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Don't give up on me por Ultraviolet

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Notas del capitulo:

¡Nueva historia!

-        ¿Puede volver a narrarme los hechos?

-        Abrí la cafetería a las seis de la mañana, como siempre. – Realizó una pequeña pausa. – Fue entonces cuando vi que la caja registradora estaba destrozada, todo el dinero había desaparecido y aquél cristal de allí, hecho pedazos. – La castaña se encogió de hombros, miró a su madre temblar mientras hablaba con otro agente de policía y apretó sus puños de manera inconsciente. - ¿Quién coño roba una cafetería en plena madrugada? – Bufó molesta y coló sus dedos entre las hebras castañas que caían por su rostro.

-        Tenemos que hacer inventario sobre aquello que han roto, así como la cantidad de dinero que se han llevado. – La agente de policía mantuvo la compostura, apuntando en una libreta de color negro todo aquello  que la otra le decía.

-        La caja registradora, ese cristal de ahí… - Suspiró y bajó su mano desde la parte trasera de su cabeza hasta la nuca. - Hay algunas estanterías de la despensa que están destrozadas…

-        ¿Y el dinero?

-        Afortunadamente sólo se llevaron lo que efectuamos ayer. – Realizó unas pequeñas cuentas con sus dedos y finalmente contestó. – Unos… mil euros euros. – La policía alzó el ceño y la castaña frunció el suyo.

-        Ayer fue un buen día, tuvimos una comida de empresa y una excursión escolar.

-        Está bien. – Apuntó. - ¿Qué pasó con la alarma?

-        Simplemente no sonó. Parece ser que la desconectaron.

-        No me extrañaría. – La policía pasó una mano por su rostro, colocando un mechón rebelde tras su oreja. – Hay una gran oleada de robos últimamente. Y todos siguen el mismo patrón.

-        Quizás he tenido suerte de no estar dentro cuando atracaron. – La castaña ladeó la mirada hacia su madre, a la cual le habían preparado una tila para calmar los nervios. La castaña notó una mano sobre su hombro, ejerciendo algo de presión.

-        No pienses en eso, ¿Vale?

-        No soy yo la que me preocupa… - Volvió a mirar a su madre y bajó la vista, suspirando.

-        ¿Cómo te llamas?

-        Becca. – La castaña dirigió su vista al frente y observó que la policía tenía una placa identificativa sobre la parte izquierda de su pecho. “Jones, L.” - ¿Necesita algo más, Agente Jones? – La morena alzó el ceño, enmarcando una pequeña sonrisa.

-        Por ahora, no. – Guardó la pequeña libreta tras su pantalón y paso una mano por su coleta, la cual recogía un largo cabello lacio. – Nos pondremos en contacto con vosotras si encontramos algo. O si necesitamos algo más de información. – La castaña asintió y se dirigió, junto a la Agente Jones, hacia donde se encontraba otro agente, interrogando a la madre de la menor. – Señora, necesitamos sus datos personales, junto a los de su hija, para poder formalizar la denuncia. – Esta vez fue el otro agente el que habló, intentando transmitir calma a la mujer que todavía seguía nerviosa.

-        Tranquila, mamá… Saldremos de esta. Como siempre.

 

La policía intercaló una curiosa mirada entre la castaña y su madre, analizando la situación. Parecía que aquellas dos habían pasado por alguna situación traumática y de ahí las palabras de la menor.

 

-        Rebecca y Madeleine Hale. – La menor se colocó a su lado y colocó una mano sobre su hombro. – 22 y 45 años.

-        Necesitaremos la licencia de la cafetería, junto con los papeles del seguro… y unos cuantos datos más.

-        Lo que sea. – La joven hizo un gesto de dejadez y suspiró, agotada. – Yo iré, mamá. – Colocó una mano sobre el hombro de la mujer y ejerció algo de presión, indicando a la mujer que no se levantase. - ¿Jones? – La policía alzó el ceño, captando totalmente su atención al pronunciar su apellido. – Los papeles están por aquí.

-        Te sigo. – La agente siguió los pasos de la castaña, manteniendo una pequeña distancia tras ella. No quería invadir su espacio personal en una situación como ésta. La acompañó hasta un pequeño despacho situado al lado de la despensa.

-        Creo que todos los papeles relacionados con la cafetería están aquí. – Le tendió una carpeta de color azul, algo abultada por su contenido y esbozo un gesto triste. – Les echaré un vistazo…

-        No es necesario. – La mayor colocó una mano sobre la carpeta. – Yo misma echaré un vistazo en comisaría. Creo que… ya tienes demasiado trabajo como para ocuparte de esto. – La castaña la miró, manteniendo contacto entre sus miradas.

-        La cafetería… es lo único que tenemos mi madre y yo. – Hizo una pequeña pausa. – Es nuestra única fuente de ingresos. Me da miedo que… le pase algo. Sufrió un infarto hace no mucho tiempo. – La castaña bajó la mirada y suspiró, volviendo a elevarla. – Gracias por ocuparte de esto.

-        No tiene importancia.

-        Es lo más que han hecho por nosotras en mucho tiempo. – Sonrió, pero no expresaba felicidad. – Así que, gracias. – La morena vio mucho más que agradecimiento en el fondo de los ojos de la castaña, la cual salió por la puerta rozando ligeramente el brazo de la agente. La morena se quedó en el mismo sitio, observando la carpeta. Para después seguir los pasos de la castaña hasta la sala principal.

-        Ya tenemos todo lo que necesitamos, Harley. – El otro agente de policía levantó el rostro, tenía una mano sobre el hombro de la mujer, intentando tranquilizarla.

-        Buen trabajo, Jones. – Se levantó sin romper el contacto con la mujer y volvió a ejercer algo de presión. – No se preocupe, la llamaremos en cuanto sepamos algo. Esta tarde vendrán a reponer el cristal.

-        ¿Estaremos con el cristal destrozado hasta esta tarde? No son ni las ocho de la mañana. – La castaña avanzó un par de pasos. – Sólo falta que nos roben las mesas y las servilletas. – Ironizó.

-        Espero que sea antes de la tarde. Pero estas compañías de seguros necesitan primero ver la denuncia formalizada para que la repongan y ustedes no tengan que pagar nada. Hay que probar que fue un robo. – Finalizó.

-        ¿Quién se robaría a sí mismo? – La castaña sintió una mano sobre su hombro.

-        Te sorprendería… las cosas que hemos visto. – Los ojos azules de la agente Jones se oscurecieron, haciendo tragar saliva a la castaña. – Y tan sólo llevo dos años en el cuerpo policial. – Esto último lo dijo en un susurro que erizó el vello de la castaña que todavía tenía de espaldas a ella. La castaña se giró levemente, conectando su mirada con la azulada de la morena. Era más alta que ella, por lo que tuvo que alzar el rostro para desafiar a la agente. Iba a decir algo, pero se acalló.

-        ¿Algo más, Jones? – La agente parpadeó varias veces, la mirada desafiante de la menor había cambiado bruscamente a una totalmente inocente.

-        Deberíamos retirarnos ya, Harley. – Siguió mirando a la castaña y frunció el ceño. Becca se limitó a sonreír de manera cínica. – Nos mantendremos en contacto. – Agarró su gorra y realizó una pequeña reverencia, al igual que Jones, que no dejaba de mirar a la castaña.

-        Tranquila, mamá… - Colocó ambas manos sobre sus hombros y colocó su frente sobre la parte de atrás de su cabeza. – Nos recuperaremos en un par de días.

-        Tienes que ir a la universidad… y estudiar. No puedo tenerte aquí cada día.

-        Le diré a Sidney que tome los apuntes por mí. – Volvió a ejercer algo de presión sobre los hombros de su madre. – Sólo será un par de días. No tienes que preocuparte por ello.

-        Pero…

-        Ve a casa a descansar. Yo me ocuparé de limpiar todo este desastre. – Sonrió enérgica, intentando borrar cualquier signo de preocupación en su madre. – Llamaré a Kevin y a Sarah para que me echen una mano.

-        Yo me quedaré y os ayudaré. – Se levantó con algo de dificultad, sus piernas temblaban.

-        Ve a casa. – Ordenó. – No permitiré que te de otro infarto por el estrés.

-        Si necesitáis cualquier cosa…

-        Está todo controlado, mamá. Ve a casa a descansar. ¿Vale?

Recogió los cristales más grandes con sus manos, llevando sumo cuidado, barrió los cristales más pequeños y miró con fastidio la gran abertura hacia la calle. Esperaba que la repusieran pronto, sino su querida cafetería sería todo un foco para los ladrones de la zona.

Eran apenas las diez de la mañana cuando sus amigos, Kevin y Sarah, aparecieron.

-        ¡Ei, Becs! ¡Ya estamos aquí! – Asomó la cabeza por la despensa, observando a sus dos amigos cotilleando la zona. – ¿Alguna noticia de los ladrones?

-        Ninguna.

-        Entonces será mejor que nos pongamos manos a la obra, ¿Dónde nos necesitas?

-        Yo me quedaré en la cocina. – Dijo con simpleza. – Os necesito como camareros. De vez en cuando saldré a echaros una mano.

-        No hará falta. – Sarah sonrió. – Con este cuerpazo sirviendo como camarera duplicaremos lo que os robaron. – Guiñó su ojo y Kevin rodó los ojos.

-        Eres la prueba viviente de por qué soy gay. – Ambos compartieron un duelo de miradas que fue interrumpido por la risa de Becca. Ambos la miraron con el ceño alzado para después sonreír cómplices.

-        Gracias… por venir. Sé que tenéis que ir a la universidad y…

-        Eh, para. – Sarah atrapó uno de sus hombros, ejerciendo algo de presión. – Tú también tienes que ir a la universidad, ¿Recuerdas?

-        Los tres nos estamos sacrificando porque la cafetería se recupere. – Kevin sonrió, reconfortando de nuevo a la propietaria. – Sino, ¿dónde iríamos a desayunar al volver de fiesta?

-        ¡Si dices eso lo vas a estropear! – Sarah le regañó. - Simplemente di que la ayudamos porque es nuestra mejor amiga, cabeza de melón.

-        No se te ocurra insultarme, barbie-camarera.

-        ¿A quién llamas tú Barbie?

-        ¡Chicos! – Becca suspiró. – Necesito… que os centréis un poco. En menos de una hora comenzarán a venir los clientes.

-        Podemos pelearnos después. Ahora tenemos que trabajar. – El moreno le dio un leve empujoncito a la rubia, compartiendo una sonrisa cómplice. - ¿Te ocupas tú de la barra y la terraza? Yo me ocuparé del salón. – La rubia asintió y se repartieron las tareas de manera equitativa, ofreciendo un gran apoyo a la pelinegra que se desvivía en la cocina.

 

Pasaron un par de horas desde que la clientela comenzó a llegar, la cafetería estaba casi a rebosar y los trabajadores se esforzaban al máximo para cumplir cada una de las comandas y de las órdenes de Becca.

Apenas hubo media hora de descanso en lo que los trabajadores pudieron tomarse un respiro. Todavía había mucho que hacer. Becca no paraba ni un segundo y ni Kevin ni Sarah se permitían ser menos, querían estar a la altura de su amiga.

 

-        A este paso, acabará volviéndose loca…

-        Es Becca, sabes que no parará hasta conseguirlo. – Sarah recogió un par de vasos que se encontraban en la mesa y los colocó sobre la bandeja que sostenía con su mano izquierda. – Sólo espero que… acabe bien. Que lo consiga, pero… que ella esté bien. Ya sabes cómo es cuando se encierra en su mundo y en sus problemas.

-        No dejaremos que lo haga. – Kev suspiró, acercándose a Sarah. – No… otra vez.

La castaña no tomó ningún descanso, se mantuvo dentro de la cocina durante toda la jornada exceptuando cuando vinieron a cambar el cristal. Ese fue el único momento en el que Becca se dejó ver. La tarde fue mucho más tranquila que la mañana, por lo que Becca tuvo la oportunidad de salir a la barra a tomarse un café junto a Sarah, la cual también descansaba mientras Kev se hacía cargo de las últimas mesas.

-        Tienes mala cara.

-        Me duele mucho el cuello. – La castaña masajeó levemente sus cervicales, soltando algún que otro gemido de dolor.

-        Deberías ir a descansar, nosotros cerraremos la cafetería.

-        No hace falta, estoy bien.

-        En serio, Becca, ve a casa. – Kev se acercó, colocando unas cuantas botellas sobre la barra. – Nosotros nos encargamos de todo. – Suspiró ante la insistencia de sus amigos y simplemente se rindió. Colocó las llaves sobre la mano de Sarah y sonrió débilmente.

-        Gracias…

-        No hay de qué. – La rubia se acercó y besó su frente. – Ve a descansar.

-        Nos vemos mañana, chicos. – Se acercó a la puerta y devolvió su vista hacia atrás. – Y…

-        Como vuelvas a dar las gracias te juro que te arrepentirás. – El moreno se giró y sonrió . – No tienes por qué darlas. – Becca sonrió y se despidió con un gesto agradecido.

La brisa de la noche acariciaba su rostro como si de un regalo se tratase. Agradecía desde lo más profundo de su corazón aquél momento de tranquilidad. Pasó por el lado del mirador del puerto y se apoyó en la barandilla de madera, observando el mar. Volvió a masajear su cuello y miró hacia el frente, emitiendo un sonoro suspiro.

-        ¿Día duro?

-        Nada que no pueda soportar… - Respondió la castaña con simpleza.

-        Tu cuello no parece decir lo mismo. – Rio irónicamente y Becca giró el rostro.

-        Nada que no se pase con algo de reposo. – Volvió a contestar, provocando una sonrisa en la mayor.

-        He pasado por la cafetería, veo que han cambiado el cristal. – Becca asintió sin ni siquiera girar el rostro.

-        ¿Te doy lástima?

-        ¿Cómo dices?

-        Que si te doy pena, Jones. – El gesto de Becca se endureció. – No creo que ningún policía vaya a comprobar por su cuenta el estado del local al que roban. No después de haber formalizado la denuncia y tomar todos los datos.

-        Tu cafetería me pilla de camino a casa. – Explicó con tranquilidad. – No me das pena, Becca. Tienes la suficiente determinación como para que eso pase.

-        ¿A qué te refieres?

-        No dudaste en ningún momento en ponerte al frente del negocio y tomar las riendas. – La miró de reojo y su gesto se tornó serio. – No creo que deba de sentir pena ni lástima por ello.

-        Cualquiera en mi situación lo hubiera hecho. – Becca se giró y se apoyó de espaldas a la barandilla.

-        No creo que sea así. – La agente se limitó a mirarla desde su posición, apoyada en la barandilla con sus brazos. – Tienes mucho mérito.

-        Como si tuviese otra opción… -  Sus dedos se deslizaron hasta rozar ligeramente la espalda de la agente. – Adiós, Jones.

-        Espera, es tarde. ¿No quieres que te acompañ…? – La Agente se giró, esperando una respuesta, pero Becca ya no estaba. Solamente el silencio de la noche y las olas del mar chocando contra la arena de la playa. – Es… todo un misterio.

 

 


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