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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia, centrado en dos de las tres escenas anteriores.
Espero sea de su agrado.

XXV
 
Javier permaneció de rodillas delante de él, sujeto a sus brazos, con el pecho oprimido, ahogado, la cabeza gacha y soltando lágrimas. Ignacio le miraba en silencio, sin encontrar las palabras: su cabeza era un desastre y las disculpas que le había dedicado por culpa de sus sentimientos le provocó un malestar enorme, por ser tan ciego y no darse cuenta de la incomodidad que estaba creando al seguir actuando como si todo fuera normal.
 
La situación era dolorosa y para no mantener a Javier en esa incertidumbre, Ignacio se puso de rodillas y solo pudo abrazarlo, aferrarse a él con fuerza; aunque su corazón latía a mil por hora, aunque estaba temblando otra vez, no podía dar una respuesta en el momento.
 
–Javier, perdóname por ser tan idiota y no ver qué es lo que sentías –la voz de Ignacio se quebraba, y se quebró ante la realidad que debía enfrentar–. No quiero estropear nuestra amistad, pero después de esto es imposible y creo que lo sabes.
 
Javier asintió en silencio.
 
–Por eso, antes de darte una respuesta te pido que me des tiempo –tomó con ambas manos el rostro de Javier, enrojecido y jadeante por el llanto. Miró a sus ojos enrojecidos y trató de parecer fuerte, aunque estaba por desmoronarse–. No voy a romper contigo, pero necesito aclarar mis pensamientos, mis sentimientos, todo. Ha sido demasiado y como parte de ello es mi culpa, tomaré el castigo que me corresponde: me alejaré de todo, incluso de ti, hasta saber lo que quiero, y nuestra amistad…
 
–Esto es lo último que yo quería, Ignacio, que nos distanciáramos por culpa de lo que siento. Soy yo quien debería alejarse, no tu –las lágrimas brotaban otra vez mientras acariciaba las manos ajenas que aun tocaban sus mejillas–. No quiero que tu…
 
La escena fue interrumpida abruptamente: alguien tocaba el timbre. Javier miró a Ignacio con preocupación. No habían dicho la última palabra y la conversación distaba mucho de haber acabado, sin embargo, Ignacio se separó y fue a atender la puerta, dejando al otro chico solo en la habitación, completamente desolado.
 
–¿Quién es? –intentó que su voz sonara lo más normal posible.
 
–Katerina, ¿estás ocupado?
 
–Sí, dame un momento.
 
Regresó al dormitorio y encontró a Javier vistiéndose.
 
–Me voy, Ignacio, y perdón por haber ocasionado todo este problema –dijo sin mirarle.
 
–Es Katerina.
 
–No me importa quien sea, no estoy de humor para fingir una sonrisa ni mucho menos una conversación sobre trivialidades.
 
–Como quieras, supongo que ya no almorzaremos juntos hoy. “Ni en los próximos días”.
 
–No, será para otro momento.
 
Un silencio pesado se instaló entre ellos. Sus ojos no volvieron a cruzar miradas. Era el fin de la complicidad, los abrazos y caricias ingenuas que hasta ese día habían compartido. Abandonó el departamento con un frio “gracias por recibirme” y un vago “hola” dirigido a Katerina, y tanto ella como Ignacio lo vieron alejarse por el pasillo hacia las escaleras. Fue en ese momento cuando la figura estoica de Ignacio se derrumbó frente a los ojos de la chica, que en lugar de ver al orgulloso y malhumorado bartender, ahora tenía delante a un niño perdido que lloraba desconsoladamente, rogando por ayuda, rogando que lo salvaran.
 
–Ya, ya, tranquilo, sé que las cosas volverán a estar bien –dijo Katerina al chico que se aferraba a ella en medio de un llanto inconsolable, sin saber lo grave de la situación, pensando que solo era una pelea de amigos. Era la primera vez que veía algo así entre ellos.
 
–No, Katerina, no es así. Soy tan idiota que perdí a mi mejor amigo, y no sé qué hacer porque él… porque él… ya no me ve como amigo y eso me ha dejado… ah, no lo sé.
 
–¿Qué has dicho, Ignacio? –la voz de la chica estaba cargada de asombro.
 
–¡Javier está enamorado de mí!, ¡no sé cómo reaccionar a eso!, ¡¿por qué diablos tuvo que pasar esto?! –Ignacio estalló–. Es mi único amigo y lo quiero, pero ahora… yo… yo…
 
Katerina lo cargó como pudo dentro del departamento y cerró la puerta. Lo que se venía por delante era otra larga conversación, pero no una reprimenda sino más bien un desahogo.
 
… … … … …
 
–Pero, no puedes sentirte atraído por alguien que apenas conoces, que solo has visto una vez –Adolfo intentaba sonar calmado y su mente hacer sentido a lo que escuchaba–, ¿estás realmente seguro?
 
–Sí. La verdad es que no creía en el amor a primera vista, pero después de esa noche, mi opinión cambió –decía Nicolás, ahora ocupado en comer el guisado que su hermano había servido–. Cada vez que nos hemos abrazado se transmite algo entre nosotros, aunque no sé qué es, y Alejandro tampoco.
 
Adolfo, apoyado sobre una mano, daba vueltas en su mente a cada palabra que oía de Nicolás. “¿Amor?, ¿abrazos?, ¿Alejandro?, ¿quién diablos es ese tal Alejandro, que ha sido capaz de cambiar a mi hermano?”. No conocía esta faceta tuya, casi no te reconozco. Ese chico debe tener algo que realmente te gusta, ¿es guapo?, ¿qué tiene de interesante?
 
–No sabría decirte –respondió Nicolás, no era algo que se preguntara antes.
 
–¿Cómo que no? Mira, reconozco que tienes buen gusto al momento de fijarte en alguien, sea chica o chico, así que puedo hacerme una idea –Adolfo habló con fingida buena intención: halagaba a su hermano, sí, pero necesitaba obtener más información. Amaba a Nicolás y su forma de ser, tanto como el tiempo que compartían porque era solo para ellos, sin embargo, ahora ese tiempo y esos pensamientos iban para alguien más, y lo odiaba.
 
–Tiene el cabello largo, aunque no tanto como yo. También es delgado y como de mi altura. Me agrada su forma de expresarse, es muy directo –Nicolás rememoró algunos episodios, pocos en verdad pero que deseaba aumentar si es que en algún momento las cosas entre Alejandro y él mejoraran.
 
–Debe parecerse a ti, supongo –Adolfo soltó un suspiro. Se sentía cansado y molesto de repente. No quería oír más del tal Alejandro–. Has hablado de amor, pero también has dicho que no sabes lo que pasa entre ustedes, ¿quieres descubrir qué es? Tal vez solo sea una amistad y lo estás confundiendo, digo, no es como que tengas muchos amigos. Solo te estás dejando llevar por el impulso del momento.
 
Nicolás dejó de mirar el plato y se volvió hacia Adolfo. ¿Qué eran esas preguntas?, ¿acaso no le había creído?, ¿estaba poniendo en duda sus palabras?
 
–No creo que sea tan simple. Cuando nos encontramos esa noche, supe que había algo diferente y si de algo estoy seguro es que no se trata de una simple amistad. Además, no sigues a alguien solo por una amistad, eso no ocurre.
 
–¿Lo seguiste?, ¿de verdad llegaste a eso? –no esperaba oír eso. Era como si Nicolás estuviera tras el rastro que deja un perfume tras de sí antes de desaparecer. “¿Cómo has podido atarte de esa manera a un simple desconocido?”–. Y dime, ¿qué piensa Alejandro de todo esto?, ¿siente algo parecido a lo que me has descrito?, porque todo se oye muy lindo pero qué posibilidad hay de que pueda concretarse en una relación más seria. Quizá a él ni le intereses.
 
Por alguna razón los comentarios de Adolfo ya no le agradaban, comenzaban a molestarle. ¿Por qué había tomado esa actitud tan… tan… celosa?, ¿qué?, ¿celoso, de qué, de Alejandro? Pero si ni siquiera lo conoce, ¿cómo puede ser?
 
–No lo sé, te mentiría que sé que es lo que siente Alejandro o lo que piensa de todo esto. No sé si esto es importante para él, pero para mí lo es y como hasta ahora no he recibido un rechazo formal de su parte, quiero intentarlo y averiguar lo que siente, lo que piensa y lo que quiere, y si resulta que su deseo es el mismo que el mío, estaré feliz de iniciarlo juntos.
 
Quedó sin palabras. Si había algo que amaba de su hermano era la determinación con la que hacía todo, pero ahora esa virtud era lo que más odiaba. Si su intención era lograr algo con Alejandro, probablemente lo conseguiría, así era Nicolás; y con mayor razón lo conseguiría si el maldito Alejandro se decidía a corresponderle. Su expresión ya no ocultaba su molestia, quería llorar, gritar, golpear a su hermano, a Alejandro. ¡Por qué pasaba todo eso!
 
–Bueno, no tengo más que decirte, salvo gracias por la comida –habiendo captado lo extraño que se había tornado el ambiente, Nicolás se levantó, recogió los platos sucios, los lavó y tras acabar se acercó a Adolfo, aun estático y silente–. No sé qué te pasó, pero no me agrada, tampoco esa expresión.
 
–No me pasa nada –Adolfo evitó la mirada.
 
–No me mientas, ¿quieres? –Nicolás tomó el rostro de su hermano y le forzó a mirarle–, ¿estás celoso de un desconocido?
 
–¡Qué estúpido! –quitó de un golpe la mano que le sostenía y se puso de pie bruscamente–. No tienes idea de lo que pasa.
 
Adolfo se fue, dejando atrás a un sorprendido Nicolás, que tampoco conocía esa faceta de su hermano, aunque seguro de algo: las cosas entre ellos cambiarían.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.

 

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