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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

IV
 
Durante el tiempo que estuvo comiendo, de tanto en tanto, desviaba su mirada en busca del joven camarero, que se desplazaba de una mesa a otra llevando platos sobre su bandeja, entrando y saliendo de la terraza, tan agitado como concentrado en su trabajo. Seguía sin saber su nombre, pero estaba decidido a saberlo ese mismo día antes de marcharse.
 
… … … … …
 
Para cuando terminó el exquisito plato, bebió lo que restaba de su bebida y tras dejar el vaso junto al plato igualmente vació, hizo una seña con la mano al otro muchacho que, en el acto, se presentó listo para tomar su orden.
 
–¿Ha terminado?
 
–Sí –le miró a los ojos, cosa que el otro evitó.
 
–¿Va a pedir la cuenta?
 
–No todavía, pediré un coctel.
 
–¿Ahora?
 
–Luego, ya te avisaré.
 
–Bueno –sin mirarle, recogió las cosas de la mesa y las acomodó sobre la bandeja que llevaba–. Avíseme cuando esté listo para ordenar.
 
–Lo haré –respondió, también sin mirarle, tenía puesta su atención en el celular que había dejado sobre la mesa y que había olvidado por completo mientras comía. Lo encendió a pesar de que ninguna luz parpadeaba, avisando la llegada de algún mensaje; en efecto, no había notificaciones, pero de tanto en tanto lo volvía a mirar a sabiendas de que no encontraría nada.
 
… … … … …
 
Quería hablarle, pero las circunstancias no eran las apropiadas para hacerlo, no podía simplemente acercarse a él y entablar una conversación que, sin dudas, no duraría cinco minutos, sino que pasarían horas antes de llegar una conclusión, una respuesta, el porqué de lo que había ocurrido esa noche. Como fuera, él estaba hoy en el local y debía aprovechar la oportunidad, pedir su nombre y alguna forma de contactarlo, para así poder concertar una cita en algún momento. “Antes de que se vaya, sí, antes de que se vaya tengo que preguntarle”, se decía, “no puedo arriesgarme a perder su rastro otra vez.”
 
–Oye, Alejandro, ¿qué te pasa?, desde hace rato que te noto raro, estás muy distraído –Cristina lo sacó de su monólogo mental con un suave golpe en la espalda.
 
–¿Eh?, nada, bueno no, es solo que… hay algo que me preocupa.
 
–Espero que no sea algo grave –el tono de voz de la chica denotaba preocupación.
 
–No es nada, solo que fue inesperado y ahora pensaba como solucionarlo –dijo, esbozando una sonrisa.
 
–Bueno, a veces las cosas pasan así, pero ya sabes, si puedo ayudarte con algo, no dudes en decirme, somos amigos.
 
–Lo sé, cuando ordene mejor mis ideas, te lo contaré todo, te lo prometo –acto seguido le dio un fuerte abrazo a su amiga, quien le respondió el gesto con tanta o más intensidad.
 
–¡Oigan, ustedes! –habló una voz a sus espaldas, detrás de la barra–. Hay mucho que hacer como para que ustedes estén perdiendo el tiempo dándose abrazos.
 
–¡Qué molesto eres, Ignacio!, ¿estás celoso porque abrazo a Alejandro y no a ti? –dijo Cristina, dejando a su amigo para hablar con el otro muchacho, más alto que ella y que se ocupaba de preparar los tragos para los comensales–. Sabes, te verías mejor si permanecieras callado, porque cuando hablas, es solo para decir tonterías, ¿será por eso que el jefe te asignó este trabajo?
 
–No es solo por eso, estando aquí me ahorro las molestias de trabajar con una antipática como tú y un soñador como él –dijo Ignacio, señalando a Alejandro, que parecía haber vuelto a sumergirse en sus pensamientos–. En fin, yo se los advertí, si el jefe los descubre así, distraídos, no me culpen después.
 
–Ya déjalos, Ignacio, tú eres el único que está molestando aquí –desde la ventanilla cercana se asomó otro joven, mayor que todos en apariencia, vestido de blanco pues era el ayudante de cocina–. Concéntrate en lo tuyo y deja a los demás hacer su trabajo.
 
–¿Por qué siempre los defiendes? –cuestionó Ignacio, notablemente irritado, para satisfacción de Cristina.
 
–Porque quiero que nos llevemos bien durante el tiempo que sea que estemos trabajando aquí, ¿entendido?
 
–Sí… entendido –dijo Ignacio, resignado ante la autoridad que el mayor le inspiraba, no quería meterse con él, y aunque no compartían opiniones, podía soportarlo–. Pero tienes que aceptar el hecho de que Alejandro está distraído.
 
–Bueno, sí, es verdad, a propósito, Alejandro, el tipo de pelo negro está haciendo señas, deberías ir, ¿no crees?, lo estabas atendiendo –dijo el ayudante, señalando en dirección a la terraza.
 
–¡Ah, sí!, ¡ahora voy!
 
Alejandro salió corriendo mientras dejaba a una sorprendida Cristina y a un irritado Ignacio. Al mayor le divertía ver la reacción tan inesperada de su compañero.
 
–Gracias por la preocupación, Ariel –dijo Cristina antes de que el ayudante regresara a sus labores, tal y como hacía Ignacio entornando los ojos.
 
–No te preocupes, pero ¿qué le pasa algo a Alejandro?, esa reacción de ahora fue…
 
–Me dijo que había sucedido algo inesperado y que pensaba en la forma de resolverlo.
 
–No te dijo de qué se trataba.
 
–No, pero cuando lo tuviera todo claro, me lo diría.
 
–Tendremos que esperar entonces a que él nos cuente. 
 
Ariel se encogió de hombros y regresó a la cocina. Cristina tomó su bandeja y salió otra vez a la terraza. Ignacio dejó relucientes las copas que acababa de limpiar, y las regresó a su lugar en el mostrador.
 
… … … … …
 
–¿Me llamaba? –preguntó Alejandro apenas llegó al lado del joven, que dejaba a un lado el celular y fijaba su atención en él otra vez.
 
–Sí, voy a pedir un pisco sour, por favor –dijo, pero esta vez no le miró directamente, sino mantuvo la vista baja.
 
–Lo traeré en seguida –contestó tras anotarlo y regresar adentro, directo a la barra donde Ignacio daba la espalda en ese momento–. Ignacio, necesito un pisco sour, para la mesa 14. Por favor.
 
–¿Regresaste tan pronto? –el humor del bartender seguía siendo horrible y pareció empeorar al ver que Alejandro lo ignoraba. Parecía que toda la discusión de hace un rato había pasado desapercibida para su compañero, así que, soltando un suspiro, agregó–: Dame un momento y lo preparo.
 
–Gracias –le dijo con una sonrisa que Ignacio ignoró, por alguna razón Alejandro era el único que no percibía su carácter tan agrio.
 
En el intertanto, Alejandro volteó sus ojos hacia la mesa 14, en la que su ocupante había dejado de lado todo para adoptar una postura distinta: mantenía la cabeza baja y su vista parecía caída, como si algo le preocupara. “Tal vez él tampoco se esperaba encontrarme aquí”, pensó, “o será que a él también le preocupa esta situación.”
 
Detrás de la barra Ignacio, ocupado en su labor, miraba de reojo a Alejandro y, si bien, no era de su interés conocer el motivo de sus distracciones, acabó por ver el lugar al que se dirigía la mirada de Alejandro, llamando su atención la figura triste y sombría de un chico en sus veintitantos años, sentado solo en una mesa. “¿Acaso se conocen?, ¿o lo habrá atendido mal?”, se preguntaba mientras tomaba los ingredientes y preparaba el coctel. Recordó que Cristina había dicho algo acerca de “algo inesperado” y que Ariel le preguntó sobre eso también. Fuera lo que fuera, parecía tener relación con el tipo solitario sentado afuera.
 
–Alejandro, está listo. ¡Alejandro!
 
–¡¿Qué?! –reaccionó.
 
–¡Te digo que ya está listo!, ¿qué te pasa?
 
–Nada, después de digo, gracias –Alejandro tomó la estilizada copa y, con cuidado, la llevó en su bandeja, retirándose y dejando al otro con cara de sorpresa.
 
–¿Cómo que “después te digo”?, como si me interesara saber lo que te pasa.
 
–Oye, ¿estás molestando de nuevo a Alejandro? –dijo Cristina, llegando junto a la barra–. Te vi diciéndole algo.
 
–Para nada, solo le decía a ese distraído que su pedido estaba listo. ¿Y tú?, ¿viniste solo para decirme eso? –fue la seca respuesta del bartender.
 
–No, también necesito dos cervezas, para la mesa 21 –dijo ella, mirando su libreta.
 
–Bien, dame un momento –Ignacio fue por el pedido y Cristina soltó un bostezo al tiempo que estiraba los brazos–. Aquí están.
 
–Gracias –la chica tomó los grandes vasos llenos del espumoso líquido helado, las puso sobre la bandeja y se alejó, dejando a Ignacio otra vez solo tras la barra. 
 
Antes de volver a lo suyo, Ignacio notó que ya había ordenado todo y sin más pedidos, apoyó su cabeza en una mano con expresión aburrida, no sin antes volver a mirar a Alejandro y al extraño, que parecían intercambiar palabras. “Bueno, a mi qué me importa”, pensó, para luego apartar la vista y dirigirla a otro punto. 
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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