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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

XXXIV
 
Después de la feria del libro, cuando estaba de regreso en casa, Alejandro no supo más de Nicolás salvo por el mensaje de que volverían a hablar. El chico pensó que esa misma noche el pelinegro le llamaría para conversar, pero eso no ocurrió. Solo al día siguiente recibió un nuevo mensaje en su teléfono: «Hola. ¿A qué hora podemos hablar? No quiero molestarte.» 
 
Como estaba trabajando en ese momento, Alejandro no pudo llamarle, pero se le ocurrió algo mejor y envió un texto: «¿Te importaría venir por mí al local? Hoy termino a las 21:00.» 
 
Recibió respuesta de Nicolás casi al instante: «¿Estás seguro? Por mí no hay problema.» 
 
Alejandro respondió: «Seguro. Lo que pasó no es para hablarlo por teléfono, prefiero que nos veamos. ¿Está bien?» 
 
 
Y Nicolás volvió a escribir: «Sí, de acuerdo, pasaré hoy por ti. Nos vemos.»
 
Alejandro escribió un último «Nos vemos» y guardó el teléfono.
 
No volvió a mirarlo hasta cuando la hora de salida estuvo cerca; había sido un día relajado y salir temprano le pareció una oportunidad para hablar con Nicolás, pues ahora se sentía más tranquilo y confiado. Llegado el momento del cierre, el chico finalizó sus deberes y se retiró a los camerinos.
 
… … … … …
 
No estaba convencido, pero aun así decidió ir. Era tarde, pero ya no importaba. Alejandro lo quería así y en el fondo él también. Dejó la casa sin decir palabra a nadie y se encaminó a la estación de trenes; llegaría con el suficiente tiempo para esperar a Alejandro. El viaje fue silencioso y él, con su chaqueta negra y el cabello suelto, se fue en un vagón apenas ocupado, pasando desapercibido junto a la ventana, todo el trayecto mirando distraído el exterior que comenzaba a iluminarse con los faroles de la calle. Cuando llegó a su destino, bajó del tren y emprendió camino hacia el local, cruzando por el frente del mismo y yendo hasta la parte trasera en donde estaba el acceso del personal. Se sentó en una banqueta que había junto a los autos allí estacionados. Eran las 20:50. Tenía que aguardar.
 
La primera persona en salir fue un chico alto y de aspecto atlético, que se le quedó mirando unos momentos como intentando recordar algo.
 
–Hola –dijo al fin.
 
–Eh… hola –respondió extrañado de que le saludara, pero se sorprendió aun más de que el otro continuara hablando.
 
–¿Esperas a alguien?
 
–Sí.
 
–Ya saldrán los demás así que aguarda un poco.
 
–Gracias –dijo Nicolás algo desconcertado–. Disculpa, ¿nos conocemos?
 
–No, discúlpame tú por no presentarme, soy Ariel, gusto en conocerte –saludó el ayudante–, tú eres Nicolás, ¿cierto?
 
–¿Cómo lo sabes?
 
–Te he visto con frecuencia, pero no te ofendas, no me interesan las razones por las que vienes aquí, aunque sí sé que están relacionadas con Alejandro.
 
Nicolás quedó sin palabras y Ariel simplemente cortó el tema frente a la reacción del pelinegro.
 
–En fin, pronto saldrán, ¡ah, mira!, ahí viene alguien.
 
Se trataba de Ignacio, que se abotonaba su largo abrigo, deteniéndose en seco al ver a Nicolás.
 
–¿Qué haces aquí?, no me digas que has venido a buscarme para hablar de nuevo.
 
–Hola, Ignacio. No te preocupes, hoy vine a buscar a Alejandro.
 
–Ya veo, aún está adentro cambiándose. ¿Todo bien?
 
–Sí, todo bien, gracias, ¿y tú?
 
–Bien. Sin mucho que decir.
 
Ariel contemplaba la escena en silencio, con un dejo de envidia, al ver como el bartender se comportaba con Nicolás.
 
–¿Ustedes se conocían de antes? –preguntó.
 
–No. Nos conocimos aquí, ¿por qué? –dijo Nicolás.
 
–Es que parece que se conocieran desde hace mucho tiempo –dijo Ariel, cruzándose de brazos. Se había cubierto la cabeza con la capucha de su sudadera.
 
–Aunque ese fuera el caso, no es asunto tuyo, ¿o sí? –replicó Ignacio, mirándole.
 
Ariel no dijo más y se limitó a fruncir el ceño.
 
–Bueno, no te quito más tiempo, hasta luego Nicolás –dijo el bartender, retirándose.
 
–Oh… sí, hasta luego Ignacio, nos vemos.
 
–Y suerte con Alejandro –le dijo en un susurro antes de alejarse demasiado.
 
–Y a ti, suerte con Javier –respondió Nicolás con una sonrisa.
 
Ignacio le devolvió el gesto con un pulgar arriba, sin embargo, la escena fue interrumpida por la súbita aparición de Cristina, seguida por Sebastián y Francisco que reían a carcajadas.
 
–¿Qué se traen ustedes dos? –dijo la chica, acercándose–. Esta no es la primera vez que los veo juntos, ¿qué están tramando?
 
–¡Nada que te importe! –dijo Ignacio con desprecio.
 
–Cristina, ¿sigues desconfiando de mí? –dijo Nicolás con ironía.
 
–Nunca he confiado en ti, Nicolás, y ahora que confirmo tu conexión con Ignacio, menos razón para hacerlo –dijo ella con las manos en la cintura, molesta por la actitud de los chicos. Se sentía burlada.
 
–Ya está bien, Cristina, déjalos en paz –intervino Sebastián, calmando a su novia y dejando atrás las risas que compartía Francisco, adoptando un tono más serio–. Discúlpala, por favor, Nicolás. Es solo que protege demasiado a mi hermano.
 
–¿Hermano?, ¿Alejandro es tu hermano? –preguntó Nicolás asombrado.
 
–No es su hermano, le dice así por cariño –explicó Francisco–, ahora, ¿quisieras decirnos de qué se trata todo esto?, y tranquilo, no tenemos ánimos de discutir, es solo que nos interesa lo que pasa con Alejandro, es nuestro amigo.
 
–Vaya, entonces está muy bien protegido –observó el pelinegro.
 
–Y que lo digas, por eso queremos saber de ti lo que está pasando –dijo Sebastián.
 
–Como quieran, se los diré fuerte y claro para que no lo olviden –tomó aire, se aclaró la garganta y soltó la verdad–: Estoy interesado en Alejandro, no, más que eso, ME GUSTA Alejandro y mucho, tanto que, si él está de acuerdo, quiero que salga conmigo.
 
Silencio.
 
Ignacio sonrió de medio lado. Sentía admiración por la valentía de ese chico.
 
Ariel abrió los ojos como platos, casi tanto como Francisco, para quien las palabras de Nicolás se oían realmente sinceras.
 
Sebastián miraba al pelinegro de forma serena, pues tampoco dudaba de lo que acaba de oír.
 
Pero Cristina temblaba, no sabía si por miedo o rabia. Nicolás no lograba convencerla y aunque estaba siendo contenida por su novio, dijo:
 
–Si te atreves a lastimar a Alejandro, te las verás conmigo, te lo juro.
 
–Y conmigo –dijo Sebastián, guiñando el ojo–. Juega limpio y nos llevaremos bien.
 
–Ya los escuchaste, Nicolás, nada de trucos –dijo Francisco con una amplia sonrisa–, tal vez nos llevemos bien después de conocernos mejor.
 
–Espero que así sea –respondió el pelinegro, intentando mostrar calma, pero sus expresiones lo traicionaban, incluso el sonrojo que apareció en su rostro intentó cubrirlo volviéndose hacia Ignacio.
 
–Oye, oye, no me involucres más en esto, ya es bastante –dijo el bartender, haciéndose a un lado.
 
–Bueno, eso hacen los amigos, ¿o no, Ignacio? –dijo Ariel con sarcasmo.
 
Ignacio le dedicó una mirada furiosa, y luego agregó:
 
–Y ese tonto de Alejandro, ¿dónde está que tarda tanto?
 
–¡Aquí estoy, Ignacio! –dijo el aludido a espaldas de todos–. Ya pueden dejarnos en paz, por favor. Nicolás está aquí porque yo lo llamé.
 
–¿Tu lo llamaste? –dijo Cristina con sorpresa–, ¿qué está pasando aquí?
 
–Te lo diré después, y ahora, si nos disculpan Nicolás y yo tenemos asuntos que discutir –Alejandro pasó junto a sus amigos y fue directo hacia el pelinegro–. ¿Nos vamos?
 
La pareja se marchó del lugar, dejando atrás a los cinco chicos con expresiones diversas.
 
… … … … …
 
–Parece que su conversación fue muy interesante –comentó Alejandro mientras caminaban. Nicolás iba a su lado con una media sonrisa, en calma porque había confesado sus sentimientos por el chico, y aun cuando lo había hecho frente a los amigos de éste, no se arrepentía–. ¿No dices nada?
 
–¿Te gustó lo que oíste?, ¿o me vas a decir que no escuchaste lo que dije? –se giró a verle.
 
–Lo oí, y para tu tranquilidad SÍ me gustó, aunque no esperaba que lo hicieras de esa manera. Bueno, en realidad, nunca alguien se había expresado así de mí, fue… ¿lindo? y me hizo sentir muy feliz –confesó Alejandro.
 
–¿De verdad? –preguntó. La incertidumbre comenzaba a disiparse en su mente.
 
Alejandro se detuvo en seco y lo miró a los ojos. Se veía radiante, tanto como su cabello flotando libre al viento, con una sonrisa que reflejaba la seguridad y certeza que antes no tuviera.
 
–¿Lo dudas?
 
La atmósfera que se creó entre los dos fue la misma que en aquella tarde bajo el sauce: los labios de Alejandro se unieron a los de Nicolás en un beso que transmitieron todos los sentimientos que habían desarrollado en el último tiempo. Nicolás sintió como su mente y su corazón se vaciaban de todas las cargas, entre ellas la tristeza, mientras que Alejandro se despojaba de los miedos que como sombras bloqueaban su camino y que ahora, libre de ellas, le permitían dar el siguiente paso sin restricciones. Haciendo más íntimo el contacto, Alejandro rodeó a Nicolás con sus brazos, sujetando su chaqueta con fuerza, y el pelinegro, no siendo menos, hizo lo mismo con tanta o más intensidad producto de la correspondencia. Como en el pasado, la pareja se olvidó de todo a su alrededor, y cuando se separaron al fin, se sonrieron sonrojados hasta las orejas.
 
–Eso te da mi respuesta o necesitas que lo diga…
 
–Dilo, por favor, te lo pido –suplicó Nicolás.
 
–ME GUSTAS. No puedo negarme más a ello, me hace feliz que… –otra vez sus labios se encontraron, esta vez iniciado por el pelinegro.
 
–¡Gracias!, ¡gracias! –exclamó con emoción y lo estrechó fuertemente entre sus brazos, a lo que Alejandro respondió gustoso.
 
Quedaron así abrazados, detenidos en el tiempo, como en la primera noche de su encuentro.
 
–Bueno, ¿vamos?, hay algo más que quiero decirte –dijo Alejandro, extendiéndole la mano. Nicolás no dudó un instante y la tomó.
 
–¿Qué es?
 
–Quiero hacerte una invitación.
 
–¿Invitación?
 
–Sí, el domingo habrá una fiesta en «la Dama Azul».
 
–No conozco ese local.
 
–Yo tampoco, pero bueno, el punto es que quiero invitarte a esa fiesta. Quiero que vayas conmigo.
 
Un momento de silencio que no hizo más que aumentar la expectación de Alejandro.
 
–Acepto. Iré contigo –dijo, besándole la mano–. Estaré encantado de ser tu pareja ese día.
 
–Muchas gracias.
 
–Con esto, ¿podemos decir que estamos saliendo?
 
–Todavía no, quiero darte mi respuesta después de la fiesta.
 
–¿Eh?
 
–Por favor, ¿podrías esperar hasta ese día? Te prometo que no habrá más esperas después de eso.
 
–¿Aun quieres comprobar algo más?
 
–No. Es solo que antes me gustaría disfrutar de una verdadera cita, porque la última vez que salimos realmente no se sintió como una, ¿verdad?
 
–Tienes razón, no lo fue. ¿Quieres una cita como es debido?
 
–Sí, es lo que quiero.
 
–Entonces te propongo algo más: pasemos el día juntos, almorcemos, demos un paseo y por la noche vamos a la fiesta.
 
–Suena bien, sí, sí –Alejandro se oía como un niño al que van a dar un regalo por largo tiempo esperado.
 
–Está arreglado –dijo Nicolás con satisfacción–. Aun tienes que decirme a qué hora nos vemos.
 
–Te escribiré, no desesperes –dijo con una risa que hizo estremecer al otro–, a partir de ahora ambos disfrutaremos en la compañía del otro, habrá más ocasiones solo para caminar así, tomados de las manos. ¡Cielos!, no sabes cómo extrañaba esta sensación, desde el momento que te conocí.
 
–Igual yo, se siente tan cálido y familiar –dijo Nicolás, mirando ambas manos y como se sostenían con fuerza–. Te extrañaba mucho aun cuando sigo siendo un extraño que te miraba en la noche.
 
–Dejaste de serlo en cuanto me ofreciste la mano y yo acepté. Todo fue diferente a partir de ahí.
 
–¿Te arrepientes?
 
–Para nada, aunque tenía miedo pude dejarme llevar por un momento. ¿Y tú?
 
–Tampoco, fue riesgoso, pero también quería dejarme llevar, sentirme libre de la vida gris que he llevado hasta ahora. Tú arrojaste luz donde no había más que sombras.
 
–¿Sabes? –Alejandro volvió a detenerse y soltándose, llevó sus manos hasta el rostro de Nicolás–, eres tan dramático para hablar que hasta suenas cursi.
 
–No tanto como tú, lo he notado, y me gusta. No cambies por nada.
 
–Ni tú cambies tu forma insistente y decidida de hacer las cosas.
 
Como fuera, volvieron a abrazarse y besarse, como la pareja de enamorados que eran bajo un farol solitario.
 
Todo estaba bien entre ellos. Ahora sí.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.

 

Recuerden que pueden seguirme en la cuenta oficial de Instagram @augusto_2414 LMDE.


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