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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

Un poco del trasfondo emocional de los protagonistas.

VII
 
Casi se equivocaba de parada por ir distraído, se había quedado dormido durante todo el viaje y de un sobresalto, se había levantado del asiento cuando creyó haber pasado de largo tras no reconocer el lugar por el que iba el bus; luego de eso, volvió a sentarse, cuidando de no volver a dormirse y recordando los sucesos del día que, de momento, había olvidado: ¿qué haría a partir de ahora?, tenía el número de teléfono de Nicolás y habían quedado de volver a hablar el viernes, ¿qué podía resultar de aquello?, era verdad que quería verlo otra vez y saber más cosas de él, pero ahora que lo pensaba, las cosas se habían agilizado de pronto y eso no le parecía una buena señal, sobre todo porque no estaba seguro de las intenciones de Nicolás. ¿Qué querría, después de todo?, no le conocía y, si bien tenía la oportunidad de averiguar más acerca de él, volvía la incertidumbre, ¿era apropiado seguir con esto?, incluso cuando las intenciones de Nicolás fueran solo de amistad; sin embargo, en el fondo, muy en el fondo, temía que el otro buscara algo más allá que una simple amistad. Eso lo aterraba y no estaba seguro de querer continuar.
 
Cuando al fin estuvo cerca del paradero, se levantó y tocó el timbre para anunciar su destino, la velocidad del bus se redujo y abrió sus puertas frente a la detención, tenuemente iluminada por la luz de los faroles distantes. No había gente en las calles, de modo que se apresuró en volver a casa con rápidos y largos pasos; una vez estuvo cerca, tomó las llaves de su bolso y abrió el portón metálico que daba paso a un pequeño jardín, cerró tras de sí y echó llave, luego caminó hasta la casa y con otra llave abrió y entró. La luz de la cocina estaba encendida y sobre la mesa estaban dispuestas una taza y un plato, para que, en cuanto llegara, se sirviera algo. “Mamá”, pensó Alejandro. Sus padres estarían ya en su dormitorio. Era tarde.
 
Fue a su dormitorio, dejó sus cosas y volvió a la cocina, no sin antes lavarse en el baño. No tenía hambre la verdad, así que solo tomaría una leche tibia antes de irse a dormir. Otra vez pensó en Nicolás y en lo sucedido. “¿Qué debo hacer?, hablar con Cristina sería una buena idea”, pensó, además se lo había prometido y de alguna manera, también a los demás. Sí, hablar con ellos y pedirles consejo estaría bien, para ordenar sus ideas y orientarse en tan confuso dilema. Miró la hora, pero era tarde para hablarle a Cristina, así que optó por decirle mañana lo que tenía en mente y esperando no volver a ver a Nicolás, al menos haber salido de dudas. Ya más aliviado, terminó de tomarse la leche, lavó la taza, apagó todo y fue a encerrarse al dormitorio; se puso pijama y se acostó. 
 
No tenía ganas de nada, salvo de dormir.
 
… … … … …
 
Había deseado que las cosas fueran de otra manera, pero la vida depara cosas extrañas e inesperadas: cuando pensó que sería otro día normal entre muchos, comer algo rico y distraerse un poco, se fue a encontrar con él, con Alejandro, justo en ese preciso local. No pudo ser de otra manera; tal vez fuera el poder del pensamiento o simple casualidad, no quería llamarlo “obra del destino” porque sonaba a cliché, aunque así podría parecer a los ojos de los demás.
 
Fuera como fuera, se habían vuelto a encontrar y las cosas se habían acelerado a un punto tal que incluso le asustaba. “Esto se me está yendo de las manos, debo controlar mejor las cosas”, pensaba, recostado en su cama y mirando el techo; al menos se quedaba tranquilo de que Alejandro, aparentemente, no se había molestado ni nada parecido, incluso pareció corresponderle el abrazo que, tan repentinamente, se habían dado frente a todos. “Ojalá fuera real”, pensó con tristeza, aunque le entusiasmaba la idea de que, en el mejor de los casos, podrían volver a verse y esta vez, con todo el tiempo del mundo, pero sin caer en la precipitación de una decisión mal tomada.
 
Debía pensar bien las cosas porque, a la larga, lo que surgiera de aquello, traería una serie de consecuencias que, en ese momento, no estaba dispuesto a enfrentar. Podía ganar o perder mucho.
 
… … … … …
 
La obscuridad existe, eso es un hecho. Que esta existe en el interior del corazón de los seres humanos, ciertamente, aunque no menos cierto es que algunos la manifiestan más claramente que otros y a través de ciertas conductas, que pueden ser o no relevantes en el día a día. Si resulta en una manifestación clara y evidente, puede llegar incluso a decidir nuestro curso de acción y llevarnos a realizar actos que, en circunstancias completamente diferentes, no habríamos realizado jamás. Puede ser tanta a veces que puede cegar el juicio y he aquí una cosa curiosa, tal y como ocurre con las cosas malas, las buenas, cuando se cae en el exceso, también son perjudiciales para nosotros.
 
Como enseñaba Aristóteles, hay que buscar el punto medio de las cosas, no cayendo en el exceso, pero tampoco en la falta o defecto (“Así pues, todo conocedor evita el exceso y el defecto, y busca el término medio y lo prefiere.” Ética a Nicómaco, II, 6, 1106b5); así, es bueno ser valiente y basta con ello, pero no demasiado para ser un temerario, ni menos para ser un cobarde (“[…] en relación con el miedo y con la audacia, el valor es el término medio; de los que se exceden, el que lo es por carencia de temor no tiene nombre; pero el que se excede en audacia es temerario, y el que se excede en el miedo y le falta coraje, cobarde.” Ética a Nicómaco, II, 7, 1107b). 
 
El exceso de todas las cosas es la perdición de los hombres.
 
… … … … …
 
Alejandro vivía sumido en el miedo. ¿A qué?, podría preguntarse alguien que lo viera, que lo conociera, si se trataba de un chico normal de veinticuatro años, que estudiaba, que trabajaba, que tiene a su familia y sus amigos, que no hace mal a nadie; pero, a pesar de tener todo lo que uno podría pensar, Alejandro no era un chico completo, pues vivía temiendo el rechazo de quienes le rodeaban, en su interior, secretamente, tenía miedo de quedarse solo al revelar que le gustaba otro hombre. Para él era preferible y también la opción más fácil, vivir atado a una imagen de perfección, aceptada socialmente, en lugar de enfrentarse a una realidad que podía ser cruel e inmisericorde.
 
… … … … …
 
Nicolás vivía atormentado por la tristeza. A qué, podría alguien preguntarse. Se trataba de un chico normal, callado, que estudiaba, que trabajaba, que tenía a sus padres y gustaba de pasar tiempo en casa, que no se metía en problemas y buscaba hacer las cosas bien. Aun así, Nicolás, de veinticuatro años, vivía con la tristeza de saber que nadie lo quería, que a nadie le importaba, que nunca tuvo amigos y los que creyó como tales, le dieron la espalda; sus padres no le entendían y poco se involucraban en lo que hacía, hasta el punto de convertirse en un extraño, con la excepción de su hermano menor, cuyo cariño no alcanzaba para llenar los vacíos del alma. Ante ellos y el mundo era mejor mantener una imagen discreta y dirigir su atención hacia asuntos más concretos, dejando de lado el corazón, aun sabiendo que lamentaría siempre no haberlo disfrutado.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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