Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Nozomi por Fullbuster

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Actualización: último domingo de cada mes

¡Gritos! Eso era lo único que se escuchaba en aquel gremio, sólo gritos y más gritos. El dolor era algo habitual allí. Nunca antes había sentido tanto miedo, ni siquiera con “Deliora”. Toda su vida había estado plagada de muerte, dolor y destrucción, aquello sólo parecía un tramo más a superar.


- No tengas miedo, Lyon – intentó sonreír Gray entre la penumbra de la austera habitación – yo estoy contigo, no te va a pasar nada.


- Cállate, todo esto es tu culpa – le recriminó, dando la puñalada directa al corazón de Gray con aquellas palabras de odio.


La puerta de la habitación se abrió, dejando ver a una corpulenta figura al otro lado. Apenas le daba la luz, pero a medida que se acercaba con aquellos pasos lentos hacia los dos niños, la luz de la ventana iluminó el enfurecido rostro de Jiemma, maestro de Sabertooth.


Ninguno habló, no se atrevían a hacerlo, tan sólo temblaban de miedo. Lyon todavía odiaba a Gray por lo sucedido con su maestra, no podía ocultar aquel sentimiento y, sin embargo, ambos habían terminado en aquel gremio.


Sin previo aviso, Jiemma tomó el brazo de Lyon y lo elevó con fuerza, sacando un grito de aquel pequeño y consiguiendo que Gray se levantase con rapidez golpeando la pierna de Jiemma intentando que soltase a su hermano. No es que él no tuviera miedo, todo su cuerpo temblaba de la misma forma en que lo hacía el de Lyon. Tan sólo tenía nueve años y había visto y vivido el más grande de los sufrimientos. Toda su familia murió, su maestra había fallecido por su culpa y su hermano le odiaba, ahora estaba en ese gremio del que no podría escapar.


- Vaya… un pequeño con valor – dijo Jiemma lanzando a Lyon contra una de las paredes y apresando a Gray del cabello, elevándolo hasta la altura de su rostro, escuchando el grito ahogado de dolor de Gray y las lágrimas que empezaban a salir de sus ojos – me gusta éste. Llévatelo y empieza con el proceso.


- Como diga, maestro.


Lyon se quedó atónito y dolorido. Todo su cuerpo había chocado contra aquella pared de piedra. Se levantó como pudo y se dirigió a la puerta de madera intentando escuchar algo, intentando adivinar qué había ocurrido con su hermano. Había prometido matarle él mismo por haber conducido a su madre a la muerte y ahora… esos tipos se lo llevaban.


- Devolvédmelo – gritó Lyon aporreando la puerta – devolvedme a mi hermano.


Los pasos se alejaban de él, podía escuchar cómo le ignoraban y se llevaban a su hermano a algún lugar. Gray mantenía los ojos abiertos pese a que estaba asustado, no podía conseguir que su cuerpo dejase de temblar a hombros de aquel mago que le sostenía. Había pensado en huir, en lanzar su mejor ataque de hielo, pero sabía que no funcionaría contra ellos, aun así, quiso intentarlo.


Un mazo de hielo se creó sobre la cabeza de Jiemma que les seguía por el pasillo, pero cuando éste empezó a caer, el mazo se hizo añicos en mil pedazos antes siquiera de tocarle.


- Eres un crío persistente y cabezón, pero no te preocupes, yo te enseñaré la magia para estar en este gremio, siempre me pertenecerás, chico.


- Aléjate de mí – le gritó Gray.


- Hacedlo de una vez – insistió Jiemma.


Su espalda cayó contra una gran mesa de madera y aunque se revolvió con rapidez, los otros magos que estaban allí aprisionaron sus muñecas, atrapándolas con los grilletes al igual que sus tobillos, reteniéndole en esa mesa de la que no podría escapar. ¡Miedo! Eso sentía, más cuando escuchaba los desgarradores gritos que recorrían los pasillos del gremio.


- Bébetelo – le dijo uno de los magos trayendo una jarra con un líquido rojizo.


- No – intento resistirse – no quiero – insistía pese a los esfuerzos de los magos por retener su rostro y obligarle a beber, hasta que Jiemma se enfadó cogiendo con fuerza el rostro de Gray, reteniéndolo con una mano, abriéndole la boca con la otra para que su compañero derramase el líquido en su boca.


- Trágalo todo, chico, no me hagas enfadar.


Lágrimas y más lágrimas brotaban de sus ojos. Dolía, el agarre dolía y no podía tragar el líquido tan deprisa como lo vertían. Parte se derramaba por las comisuras de sus labios y caía sobre su cuerpo. Sólo quería que todo terminase.


El dolor más intenso de todos fue lo primero que sintió, un dolor que hizo que sus gritos se unieran a los del resto del pasillo, un grito tan desgarrador que hasta Lyon lo escuchó desde su habitación.


- Está empezando – sonó la voz de uno de los magos.


- ¿Qué es esto? – preguntó Gray confuso, llorando por el dolor y sin poder moverse por las ataduras.


- El mejor de los regalos – dijo Jiemma con una gran sonrisa – todo tu cuerpo cambiará ahora, este líquido creará el más preciado de los dones en tu cuerpo, creará un útero capaz de darme hijos.


Gray abrió los ojos aterrorizado de aquella idea, gritando como nadie jamás le había escuchado gritar por un dolor que superaba a cualquier otro.


- Sí, siente cómo se crea – sonreía Jiemma escuchando los gritos del chico.


- Señor… sabe que esta técnica lleva su tiempo. Es muy joven, su cuerpo aún está en crecimiento…


- ¿Para cuándo tendrá un útero perfectamente desarrollado para mí? – preguntó.


- Para los dieciséis años este chico tendrá un útero en todo su potencial.


- De acuerdo.


Por un lado, al escuchar aquello, Gray se medio relajó, al menos no podría tener hijos hasta los dieciséis años y para entonces, pensaba haber conseguido escapar de ese infernal gremio. Ahora había algo que le preocupaba más todavía, necesitaba que su cuerpo fuera como antes, necesitaba encontrar una solución a esa extraña magia.


- Hasta los dieciséis años tengo mucho tiempo para enseñarle a ser un buen acompañante – sonrió Jiemma – mañana mismo le haré la primera visita.


- Pero, señor…


- Que no pueda penetrarle no quiere decir que no vaya a disfrutar del resto de su cuerpo. ¿Entendido? – preguntó en su tono más duro al resto de sus magos.


- Sí, señor, será como usted diga.


- Y marcadle, ponedle la insignia de nuestro clan, pero ponédsela a fuego para que jamás pueda quitársela – se marchó riéndose mientras Gray continuaba allí atado, llorando y gritando de dolor.


***


Lyon observaba el cuerpo de su hermano tirado en el suelo. Ni siquiera se había dignado a ir hasta él a ayudarle. Allí le habían tirado los otros magos como si fuera un desperdicio humano, sobre el frío suelo de piedra y saliendo un cierto olor a quemado que pronto entendió que era desprendido por su propio cuerpo. Aquella insignia del gremio que le habían tatuado a fuego seguía sacando humo y su hermano seguía retorciéndose de dolor en el suelo, agarrándose el vientre sin poder moverse, llorando como nunca antes le vio hacer.


No fue hasta la mañana siguiente cuando el sol empezó a entrar por la ventana, que Lyon pudo fijarse en aquellos moratones, que pudo ver el lastimado cuerpo de su hermano y cómo éste seguía estremeciéndose de dolor en el suelo. No se había movido de allí en toda la noche, ni siquiera pudo ponerse en pie para ir hasta la cama.


Por momentos, Lyon sentía una preocupación en su interior, por otro lado… el odio que sentía por él le impedía ir a ayudarle. Tan sólo quería verle sufrir, nada más que eso, arrebatarle lo que más quería como él le arrebató la posibilidad de aprender y superar a su maestra.


La puerta de la habitación se abrió a los pocos segundos, dejando entrar a Jiemma. Pese a que Lyon trató de encogerse lo más posible entre la pared y su cama intentando que no se percatase en él, Jiemma no parecía muy atento a ese chico, sino a Gray que seguía en el suelo donde le habían dejado la noche anterior.


- Aún duele, ¿no? – sonrió Jiemma – eso es que está funcionando.


- Te mataré – susurró Gray con su mirada más dura – un día de estos lo haré, te lo juro.


- Me gusta esa actitud, por eso sé que escogí bien contigo. Tú te convertirás en uno de los mejores magos de mi gremio, estoy seguro de ello, serás parte de la élite que formaré.


- Vete al infierno – se enfadó Gray tratando de ponerse en pie pese al dolor de todo su cuerpo.


Jiemma pareció darse cuenta entonces de la mirada del otro chico, esa mirada de odio hacia ellos, una que le hizo sonreír todavía más. Sabía que Lyon tenía un gran potencial y seguramente, acabaría haciendo amistad con Gray tarde o temprano, era algo que tenía que impedir desde el inicio, antes de que pudieran aliarse en su contra. Puede que ahora sólo fueran un par de niños pero en el futuro… llegarían lejos con su magia, eso lo sabía bien.


- Tú también serás de mis favoritos, Lyon – comentó Jiemma – y Gray será tuyo.


- ¿Qué? – preguntó Gray extrañado de aquello.


- Sé que le odias – continuó Jiemma – pero… a veces no es suficiente con matar a alguien, eso no te devolverá a tu maestra, en cambio… el placer de verle sufrir, eso es lo que de verdad te reconfortaría.


- No le escuches, Lyon, sólo intenta confundirte – intentó explicarle Gray – él sólo nos utilizará, no nos quiere para nada más que no sea darle prestigio a su gremio, sólo quiere utilizar tu magia.


- Él puede ser tuyo – aclaró Jiemma cogiendo a Gray de la cintura y sentándole encima de él sobre la cama de Gray.


Gray trató de luchar contra él, apartarse, revolverse, pero el dolor de su cuerpo era demasiado como para continuar moviéndose como lo hacía. Eso parecía saberlo Jiemma, más cuando presionó su abdomen donde ahora se estaba creando aquel frágil útero. Fue como sentir millones de cuchillos clavándose en él, un dolor tan intenso que todo su cuerpo se paralizó al instante y unas lágrimas salieron de nuevo de sus ojos.


- Mírale bien. ¿No querías verle sufrir, Lyon? Ya lo hace. Él puede ser tuyo si decides ayudarme. Ahora está vulnerable.


La mano del maestro entró bajo los pantalones de Gray, cogiendo con cierta fuerza su miembro y sacándolo frente a Lyon. Un sonrojo apareció en el rostro de Gray. Era cierto que estaba acostumbrado a quitarse la ropa, pero aquello… eso era diferente, aquí se sentía humillado, utilizado, se sentía impotente ante la situación, sin poder defenderse ni poder hacer nada para evitarlo.


- Aún es pequeña – sonrió Jiemma – pero crecerás, Gray, y cuando lo hagas, nos vamos a divertir mucho – lamió su cuello con total lujuria, causando una sensación de asco en Gray y una mueca divertida en Lyon al ver a su enemigo en aquella situación.


- Acepto – dijo Lyon – si él sufre, haré lo que quieras. Entrenaré como el que más y llevaré a tu gremio a la cima.


- No, Lyon, no lo hagas – intentó pedirle Gray aunque no había solución para aquello.


- Cállate – le abofeteó Lyon tras levantarse repentinamente, callando así a un sorprendido Gray que no esperaba aquella reacción – tú mataste a mi maestra, tienes que pagar por lo que hiciste. Sólo eres un asesino, todos a tu alrededor mueren.


Gray se quedó paralizado. Era cierto, no podía discutirle ninguna de esas cosas. Todos los seres a los que amaba morían frente a él.


- Si tanto me odias… entonces haz lo que quieras conmigo, Lyon – le dijo finalmente Gray entre lágrimas – mátame si es lo que quieres.


- El maestro tiene razón, verte vivir la vida sufriendo es más gratificante.


El maestro chasqueó los dedos de la mano y mandó al par de magos que entraron que llevasen a Lyon a una habitación más cómoda. A partir de ahí, sería un valioso miembro del gremio como lo sería Gray, salvo que Gray… no estaba preparado para pasar a una habitación mejor, seguía siendo ese chico arrogante. Cuando se quedaron a solas, el maestro le tiró de nuevo al suelo, observándole con superioridad desde la puerta.


- Debiste dejar que me lo llevase a él, tú no habrías pasado por esto.


- Puede que él me odie, pero sigue siendo mi hermano. No vas a tocarle, no mientras yo siga aquí – le aclaró Gray con una dura mirada.


- Imbécil, sólo eres un idiota cabezón, pero me gusta ese carácter. Veremos cuánto tardas en caer ante mí – se marchó riendo como un poseso.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).