pasó de la duda al asombro–. Pero sabes, no lo llames, espera a que Nicolás lo haga, se supone que él es el interesado.
 
–Yo también podría llamarlo, no le veo lo malo –respondió.
 
–¿De verdad te interesa tanto Nicolás?
 
–No acabo de entenderlo bien, pero pienso que, si nos vemos y hablamos más, sabré qué es lo que Nicolás quiere…
 
–Y lo que tú quieres, ¿verdad?
 
Alejandro no respondió, se limitó a bajar la vista.
 
–¿Te gustaría saber mi opinión sobre todo el asunto?
 
–Sí…
 
–Debes tener cuidado, a pesar de los sentimientos, o, mejor dicho, emociones; no creo que se trate de sentimientos ahora, es muy pronto. Debes irte con cuidado, incluso cuando se vean, porque de eso estoy segura, por cómo te has expresado, se volverán a ver y por eso has todas las preguntas hasta averiguar qué es lo que quiere contigo, y no te ciegues por esas emociones, mantén la mente fría y clara, solo así saldrás de dudas –Cristina terminó de hablar y puso énfasis en la última frase.
 
–Sí, tienes razón, no puedo cegarme ante los impulsos, han sido muchos ya –Alejandro dijo esto con una tenue sonrisa, ciertamente los impulsos habían sido una constante los pasados días–, pero quédate tranquila, le dije a Nicolás que me llamara el viernes, así que no hay problema, no le llamaré.
 
–Bueno, eso sí me deja más tranquila –Cristina estiró los brazos y miró su reloj–. ¡Mira la hora que es!, deberíamos irnos ya.
 
–Verdad que es tarde, vámonos ahora, no quiero llegar tarde al trabajo –Alejandro se levantó y llevó su bandeja con los platos usados a la cocina, donde el auxiliar los recibió.
 
–Somos dos –dijo Cristina, imitando a su amigo–. Por la hora que es, probablemente nos encontraremos con Sebastián a mitad del camino.
 
Los chicos dieron las gracias y también se disculparon con la dueña por tardar tanto tiempo en salir. En la calle el sol brillaba fuerte, eran más de las tres de la tarde y el cambio de turno era a las cinco, pero debían estar allá por lo menos media hora antes. Julio era un jefe muy exigente con sus empleados.
 
–¿Crees que Nicolás se aparezca por el restaurant otra vez?
 
–Quizá –Alejandro no dijo más, pero en su mente daba vueltas esa misma idea.
 
–Tal vez pueda averiguar algo al respecto –dijo Cristina.
 
–¿En serio?, ¿cómo?
 
–Te lo diré después… ah, mira, ahí viene Sebastián, ¡Sebastián!
 
Cristina se adelantó a su amigo para recibir a su novio que, al verla, apresuró el paso y la recibió entre sus brazos, para luego besarla cariñosamente. Desde una distancia prudente, Alejandro los observaba con una sonrisa: le alegraba que su amiga encontrara a la persona indicada. En su interior, él también deseaba encontrar una persona especial.
 
–Disculpa por la demora, ¿los hice esperar demasiado?
 
–No, acabamos de salir. Se nos pasó la hora conversando –le dijo Cristina, separándose un poco.
 
–Es verdad, ¿han podido hablar del tema? –preguntó Sebastián, mirando a Alejandro, que todavía permanecía apartado de la pareja. Sebastián, entendiendo que el amigo de su novia les estaba dando espacio, caminó hacia Alejandro y sin previo aviso, le dio un abrazo–. No tienes que ser tan sigiloso, Alejandro, sé que no nos conocemos del todo, pero yo sí quiero conocerte un poco más, eres amigo de Cristina y pasan tiempo juntos, así que debes ser alguien importante para ella.
 
–Ah… sí… –fue la breve respuesta de un muy apenado Alejandro.
 
–Cristina me platicó un poco acerca de lo que ocurrió y me gustaría ayudarte, si me dejas hacerlo, claro.
 
–Podrías comenzar soltándome… Sebastián –dijo Alejandro.
 
–Oh sí, claro, claro –Sebastián lo soltó y se alejó con un gesto dramático–, y, ¿todo bien?
 
–Sí, aunque hay algo con lo que podrías ayudarme ahora –una idea le cruzó la mente en un segundo, algo que había dicho Cristina le hizo sentido y la acción de Sebastián podía ayudar.
 
–Por supuesto, ¿qué es? –el chico se aproximó e hizo un gesto que daba a entender que le escuchaba con total atención.
 
–Abrázame de nuevo.
 
–¿Qué? –dijo Cristina.
 
–Quiero que Sebastián me abrace de nuevo.
 
–¿Para qué? –Cristina se acercó igualmente.
 
–Necesito comprobar algo.
 
–Ahhhh… –la chica había entendido claramente.
 
–¿Lo hago? –Sebastián habló por fin, mirando a Cristina.
 
–Hazlo.
 
Sin más demora, Sebastián abrazó a Alejandro una vez más, ante la mirada curiosa de Cristina. Por su parte, Alejandro extendió sus brazos y rodeó al otro chico fuertemente, sorprendiendo tanto a su amiga como a su novio.
 
–¿Estás bien? –quiso saber Sebastián, creyó que tal vez estaba llorando o algo.
 
–Sí, lo estoy –Alejandro deshizo el abrazo y se apartó–, gracias, ahora estoy más seguro de una cosa.
 
–Ah, ¿sí?, ¿de qué? –Sebastián lo miró, ahora también con curiosidad.
 
–¿Lo descubriste? –preguntó Cristina, expectante de la respuesta.
 
–Sí, y más que descubrir, aclarar y definir –dijo Alejandro, pues ahora comprendía algunas de las cosas ocurridas con Nicolás, pero no aliviaba el temor a las emociones que experimentaba, por el contrario, parecían ir en aumento.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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