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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

XXXVI
 
La gente comenzaba a hacer fila en el acceso principal de «la Dama Azul», cuya recepción era atendida por Katerina y el mismísimo Julio, atareados como estaban recibiendo a los invitados. Al interior habían luces fuertes y brillantes que daban al salón principal un aspecto enorme, con mesas nuevas, la amplia barra al fondo y, por último, la pista de baile aguardando para ser estrenada; en lo alto de la sala, rodeada por grandes espejos, estaba la cabina de sonido que albergaba al dj y su mesa de mezclas, desde donde comenzaba a animar el ambiente con una música envolvente que incitaba al baile a todos los recién llegados.
 
La noche solo anunciaba cosas buenas y así lo creían Cristina, Sebastián y Francisco, quienes iban llegando muy animados al local, del cual habían oído mucho en el pasado pero que jamás habían visitado; cuando se sumaron a la multitud que hacía fila para entrar, Julio los divisó y les hizo señas para que se acercaran.
 
–¡Hola, jefe!, no sabíamos que estaría aquí de recepcionista –dijo Sebastián, estrechando la mano de Julio.
 
–Hay mucha gente hoy, como pueden ver, y Katerina no puede con todos ellos –dijo, señalando a la chica que estaba junto a él, y que apenas les dedicó como saludo una inclinación de cabeza–. Bueno, entren ya.
 
–¿Solo así?, ¿no tenemos que hacer la fila? –preguntó Cristina.
 
–Solo así, vamos, entren, que yo me encargo.
 
–¡Gracias, jefe!, ¡es usted el mejor! –dijo Francisco, abrazándolo.
 
–Ya, ya, está bien. Que disfruten la noche –les dijo.
 
Los tres ingresaron y quedaron maravillados con el aspecto del lugar, su decoración y la suave luz azul que le hacía honor a su nombre.
 
–Este sitio es precioso, ¿no lo creen? –dijo Cristina, recorriéndolo todo con la mirada.
 
–Totalmente de acuerdo, el decorado es excelente –dijo Sebastián–, estas mesas son de una calidad excelente, ¿nos sentamos aquí?
 
–Mejor sentémonos en la barra –sugirió Francisco, avanzando hacia el fondo del salón–. Aprovechemos de pedir algo de beber antes de que entre más gente.
 
Y así lo hicieron, ocuparon tres lugares en la parte casi central de la barra en donde fueron recibidos por cierto bartender de blancos y alborotados cabellos.
 
–Bienvenidos a «la Dama Azul», ¿qué van a ordenar?
 
–Gracias, por favor tráenos tres cervezas –dijo Sebastián.
 
–Dos solamente, yo quiero un agua mineral, por favor –dijo Cristina–. Después pediré algo más.
 
–De inmediato –dijo el bartender, retirándose un momento y regresando con la orden–. Aquí tienen, dos cervezas y un agua mineral. Que disfruten.
 
–Gracias –dijeron los chicos.
 
–¿Ustedes trabajan en el local de Julio? –preguntó.
 
–Sí, ¿lo conoces? –intervino Francisco.
 
–Es el socio de mi jefa, así que viene por aquí con frecuencia.
 
–¿Por qué la pregunta? –preguntó Cristina.
 
–Es que los vi hablar con Julio y luego entraron sin demoras.
 
–Eres muy observador –dijo Sebastián.
 
Por un instante, Javier quiso preguntarles si conocían a Ignacio y si tenían noticias de él, pero mantuvo la discreción y se retiró para atender a los demás invitados que comenzaban a ocupar la barra.
 
–Por cierto, Fran, ¿no ibas a invitar a Erika? –preguntó Sebastián.
 
–La invité, pero no quiso venir. No le gustan las fiestas –respondió, encogiéndose de brazos, bebiendo su cerveza.
 
–¡Qué aburrida! –exclamó Cristina.
 
–No digas eso, ella aceptó salir a cenar conmigo.
 
–Qué bien, al menos podrán compartir más privadamente –dijo Sebastián.
 
–Sí, a ella le gusta más quedarse en casa o salir para cosas simples como una cena, pero no se siente cómoda en un ambiente como este –explicó Francisco.
 
–Eso está bien, no veo problema con ello –dijo Sebastián, bebiendo–, y hablando de compañía, ¿creen que Alejandro venga con Nicolás a la fiesta?
 
–Espero que sí, sería muy divertido, podríamos charlar y conocernos mejor –dijo Francisco con interés y entusiasmo–, ¿qué piensas tú, Cristina?
 
–No lo sé –respondió, mirando su teléfono–, ¿debería llamarle?
 
–No, le prometiste no hacerlo, ¿verdad?, y confiaremos en él –le dijo Sebastián–, ya verás que todo irá bien.
 
–¿Así como nosotros?
 
–Sí, como nosotros –dijo rodeando con el brazo a su novia y besándola cariñosamente en la mejilla–. No debemos preocuparnos, mi hermano estará bien.
 
Cristina sonrió, asintió ante las palabras gentiles de Sebastián y guardó el teléfono.
 
–Bueno, ¿iremos a bailar? –dijo ella con ánimos renovados.
 
–¡Claro que sí!, ¡a eso vinimos! –exclamó Sebastián.
 
–Pero no parece que vaya a comenzar todavía, eh… ¿disculpa? –dijo Francisco, dirigiéndose a Javier.
 
–¿Sí?
 
–¿Sabes cuánto falta para que comience “la fiesta”?
 
–Ya deberíamos empezar, si me das un momento iré a confirmar –dijo Javier.
 
–Gracias.
 
El peliblanco dejó su puesto y fue hasta el vestíbulo, en donde Katerina seguía ocupada con la recepción.
 
–Kate, ¿cuánto falta para comenzar?
 
–Creo que ahora, aunque la gente sigue llegando –dijo, señalando la fila que se extendía calle abajo–. Hoy estaremos hasta arriba de trabajo.
 
–Pero no estaremos trabajando durante la fiesta, ¿o sí?
 
–Se supone que no. De todas maneras, Julio es el encargado esta noche así que él dirá cuando sea el momento –dijo Katerina y miró su reloj. Marcaba las 21:45.
 
–¿Has sabido algo de Ignacio? –preguntó Javier con preocupación.
 
–Nada.
 
–…, gracias Kate –y se retiró antes de que su amiga dijera algo más.
 
En su camino de regreso a la barra vio como las luces comenzaban a moverse frenéticas y la música aumentaba su volumen. Parecía el inicio de una larga noche de emociones, sentimientos, sensaciones.
 
… … … … …
 
Katerina había sido liberada de su trabajo, no por orden de Julio, sino por la mismísima dueña, y lo mismo aplicó para Javier; ambos debían divertirse y a la chica le vino como anillo al dedo pues estaba en libertad para reunirse con Ariel, que hablaba con los chicos en la barra tras haber llegado al local. Javier, por su parte, se mantuvo a cierta distancia del grupo pero no impidió que Francisco y Ariel lo invitaran a unirse.
 
–¿Por qué tan solo?, ¡ven con nosotros! –dijo el primero.
 
–¿Trabajas aquí con Katerina? –preguntó el segundo.
 
–Sí, me llamo Javier y soy el bartender de «la Dama Azul», es un gusto conocerlos –dijo, presentándose al grupo.
 
–Yo soy Ariel, el gusto es mío –dijo, saludando al peliblanco–, ellos son Cristina, Francisco y Sebastián.
 
Hubo un intercambio de saludos entre los chicos, grupo al que se sumó Katerina después de unos minutos.
 
–Entonces eres bartender, igual que Ignacio –comentó Francisco.
 
–¿Conocen a Ignacio? –preguntó Javier con interés al oír el nombre de su amigo.
 
–Sí, es el bartender de nuestro local, aunque no es tan agradable como tu –dijo Cristina con cierto desdén.
 
Javier y Katerina intercambiaron miradas.
 
–Y cuéntanos, ¿tienes pareja? –preguntó Ariel.
 
–No, estoy soltero –respondió en voz baja.
 
–De seguro tienes a muchas chicas detrás de ti –dijo Cristina con una sonrisa.
 
–No, no lo creo, no es para tanto –dijo Javier, sintiéndose un poco avergonzado.
 
–Yo creo que sí, eres un chico atractivo –insistió la chica.
 
–Yo la apoyo, si hablamos con la verdad, estoy seguro de que hay alguien mirándote en secreto –dijo Sebastián–, quizá esta noche consigas pareja.
 
–Eso espero –dijo Javier, intentando parecer confiado.
 
–Bueno, ¿vamos a bailar? –dijo Cristina, jalando a su novio hacia la pista.
 
–Sí, vamos –dijo Katerina, llevándose a Ariel, pero esta la detuvo al ver que el peliblanco no iba con ellos.
 
–¿No vendrás con nosotros, Javier?
 
–No, vayan y diviértanse –dijo con evidente desanimo.
 
–Eh…, vale, pero te estaremos esperando por si cambias de opinión –dijo, alejándose en compañía de Katerina–, ¿crees que estará bien si lo dejamos solo?
 
–Más o menos, la verdad es que Javier está esperando a alguien –dijo la chica.
 
–Oh…, ya entiendo, por eso tiene esa actitud tan distante –observó Ariel, pero luego volvió a detenerse tras reparar en un detalle–, espera un momento, ¿no será que Javier está esperando a Ignacio?
 
–¿Qué? –dijo Katerina, mirándolo con asombro–, ¿cómo llegaste a esa conclusión?, ¿acaso Ignacio te comentó algo acerca de Javier?
 
–No, Ignacio no habla conmigo, pero las reacciones que ha tenido últimamente en el local y lo que he visto ahora de Javier me hacen pensar que tienen algo que ver.
 
–¿A qué te refieres con eso?
 
–A la reacción de Javier cuando escuchó el nombre de Ignacio, ¿qué relación hay entre ellos?
 
–Vaya, que perceptivo.
 
–Sí, pero no tanto como Francisco, que puede incluso decirte si una persona miente o dice la verdad. Yo no puedo hacer eso, sólo especular.
 
–Pues con eso has logrado bastante.
 
–Bastante como para suponer que tu invitación fue una excusa para dejar tranquilo a Ignacio.
 
Katerina no se esperaba ese comentario. Su plan había sido descubierto en parte y no sabía si era apropiado revelar toda la historia.
 
–¿Y bien?, ¿vas a decirme que está ocurriendo? –insistió Ariel.
 
–Javier e Ignacio son amigos desde hace tiempo y han pasado por muchas situaciones difíciles juntos, pero nada más o eso era hasta hace algún tiempo –Katerina hizo una pausa antes de continuar, mientras que Ariel la miraba expectante–, de un tiempo a esta parte Javier ya no ve con los mismos ojos a Ignacio.
 
–Oh…, con que eso era –dijo Ariel, recordando el comportamiento de Ignacio en los pasados días y su rechazo a hablar acerca de su vida personal. Por alguna razón se sintió apenado al tratar de sacarle información al bartender cuando de seguro la situación no era cómoda para él–. Ya entiendo mejor por qué Ignacio actuaba así, ¿sabe lo que Javier siente por él?
 
–Sí, lo sabe, pero ahora es él el que no sabe lo que siente por Javier –dijo Katerina. Conocía a su amigo, pero no sus sentimientos y eso le preocupaba–. Si me lo preguntas, pienso que la amistad que ellos tienen se interpone en la decisión que pueda tomar Ignacio y temo que esto no acabe bien.
 
–No sé qué decir, no creí que la situación fuera tan delicada –dijo. Comenzaba a sentirse mal, arrepentido de su actitud con Ignacio. Quizá por eso éste siempre lo miraba con ojos de molestia.
 
–Pero es así. Disculpa si te invité solo para que dejaras a Ignacio, pero esta es la oportunidad que tienen para encontrarse y hablar las cosas.
 
–No tienes que disculparte, de no ser por ti jamás me habría enterado de lo que estaba ocurriendo y habría continuado molestando a Ignacio. Soy yo el que le debe una disculpa –dijo, tomando las manos de Katerina–. ¿Sabes si él vendrá?
 
–No lo sé. Javier lo invitó y dijo que vendría, pero Ignacio es tan impredecible, incluso es capaz de faltar.
 
–Así que Javier era esa persona. Que tonto fui al decirle que no tenía a nadie –dijo Ariel, mirando al peliblanco sentado en la barra–. Ese chico está enamorado de Ignacio, increíble, ¿verdad?
 
–Supongo, si lo dices por el carácter de Ignacio, sí. A veces puede ser un tipo tan desagradable, pero he visto como puede ser alguien completamente diferente cuando está con Javier –dijo ella, mirando también en dirección a la barra.
 
–En fin, ojalá que Ignacio venga y puedan reconciliarse –concluyó Ariel.
 
–Que los dioses te oigan, son mis amigos y quiero que sean felices –dijo Katerina y luego agregó en un tono más bajo–: Me alegraría mucho saber que pueden ser algo más que amigos. 
 
–Creo que también a mí, Katerina, también a mí. Bueno, ¿bailamos?
 
–Sí, bailamos.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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