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La caja púrpura de Jess por LePuchi

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Notas del fanfic:

 

Hola mis lectores tras la pantalla.

¿Creyeron que había muerto? ¡Pues no, he vuelto! (Yo pensé que si iba a morir, pero aparentemente no) Y no he regresado precisamente en forma de fichas... sino en forma de escritora renovada con nuevas ideas, nuevas locuras y nuevas historias que estoy muy emocionada por compartirles.

Y ustedes dirán: «¡Pero no has terminado la primera, maldita seas!», lo sé, lo sé prefectamente. Al respecto sólo puedo decir que si hay alguien que siga esa historia, ¿todavía hay alguien que lo haga?, no deben preocuparse (no como si lo hicieran) Vida de Perro aún no ha muerto, le quedan un par de capítulos más y mientaras ésta vaga escritora se digna a escribirlos traigan su bebida o botana favorita, pónganse cómodos y disfruten de una nueva aventura.

 

Quítense los zapatos antes de entrar y bienvenidos sean.

Notas del capitulo:

Primer capítulo, un poco introductorio y también un poco corto pero es sólo para ir encendiendo los motores.


Iba a escribir mucho más aquí, pero parece que la página está intentando joderme porque van cuatro veces que lo intento y no me deja subir la historia *maldita seas amor yaoi*


En fin espero que lo disfruten tanto como yo al escribirlo y me disculpo desde ya por cualquier error que puedan encontrarse.


Nos leemos más abajo.

 

 

De Finales Premeditados y Gabardinas Resistentes

 

La vida siempre pareció disfrutar el jugar conmigo, casi todo el tiempo las cosas parecían confabularse para hacerme ejemplo perfecto de la ironía, algo así como un departamento de bomberos incendiándose o un investigador al que su mayor descubrimiento acaba por costarle la vida.

En efecto, la vida en el mundo nunca fue gentil conmigo. Y yo la aceptaba tal cual se presentaba, sin rechistar, ¿qué otra cosa podría esperar un fracaso como yo? Nada, eso creía.

Aquella madrugada en el cielo de la que estaba destinada a ser la última noche del año, mi última noche respirando el aire de los vivos, no había estrellas o luna o alguna otra luz celeste que derramase un poco de brillo sobre la lóbrega bahía. Lo que sí había, sin embargo, era un viento flaco barriendo el suelo, arrastrando con él una bruma liviana que, al colarse en la nariz, se sentía como heladas esquirlas de cristal lacerando todo en su camino hasta los pulmones. El ambiente, además, era anormalmente silencioso, sólo uno que otro ruido llegaba amortiguado hasta donde estaba y era extraño, sobre todo si contábamos que a ambos lados del puente se erigían urbes con horarios que iniciaban con el sol y no parecían concluir jamás.

Pero yo no iba a quejarme, estar allí, en paz, mirando cómo los grandes rascacielos iluminados en la distancia se reflejaban en el agua oscura muy por debajo de mí, era como un regalo para mí.

Miré la imagen como hipnotizada, mucho tiempo. Quería grabar esa postal nocturna en mi retina. Pero mi cuerpo era débil y la imagen pronto empezó a empañarse de lágrimas ardorosas por ver un solo punto durante mucho tiempo sin siquiera parpadear. Cerré los ojos. La oscuridad que normalmente me encontraba tras los párpados estalló en un cielo tachonado con los ígneos puntos naranjas que se negaron a abandonar mi vista y continuaron resplandeciendo, danzando en la oscuridad, bailoteando en mis cansados ojos y formando intrincados caleidoscopios de colores.

Puede que mi vida nunca diera suficiente de sí como para alcanzar las brillantes estrellas del cielo, pero la tormenta radiante que permanecían conmigo en la oscuridad me obsequiaba un símil tan perfecto que el propio firmamento habría sentido celos. Era un cielo que solo veía yo. Y aquel trozo de cielo terrenal me hacía sentir en alguna clase de barca maravillosa, flotando a la deriva en un sereno mar oscuro que caldeaba mi tempestuoso corazón con el vaivén de sus olas sombrías.

Luego, poco a poco, volvió la oscuridad y envuelta por la sofocante quietud me dio la sensación de que podría evaporarme en cualquier momento. Entonces mi ridículo cuerpo, mis brazos y piernas; flacuchos, mi corazón; debilitado por los fracasos y mis ojos; bajo los párpados apretados, me parecieron demasiado insignificantes

Supe que estaba lista en ese momento porque no sentía ninguna clase de dudas acerca de lo que debía hacer, mis pensamientos estaban en un orden decente y no había lugar en ellos para el arrepentimiento. Podía partir en paz, aunque, quizá, había sólo una cosa que lamentar:

—Ojalá hubiese podido tener un gato —suspiré abriendo los ojos mientras una bocanada de aliento salía temblorosa de mis labios y bailaba con la brisa salada hasta fundirse.

Adoraba esos animales, pero mi cuerpo no compartía la pasión por ellos porque ni bien me acercaba a uno más de unos segundos comenzaba a estornudar de forma incontrolable, mi nariz se convertía en una desagradable cascada y al menor roce mi piel se encendía con un enrojecido sarpullido. Así que con pesar me dedicaba a observar sus movimientos, más precisos y elegantes de lo que serían jamás los míos, del mismo modo que percibía el resto de las cosas: como un extraño que no formaba parte del mundo y que veía todo desde un hueco abierto en el suelo, muy distante de todos como para que alguien lo notara o le importase.

Tras ajustarme la gabardina al cuerpo para que el viento no me calara demasiado acaricié el metal de la barandilla que impedía caer al vacío y como pude me las ingenié para subirme, cuidando sostenerme a uno de los gruesos alambres que aguantaban el peso de todo.

—Aquí vamos. —Trepar hasta allí era ridículamente sencillo y me decepcionó un poco que el costoso proyecto urbano no tuviese más protección que la metálica valla para detener a quien, por accidente o elección, cayera del puente.

Y allí estaba yo, frente al fin de un año terrible.

No recordaba uno bueno; pero éste había sido, sin duda, el peor de los años. Seguramente habría dicho eso ya un millón de veces al final de cada uno de mis veintitantos abriles y quizá podría creerse que alguien que no había vivido ni tres décadas no podía asegurar algo tan rotundo como el peor de los peores.

Pero si teníamos en cuenta que había sido lo suficientemente malo como para orillarme al borde de la muerte… literalmente. Las cosas se ponían en perspectiva.

Sobre el mar flotaba una tétrica bruma que conseguía ponerme los pelos de punta y de repente me sentía aterrada sólo de mirarla.

«No te acobardes ahora», pensé.

Claro que pensarlo era fácil comparado con hacerlo, las piernas me temblaban más que sólo un poco y si no lograba serenarme terminaría resbalándome antes de tiempo debido a los espasmos. El sudor también me recorría la espalda y aunque era desagradable en mi situación no podía hacer más que continuar con el plan para terminar toda incomodidad lo antes posible.

Solté la estructura con nervios, maldije y me volví a sujetar con mayor fuerza esta vez, aovillándome contra el metal cubriéndome la cara con la mano libre, frustrada por no tener el valor suficiente y decepcionada de mí misma por cobarde.

—Vamos, hemos pasado muchas cosas peores que esto —susurré y aunque la voz brotó de mis labios y por tanto debía ser mía no pude reconocerla, era la voz de una extraña—. No te arrepientas ahora y acabemos con esta porquería de una vez. Sólo es un salto. —No lo era.

Odiaba mi vida y todo lo que había en ella, pero por muy asquerosa que fuera acabar con todo no estaba resultando tan simple como esperaba y a cada segundo que pasaba el miedo se hacía un hueco cada vez más grande en mi interior.

«Cálmate inútil, tan solo cálmate», me reprendí en mis pensamientos.

Me daba miedo saltar y también que alguien me sacara del agua antes que consiguiera ahogarme, pero objetivamente era más que posible que nadie supiera de inmediato sobre mi muerte. Y si se enteraban mirando las noticias que una mujer había decidido arrojarse del Community Bay Bridge ¿a quién podría importarle? En ese momento sólo estaba yo contemplando como mi existencia estaba por llegar a su fin y no tenía tiempo para dudas o arrepentimientos, no podía tenerlos porque la angustia de seguir viviendo era lo suficientemente insoportable para no importarme enfrentar el pálido rostro de la muerte.

Lo que fuese que viniese después no podía tener peor aspecto que todo lo que estaba de éste lado, eso quería creer. Pero la verdadera y más importante razón por la que saltaba era que de ese modo ya no tendría que buscar un lugar al cual pertenecer, sólo debía soportar un último dolor físico y todo el dolor que no podía verse desaparecería.

—Está bien —murmuré.

Y me solté definitivamente...

Los segundos pasaron lento y mientras caía pensaba en todo y en nada. Esperaba que mi vida trascurriera frente a mis ojos como todas las invenciones populares decían, pero no había ningún recuerdo que acudiese a mi mente así que estaba en blanco. Había creído que el golpe contra el fondo dolería más o que ahogarme resultaría en un agónico chapoteo desesperado. Sin embargo, lo único que pude percibir al final fue un molesto tirón seguido de una extraña presión en el pecho, una sensación curiosa, muy semejante a cuando alguien hala de tu ropa muy fuerte.

Seguí pensando cuán particular era la sensación de morir hasta que lo comprendí: no debería ser capaz de pensar si estaba muerta.

«¿Verdad?», me pregunté.

Tampoco de sentir y sin embargo cada una de mis extremidades parecía aún pertenecerme. Todavía sentía el frío en la piel, el aroma del agua salada en la nariz, la presión en el pecho que aumentó y como los tirones a mi espalda crecieron en fuerza. Allí noté que no era la oscuridad de la muerte lo que me rodeaba, sino que tenía los ojos cerrados, así que los abrí.

El corazón me latió frío, cada vello del cuerpo se me erizó, probablemente el color se me escapó del rostro y el alma se me cayó directo al vacío en el que se suponía debía estar hundida y que, en cambio, se abría ante mí, muchos muchísimos metros abajo.

—¿Qué mierda...?

Había saltado sí. Pero mi cuerpo, por alguna razón que escapaba a mi entendimiento, no consiguió llegar al fondo.

¡Estaba colgando sobre el mar de la bahía! ¡¡Colgando!! ¿¡Cómo!? ¿¡Por qué!?

—Demonios —pronunció, entre jadeos, una voz sobre mí cuando me agité completamente aterrada—. ¡Deja de moverte tanto! ¡Diablos!

Con dificultad volví mi cabeza hacia arriba, la gabardina me impedía ver bien de quién se trataba y mis ojos sólo alcanzaban a percibir una purpúrea silueta de contornos difuminados por la luz de las farolas del puente, pero definitivamente alguien me sujetaba.

—¡¡Suéltame!! —protesté.

—¿¡¡Estás loca!!? —contestó la voz—. ¡¡Te vas a caer si te suelto!!

—¡Suéltame! ¡Suéltame! —Me removí, las costuras de mi gabardina crujieron sonoramente.

—¡¡Las costuras!! —chilló—. ¡Para de una vez!

Por supuesto que no me detuve, seguí removiéndome y los jadeos fatigados de quien me sostenía aumentaron en número e intensidad.

—Muy bien, es suficiente. —Creí que el héroe inesperado se daba por vencido, pero no, lo que hizo fue tirar aún más fuerte de mi ropa al mismo tiempo que profería una impresionante sarta de malas palabras que en realidad no llegaban a ser altisonantes pues en lugar de decir puta gruñía fruta y en lugar de mierda decía hiedra.

Jaló de mi ropa con tanta energía que de a poco estaba realmente comenzando a remolcarme a la seguridad del puente.

—¡Sólo lárgate y déjame caer! —Pataleé—. ¡Vas a hacerte daño si sigues!

—Cállate —jadeó—. No vas a caerte, no creas que voy a dejarte.

El abrigo continuaba rasgándose y no soportaría mucho más, era demasiado viejo.

—¡¡No, no, no!! —negó con desesperación y haciendo un esfuerzo, posiblemente sobre humano, haló con el doble de fuerza.

«Rómpete, rómpete, ¡rómpete de una puta vez!», era todo lo que se repetía mi cerebro, como un mantra, un mantra mortal.

Siguiendo con él cerré los ojos esperanzada en que los benditos hilos se rompieran de una vez y la puñetera fuerza de gravedad se dignara a arrastrarme puente abajo. Cuando las costuras cedieron estaba vez sí que sentí el golpe, pero no del agua, sino del tubo de la barandilla en mi cadera y luego el choque del asfalto en todo el cuerpo.

—¡Argh! ¡Rayos! —Mi inesperado salvador bufaba cual toro enojado—. ¿Qué demonios estabas pensando saltando así, maldito sea el diablo?

—¿¡Qué pensabas tú al detenerme!? —rezongué encogiéndome en el suelo debido al dolor.

Nos quedamos allí recuperando el aliento que la adrenalina y el susto nos habían arrebatado. Una vez que me digné a moverme para mirar al intruso lo primero que vi fueron las orejas y el hocico de un oso. Eso fue bastante sorprendente, pero sintiendo mi mirada el cuerpo de la persona comenzó a moverse y mi atención la acapararon unos hombros todavía agitados por la respiración irregular. Aunque mi vista no se posó demasiado en ellos pues enseguida el morro del oso se levantó y fue reemplazado por la cara de una persona, una mujer, que sonrió amplio mostrándome cada uno de sus dientes.

Tras resoplar otro poco en busca de aliento logró incorporar el torso y sentarse.

—Hola. —Alzó la mano hacía mí como saludo, sin embargo, el cansancio la obligó a bajar el brazo para echarlo tras su cuerpo y apoyar su peso sobre las palmas de sus manos—. Cielos, déjame... dame un segundo para recuperarme, no vayas a moverte ni hagas nada. —Levantó el índice para indicarme que esperara.

El pecho falto de oxígeno le ascendía y descendía desbocado. Cerró los ojos, frunció el ceño entreabriendo la boca, tenía la frente roja y perlada de sudor.

—Aguarda un momento. —Se quitó el sudor con el dorso de la mano.

Tras inspirar otra bocanada su respiración comenzó a normalizarse y abrió los ojos para verme. Gateó hasta mí tan rápida e intempestiva que si el borde del puente no estuviese limitado habría caído por los metros que me arrastre lejos de su alcance, medio intimidada medio recelosa de cualquiera que fuesen sus intenciones conmigo.

—Linda gabardina esa que tienes —sonrió— y muy resistente.

 

Notas finales:

¡El final! Y bien ¿qué les ha parecido? ¿Ha sabido a poco eh? Creo que es el capítulo más corto que he creado, no estoy acostumbrada a escribir cosas tan compactas y me sentí un poco extraña pero estoy satisfecha con el resultado.

Posiblemente mañana (ya que regrese por completo al mundo de los vivos) habrá un nuevo capítulo y así.

Por lo pronto espero que se hayan divertido y me dejen sus impresiones en un bellísimo review.

 

-Ilai out.

 


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