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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Después de una prolongada ausencia por motivo de mis estudios y el trabajo, dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

Este capítulo está especialmente dedicado a mi querido amigo y compañero de plataforma, Alphonse Zero, en el día de su cumpleaños. Muchas felicidades.
Por favor, visítenlo y lean sus historias, son buenísimas.

LXVI
 
En las próximas horas, nadie supo de Alejandro y Nicolás. 
 
Resignados, todos los que aguardaban noticias de la pareja se fueron a dormir, en la esperanza de que por la mañana todo estaría bien, reduciéndose todo a un par de regaños por la falta de cuidado en no informar que llegarían tarde o que pasarían la noche en otro sitio. Así, padres y amigos apagaron las luces, pero no los teléfonos. 
 
… … … … …
 
Transcurrieron más de dos horas desde su último intento por contactar a Nicolás, sin resultados. Había dejado el teléfono sobre el velador e intentado dormirse, consiguiéndolo con cierta dificultad.
 
Eran las 03:40 cuando el aparato sonó, sobresaltando a Adolfo que, estirando la mano, respondió a la llamada. Era el número de su hermano.
 
–¡Nicolás!, ¿eres tú? –preguntó acelerado.
 
–Buenas noches, ¿es usted pariente de Nicolás XXXX? –habló una voz masculina del otro lado de la línea.
 
–Sí, soy su hermano, ¿con quién hablo?, ¿dónde está Nicolás? –preguntó, intentando mantenerse sereno.
 
–Habla el oficial Ramírez, estoy llamando desde la comisaría –dijo el hombre, presentándose con seriedad–. Lamento informarle que su hermano fue encontrado junto a otro muchacho que estaba con él, ambos heridos e inconscientes en la vía pública.
 
–¿Qué dice?, ¿cómo?, ¿dónde está ahora?, ¡dígame, por favor!
 
–En este momento él está siendo trasladado al Hospital General, desconozco la gravedad de sus lesiones, pero afortunadamente aun contaba con su documentación y su teléfono. Recomiendo que usted o alguien más vaya de inmediato al hospital y esté presente durante los exámenes, además de que la policía querrá hablar con ustedes. ¿Ha entendido lo que he dicho? 
 
–Sí… sí, muchas gracias por llamar, oficial, buenas noches. 
 
Adolfo colgó la llamada y se quedó sentado sobre la cama, sin reaccionar.
 
–Hijo, ¿quién llamaba? –preguntó su madre desde el otro cuarto.
 
–La policía, ¡era la policía!, ¡mamá, atacaron a mi hermano!, ¡atacaron a mi Nico!
 
… … … … …
 
Diez minutos después de que hablara con Adolfo, el oficial Ramírez marcó el número que tenía por nombre “Mamá”.
 
Olivia se despertó asustada, pero al ver el nombre de su hijo en la pantalla del teléfono, se apresuró a responder.
 
–¡Hijo!, ¿en dónde estabas?, te estuvimos llamando…
 
–Buenas noches, señora, habla el oficial Ramírez, ¿es usted la madre de Alejandro XXXX? –dijo la voz estoica del hombre.
 
–Eh, sí, soy su madre, ¿qué pasa con mi hijo?, ¿en dónde está? –preguntó la mujer sin disimular su creciente preocupación.
 
–Señora, lamento mucho informarle que su hijo fue hallado en la vía pública, herido e inconsciente, conservando afortunadamente sus documentos personales y su teléfono. Ahora mismo él está siendo llevado al Hospital General, lo mismo que el muchacho que…
 
–¿Nicolás?, ¿Nicolás estaba con él? –preguntó Olivia afligida.
 
–Sí, él fue encontrado junto a su hijo en las mismas condiciones. Ya hemos avisado a su familia. Le recomiendo que usted o alguien más vaya de inmediato al hospital para estar presente durante los exámenes médicos y también durante el interrogatorio que efectuará la policía. ¿Tiene alguna pregunta? 
 
–No, entiendo perfectamente, muchas gracias por llamar, oficial, iré ya mismo al hospital. Buenas noches. 
 
–Buenas noches, señora.
 
Alarmada como estaba, Olivia despertó a su marido y lo puso al corriente de la situación; Felipe, no menos preocupado ante lo que acababa de escuchar, saltó de la cama, se vistió rápidamente y fue a encender el vehículo, mientras que la mujer también se alistaba para salir. A los pocos minutos, ambos padres iban a bordo del auto en dirección al hospital. 
 
Sería una noche larga.
 
… … … … …
 
Tras informarles de todo lo que el oficial Ramírez había dicho, Antonia y Mateo salieron de la casa para dirigirse al hospital, quedando Adolfo al cuidado de la casa. 
 
El pelinegro menor estaba tanto o más preocupado que sus padres, pero al mismo tiempo se sentía embargado por otro pensamiento, uno de veras inquietante: sabiendo lo que sabía acerca de los ataques nocturnos y su escurridizo autor, Adolfo no podía pasar por alto que el incidente con su hermano podía resultado del actuar del “maniaco encapuchado”, otra de sus puestas en escena. Aun no estaba en posición de sacar una conclusión, sin embargo, estaba seguro de que, si sus sospechas se confirmaban, él mismo tomaría represalias en contra de Lucas. 
 
… … … … …
 
Los jóvenes malheridos fueron ingresados de urgencia a su llegada al hospital, donde los separaron, cada uno a su respectivo cuarto, mientras que los médicos y enfermeras llegaban para examinarlos y determinar la gravedad de sus heridas.
 
Las familias de ambos chicos no tardaron en encontrarse, reuniéndose en el acceso principal del recinto; a pesar de no conocerse con anterioridad, supieron de inmediato quienes eran, compartiendo las mujeres su aflicción y los hombres su consternación.
 
–No puedo creer que esto esté ocurriendo, ¿por qué a mi hijo? –sollozaba Olivia, siendo contenida por Antonia–. ¿Por qué a nuestros hijos?, ¿acaso fue por causa de su relación?
 
–¡No digas eso, mujer! La relación de los chicos no tiene nada que ver, de eso estoy segura –exclamó la madre del pelinegro–. ¡Esto fue un acto de ese psicópata maldito!
 
–Tenemos que estar tranquilos, de nada nos vale alterarnos o discutir entre nosotros –intervino Mateo.
 
–¿Cómo puede decirme eso, señor?, ¿qué no se da cuenta de lo que ha ocurrido?, ¿acaso no le importa su hijo? –reclamó Olivia.
 
–¡Por supuesto que nos importa!, y también Alejandro, ¿cómo no íbamos a estarlo?, desde que son pareja, nos preocupa el bienestar de ambos –repuso Antonia con molestia.
 
Las palabras del matrimonio tuvieron el efecto esperado sobre la mujer, serenándose y hallando resguardo en los brazos de su esposo.
 
–Ya, ya, querida, escucha las palabras de la señora Antonia, ya verás que los niños estarán bien, hay que conservar la calma –dijo Felipe, consolándola, aunque él mismo apenas si podía disimular la angustia que le oprimía el pecho–. ¿Cómo ha podido sucederles esto?, no me lo explico.
 
–Tampoco yo, ¿cree de verdad que haya sido el maniaco del que tanto se ha hablado?, en su lugar, ¿no habrá sido una pandilla la que los atacó? –cuestionó Mateo.
 
–No hables más de eso, ¿quieres?, será trabajo de la policía hacer todas las investigaciones que correspondan, por lo pronto sólo me interesa que los chicos estén bien –pidió Antonia a su marido. Olivia asintió en silencio.
 
A espalda de los cuatro adultos, un hombre de cuerpo robusto y expresión poco amigable hacía su entrada en el recinto. El vestuario y las credenciales que llevaba encima lo anunciaban como un oficial de policía.
 
–Buenas noches, ¿son ustedes los familiares de Alejandro XXXX y Nicolás XXXX? 
 
Los padres asintieron.
 
–Mi nombre es Ramírez y soy la persona con quien hablaron por teléfono –dijo el hombre con un tono de voz seco, pero formal–. Tengo que tomar sus datos y hacerles unas preguntas. Sé que están pasando por un momento muy difícil y lo lamento en verdad, pero como parte del procedimiento, les solicito toda su colaboración y también paciencia, porque puede que nos lleve algún tiempo recabar toda la información que necesitamos. ¿Han comprendido?
 
Los adultos se miraron entre ellos, intercambiando dudas e incertidumbre. 
 
–Bien, les pido que me acompañen, por favor –dijo el oficial, indicando el camino con la mano.
 
Sin decir una palabra, los cuatro fueron con Ramírez hasta una habitación cercana que había sido especialmente habilitada para el efecto: se trataba de sala pequeña, una mezcla entre sala de esperas y sala de interrogatorios, de color blanco y con su única ventana cubierta por cortinas. Al centro había una mesa y un par de sillas, así como un amplio diván, un dispensador de agua y un basurero. 
 
Como era de esperar, ni el ambiente que ofrecía dicha estancia ni la presencia del policía contribuyó a aliviar, mucho menos a relajar, el alterado estado de ánimo de los padres. Ramírez, por su parte, tomó asiento y extrayendo un lápiz del bolsillo de su chaqueta, comenzó a escribir en las hojas sujetas al portapapeles que llevaba consigo.
 
–Comencemos, por favor –indicó, señalando la silla vacía frente a él.
 
… … … … …
 
El viento azotaba fuerte contra las ventanas del departamento.
 
Ignacio se despertó sobresaltado en su cama, solo y desconcertado. Miró la hora, sólo para comprobar que aún era temprano. 04:53. Bebió agua para aliviarse y tras dejar el vaso sobre el velador, miró su teléfono. No había notificaciones. “Qué extraño”, pensó, tratando de ordenar las imágenes que había visto: “Viento que sopla y levanta las hojas. Un camino empedrado. Un ser invisible persiguiéndole”. Se sintió inquieto, más cuando en esa noche Javier no estaba para hacerle compañía.
 
Un mal presentimiento. “Algo va a ocurrir, o algo ya ocurrió”.
 
… … … … …
 
Eran las 05:10 cuando tocaron la puerta de la sala. Ramírez se levantó de la silla para ver de quien se trataba, en tanto que los padres aguardaban expectantes. Se trataba del médico, un hombre de mediana edad, cabellos canos y bigote, quien cargaba consigo una carpeta. 
 
–Buenos días, ¿los padres de Alejandro XXXX?, ¿los padres de Nicolás XXXX? –preguntó el recién llegado.
 
Los adultos se levantaron de un salto y se acercaron para oír las noticias.
 
–Tengo aquí los resultados de los exámenes –dijo, y extrajo algunos papeles de la carpeta–, pues bien, la condición de ambos muchachos es de gravedad, de modo que necesitarán pasar algunos días internados y con los cuidados respectivos. Por la naturaleza de las lesiones, se puede establecer que fueron agredidos por una sola persona, aunque de forma muy violenta como para ocasionar el tipo de daño físico que hemos observado. Pese a esto, ninguno de ellos tiene huesos rotos o lesiones internas, sin embargo, ahora mismo no podemos determinar si quedarán con algún tipo de secuelas.
 
–¿Significa que podrían quedar con daño neurológico? –preguntó Olivia, sujetando la mano de su esposo.
 
–Si bien la posibilidad de un daño neurológico es poca, no lo descartamos completamente, ya que hemos detectado lesiones en la cabeza que pueden ser atribuidas a golpes intencionales, sobre todo en el caso del muchacho Nicolás.
 
–¿Qué está diciendo?, ¿tan grave es la condición de mi hijo? –preguntó Antonia. 
 
–Nicolás presenta una lesión en la parte frontal de la cabeza, aunque sin llegar a fracturar el cráneo, atribuible al uso de un objeto contundente o bien a estrellarse la cabeza con fuerza contra el suelo o una pared –explicó el médico–. Por lo que respecta a Alejandro, sufrió una fractura nasal, probablemente como resultado de una pelea con el agresor, quien les ocasionó diversas lesiones en el área del tórax y del abdomen, además de las magulladuras y rasguños producto del forcejeo. Sin duda, los chicos intentaron defenderse hasta el final. 
 
Los padres estaban consternados.
 
–Para la tranquilidad de ustedes, los muchachos se encuentran estables, pero en base a todo lo que he dicho, resulta indispensable que permanezcan internados y bajo observación hasta que ambos despierten. Cuando eso ocurra, podremos determinar el verdadero alcance de las lesiones.
 
–Gracias, doctor –dijo Felipe, rodeando con sus brazos a Olivia.
 
–Dígame, ¿podemos entrar a verlos? –preguntó Mateo.
 
–En breve, cuando hayan finalizado los análisis, podrán entrar solo uno a la vez y por un corto tiempo. Eso es todo lo que puedo informarles, apenas tengamos noticias de la evolución de los chicos, les informaremos oportunamente –dijo el médico, pero antes de abandonar la habitación, se volvió hacia los padres–: Siento mucho lo que les ha ocurrido a sus hijos y sepan que han corrido con suerte, porque hemos recibido personas en peores condiciones. Estén tranquilos, que estamos haciendo todo a nuestro alcance para ayudarles y confíen en que se recuperarán satisfactoriamente. 
 
El profesional hizo una inclinación de cabeza y se retiró, siendo acompañado fuera de la sala por Ramírez, que había pasado desapercibido durante todo ese tiempo, dejando a los padres a solas y en espera de recibir la autorización para ver a sus hijos. 
 
… … … … …
 
Las imágenes eran confusas y se difuminaban como en una especie de niebla. Siluetas en movimiento y voces que no lograban articular palabra. El cuerpo le dolía horriblemente, su cabeza daba vueltas y sentía oprimido el pecho; un golpe en el estómago lo dejó sin aire, provocándole un intenso mareo. En ese momento, sintió algo romperse, seguido de un ardor que le recorrió todo el rostro. Ya no recordó nada salvo que, antes de perder la conciencia, le preguntó a la figura encapuchada por qué hacía aquello, pregunta que no fue contestada pues el atacante se mantuvo en silencio hasta que sus ojos se cerraron.
 
¿Qué pasó con el tipo después?, ¿qué pasó con Nicolás?, ¿en dónde estaba?, ¿por qué tanto silencio?, ¿por qué sentía que las lágrimas se derramaban solas?, ¿qué había sido todo eso?, ¿era el maníaco?, ¿acaso había sido el turno de ellos?, ¿habían sido los siguientes en su lista? Así parecía ser.
 
… … … … …
 
No había sido un sueño. Todo era cierto.
 
Sentía como un dolor abrazante se extendía por todo su rostro. Le invadía una negrura de la que no conseguía salir. La cabeza le daba vueltas, sin pausas, como en un inmenso remolino. 
 
Incapaz de moverse, Alejandro pudo al fin abrir sus ojos, siendo enceguecido por las molestas luces blancas de la habitación, tan fuertes que le lastimaron, aunque no tanto como los intentos que hizo para moverse, asustado y desorientado al verse cubierto de vendajes, conectado a máquinas y completamente solo. “¿Dónde estoy?, ¿qué ha pasado?, ¿Nicolás?, ¿alguien…? Por favor…”, se preguntaba una y otra vez. Levantarse resultó ser una labor infructuosa, rindiéndose ante el dolor en el pecho y el abdomen, hundiéndose en el colchón. Las últimas imágenes eran borrosas y el esfuerzo que puso en aclararse le provocaron punzadas en la cabeza, al punto que casi volvía a dormirse y quedar en una especie de limbo, donde no había tiempo ni espacio.
 
Ajeno al transcurso del tiempo, Alejandro flotaba en la nada, oyendo sonidos difusos y voces distorsionadas que se perdían en la distancia. Solamente cuando una voz en particular alcanzó sus oídos, el chico pudo despertar otra vez, encontrándose con la imagen de su padre.
 
–¡Hijo!, ¡hijo, estás despierto!, ¡enfermera!, ¡doctor!, ¡mi hijo despertó! –exclamó Felipe, corriendo a la puerta y provocando un bullicio súbito en el pasillo. Lo que siguió fue un desfile de personas vestidas con delantales blancos rodeando su cama, apartando al hombre e indicándole que se retirara–. ¡Tranquilo, hijo!, todo estará bien, ya verás, tu mamá se alegrará tanto. Aguarda un poco, por favor, ya regresaré. 
 
Felipe abandonó la habitación y Alejandro, en todo ese caos que le rodeaba, volvió a derramar lágrimas. Quería ver a su papá, y a su mamá. Y a Nicolás. A él más que a nadie. 
 
… … … … …
 
–¡Alejandro despertó!, ¡Olivia!, ¡nuestro hijo despertó! –exclamó Felipe, llegando junto a su mujer y a Antonia, quien le hacía compañía.
 
–¿De… de verdad?, ¿lo dices en serio? –preguntó ella, levantándose de su asiento.
 
–¡Sí!, ¡está despierto!, ¡yo lo vi! –dijo sin salir de la emoción.
 
–¿Dónde está ahora?
 
–Está con el médico, así que debemos estar tranquilos, en unos momentos podrás entrar a verlo.
 
–¡Gracias al Cielo! –dijo Olivia, abrazando a su marido.
 
–Qué alivio para ustedes –dijo Antonia, intentando sonar animada por la noticia, pero su rostro revelaba su pesar.
 
–Lo siento, aun no hay noticias de Nicolás, ¿cierto? –preguntó Felipe.
 
La mujer negó con la cabeza.
 
–No pierda las esperanzas, ya verá como su hijo también despertará –dijo Olivia, regresando a su lugar junto a ella.
 
Antonia permaneció callada, respondiendo sutilmente con una inclinación de cabeza. El matrimonio lamentó la situación, ya que por más que les aliviara saber que Alejandro había despertado, la alegría estaba lejos de ser completa mientras Nicolás permaneciera en su condición actual. Solamente cuando el pelinegro abriera los ojos, podrían sentirse felices otra vez.
 
… … … … …
 
Pese a las horas que llevaba sin dormir, Olivia hizo un esfuerzo por verse lo mejor posible cuando le dieron el permiso para reunirse con su hijo, cuyos ojos no tardaron en humedecerse al hacer contacto con su progenitora.
 
–No llores, hijo, no llores, mamá ya está aquí –dijo, acariciándole la mejilla con dulzura–. ¡Ay, mi niño!, ¿qué fue lo que te hicieron?, mira nada más como te dejaron.
 
–Ma… má, ma… má.
 
–¡No!, hijo, no intentes hablar, por favor, no te esfuerces.
 
–Ma… má, lo… sien…to… tan… to. No… no quería preo… cuparte.
 
–Lo sé, mi vida, lo sé, tranquilo, tu papá y yo estamos aquí. Todo estará bien. Ahora debes descansar, ¿sí?
 
Alejandro asintió y cerró los ojos, pero antes de que Olivia se separara, escuchó nuevamente la voz entrecortada de su hijo.
 
–Mamá…, ¿dón… de está…?, ¿dónde está… Nicolás?, dime, mamá.
 
Por un instante la mujer sintió la necesidad de mentirle al chico, de decirle que todo estaba bien, sin embargo, recordó la imagen afligida de Antonia y como también estaba sufriendo.
 
–Nicolás…, ¿dónde… está? –insistió Alejandro–. ¿Mamá?, ¿qué…?, ¿qué ocurre?
 
–Hijo, no quería decírtelo, pero tarde o temprano lo sabrás. Nicolás…, él aun no despierta y no sabemos cuándo lo hará. Lo lamento mucho –dijo, sosteniéndole de la mano.
 
Alejando, tras oír estas palabras, sintió como de nuevo era arrastrado hacia la obscuridad, pero con la fortaleza suficiente, logró permanecer consciente, derramando más lágrimas en su lugar, acompañado de un sollozo apenas audible. Olivia se inclinó sobre su hijo, apoyando su frente contra la de él, sin soltarle la mano. ¿Qué más podía decirle?, ¿había siquiera una forma de aplacar tal dolor? Lo ignoraba por completo.
 
Sólo había una cosa segura: esperar a que Nicolás despertara.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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