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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

La segunda confesión.

XLIX
 
La aceptación que los padres de Alejandro dieron a su relación dejó al chico más aliviado, pero la verdad es que para los adultos el tema aun no estaba cerrado y motivó una posterior charla privada con su hijo, a quien llenaron de preguntas por segunda vez; por más fastidioso que pudiera parecer, Alejandro contestó a todo, pues en el fondo sus padres no hacían más que demostrar cuan preocupados estaban por su felicidad. Al final, Alejandro consiguió tranquilizar al matrimonio y que estos confiaran en su decisión, diciéndoles que habría más ocasiones en las que llevaría a Nicolás a la casa, para compartir almuerzos y otras ocasiones especiales, en fin, tener más ocasiones para conocerse mejor y, de ser posible, hacerlo uno más de la familia. Eso fue lo que ocurrió.
 
Como si fuera un trato, correspondía ahora a Nicolás la presentación de Alejandro con sus padres. La ocasión se presentó un viernes, día que la familia del pelinegro acostumbraba hacer alguna comida especial, y que, a juicio de este, consideró como un momento oportuno para llevar a su novio. Nicolás habló con su madre, y esta dijo que no había problema en llevar un invitado, es más, le sorprendió que llevara a alguien a la casa; su padre se limitó a decir que debería invitar gente más a menudo en vez de pasar tanto tiempo solo.
 
Aunque la actitud de que adoptaran sus padres era de por sí un riesgo, también lo era Adolfo, cuyo actuar no dejaba de preocuparle si llegaba a estar presente; el pelinegro menor se había distanciado notablemente de su hermano, ocultando muy bien el malestar y los celos que sentía hacia Alejandro, y que salían a la luz cuando intentaban hablar, razón por la cual Nicolás había evitado que su novio fuera de nuevo a la casa, pues de seguro Adolfo aprovecharía para montar una escena llena de recriminaciones. Pero no había marcha atrás, y aun cuando sus padres se negaran a aceptar su relación, Nicolás ya estaba decidido a continuar, cumpliendo la promesa que le hiciera a Alejandro.
 
… … … … …
 
El viernes llegó.
 
Los padres regresaron temprano para cenar con sus hijos y el invitado especial. Decidieron que, para no cocinar, ordenarían pizza. Adolfo estaría presente en la velada y Nicolás no pudo hacer nada para evitar el encuentro, salvo esperar que su hermano se comportara.
 
Nicolás recogió a Alejandro en su trabajo al término de su turno y desde allí se fueron a la casa del primero, llegando a eso de las 19:30, encontrándose con un inusual recibimiento.
 
–Gracias por venir, te llamas Alejandro, ¿verdad?, no tuvimos ocasión de presentarnos la vez anterior, me llamo Antonia y soy la madre de Nicolás –dijo la mujer saludando al recién llegado–, y él es mi esposo, Mateo.
 
–Nos alegra recibirte, Alejandro –dijo el padre, estrechándole la mano–. Mi hijo casi nunca trae amigos a la casa, es como un ermitaño.
 
Alejandro escuchó en silencio mientras que Nicolás pasaba de ellos.
 
–Y él es Adolfo, mi otro hijo –dijo Antonia.
 
–Ya nos conocemos –fue la respuesta del chico, que permanecía sentado en el sofá, cruzado de brazos.
 
–Siendo así, pasemos a la mesa –dijo Mateo sentándose a la cabecera. Adolfo se limitó a asentir con la cabeza y ocupó su lugar junto a Antonia, mientras que Nicolás le indicó a Alejandro que se sentara a su lado.
 
La madre comenzó a servir la pizza y las bebidas en un ceremonioso silencio.
 
–No hace falta estar tan callados, muchachos –dijo Mateo, abriendo una botella de cerveza–, cuéntanos, ¿a qué te dedicas, Alejandro?
 
–Eh…, trabajo como camarero en un restaurant del centro –respondió.
 
–Ya, ¿y estás estudiando?
 
–Ahora mismo no, pero quizá a futuro.
 
–Eso está bien, tienes que seguir estudiando. Nicolás los dejó para poder trabajar un tiempo, sin embargo, los retomará cuando las circunstancias lo permitan –explicó Antonia–. Bien, ya pueden comer. Buen provecho.
 
La comida se prolongó en medio de conversaciones triviales, que sirvieron para disminuir la tensión que se había instalado en el ambiente, propiciado en parte por Adolfo, si bien estaba haciendo un enorme esfuerzo por mantenerse tranquilo. Esta situación pasó desapercibida por los adultos, que continuaban hablando con naturalidad y haciendo preguntas a Alejandro de tanto en tanto. Cuando acabaron de comer y recogieron los platos, Antonia y Mateo hicieron el ademán de retirarse a la sala donde acostumbraban ver televisión, pero fueron detenidos por los chicos, bajo la atenta mirada de Adolfo, que permanecía sentado a la mesa jugando con su teléfono.
 
–No se vayan todavía, por favor, queremos hablar con ustedes –dijo Nicolás, con algo de nerviosismo.
 
–¿Sí?, ¿qué es? –se interesó Antonia.
 
–Vengan acá, es algo importante.
 
Los adultos se sentaron en el sofá, mientras que él y Alejandro permanecían de pie frente a ellos.
 
–Bien, ¿de qué se trata? –insistió la mujer, cuya mirada se había vuelto tan seria como la de su marido.
 
–Hmm…, verán, la razón por la cual invité a Alejandro no fue solamente para que lo conocieran…, sino también porque quería decirles que… –la voz de Nicolás se cortaba a momentos, todo ante la expectación de sus padres y Adolfo, este último con una expresión que delataba su disgusto. Alejandro, notando los nervios del pelinegro, lo tomó de la mano, dándole los ánimos que necesitaba–, … quiero decirles que Alejandro y yo… estamos saliendo, él es mi novio.
 
Silencio.
 
Adolfo se levantó abruptamente y se acercó a la pareja, en tanto que los padres intercambiaron miradas de incredulidad.
 
… … … … …
 
El aire alrededor del matrimonio se enfrió bruscamente, lo mismo que las expresiones en sus rostros, dejando como en pausa la respuesta que los chicos aguardaban con una mezcla de ansiedad y miedo. Adolfo, de pie a cierta distancia, temblaba ante lo incómodo que resultaba toda la escena.
 
–No…, ¿no van a decir nada? –se animó a preguntar Nicolás, sujetando con fuerza la mano de Alejandro.
 
–¿Y qué vamos a decir, hijo? –replicó el padre, cruzándose de brazos–, ¿qué pretendes con esto?, ¿para qué trajiste a este chico aquí?, ¿para jugarnos una broma?, ¿para hacernos pasar un mal rato?
 
–No…, no es nada de eso, papá, es verdad, nosotros…
 
–Nicolás, ¿no pudiste conseguirte una muchacha?, ¿por qué un chico?, ¿qué estabas pensando? –el tono de Antonia era de molestia y desconcierto–, ¿y tú, Alejandro?, ¿también te prestas para este juego?
 
–Pero…, es la verdad, estamos juntos y nos queremos –dijo el aludido, sin soltar la mano de Nicolás, gesto que no pasó desapercibido para los padres.
 
–A ver, ¿hace cuánto que están saliendo? –preguntó Mateo, con un tono más calmado, pero igualmente exigente–, ¡vamos, respondan!, les damos la oportunidad de explicarse.
 
–¡Qué hay que explicar! –exclamó Adolfo irritado. Había captado que sus padres estaban ahora en busca de más información, seguramente querían escuchar más antes de dar un veredicto acerca de la relación que involucraba al primogénito–, ¿qué tienen que explicar?, ¡nada!
 
–¿Y a ti qué te pasa, Adolfo?, vamos a oír las explicaciones, si es que hay alguna que justifique este despliegue tan… inesperado –dijo la madre riñéndole.
 
–¡Pero mamá!, ¡papá!, ¿van a permitir que mi hermano y este despis… eh… Alejandro sigan adelante con esta farsa?
 
–¿Farsa?, ¡esto no es ninguna farsa!, vamos muy en serio, ya te lo había dicho –repuso Nicolás, claramente ofendido–, pensé que había sido claro en mis palabras.
 
–¡Suficiente!, ¡vete a tu cuarto, Adolfo!, ¡ahora!, ¡y tú, Nicolás, siéntate ahí!, y tú también, Alejandro, ¡queremos una explicación ya! –ordenó Mateo, harto de la discusión.
 
Adolfo se fue corriendo sin ocultar su rabia, en tanto que la pareja se sentó en unas butacas frente al matrimonio, que esperaba por respuestas que les ayudaran a entender lo que ocurría ante sus ojos.
 
–¡Y bien!, los escuchamos a ambos –exigió Antonia–, ¿de qué se trata todo esto?
 
Alejandro y Nicolás intercambiaron miradas y se decidieron a explicar todo, tal y como demandaban los padres.
 
–Papá, mamá, como acabo de decir, lo que hay entre Alejandro y yo es en serio, esa es la razón por la que queríamos hablar con ustedes, para que no hubiera malos entendidos –empezó a decir Nicolás, cuyos ojos se habían humedecido un poco–, sé que ustedes jamás se habrían esperado algo así de mí, pero las cosas no siempre ocurren como uno quisiera. Conocí a Alejandro hace unos meses y… me enamoré de él, y aunque intentamos distanciarnos para aclarar lo que sentíamos, al final llegamos a la conclusión de que nos queríamos, que las cosas que estaban pasando entre nosotros no eran un juego.
 
–Ya, de acuerdo, pero hijo, ¿cómo se te fue a ocurrir el fijarte en otro chico?, ¿y qué hay de ti, Alejandro? –preguntó Antonia, que seguía sin comprender.
 
–Mamá, no es como si hubiésemos decidido fijarnos el uno en el otro, fue algo que solo se dio, digo, cuando las personas se gustan, simplemente se gustan y ya –dijo Nicolás.
 
–Si me permite…, quiero decir que si me fijé en su hijo fue porque me atrajo, cosa que nunca me había ocurrido antes, fue algo extraño, doloroso, tanto que me hizo cuestionar lo que quería –intervino Alejandro, con un tono bajo–. Entiendo que para ustedes sea difícil de entender, a mis padres también les ocurrió cuando hablamos con ellos.
 
–¡Oh!, así que tus padres ya lo saben, ¿y qué dijeron?, ¿aceptaron “esta” relación? –preguntó el padre con curiosidad.
 
–Sí, con algo de dificultad. Al principio no querían escuchar ninguna clase de explicación y eso que me parecen más abiertos a lo diferente, pero al fin pudimos sentarnos todos juntos y conversar, como lo estamos haciendo ahora con ustedes. Es por eso que les pido, con mucho respeto, que no culpen a Nicolás o a mí, aquí no hay culpables, solo que acepten nuestra relación.
 
Los padres guardaron silencio, como si procesaran lo que acababan de oír.
 
–Pueden… ¿pueden dejarnos un momento? –pidió Antonia, llevándose una mano a la cabeza, de un momento a otro parecía muy cansada–. Por favor, chicos.
 
… … … … …
 
–¿Qué piensas? –Mateo daba vueltas por la sala.
 
–Estoy impactada, sí, pero al mismo tiempo conozco a mi hijo y, después de todo lo que he oído, estoy convencida de que hablaba en serio –respondió su esposa, aun sentada en el sofá.
 
–También yo, y Alejandro, aunque apenas lo conocí hoy, siento que habla con la verdad.
 
–Sí, lo noté, el carácter de ambos no es para andarse con bromas, ¿viste como estaban tomados de las manos?
 
–Sí, los vi, y aunque no termina de agradarme la idea, creo que no podremos evitarlo, creo que… de verdad sienten algo el uno por el otro.
 
–¿Evitarlo?, como si eso fuera posible. Lo único que conseguiríamos es que Nicolás se aferre más a Alejandro, y de paso nos odie, y sabes que eso es lo último que quiero –Antonia miró a su esposo y le transmitió su temor–. No quiero que mi hijo sufra.
 
–Tampoco yo, solo quiero que sea feliz, que mis dos hijos sean felices, y bueno, si Nicolás es feliz con este muchacho, ¿debemos oponernos a ellos?
 
–Supongo que no –dijo Antonia levantándose del sofá–. Bueno, ¿está decidido, entonces?, ¿los llamamos?
 
–Sí, llamémoslos.
 
… … … … …
 
–Bien, chicos, ya hemos hablado y, después de pensarlo, hemos tomado una decisión –comenzó el padre, refregándose las manos–. Ciertamente no esperábamos recibir una noticia como esta y aunque a tu madre y a mí nos cuesta trabajo, les pedimos tiempo para tratar con lo suyo, para asimilar la idea de que nuestro hijo mayor ahora tiene pareja, no la que habríamos esperado, pero sí la que le gusta y le hace feliz, y para nosotros es lo que importa.
 
–Por eso, hijo, como tus padres, te apoyaremos en tu decisión, en vuestra decisión –dijo la madre, dirigiéndose también a Alejandro–. Que uno sea complemento del otro, apóyense mutuamente y, por sobre todo, respétense y quiéranse, que eso es igual para todos.
 
–Gra… ¡gracias!, ¡gracias! –Nicolás abrazó a su madre, llorando como si fuera un niño pequeño. Mateo se unió y los abrazó.
 
–Estamos orgullosos de ti, hijo –dijo Mateo, besando a su hijo en la frente.
 
Alejandro observaba la escena con sentimientos encontrados, porque a pesar de que toda la situación no auguraba nada positivo, al final habían conseguido la aceptación de los padres.
 
–Y Alejandro, gracias por hablar con la verdad, y cuida mucho de Nicolás, aunque se muestra fuerte, puede ser muy frágil –dijo Antonia tomándole de las manos–, y tú también cuídate mucho, cuídense ambos.
 
–Eso es, y tú también cuida de Alejandro, hijo, una relación es cosa de dos, ¿vale? –dijo Mateo, tocando el hombro del peliclaro con su mano.
 
–Lo haré, papá.
 
–Ahora sí, muchachos, eso es todo, los dejamos en libertad, nosotros nos vamos, que la película que íbamos a ver ya debe haber terminado –dijo Antonia, dio un beso a Alejandro y a Nicolás, y se retiró con su esposo a la otra sala.
 
Una vez que los chicos quedaron a solas, se abrazaron cálidamente y unieron sus labios en un beso suave y gentil.
 
Ya no había motivo para temer… o eso creían.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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