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Mi vida secreta como striper por Fullbuster

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Un quejido inundó la oscura habitación, un quejido que fue continuado por un segundo y por un tercero. La lluvia caía incesantemente golpeando contra los cristales y creando un atronador ruido. Todo el edificio estaba en silencio, nadie caminaba ya por sus ajetreados pasillos. La música había cesado, los murmullos se silenciaron, el caminar de la gente quedó atrás… Todo estaba en absoluta calma, la noche había caído en aquel imponente edificio.


Otro quejido se escuchó con algo más de fuerza pese a que la persona que lo emitía trató en balde de acallarlo al morderse el labio. Cerró los ojos un segundo y dejó lo que estaba haciendo tratando de reponerse un segundo. Al volver a abrir los ojos, descubrió que su compañero de cuarto aún dormía plácidamente y sólo entonces, volvió a su faena.


Siguió curándose las rozaduras de sus dedos del pie y algún pequeño corte que se había llegado a provocar por culpa de las uñas. Siempre tenía mucho cuidado de cortar bien las uñas para evitar heridas pero aun así y pese a todas las precauciones que tomaba para cuidar sus pies, siempre solían salir malheridos.


Terminó de curarse los dedos y buscó unos calcetines de algodón que pudiera ponerse. No le apetecía nada tener que salir de aquel cuarto con la intensa lluvia que caía, pero tenía que hacerlo. Caminó de puntillas por el cuarto tratando de olvidarse del dolor de sus dedos, de todo el pie.


Sus duros entrenamientos y prácticas le conducían siempre a ese intenso dolor. Agradecía ser un hombre y no tener que bailar de puntas pero pese a no hacerlo y tener los pies entrenados durante años, el dolor permanecía. Quizá había aumentado desde que hacía un par de semanas entró en la prestigiosa academia Juilliard.


El ballet para él no era un juego, nunca lo había sido, era entrenamiento, sacrificio, sudor y hasta sangre… pero tenía un objetivo muy claro en su vida, llegaría a un escenario y trabajaría en lo que siempre le había gustado. Todo su esfuerzo se vería recompensado en algún momento.


Tetsu abrió su cajón del armario y su mano se movió automáticamente hacia el suspensor, esa extraña prenda que utilizaba bajo sus mallas de ballet para evitar que su zona íntima se moviera libremente. Su mano se quedó estática justo cuando iba a cogerlo, llevaba años con la misma rutina, cogerlo, colocárselo, ponerse las mallas y salir a bailar. Sus ojos entonces vieron al lado aquel tanga. ¿Cuándo había cambiado el suspensor por el tanga? Resopló cansado y frustrado, ahora su sueño dependía de ponerse ese maldito tanga.


Desvió la mano hacia él y tras atraparlo, lo metió en su bolsa de deporte tratando de mirarlo lo menos posible, como si aquello supusiera que desaparecería todo lo que haría aquella noche con él puesto, pero sabía mejor que nadie, que nada de lo que hiciera iba a desaparecer. Cerró los ojos un segundo y trató de recordar su meta, el mayor escenario que podía imaginarse, el teatro lleno de gente que había ido a verle, los aplausos en reconocimiento de su trabajo duro, de su esfuerzo durante años y de la sangre que había derramado por el camino para estar en lo más alto. Todo en la vida tenía un precio y si su precio era ponerse un tanga, lo haría.


Salió en sigilo tras ponerse unas cómodas zapatillas y cerró la puerta con la mayor delicadeza que pudo sacar. Sus pasos por el angosto pasillo fueron cubiertos por el incesante ruido de las gotas golpeando contra las ventanas.


Aún recordaba la primera vez que llegó hasta la puerta de aquel imperioso y extraño edificio. Sus formas eran raras, lleno de cristales, lleno de elegancia, quizá la palabra que encontró una vez estuvo frente a él fue “artístico” y eso era, la Sede del arte, de la danza, de la música, de la escritura, todo lo que había al otro lado de la puerta era arte en estado puro y tenía que estar a la altura.


Tuvo que coger dos autobuses nocturnos para llegar a su puesto de trabajo. Caminó por el muro de ladrillos más cercano a la puerta observando toda aquella fila de gente que se moría de ganas por entrar al local. Pasó de largo y se acercó hasta el guarda de seguridad quien, con una sonrisa, le abrió la puerta para que entrase al local.


El club estaba hasta arriba de gente, algunos de pie mirando las diferentes tarimas con las barras, otros sentados en cómodos sofás viendo los espectáculos. Caminaba hacia el camerino para cambiarse cuando se chocó contra uno de los clientes que acompañaba a un stripper a una sala mucho más privada, al reservado para un baile privado. Tetsu sabía muy bien cómo terminaban esos bailecitos y el dinero que ingresaba el local por ellos.


- Llegas con diez minutos de retraso – escuchó a su jefe a la espalda.


- Lo lamento. El autobús se retrasó.


- Te están esperando. Cámbiate rápido y sal. No me hagas arrepentirme de haberte contratado.


Tetsu sin perder más tiempo, entró en el vestuario para cambiarse. Algunos bailarines ya estaban allí terminando de vestirse. Caminó despacio y con su identificativo rostro inexpresivo hasta el lugar que le habían dejado y dejó la bolsa encima de una mesa abriendo la cremallera.


- Mirad quién aparece, el novato – gritaba una mujer con euforia acercándose a él – Creo que vas a volver locos a muchos hombres ahí fuera, Tet-su – pronunció en susurro aquella frase haciendo énfasis en su nombre mientras sentía cómo su dedo se deslizaba por la espalda hacia su trasero.


- Sólo he venido a trabajar.


- Claro, encanto – le comentó – como todos. Aun así… si un día te apetece darte un capricho, mi camerino está justo al lado. Creo que tienes cosas muy interesantes bajo toda esa ropa – comentó la mujer con cierto toque sugerente en su voz.


- Lo tendré en cuenta – dijo Tetsu para quitársela de encima.


Intentó pasar del resto de los presentes, centrarse tan sólo en él, en cambiarse, salir al escenario, marcarse un excitante baile y cobrar al final de la noche, nada más. Llevaba una semana haciendo esto, una semana de pesadilla a la que empezaba a acostumbrarse. Todavía recordaba aquella primera noche sintiendo las manos de los clientes metiendo billetes en los hilos de su tanga, tocando su piel y desnudándole con la mirada lujuriosa. Quizá lo peor de todo fue el momento de quitarse el tanga, no llevaba nada bien que le vieran desnudo. Siempre había vivido en un pueblo y esas cosas ni siquiera se le habían pasado por la cabeza. Ahora ya apenas sentía vergüenza, simplemente pensaba en acabar lo más rápido posible con todo eso.


Una vez vestido, caminó por el oscuro pasillo hacia el escenario que le habían ofrecido a él cuando empezó a trabajar allí. No era ni mucho menos uno de los principales, estaba en una de las esquinas, más apartado al resto pero no le importaba, quizá no tuviera tanta gente pero las propinas eran buenas igualmente. Salió al escenario y el foco se encendió iluminando la barra. Pocos bailarines lo hacían en barra pero él era una excepción.


Mesa número 2:


Las bandejas llenas de botellines de cervezas conducidas por camareros medio desnudos seguían llegando a la mesa. Las risas y el disfrute se contagiaban entre los presentes mientras un par de chicos bailaban en el centro divirtiendo a aquellos diez jugadores que al menos una vez por semana solían venir a quitarse el estrés de los partidos.


- Toma otra cerveza y deja de decir estupideces – comentó Aomine entre risas a un Kagami que sonreía.


- No es ninguna estupidez, todo el mundo se ha dado cuenta de que ya no estás en tu mejor momento, te he superado.


- Por favor… eso no ocurriría ni en tus más morbosos sueños – repitió Aomine cogiendo de la muñeca a uno de los camareros y tirando de él hasta sentarle en sus rodillas – Ey, encanto, ¿por qué no me traes otra? – le pidió dándole el botellín vacío.


El camarero sonrió ante aquellas palabras y se levantó llevándose el botellín consigo. Aomine aprovechó aquel momento en que el camarero había dejado su trasero a plena disposición para darle una palmada haciendo sonreír a todos sus compañeros.


- De verdad que nunca cambiarás – dijo Kagami tomando un sorbo a su cerveza.


- Tú eres el raro que te diviertes sólo tocando a esos bailarines y metiendo billetes en sus tangas. A mí me gusta un trato un poco más carnal, ya me entiendes – sonrió.


- Ya sabes que no me gustan esos reservados, no necesito pagar por ello.


- Deberías probarlo algún día, hacen un gran trabajo.


- Lo que tengan que hacerme, pueden hacerlo aquí en público, ¿verdad Shoichi? – preguntó Kagami con una gran sonrisa.


- Claro. Ya sabes que yo haría por ti lo que quisieras – le comentó uno de los bailarines bajando del escenario para sentarse en sus piernas.


Aomine sonrió al ver a Shoichi acercar sus manos al rostro de Kagami sosteniéndolo para besarle con pasión antes de llevar sus labios hacia su oreja.


- ¿Qué quieres que haga por ti hoy, Kagami? – susurró sensualmente en su oído mordiendo con lujuria su oreja - ¿Quieres quizá una chupadita? Ya sabes cuánto me gusta tu sabor.


- Eso no estaría mal – le dijo Kagami sintiendo cómo aquel bailarín bajaba sus manos hacia su entrepierna.


Kagami ni siquiera se inmutó, dejó que sus manos tocasen todo su torso, que bajasen donde quisiera mientras tan sólo se dedicaba a dar pequeños sorbos de su cerveza. Intentó relajarse cuando escuchó el griterío de un puñado de gente proveniente de un lateral. Sus ojos se movieron hacia allí tratando de averiguar qué ocurría pero sólo era otro bailarín.


Sonrió al principio. No se imaginaba por qué tanto escándalo por un baile, había cientos de chicos y plataformas, podían ver bailar a cualquiera pero cuando prestó más atención, supo el motivo. Él tampoco podía apartar la mirada de aquel chico de extraño cabello azulado que se deslizaba barra abajo con una seducción indómita. Aún llevaba la ropa pero pese a ello, algo le atraía inevitablemente hacia él.


Se levantó de golpe prácticamente tirando abajo a Shoichi que tuvo que apartarse con rapidez al ver a su cliente tan ensimismado, con la vista perdida en algún punto del final de la sala.


- ¿Qué ocurre, Kagami? – preguntó algo molesto por aquella precipitada acción del pelirrojo.


- ¿Quién es? – preguntó.


- ¿Quién?


- El chico de allí, el del fondo.


- Oh, es el nuevo. Le contrataron la semana pasada, no es nada del otro mundo.


- Se mueve muy bien – sonrió Kagami terminando la cerveza y dejando la botella encima de la mesa para ir hacia allí.


Aomine sonrió al verle. Jamás había observado un interés así en su amigo y rival, en su compañero de equipo. Al comprobar la cara frustrada de Shoichi que miraba con enfado hacia el otro bailarín, Aomine decidió bajar los humos de todo aquello dejando que Kagami se marchase. Sacó unos cuantos billetes y los cogió entre el dedo índice y corazón enseñándoselo a Shoichi.


- Ey, Shoichi… vente conmigo a un reservado – le comentó con una gran sonrisa.


- Ahí hay mucho dinero – le comentó Shoichi.


- Lo sé – le dijo levantándose y acercándose hasta poder susurrarle al oído – llama a ese atractivo camarero y tráelo contigo. Nos lo pasaremos bien – le metió el dinero entre su poca ropa – os espero en el reservado.


Kagami se acercó a la plataforma en el preciso momento en que Tetsu con un sugerente movimiento, terminaba de quitarse la camisa girándose hacia el público, cogiendo la barra con fuerza y deslizándose por ella. Sus rodillas tocaron el suelo pero los ojos de Kagami no podían apartarse de aquellas sugerentes manos que trepaban por su cintura en movimiento, por el torso desnudo acariciando cada centímetro de su pálida piel. Algo dentro de sí mismo, pensó en cómo deseaba que aquellas manos fueran las suyas.


Los más cercanos a la barra estiraban las manos tocando sus rodillas, sus muslos. No sabía por qué, pero también se acercó hacia la plataforma, quería estar en primera fila. Aquella pequeña plataforma empezó a llenarse lentamente pero a Kagami le daba igual, sólo quería ver el espectáculo, quería verlo terminar.


Tetsu observando cómo la gente se animaba a su alrededor, se puso en pie nuevamente haciendo una nueva acrobacia en la barra que dejó boquiabierto a más de uno. Para Kagami estaba claro, aquel chico no era como el resto, ese chico sabía bailar, no era un novato como le habían dicho. Sabía endulzar y seducir a todos con sus movimientos. ¿Cómo podía haber estado una semana allí trabajando y que él no se hubiera dado cuenta?


El joven bailarín se arrancó el pantalón sin previo aviso sacando los más estridentes gritos y silbidos de la gente que se agolpaba a verle. Ante aquello, Kagami se llevó una mano hasta su miembro, se estaba excitando con aquel chiquillo que apenas tendría los veinte años y que no dejaba de mover su cuerpo con esa seducción que le volvía loco.


- Quítatelo todo – escuchó que gritaba uno de los clientes.


- Queremos verte, guapo – gritó un segundo con mayor lujuria aún e impaciencia.


Aquellos lascivos gritos sólo consiguieron que más gente se uniera a la petición general gritando al unísono “muéstralo” una y otra vez. Kagami mantuvo su silencio pero el sonrojo se hizo presente al ver los largos dedos de aquel chico ir hacia el hilo del tanga jugando con él, haciendo suplicar a todos porque lo quitase cuanto antes. Todos querían verle desnudo, todos ansiaban ver su miembro y seguramente, casi todos habrían pagado lo que fuera en aquel momento con tal de tenerle.


Tetsu paseaba su dedo índice por la tira, acariciando el tanga con suavidad y sutileza mientras el índice de la otra mano la llevaba hacia su boca introduciéndolo en ella con gran dulzura, casi como si de un niño pequeño se tratase, llamando todavía más la atención de toda aquella gente que buscaba precisamente eso, una inocencia que nadie en ese local tenía.


Todos abrieron los ojos y esperaron ansiosos aquel momento en que el tanga desapareciera y cuando lo hizo, la sala estalló en un griterío mucho mayor, más aún cuando al arrodillarse el bailarín, una cortina de agua cayó sobre él dedicándole al público la mejor de las visiones, aquel chico desnudo y completamente empapado. Por un momento, Kagami sin poder apartar la vista del miembro de ese joven, supo que tenía que venir más a menudo y que debería cambiar de lugar, la mesa dos la tenía muy vista. A partir de ahora, reservaría la mesa número once.


Al ver al chico bajar de la plataforma para marcharse, no pudo evitar seguirle aunque los de seguridad se ocuparon de detenerle el paso. Aquella zona por la que se marchaba estaba restringida sólo para el personal autorizado. Observó cómo uno de los guardias le daba una toalla al joven que se secó el rostro y trató de secarse un poco el cabello para después taparse con la toalla su desnudez.


- Ey, chico – le llamó Kagami al ver que se quería marchar hacia el interior.


Tetsu, algo sobresaltado al principio de que aquel hombre le estuviera llamando precisamente a él, se giró a mirarle sin mucho interés. No quería ser maleducado, así que escuchó aunque no se acercó a él.


- Me gustaría ir a un reservado contigo – le explicó de golpe Kagami y es que él nunca esperó decir aquellas palabras, nunca había entrado a uno con nadie de aquel local.


- Lo siento, yo sólo bailo, no entro en esos sitios. Será mejor que se lo pidas a otro – comentó Tetsu girándose y perdiéndose de vista por el fondo del pasillo.


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